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About Us por Nayen Lemunantu

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Capítulo XVI


—27—


Kise-kun, sabes que ha sido un verdadero placer trabajar contigo. —Tuve que ladear el rostro para mirar mejor a Michael Smith, manejando concentrado, pero aun así, sonriendo afable al momento de hablarme.


Iba en su auto, porque él se había ofrecido a llevarme al hotel personalmente. Todos los días pasaba por mí un auto con un chofer exclusivo para transportarme del hotel a las locaciones de fotografía y grabación de la campaña publicitaria, pero esa tarde, después de terminar la última sesión de fotos, fue el mismo encargado de marketing de la empresa quien se ofreció a llevarme.


¡El placer ha sido todo mío! —dije con sinceridad. No me costaba nada hablar en inglés con él—. Este trabajo ha sido una oportunidad increíble para mí. —Dudé un segundo si seguir hablando o no, no quería parecer que estaba excediendo la confianza del señor Smith, pero había aprendido que dentro de esta industria, ser sincero cuenta mucho, por eso continué—. ¿Sabes? Antes no estaba tan seguro de seguir en esto del modelaje seriamente, pero estando aquí, me di cuenta que esto es algo que no tendría problema en realizar el resto de mi vida, y se debe principalmente a todo lo que he podido aprender durante esta campaña.


¡Vaya! Pues me alegra mucho haber podido ayudar. —El señor Smith se veía bastante sorprendido por mis palabras, pero a la vez se notaba que estaba complacido—. Sería un desperdicio si un modelo como tú decidiera dejarlo. Tienes mucho potencial.


Muchas gracias, no sólo por ese halago, sino por esta oportunidad.


A decir verdad, cuando nos recomendaron trabajar contigo para esta campaña, no estaba seguro del todo —dijo el señor Smith un poco más serio ahora. Yo supe de inmediato a qué se refería; en una campaña de esta magnitud, se trata de abarcar al público más amplio posible y para eso se privilegia trabajar con modelos con muchos más años de experiencia que los míos—. Ya sabes, por ser tan joven. Pero al trabajar contigo, tuve que admitir que eres un modelo muy trabajador y  profesional —me dijo sonriendo—. ¡Será un placer volver a trabajar contigo en otra oportunidad!


—¡Y no dudes que yo estaré encantado de hacerlo! Este viaje ha sido fabuloso. —Ante la sinceridad del momento, no me quedó otra alternativa que admitir esta innegable verdad—. Me ha permitido encontrar las dos cosas más importantes en mi vida —confesé pensando en Kagami y sintiendo sólo por ello, una calidez en el pecho.


—¿Y cuáles serían esas dos cosas?


—Trabajo y… la segunda me la reservo —dije con una sonrisa cada vez más amplia; ahora siempre que pensaba en Kagami sonreía mucho. El señor Smith sólo se rió fuerte, pero creo que él entendió a la perfección de qué hablaba.


A decir verdad, todo el equipo de trabajo parecía haber notado que había algo entre nosotros, porque cuando me despedí de todos ellos, varios enviaron saludos a Kagami refiriéndose a él como “tu chico”. Me pareció tan gracioso; la conexión que había entre nosotros era tan evidente, que incluso unos desconocidos que nos habían visto juntos sólo el día que Kagami me acompañó a la sesión de fotos, se dieron cuenta, pero para nosotros tuvieron que pasar muchas cosas para poder aceptarlo.


Sin siquiera notarlo, ya estábamos estacionando frente a mi hotel. Me bajé del auto y tras despedirme con un fuerte abrazo del señor Smith y con los mejores deseos para el viaje de vuelta, me encaminé al hotel. Entré al ascensor a la carrera, porque no sabía con certeza si estaba bien en la hora o no. Esa noche iríamos a comer con la mamá de Kagami, aunque no sabía la hora que ellos habían acordado para el encuentro.


—¡Ya llegué! Kagamicchi, ¿estás aquí? —pregunté abriendo la puerta de la habitación que compartíamos.


—Kise… Ya llegaste. —Kagami apareció por la puerta del dormitorio y se quedó un momento de pie en el umbral, mirándome directo a la cara. No supe qué pensar en ese instante, con esa mirada tan seria e intensa sobre mí, pero observándome con tanto afecto—. Te extrañé.


—Kagamicchi… Yo también te extrañé mucho —confesé antes de acercarme a la carrera hasta él para besarlo muy rápido en los labios, sólo un toque fugaz—. El día se me pasó tan lento. Me moría de ganas por volver al hotel y estar otra vez contigo. ¡Más aun cuando todo lo que hacía era pensar en ti!


—¿Y entonces por qué no dejas de hablar tanto y me besas en serio, tonto? —me dijo mientras me tomaba con fuerza del rostro y me besaba rudo; un beso ansioso y sentimental a la vez, fuerte e intenso, como él.


A los segundos dejé caer el bolso que aún llevaba en el hombro y lo tomé por la nuca con fuerza, ladeando el rostro para besarnos con mayor facilidad. Kagami no desaprovechó la ocasión y bajó con sus manos por mi espalda hasta que me tomó por detrás de los muslos y me levantó en el aire, instantes después, ya estaba estampado contra la pared más cercana con su cuerpo cálido entre mis piernas.


Su pelvis se movía lento, pero firme contra mi cuerpo, causaba una fricción exquisita entre nuestros miembros, que ya empezaban a endurecer. Yo quería sentir su piel bajo mis dedos, pero por la posición en que estábamos era muy difícil, sólo pude colar las manos por las mangas de su camiseta y acariciarle los hombros.


—Mmm… Kise… —susurró mordiéndome muy suave los labios, al mismo tiempo que volvía a adentrarse a mi boca sólo un instante antes de volver a hablar—. He esperado todo el día por esto.


Yo entendí a la perfección lo que quiso decirme, porque era lo mismo que me había pasado a mí: había muerto de ansias por estar otra vez entre sus brazos, apenas concentrándome en el trabajo, pero mi mente volvía una y otra vez a todo lo que había pasado la noche anterior; creo que aún no me lo podía creer del todo. Sin embargo, aún no estaba tan nublado por la pasión como para haber olvidado la cena de esta noche.


—Espera… espera… —dije tratando de separarnos, pero cuando rompí el beso, él aprovechó para besarme el mentón y el cuello—. Kagamicchi, ¿qué pasó con tu mamá? ¿No la teníamos que ver hoy?


—¡Rayos! —gruñó por lo bajo y luego de darme otro corto beso en los labios, me dejó otra vez en el piso y se alejó—. Hablé con ella esta tarde, quedamos en encontrarnos a las ocho de la noche en un restaurant al que solíamos ir cuando yo era chico —dijo mientras se dejaba caer sentado sobre una de las camas—. Creo que es mejor encontrarnos sólo los tres en terreno neutral, así nos evitamos el mal rato de verle la cara al imbécil de su marido. Además, no sé qué haría si él llegara a insultarte.


—Es mejor olvidar todo eso, Kagamicchi. —No me gustaba verlo preocupado y afectado por algo que no era su culpa, porque sabía que el mundo estaba lleno de tipos como ese; intolerantes y ofensivos—. No puedes dejar que ese sujeto afecte la relación que tú tienes con tu madre.


—Sí, tienes razón.


—Lo bueno es que aún faltan unas dos horas para la cena, así que alcanzo a darme una ducha antes de salir —dije masajeándome el cuello. Sentía algo de tensión después de un mes de intenso trabajo y de todas las fuertes emociones que había vivido en relación a mi vida personal. 


—¿Estás bien? —preguntó mirándome con esos ojos dulces y preocupados que me habían cautivado—. Si estás muy agotado podemos cancelar la cena, no es necesario que te fuerces a acompañarme.


—¡Claro que iré Kagamicchi! —dije mientras me dejaba caer sentado sobre él, a horcajadas sobre su cuerpo—. No voy a desperdiciar la oportunidad de conocer a mi suegra —bromeé mientras dibujaba círculos sobre su pecho con las yemas de mis dedos, por encima de la camiseta de algodón negro que él usaba.


Kagami se rió divertido, con esa risa ronca pero calmada que lo caracterizaba. Coló sus manos por debajo de mi camisa y me acarició la espalda, mirándome a los ojos en todo momento. Comenzó a jugar con sus dedos sobre mi piel, creí distinguir algunos kanjis en los trazos que realizaba.


—Pues ten cuidado, mi mamá es de temer.


—¡¿Qué?! —No creo haber podido ocultar la sorpresa e incredulidad en mi voz, incluso creo que me sentí un poco intimidado en ese momento—. ¿Y si no le agrado? ¿Y si cree que no soy suficiente para su hijo? —pregunté restregando el rostro contra su mejilla, una caricia un tanto gatuna.


—¡No seas tonto! —dijo riendo—. Ya verás que le vas a caer muy bien. Siempre le caes bien a todo el mundo, así que no tienes por qué preocuparte.


—¡No es cierto! Todo el mundo cree que soy muy molesto y que hablo mucho —dije riéndome en su cara de las mentiras que decía para tranquilizarme—. Y a ti no te caí bien desde el principio. ¿O ya lo olvidaste?


—Eso es porque eras un engreído ¡Y aún lo eres, niño bonito! —Me reprendió, pero su voz era afable y animada; estaba bromeando—. Por mi mamá no te preocupes, ella habla casi tanto como tú, así que estoy seguro que se llevaran muy bien.


—¿Te crees muy gracioso, verdad? —Hice un gesto de falsa indignación y lo golpeé en el hombro—. Bueno, me voy a duchar. —Después de darle otro beso suave en los labios, me puse de pie.


Tras ese arduo día de trabajo, necesitaba un baño no sólo para relajarme, sino también para sentirme limpio. Me metí al baño y abrí la llave del agua caliente, pero antes de quitarme la ropa y meterme a la ducha, se me ocurrió que este baño podría no ser sólo de limpieza, sino que también podía ser divertido.


Volví tras mis pasos, y saqué sólo la cabeza por la puerta. Afuera, Kagami estada tendido sobre la cama hojeando una revista de la NBA, con gesto despreocupado. Llamé su atención con un silbido, y cuando levantó la mirada, le sonreí lo más coqueto que sabía.


—Tengo un problema, Kagamicchi. —Él me miró alzando una ceja; por mi voz, sabía que lo siguiente que diría sería para tentarlo—. Estoy tan cansado que no puedo quitarme la ropa solo. ¿Me ayudas?


Kagami ni siquiera se tomó la molestia de responder algo, sólo se puso de pie y dejó caer la revista al piso. Cuando llegó hasta mí, yo lo esperaba ansioso de probar más de sus besos. Nos arrojamos el uno al otro con tanta fuerza, que cuando nuestros cuerpos chocaron no pudimos evitar soltar un quejido, pero éste hizo que el beso que nos estábamos dando fuera más excitante. Mi lengua y la suya se enredaban y nuestros labios parecían querer devorarse.


Él caminó empujándome hasta el interior del baño, y aunque chocamos con varios objetos en el trayecto, no rompimos el beso en ningún momento. Apenas tuve tiempo de quitarme los zapatos antes de que Kagami nos metiera a los dos bajo el agua de la ducha, con ropa y todo. El agua nos empapó por completo e hizo que la ropa se pegara a nuestros cuerpos: la camisa blanca que yo estaba usando se volvió transparente al igual que su camiseta.


—Espera, deja… déjame sacarte esto —dije tironeando su camiseta, pero gracias a la humedad ésta se había pegado a su torso y no salió con facilidad. Kagami dejó de besarme y terminó de quitarse la ropa con gesto arrebatado; sus pantalones también se le habían pegado al cuerpo y salieron con dificultad, luego de unos minutos quedó sólo en bóxer—. Así está mucho mejor. —Sonreí mordiéndome el labio inferior mientras trataba de besarlo otra vez, pero él me frenó.


—Ahora es tu turno, Kise. —Kagami quiso deshacer los botones de mi camisa, pero perdió la paciencia a los segundos, y terminó tirando de ella hasta que los botones saltaron lejos. Yo por mientras aproveché para sacarme los pantalones empapados de agua, y de paso me quité también la ropa interior.


—¿Estás conforme ahora? —pregunté cuando estuve completamente desnudo frente a él. El agua de la ducha me había llevado el cabello hacia atrás y ahora tenía el rostro despejado, así que supuse que el calor que sentía en el rostro fue evidente para él—. ¿Te gusta lo que ves?


—Me encanta lo que veo —confesó mirándome de arriba abajo; su mano derecha se posó sobre el hueso de mi cadera y lo acarició con su pulgar. Yo ya estaba excitado—. Y es todo mío.


Tomé la cadena de plata que decoraba su pecho y la usé para jalarlo hacia mí; extrañaba sus besos y sus caricias. Nuestros cuerpos se unieron otra vez bajo el agua de la regadera en un beso hambriento; Kagami me sostuvo de la cintura y recorrió con una de sus manos por mis glúteos, apretándolos de vez en cuando. Como respuesta, yo levanté una pierna y la enredé a la altura de su cadera, así le daba más espacio para lo que seguiría. En esta nueva posición, él recorrió sus dedos hasta mi entrada y presionó sólo un poco con su dedo medio, como si quisiera entrar, pero en realidad no lo hizo. Hizo lo mismo varias veces, haciéndome gemir de excitación y frustración.


Yo aún me sentía un poco adolorido por todo lo que habíamos hecho la noche anterior, pero el deseo que él despertaba en mí lo superaba todo, porque justo en ese momento, sólo quería ser penetrado otra vez por Kagami.


—Kagamicchi… hazlo —ordené. Él entendió a la perfección lo que le pedía y sin piedad alguna, introdujo toda la extensión de su dedo medio dentro de mí—. Aaahh… —Arqueé la espalda por la intromisión tan brusca, y el fuerte gemido que salió de mis pulmones fue absorbido por la boca de Kagami al momento de besarme. 


Su dedo se movía en mi interior, primero lo hizo lento, apenas deslizándose por ese pasaje estrecho, pero después de unos minutos, mi cuerpo empezó a ceder, a humedecerse sólo con su toque y ahí su dedo salía y entraba con fuerza de mi cuerpo. Yo gemía contra su boca, aferrado con las dos manos de su cabello húmedo por detrás de su cabeza.


—¿Estás bien? ¿Te duele mucho? —me preguntó. Yo le indiqué con un gesto que estaba bien, sin poder responder en voz alta, porque mi garganta había sido invadida por gemidos—. Entonces voy a subir al siguiente nivel —advirtió.


Al cabo de unos minutos, unió un segundo dedo a las embestidas. Mi cuerpo reaccionó instintivamente, queriendo huir, pero él me sostuvo la pierna que tenía en su cadera con firmeza para impedir que me alejara, mientras el movimiento de sus dedos dentro de mi cuerpo se volvía frenético. Yo no sabía qué hacer, me estaba volviendo loco de dolor y placer; sabía que mi cuerpo estaba resentido y por eso estaba sintiendo más dolor del que debería sentir en realidad.


Bajé una de mis manos y tomé con ella nuestros miembros juntos, la sola fricción de mi piel íntima contra la suya hizo que una corriente eléctrica me recorriera la espina dorsal y sacara un gemido largo y grave de la boca de Kagami. Moví mi mano alrededor de nuestros miembros con lentitud, concentrándome en el placer que esto provocaba en mí. A los segundos, la incomodidad que había sentido con los dedos de Kagami en mi interior fue reemplazada por un único placer que recorría todo mi cuerpo.


—¿Estás listo, Kise? —Kagami se separó de mi boca y me miró a los ojos. Su mirada rojiza estaba en llamas, quemado por el fuego de la pasión—. Quiero penetrarte ya. 


—Estoy listo —asentí. Él sacó sus dedos de mi interior y dejó caer mi pierna al suelo, me tomó de la cintura y me dio la vuelta, de modo que quedé con los antebrazos afirmados contra los azulejos de la ducha y el agua cayendo por toda mi espalda.


—¡Dioses! Eres hermoso… —Kagami depositó un beso suave en mi hombro y me tomó de las caderas, alzándome. Yo tuve que ponerme de puntillas y arquear la espalda para estar en posición, luego se deslizó en mi interior muy lento.


—¡Ah! —Gemí fuerte cuando lo sentí completamente dentro, apoyando la frente en los azulejos para escapar de la abrumadora sensación, pero él no tuvo piedad. Me pasó una mano por la barbilla y acercó mi cabeza a la suya, ladeándome el rostro para que pudiera besarme.


Me embistió con fuerza, con desesperación, aunque en un principio la estrechez de mi cuerpo le impidió moverse con libertad. Pero luego de unos minutos, entraba y salía de mí con facilidad, espoleando contra mi trasero con fuerza.


—¡Ta… Taiga! Tócame —pedí en un gemido. Tomé su mano derecha que me sostenía de la cadera y la dirigí hasta mi miembro; él comenzó a bombearlo al instante, haciéndome gemir más fuerte por el doble placer que estaba recibiendo.


Kagami hizo un movimiento diferente, me tomó de la cadera y me alejó más de la pared, de modo que quedé más inclinado y en consecuencia, la penetración fue mucho más directa. Sentí que golpeaba directo sobre mi próstata, creando un cosquilleo en mi interior cada vez más intenso, como si de pronto se transformara en electricidad pura; yo sólo ansiaba la siguiente embestida.


—¡Ah! Taiga… —Me incliné más, levantando las caderas y moviéndome acorde con sus movimientos, para encontrarlo en cada una de las embestidas que me daba—. Ahí, no pares.


Y él continuó. Soltó mi pene y me sostuvo con ambas manos de la cintura; sus embestidas eran ahora frenéticas y nuestros gemidos hacían eco en la superficie lisa del baño.


Mi pene estaba tenso, palpitando entre mis piernas, adolorido por liberarse, hasta que ya no pude resistirlo por más tiempo y terminé corriéndome entre gemidos de placer. Luego de varias embestidas más, sentí cómo Kagami terminaba en mi interior, llenándome con su semen; una sensación tan cálida y placentera como la misma eyaculación.


Respirando agitado, me enderecé y recosté la frente de nuevo sobre los azulejos, con Kagami pegado a mi espalda, respirando tan agitado como yo.


—Tenemos… tenemos que prepararnos para salir a comer con mi mamá —dijo casi sin aliento, descansando la frente en mi hombro—. ¡Maldición! Si no tuviéramos que salir a encontrarnos con ella, te haría el amor una y otra vez.


—¡Por favor no! No sé si mi cuerpo pueda aguantar tanto amor —bromeé. Él soltó una risa fuerte y sentí los músculos de su abdomen apretarse contra mi espalda. Luego salió de mi interior y yo pude girarme para verlo a la cara—. Piensa que después de la cena, tendremos toda la noche para amarnos.


—Eso suena demasiado tentador —reconoció. Yo volví a unir nuestras bocas en un beso; húmedo, sensual y apasionado—. Pero si no dejas de besarme así, voy a volver a hacértelo ahora mismo —me dio un beso fuerte y sonoro sobre los labios y se enjuagó rápido para después salir de la ducha—. Lo digo en serio, Kise —dijo mientras se secaba. Habló fuerte, para hacerse oír por sobre el sonido del agua impactando contra los azulejos—, eres demasiada tentación para mí y cuando estoy así contigo, no me puedo controlar.


—Entiendo lo que dices, creo que me pasa lo mismo. —Ahora que él había salido de la ducha, aproveché para bañarme, dejando que el agua tibia quitara de mi piel los restos de sudor y semen—. ¿Alguna vez te había pasado algo así antes? Porque yo nunca me había sentido tan… cautivado por alguien como ahora.


—Nunca —admitió metiendo sólo la cabeza dentro de la ducha; sonreía amplio—. Esta es la primera vez que me enamoro así… que me enamoro de verdad —se corrigió.  


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