Joseph aspiró la brisa nocturna y como un gato se estiró antes de levantarse, miró hacia la entrada hacia los pasillos externos del palacio, sus ojos perdieron el brillo al pensar quien estaba adentro pero no podía evitarlo por siempre. Al menos cuando terminara esa noche ya no volvería a verlo—Debemos volver o el tribuno Cayo Silvio y Markus se enojarán con nosotros—dijo con algo de pesadez.
Asula lo miró de lado. Sabía que algo había pasado pero no era momento para hablarlo. Por su parte él también tenía mucho en que pensar luego de ver al ojos café. Todo recayó de nuevo en él una vez.
Ascendieron despacio caminando y riéndose de una ocurrencia de Joey como siempre cuando al entrar en el pasillo ambos fueron golpeados por detrás con efectos contundentes que les quitaron la consciencia.
Joseph recuperó la consciencia de a poco, sintiéndose algo extraño, pronto descubrió que se trataba de que estaba atado. Se esforzó y entonces escuchó una voz desde enfrente suyo que decía—¡Al fin despertaste!—miró y enfrente suyo se encontró con el señor de Egipto en persona que lo miraba con el ceño fruncido y esa sonrisita que detestaba en sus labios.
¿Qué me has hecho? ¿Y Asula?—preguntó al recordar que estaban juntos cuando fue evidentemente atacado. Los ojos azules relucieron--¡No puedes hacernos esto! Somos miembros de Roma y tu…--la mano que Seth puso en su cuello no era agresiva para nada pero su contacto detuvo las palabras del melado.
¡Tú eres mío y no dejarás de serlo!—dijo el castaño arrimado sobre él.
¡Hiciste un acuerdo!—trató de objetar el rubio mientras su cuerpo comenzaba a arder con ese simple contacto, por el tenerlo tan cerca, por oír su voz y ver sus ojos azules que fríos como piedras preciosas lo hacían estremecer.
Ningún acuerdo me impedirá que haga lo que quiera con lo que me pertenece—dijo Seth antes de empujar al atado rubio sobre la cama mientras levantaba la parte baja de él.
Sin preparación previa entró en él, el dolor fue intenso, tanto como para que Joey lagrimeara. El ritmo era intenso y bestial pero aparte de eso, una parte de Wheeler lo estaba disfrutando. La sensación de esas manos sobre su piel le daban a entender que de verdad no había logrado deshacerse de sus sentimientos en esos ocho años. Finalmente había pensado que todo estaba resuelto pero al solo verlo todo aquello regresó como si no hubiera pasado un día.
Este- es tu castigo- por “mmm” tratar de hacerme ver como idiota y por creer- que puedes librarte de mí tan fácil—le dijo el castaño con esfuerzo mientras lo embestía con fuerza.
Los ojos de Joey lagrimeaban pero ya no era por el dolor que había cesado, su cuerpo se arqueaba hacia atrás mientras sus ojos observaban esa esforzada cara. El deseo de Seth era tan palpable como el suyo propio para él.
¡Tú fuiste el que no quería verme mas! ¡Ibas a venderme! ¡Querías que desapareciera! ¿Recuerdas?—estaba sufriendo más por el recuerdo que por otra cosa, el rubio se sentía dolido al recordar aquel adiós tan amargo.
¡Eso iba a decidirlo yo, no tú!—retrucó el colérico Faraón acercando su cara con furia y entonces Joey no pudo evitarlo, besó sus labios como un sediento bebe agua de un manantial, con ganas, con euforia. La lengua de Seth se enredó en su lengua con la misma intensidad. Los gemidos de Joey dentro de su boca hicieron que su cuerpo se tensara más de deseo y necesidad, sus manos se crisparon en esas caderas que movía a voluntad.
Las voces sugerentes de ambos comenzaron a mezclarse, entonces Joseph no pudo más y le pidió que cortara sus ataduras—Prometo no intentar escapar—le dijo.