¿El faraón sabía?—preguntó el ojos negros y el otro asintió.
El ha mantenido el secreto todo este tiempo—le contó Yukito.
¿A cambio de qué?—preguntó con ardientes celos el jeque.
Él no haría nada así. El faraón..—decía el peligris cuando fue cortado.
¡No me dirás que lo hizo por benevolencia! Ese tipo no es de los…--esta vez Yukito cortó a Toya.
¡No debes expresarte así del faraón!—dijo el ojos café para luego mirar a un lado mientras ambos se mantenían arrodillados uno frente al otro—Sé que él da esa impresión. Pero también sé lo que hay en su interior y puedo dar fe de que de verdad no es una mala persona. Solo tiene un temperamento horrible y la costumbre de engañarse a si mismo y a los demás—
¡Pues ese buen tipo iba a ejecutarme!—dijo algo enojado el pelinegro de que el otro defendiera al faraón con ahinco.
Porque él creía que me habían tomado por la fuerza y yo nunca revelé tu nombre por lo que creyó que eras tú después de creer que Asula lo había hecho—dijo el peligris.
¿Asula?—preguntó el otro sorprendido.
¡Sí, él esta aquí! Como tú es un prisionero pero me temo que su estado es grave—le contó el sacerdote—El faraón creía que Asula me había tomado y también a él intentó matarlo—
Y también tú lo salvaste—dijo el pelinegro por decir sorprendiéndose al ver la aceptación en la sorprendida cara de Yukito--¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?—preguntó enojado—Él intentó hacerlo. De verdad intentó…--fue callado por una mano pálida.
Tal vez pero no hubiera estado bien que le dejara morir por algo que él no ha hecho. Sería lo mismo que…--dijo mirando al ojos negros haciéndole saber lo que sentía.
Sus labios fueron tocados por los del prisionero y su cuerpo siguió los instintos poniéndose más cerca e inclinándose en su pecho.
No quiero que te acerques a él. No quiero que te acerques a ningún otro hombre que sea yo—pronunció el jeque una vez sus labios se separaron—Sé que es tu naturaleza y que no pudiste evitar ayudarlo en su desgracia pero el solo saber que lo defendiste igual que a mí hace que me hierva la sangre—
Yukito se miró en sus ojos un momento antes de tocar con la oreja el pecho firme y escuchar el latido de un corazón poderoso y apresurado.
¿Y bien? ¿Qué planeas que haga ahora?—preguntó el ojos azules al sacerdote que había salido de la celda de enjuiciamiento.
El semblante de Yukito era reposado pero algo triste como el que esta preparado para su castigo y lo acepta.
Arrodillado el sacerdote puso una mano en el suelo inclinándose para decir--¡Puede hacer lo que juzgue conveniente con este sublevado sacerdote, mi faraón!—
¿Acaso eres un idiota?—preguntó molesto el faraón mandando que partieran sus guardias—Esta es la última vez que haces algo como esto. Sinceramente pienso que has pasado demasiado tiempo con ese perro y se te contagiaron sus pulgas—
El ojos café sonrió ante esas amables y divertidas palabras porque demostraban que aun en esos casos el castaño pensaba en su cachorro. Pues así le había empezado a denominar hacia unos años en secreto. Nadie sabía de la estima y la nostalgia que le prodigaba al ojos mieles solo él por lo que era afortunado aunque el castaño insistía en deformar a veces sus palabras en insultos como ese.
Kaiba lo miró y bruscamente volteó--¿Mi señor?—
¿Te has acostado con él por gusto?—quiso corroborar y el otro a sus espaldas se ruborizó guardando por un segundo silencio. Eso era una notoria respuesta que sorprendio un tanto al faraón.
¡Así es!—admitió al fin el ojos café.
Los ojos azules escrutaron la postrada figura como intentando leerlo—Ahora dime que hacemos—exclamó después de un rato.