Había demasiadas cosas que preocupaban a Yukito pero no podía expresarlas en su posición. Nisiquiera había transcurrido un día desde su captura y ya se hallaba ansioso. Sus sacerdotes también le miraban de vez en vez con miradas preocupadas mientras él intentaba llenar su vida con buenas proezas. Temiendo el fin de su cautividad.
Cuando vio a Joseph acercarse su resquemores se aliviaron un tanto y lo abrazó preguntando si todo se hallaba bien.
Sudan como chivos, la comida apesta y me miran como si fuera un cerdo con dos colas—dijo el rubio.
Tal vez porque hablas de ese modo—sonrió el sacerdote.
No es que me importe mi futuro—dijo lejanamente el melado y la sonrisa amable se borró del rostro del peligris.
Tienes que pensar que saldremos de esta situación pronto—dijo al melado el ojicafé.
¿Y eso en que me beneficia?—preguntó el esclavo rompiendo el ánimo que lograra en el otro sin querer.
De pronto presintieron a alguien cerca y voltearon para ver al ojiazul parado a su lado—Mi amo desea que converse con usted—dijo a Yukito quien asintió. No podía negarse de todas formas—Usted también venga puesto que es preciado para este hombre—dijo Asula a Joseph que se sorprendió.
Todos se sentaron en una gran mesa dispuesta. La conversación de Asula no era mucha y la de los invitados a esta era escueta y nerviosa.
Pueden preguntar si lo desean—dijo el ojos azules.
¿Esta seguro de que su amo no se molestará con usted si nos contesta?—preguntó el sacerdote algo sorprendido.
El jeque es una persona terrible en batalla, sé que les ha dado la sensación de ser una persona despiadada, pero yo conozco su buen corazón. Quizás la sapiencia del suyo le haya dado tanta curiosidad como al resto de nosotros. He de decir que nosotros teníamos una interpretación diferente del ciudadano egipcio que todos nos han contado—dijo el mano derecha—Siempre nos han dicho que ustedes son personas altivas y despiadadas que solo se fijan en las apariencias y que sigan sus normas de conducta dictadas por sus antiguos dioses falsos—
Eso no es para nada desacertado en cuanto al faraón se refiere—dijo el melado con fuego en los ojos por lo que Asula lo miró unos segundos mientras el sacerdote le llamaba la atención.
No debes hablar mal de nuestro Faraón—dijo el peligris.
Ya no lo es—dijo el esclavo apuntando a Asula como para indicar cuanto habían cambiado las cosas.
Me asombra y me admira su lealtad para con su amo—dijo el pelinegro a Yukito.
La misma que demuestra usted al suyo—contestó el de lentes—Lo que me hace preguntarme…--
Adelante. Diga lo que quiera. Le he dicho que mi amo ha…--decía Asula antes de ser interrumpido.
Su jeque conocía mi presencia en el campamento. A decir verdad parecía venir por mí. ¿Qué razones motivaron a su amo a atacarme si yo jamás hice nada para que me viera como un enemigo?—preguntó sorpresivamente el sacerdote.
Asula sonrió—Me he dejado llevar por su candidez y he olvidado fijarme en vuestra inteligencia—dijo—Posee usted una mente aguda como cabe esperar en la cabeza de uno de los mayores cultos de su gran reino. Siempre esperé que fuera usted un anciano. A decir verdad nos ha tomado a todos por sorpresa su juventud. Incluso mi amo quedó desajustado al ver que uno de los mas poderosos egipcios es menor que él. Cosa que luego achacamos a su procedencia noble pero que aun nos impresiona. Siguiendo con su pregunta. Es cierto. El jeque sabía de su presencia en ese campamento pero en realidad no es el objetivo que el desea alcanzar—
¿Y cual es ese?—preguntó Yukito que ya esperaba eso.
Usted es un daño colateral. El interés de mi amo es porque sabemos que usted es muy cercano a su faraón—dijo Asula y al oírlo el corazón de Tsukishiro dio un vuelco.
¿Qué quieren con él?—atento, sorprendido y casi a la defensiva preguntó el peligris.
¿Cómo podría a usted inquietarle su bienestar más que el suyo propio? Por lo que veo son ciertos los rumores de su cercanía—preguntó el ojos azules. Pudo ver como Yukito apretaba los puños y el rubio al verlo también sintió un profundo desánimo—Pero tranquilo—se apiadó el pelinegro—Que su amo no corre peligro. Aunque no sé como termine esto para usted—
¡Explica!—exigió el melado.
Un esclavo no debería comportarse como un noble. Tus intereses no están en cuestión aquí—dijo el ojos azules algo molesto por la intrusión.
¡Por favor perdone su rudeza pero por favor diga lo que quiere anunciar!—dijo el sacerdote.
Usted es una pieza de intercambio—contestó Asula.
¿De intercambio?—se preocupó el de ojos café.