¿Dónde se encuentra el faraón?—preguntó Yukito a uno de los guardias y la reticencia que él mostró a responderle puso en alerta al peliplateado.
Por el camino que llevaba a las celdas se encontró al melado—Maestro Tsukishiro. ¿Por qué esta tan…?—preguntó al ver la expresión del otro y la rapidez de sus pasos que se acercaban.
El otro no aminoró su marcha mientras le contestó--¡Seth está por cometer un terrible acto!—fue su enigmática respuesta mientras pasaba como una exhalación y algo vibró en el corazón del rubio.
No solo era la posibilidad de que el ojos azules cometiera un acto grave, sino la familiaridad del trato de esos dos que le recordaba las palabras del enmascarado las cuales dolían profundamente.
Seth estaba ante el prisionero. Sus ojos relucían de furia contenida. Su índice se posó debajo de la barbilla para levantar su mentón y que sus ojos se encontraran--¿Creías que no sé lo que le hiciste a Yukito?—fue la pregunta susurrada para que los guardias cercanos a la puerta que los observaban no escucharan.
Los ojos de Asula se abrieron de par en par mientras seguía de rodillas, maniatado a la espalda y con los tobillos en el mismo estado.
El regidor del alto y bajo Egipto volvió a erguirse con esa mirada en sus ojos. Ver esos ojos que rehuían era prueba suficiente de su delito. En silencio el otro admitía una culpa sin saber que no era la suya—El que hablaras podría perjudicarlo así que me aseguraré de que calles todo lo que sabes—dijo antes de caminar hacia atrás para que sus soldados agarraran al tipo que de pronto sentía temor a la muerte pero pronto vio los oscuros propósitos del castaño cuando uno de esos hombres empezó a halar su lengua, otro tenía en su mano un cuchillo y su corazón latió con fuerza cuando entendió los propósitos de sus captores. Quería gritar, mordió a uno de ellos y este lo abofeteó con fuerza mientras urgaba en su boca hasta casi atragantarlo para capturar aquella rosada presa.
El faraón miraba a unos pasos de distancia con la inexpresividad de aquel que se cree un dios mientras sus esbirros llevaban a cabo la misión encomendada.
Asula sabía que en parte se merecía aquello pero no quería acabar sus días como un triste recuerdo de quien había sido.
Estaban por cortar cuando una voz los detuvo.
¡Faraón, no!—gritó una conocida voz desde fuera de la celda, a quien no podían ver por estar tras la puerta—¡Él no es culpable de lo que usted cree! ¡Ni siquiera sabe de lo que usted habla! ¡Se condenará por castigar a un inocente! ¡Seth escuche mi ruego! Como su amigo se lo pido, no me haga culpabilizarme de su error.
Las palabras de Yukito eran desesperadas al igual que el gesto en su rostro mientras los guardias de fuera impedían que llegara al faraón, Joey podía percibir la agonía de sus palabras y condolerse por él y sorprenderse de sus palabras ya que a todas luces eran mentira, a la vez sentir una extraña ansiedad dentro suyo que no hizo más que convertirse en una horrible certeza cuando la puerta se abrió y el rostro de su amado apareció para mirarlo al sacerdote y no a él.
Había escuchado sus ruegos y abierto la puerta, lo que faltaba para concretar sus sospechas era una prueba de su aprecio.
¡Más vale que estés diciendo la verdad!—dijo el faraón caminando un poco y los soldados con él adentro salieron después de él.
Tsukishiro miró el cuchillo que uno sostenía con una expresión de temor.
¡Nada ha pasado dentro aún! ¡Puedes estar tranquilo!—añadió Seth, cuanta diferencia había en su trato para con el devoto lunar. Si hubiera sido él el que rogara tras esa puerta, dudaba mucho que siquiera le importara. El castaño miraba solo al ojicafé hasta que tal vez presintió la mirada que él le dirigía y sus ojos se encontraron. Era tan distinta su mirada al verlo a Tsukishiro, totalmente de la que le dedicaba ahora.
Sintió un helado peso en su interior mientras las certezas le ganaban a las esperanzas.
Él no me ha hecho nada—dijo Tsukishiro.
¡Tu mentira es más que evidente! Tu rostro colapsó cuando le viste. ¡Estoy seguro que él te hizo daño!—habló en voz alta el regente de Egipto.
¡No es eso!—mintió Tsukishiro sabiendo bien cual era su castigo inmaterial por la mentira pero no podía explicarle allí que ese hombre era inocente de su pérdida sin dejar en evidencia lo ocurrido. Más tarde con más calma todo sería aclarado pero si no detenía a Seth ahora…--¡El fue uno de los que me capturó! ¡No mas!—
¿Cuánto más podía ser dañado por los evidentes celos del ojos azules? Se preguntó Wheeler mientras los miraba hablar y antes de voltear y retirarse en silencio… como una sombra.
Era de madrugada cuando el sonido de las cadenas siendo retiradas de la puerta despertó a Asula que miró a una figura dotada de una antorcha y una cimitarra entrar.
La figura encapuchada se acercó a él y lo miró con una sonrisa lo que le hizo enojar un tanto.
Que lo fueran a matar pasaba pero ser una burla no lo permitiría.
¿Quieres venir conmigo?—dijo una voz familiar debajo de la capucha que al caer reveló el rostro de Joey. De alguna manera se había hecho con una espada y las llaves de su prisión—Los guardias se han quedado dormidos—
Esto me parece familiar—dijo el pelinegro recordando cuando escaparon de aquella caravana—Pero esta vez… ¿Crees que podremos?—dijo refiriéndose al fracaso de su intento anterior de escapar del faraón.
Estoy seguro que sí—contestó el otro con toda confianza.
Joseph estaba en lo cierto. Saltaron un alto muro después de nockear a un par de guardias y robar unos caballos de fuera de una taberna aledaña a los muros de palacio, salieron con facilidad de la ciudad abierta dejando atrás a la capital de Egipto y todo lo que representaba para ellos.