¡Oy!—dijo Asula no muy convencido--¿Crees que esta vez si?—
¡No lo sabremos a menos que lo intentemos! ¿No?—dijo el tipo que cojeaba delante de él con mirada aventurera.
Asula debió sonreir cuando Joey siguió. El siempre era tan enérgico.
Eso esta bastante tranquilo—observó el pelinegro.
El ambiente se percibía alterado y la guardia algo relajada—Es el mejor momento para irnos—dijo el rubio pensando en lo oído, que no le había dicho al otro. Al otro lado del patio de abastecimientos estaba un carro con paja que probablemente había transportado cosas delicadas desde los mercaderes de la ciudad.
¡Debemos subirnos ahí!—dijo Joey.
¿No me digas?—se burló su amigo.
Ocultos por las sombras llegaron al no custodiado carro de carga y se escondieron entre la paja esperando el momento en que este iniciara el viaje hacia la ciudad y su libertad. El cochero subió poco después y ambos sonrieron. El hombre traía alguien consigo para ayudarlo con la carga lo que era usual y lo que iniciaron camino comenzaron a hablar.
¡Que barbaridad!—dijo el mayor.
¡Si, nunca supuse que pasara algo así! ¿Ejecutarlos?—preguntó el ayudante y ambos se pusieron atentos. Joseph miró de soslayo a su amigo y este sospechó que escondía algo—Nunca pensé que podían hacer algo semejante—
Solo intentamos escapar—murmuró el rubio. ¿Qué habría inventado el imbécil ahora para justificar ajusticiarlo? De seguro algo muy bueno ya que el hijo de Ra ese iba a... Asula lo miraba algo enojado ante la sensación de que podrían ser escuchados sus murmullos.
De verdad ese Faraón debe estar muy loco—dijo el cochero. “Concuerdo con eso” pensó Joseph—Ocultar tamaña cosa…--“¿De que habla? ¿De nosotros? Ya todos deben saber que me retiene porque…”pensaba Wheeler—Esa es la única cosa por la que pueden ejecutar a un Faraón y se puso a todo el consejo en contra—la sorpresa para los escapados fue tremenda—Y para colmo también han sentenciado al sacerdote de Isis, dicen que rompió sus votos y perdió su sagrado poder por otro hombre, el que tienen a punto de ejecutar también—
Los amantes morirán juntos—sentenció el hombre sorprendiendo a ambos del carro. Asula se sintió terrible por aquel que lo viera con ojos temerosos. Le debía más que una disculpa.
El corazón de Joey se sentía extraño, como si un puño lo estrangulara. Al saber que Seth Kaiba estaba por morir todo dentro de él era pánico y desconcierto y su mano aferraba su camisa sin razón aparente.
Se tuvo que preguntar que tanto haría por aquel que lo había casi matado y miró a su amigo un minuto antes de intentar saltar pero su amigo lo agarró fuerte—No intentes detenerme, debo…--
¿Quién intenta detenerte idiota? ¡Voy contigo!—contestó el ojos azules.
Esta vez la masa estaba reunida para ver el espectáculo. Sobre el altar de greca verde se mecía una pluma azul con un ojo gravado del pájaro representativo de Amon-Ra. Tras este se encontraba el paladín de la divinidad y bajo su mano derecha el hombro de un niño de 7 años con los ojos llorosos pero tratando de evitar el llanto.
Tres pares de guardias acompañaron a los que iban a ser ejecutados. Iban atados de sus manos y las espadas desenvainadas de los guardias advertían que nadie jugara a los héroes. Asula se sorprendió de ver delante de él a Yukito e intentó forcejear pero los enemigos le pusieron sus espadas al cuello. Después de todo solo adelantarían lo indefectible, decían sus duras miradas por lo que de mala gana dejó de luchar.
Seth se veía apático. Como si su pátina regia hubiera caído sin más en la celda. Su rostro era duro y sin emoción. Podía inspirar todavía algo de respeto y todavía no miraba a nadie en particular como si nadie mereciera su atención. Ver a su hijo junto a la figura de su enemigo lo perturbó en el acto y sus ojos furiosos se fijaron en la máscara mientras apretaba los dientes. Entonces lo obligaron a arrodillarse bajo los escalones del altar.
Yukito se sentía todo perdido y miserable arrodillado en ese lugar. Por su culpa aquellos dos perderían la vida, era su pensamiento aunque no la verdad. La impotencia que sentía era arrolladora y más cuando vio el pequeño rostro turbado de su alumno. Por su culpa crecería huérfano y sin libertad.
Su pálido rostro que evocaba la luna cerró sus ojos café con dolor en espera del fin.