Él estaba atado ante él, de rodillas en el piso mientras sus ojos le miraban con vehemente rebeldía, como el primer día, como el día en que se conocieron y que no entendía la importancia de su nuevo amo, pero ahora era distinto porque él lo sabía.
¿Qué piensas decir ahora para que te libere?—preguntó el aparentemente calmo faraón al prisionero.
¡Oye, si crees que yo…!—dijo el esclavo retomado con insolencia haciendo que el otro montara en cólera.
¡Cuida como me hablas, tú…!—dijo el castaño levantando su mano.
Entonces una voz infantil comenzó a gritar--¡Padre, no lo hagas!—
Joey volteó ante la inaudita frase para ver al chico que rato antes salvara. ¿Había dicho padre?
Seth lo miró y enderezándose bajó su mano para preguntar--¿Tú? ¿Qué haces aquí y vestido de esa manera?—
¡Padre, yo…!—decía el niño al ser interrumpido.
¿Otra vez estás intentando escapar para ver a ese enano?—preguntó el faraón mientras el rubio lo miraba. Esa conversación le parecía tan difícil de digerir. Kaiba ahora era padre. Ese debía ser el hijo de él y esa princesa Tuareg, era una mistura de ambos, el pelo negro de ella y sus ojos azules. Cayó en la cuenta de cuanto habían estado separados y que para el otro también habían cambiado muchas cosas. También se preocupó por el chico.
¡Padre, ese hombre me salvó!—insistió el niño.
¿De que hablas?—preguntó el padre.
Esa herida que tiene en el brazo. Si el no lo hubiera interpuesto yo ahora estaría muerto. ¡Por favor perdona lo que haya hecho!—pidió el príncipe para asombro de Wheeler.
Kaiba miró a Joseph un momento para preguntar--¿Es cierto, no? Si lo hiciste para ganarte mi…--
¡Padre! ¡Él no sabía! Con mis ropajes es imposible que supiera quien soy. ¡Padre por favor…!—pidió el niño.
¡Tú, calla!—le ordenó al niño y luego miró al prisionero postrado, hizo un gesto de malestar y luego miró a un soldado presente--¡Llévenlo a que lo curen!—fue la orden del gobernante de Egipto--¡Tú, ven conmigo Mokuba!—
El faraón se deslizó a través de la puerta abierta para él y por un momento su hijo miró al hombre que antes le salvara con algo de preocupación en la mirada. Joey estaba seguro que estaba preocupado por él. Que cosa rara que hubiera salido de ese hombre.
Después de ser curado de sus múltiples heridas, la mayoría leves, Joseph fue dejado en libertad de movimiento por orden del faraón pero solo dentro de palacio. Intentó ver a Asula pero su acceso estaba restringido. Buscó por un rato a su antiguo maestro antes de darse cuenta que no podía pedirle ayuda en algo como eso. Pensando en las cosas que había descubierto se sentó al pie de una dorada estatua del regente de palacio, Amon Ra.
Sin saber como empezó a pedirle--¡Hey tú! ¿Podrías ayudarme? Sé que habitualmente no te hablo y hace mucho que dejé este lugar pero es que todo se ha vuelto tan… Ahora estoy de vuelta aquí y no sé como ayudar a Asula… y él… tiene un hijo—dijo mientras apretaba su mano sobre el piso debajo de sus rodillas.
Realmente debes estar desesperado. Oírte rogar ha hecho sufrir a mi corazón—dijo una voz y de pronto una figura salió del otro lado de la estatua, vestía una túnica larga con capucha, toda negra con dibujos dorados y una máscara de aureo metal le cubría la cara por entero, gracias a la sombra de la capucha sus ojos no eran distinguibles tras los agujeros.
¿Y tú quien eres?—preguntó el rubio, antes de reconocer las ropas tanto atrás olvidadas. Esa era la apariencia del supremo regente del culto a Amon Ra.