Joseph despertó con el alma quebrada y el cuerpo cansado. Despertó con todas las sensaciones que él le dejara, su marca y su olor. Aunque no quería admitirlo su cuerpo todo lo extrañaba horrores aunque su cabeza no le permitiera perdonarlo su corazón estaba lleno de una insipiente satisfacción porque él dormía a su lado.
Las sábanas de fino hilo cubrían sus posaderas y piernas mientras el joven boca abajo observaba la figura durmiente a su lado. Parecía tallado por los mismos dioses. No cabía esperar perfección tan grande en un hijo de humano. De verdad parecía el hijo de Ra. Y pensar que sería para él tan fácil aprovechar esa oportunidad para tomarle por sorpresa y apretar con sus manos el delineado cuello de cisne pero la idea de verlo perder el brillo en esos ojos azules se le hacía tan miserable. Aunque lo mereciera mil veces no podía hacerlo.
Miró la ventana cercana pensando que sería tan fácil escapar por ahí cuando su voz seria y cercana fue escuchada por sus oídos.
¡Ni siquiera lo pienses!—era una advertencia. Cuando sus melados ojos se volvieron hacia él sus ojos aun permanecían escondidos.
No pensaba en escapar—mintió el rubio antes de ver sus persianas abrirse con esa mirada severa y conocedora que a todas luces gritaba que no le creía. Seth apartó las sábanas después de sentarse mientras oía su petición—Al menos admite que me extrañaste—silencioso se deslizó fuera de la cama y su actitud era una tácita negación a sus palabras pero el rubio lleno de un inesperado temor se aferró a su brazo izquierdo y le pidió con ansias--¡Admítelo!—muy dentro de él temía una negativa. Todo él temblaba de angustia porque sabía que era muy posible y sin embargo esa vela encendida no terminaba de apagarse.
¡No tengo que admitir nada!—le dijo Kaiba con una mano tratando de despojar la de él de el brazo asido.
¡Lo sé! ¿Crees que no lo sé? Pero necesito que me respondas. Necesito saber si en estos años hay alguna vez en la que…--su cuerpo se estremecía sin control víctima de su propia impotencia y de tenerlo tan cerca—Yo… yo nunca…--una mano se posó en su brazo y unos zafiros lo miraron duramente luego de que el castaño se agachara para estar a su altura.
¿Te atreves a decir esas cosas cuando has dormido con ese tipo casi enfrente mío?—preguntó temblando de ira Kaiba.
Puede que lo parezca… es lo que yo quería… quería dejarte atrás… ¿No ves como lo intento? ¡Sé de que manera me ves! ¡Sé que soy un perro, una propiedad… pero tenía la ilusión de que al menos algo de mí… algo de mí…--su cuerpo temblaba mientras sus ojos se anegaban de lágrimas que no quería pero que no podía detener--¡Rayos! No quiero esto. Siempre duele cuando estoy cerca de ti. Pense que ahora me habías olvidado. Es idiota lo sé pero di por sentado que me habías olvidado. Dolía pero eso ayudaba a menguarlo todo. La certeza de que para ti yo era un número más, una cara olvidable. Pero cuando nos enfrentamos y me reconociste… dolió—dijo el rubio recordando su sentir mientras los ojos altivos lo miraban de cerca sin comprender del todo a que se refería con lo de su dolor. Si ese era el caso… ¿No debería haberse sentido feliz?--…dolió porque esa llama casi apagada… me di cuenta que aun ardía. Yo creí que ya no esperaba… que ya no esperaba nada de ti pero la felicidad de que me reconocieras le dio fuerzas a la esperanza de que en verdad… en verdad tuvieras sentimientos por mí más que por un mero objeto. Es por eso que duele. Porque aun quiero escuchar que tú me quieres. Aunque no este bien. Aunque sea equivocado. Solo quiero escucharlo de ti. Es todo… todo lo que deseo en el mundo para mí, porque yo… yo te amo. Te amo desde entonces, todo… todo este tiempo…yo… ¡no he podido borrarte de mí!—admitió el trémulo ex esclavo.
La voz de él junto a su oído lo sorprendieron y sus palabras hicieron que su herido y esperanzado corazón se detuviera—Eso es natural porque tú… eres mío—dijo Seth antes de despegarse de él, que desprendió sus manos de su brazo, luego voltear y dirigirse hacia la puerta.
Toda esperanza de oír esas palabras, la fría realidad la golpeó, su corazón se sintió como hecho añicos porque después de todo para el otro solo era su esclavo, su propiedad, todo eso había sido el castigo por atreverse a decirle que no podía acercarse, que no era suyo. Había demostrado con hechos que era de su propiedad y era básicamente todo lo que le importaba.