Toya se agarraba la cabeza preocupado cuando el sirviente le dijo—Veo que le importa él—el jeque lo miró—Si nadie se enterara de lo sucedido él no pasaría por ningún mal—
¿Estás diciendo que lo encubrirás?—preguntó sorprendido el tuareg.
Mi madre enfermó por treinta días. Éramos muy pobres y el sumo sacerdote aun era un joven sacerdote. Cuando se enteró de lo de mi madre se fue a mi casa y cuidó de ella sin esperar nada a cambio. Creo que se lo debo—contestó el hombre.
La caravana llegó justo ese día. Venían con los mensajeros del jeque y anunciaron que este no devolvería a su esposa pero podía ser que compensara al jeque por lo que le habían hecho aunque él no había sido informado de un compromiso previo.
La verdad a Seto no le importaba. El casamiento estaba arreglado y ningún hombre en la tierra podía oponérsele así pero sus consejeros hallaron que era la manera de hacer las paces con todos los tuareg.
Para sorpresa de los enviados de Faraón el jeque anunció que no pretendía nada y les anuncio que devolvería a su sacerdote.
Está enfermo—mintió Kin Omoto.
No se preocupe. Nosotros cuidaremos bien del sumo sacerdote de Isis—dijo el jefe de la caravana antes de partir. Llevaba a un inconsciente Yukito en una especie de camilla atada entre dos dromedarios, que tenía techo.
Toya los vio partir en silencio.
No podía esperar volver a verlo jamás.
Esa era la despedida definitiva.
Mi faraón hemos recuperado al sumo sacerdote. Aunque se encuentra débil y enfermo—le informó el recién llegado.
Seth se paró de inmediato y caminó velozmente hacia los aposentos de Yukito donde lo encontró tendido en su cama y rodeado de sirvientes que aprontaban todo.
¿Cómo se encuentra?—preguntó a uno que estaba al lado de este.
Tiene algo de fiebre pero pronto estará bien—le informó el hombre.
Tal vez por escuchar sus voces o porque ya era tiempo Yukito Tsukishiro despertó de su sueño y mirando alrededor se dio cuenta de inmediato donde estaba.
¡Yukito, que bueno verte bien!—dijo el faraón con cara de alivio sentándose a un lado de su cama mientras los sirvientes los dejaban solos como correspondía cuando los amos hablaban.
El peligris se preocupó un poco y preguntó--¿Cómo he llegado aquí?—
Al parecer ese jeque se ha arrepentido de haberme retado y te ha devuelto—le dijo el castaño.
¿Me ha de-vuelto?—preguntó el ojos café y luego recordó las palabras de Asula que hablaban de arrebatarle al faraón a su preciado amigo, de su venganza, de robarle algo a cambio de lo que le había sido robado. Es cierto que lo había devuelto pero ahora cuando se supiera la verdad el faraón sentiría que había perdido a alguien importante, que había sido traicionado por él. Había tirado sus votos y había dormido con alguien, más aun, con un enemigo. Los ojos de Yukito se volvieron opacos y Seth se preguntó si sería por la enfermedad.
Tocando con el dorso de su mano la mejilla descubierta el ojos azules probó si tenía fiebre y al ver como el otro no le miraba ni le hablaba y como el brillo de sus ojos había desaparecido supo que había algo mas.
Llamaré a tus siervos para…--sabía que el otro le ocultaba algo pero no pretendía saberlo hasta que el peligris se lo contara por sí mismo, empezó a levantarse—…que te…--
¡Espera!—le dijo Tsukishiro agarrando su brazo de pronto—Debo decirte algo—
Largo rato más tarde con todo lo concerniente al jeque y el sacerdote sabido Seth miraba a la cabizbaja figura en la cama.
¿Ahora entiende mi faraón?—preguntó el joven sacerdote.
Entiendo—contestó este.
Yo rompí mi promesa así que debería ser castigado de acuerdo a…--dijo el sacerdote sin levantar el rostro lo cual hizo después de oír al otro.
¿Qué promesa?—preguntó Kaiba—Tú no me prometiste nada a mí que yo recuerde—
Pero mi culto—dijo el joven.
Yo aquí soy el hijo de Ra y te ordeno que lo guardes en secreto. Ya me dijiste la verdad así que no me has mentido por lo que lo que pase en adelante es solo mi responsabilidad. Tú solo seguiras mi orden—dijo el hijo de Ra usando su autoridad—Ahora debes descansar—
Seth no había dado cuatro pasos cuando escuchó al otro preguntar--¿No le interesa saber que fue de Joey?—
No quería atribularte con esas cosas ahora. Supongo que el murió cuando los atacaron. ¿No?—preguntó Kaiba parado pero sin volverse.
No es así, Joseph está vivo—lo sorprendió el peligris y él lo miró.
¿Entonces por que no volvió con ustedes?—preguntó algo molesto el faraón.
La mano derecha del jeque fue exiliado y al irse se lo llevó con él—dijo el joven sacerdote—Está en algún lugar del desierto, si lo buscáis…--
No lo haría—dijo el faraón.
Pero…--dijo sorprendido el de ojos café.
El destino lo ha decidido por nosotros. Si Joseph volviera sería para arruinarlo todo—dijo el castaño.
¿Es buena excusa para dejarlo en manos de otro?—preguntó sorprendido el sacerdote y con algo de indignación en su interior.
Es cuando los ojos frios lo miraron por primera vez—¿Esa es manera de hablarme? Es evidente que te contagió. Estás hablando como él—dijo antes de irse indignado mientras Yukito bajaba la mirada.
Comprendió que en realidad era cierto lo que dijo y también comprendió que para ellos era fácil deshacerse de los ukes una vez que habían tenido lo que querían.