Joseph estaba bajando de una peligrosa cornisa, sabía que más abajo se encontraban los calabozos del palacio. Llevaba una cortina a modo de manto para que no divisaran su rostro una vez entrara dentro. No era posible el escape interno sin armar alboroto y además quería llevar a Asula con él.
Había casi conseguido su destino cuando un guardia lo agarró por detrás arrebatándole el manto y al identificarlo dio la voz de alarma por lo que Joey no solo no había logrado su objetivo sino que debía correr para que no lo atraparan.
Volteaba la intersección de dos pasillos cuando se dio de frente con alguien, al parecer un pequeño que como él llevaba un manto pero todo rasgado. Ayudó a levantarse al chico para ver si estaba lastimado de gravedad y en cuanto vio que se paraba por si solo y su cara de susto al devolverle la mirada supo que no estaba herido. Algo raro le pasó al ver sus ojos azules de cerca pero entonces recordó que le perseguían justo en el momento en que el chico miraba sobre sus cabezas.
Joey miró hacia donde el niño miraba y sin pensarlo dos veces alzo el brazo para protegerlo. La espada del guardia que posiblemente le hubiera dado a ambos se incrustó en el brazo del ojos mieles mientras el chico retrocedía y el rubio le gritaba que se fuera. El chico pelinegro echo a correr dejándolo con los guardias que en verdad no fueron competencia aun con su brazo herido.
De pronto la puerta de su calabozo se abrió de golpe y un Joey con una tira atada alrededor de su brazo izquierdo entró en él--¿Quieres salir?—
¡No, si voy a decirte que no, idiota!—contestó con sarcasmo el otro mirándolo con una mueca y Joseph se puso serio.
Quiero saber… ¿Le hiciste algo a Tsukishiro sama?—preguntó el ojos mieles y el otro desvió la vista—Con que lo hiciste. ¿Qué le hiciste?—
Intenté… tomarlo—admitió el pelinegro.
¿Intentaste?—preguntó un poco aliviado.
No lo logré porque mi primo me detuvo. Es por eso que ese día me fui—le respondió el prisionero.
El rubio se lo pensó un momento pero se dijo que no podía castigarlo por ello. En realidad vio un paralelismo entre ese hombre y Seth.
Llegaron al patio montando dos alazanes cuando de pronto un monton de arqueros los rodeó. Mirando a su alrededor Wheeler se sintió frustrado y entonces miró hacia arriba y encontró esos ojos azules que lo taladraban. Asula siguió su línea de visión y encontró al faraón parado en un balcón viéndolos de sosegada manera como sabiendo que era el vencedor.
Los caballos molestan—dijo Joey sin que ambos apartaran su mirada del castaño.
¿A pie eh?—preguntó el ojos azules a su lado sin despegar la vista del castaño y de la misma manera su compañero asintió.
Ambos se bajaron de los robados caballos como si se rindieran y una mueca se dibujó en la cara del monarca que pensaba tener una “charla” con el que se atrevía a desafiarlo.
De pronto empezaron a correr hacia algunos arqueros cercanos y esquivaban sus flechas como las de sus compañeros. El corazón de Seth se aceleró un poco al ver esa demostración de valor y saber el peligro que corría el rubio. Su sangre aumentó su caudal por un momento y luego vio como los arqueros eran golpeados a troche y moche, lanzados los unos sobre los otros y usados como escudos humanos.
En los ojos de Seth de pronto el ojos mieles se convirtió de pronto en aquel feroz león que asoló su sabana un día y que él venció primero con gusto a gloria pero que luego no pudo evitar admirar por su valor.
La pelambre rubia y desordenada de Wheeler mas sus ojos melados solo hacían que reviviera la atracción salvaje de la cacería de aquel dia. El primero en que su corazón latió con bríos propios.
Esa rebeldía en sus palabras y en su actuar motivaron su interés aquel día que se conocieron y ahora no hacía más que volver a querer su contacto.