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Mascarada por starsdust

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No podía haber pasado mucho tiempo, porque la noche era aún profunda. Ya no estaba en el salón, sino en una habitación iluminada por velas. Todavía llevaba puesto el estúpido vestido, pero su cabello estaba ahora suelto. La cama sobre la que yacía era enorme y lujosa, muy diferente a las del santuario. Sintió algo mojado en el cuello, y tuvo la intención de tocar el lugar para saber a qué se debía la humedad, pero apenas pudo mover el brazo. Se sentía terriblemente débil.

-Mira, ha despertado -dijo una voz femenina.

Albafica la reconoció como una de las hermanas que había visto antes. Estaban las tres sobre la cama, rodeándolo. Cuando intentó levantarse, las tres reaccionaron como fieras, y usaron sus manos cual garras, para inmovilizarlo.

-¡Aún a pesar de que perdió tanta sangre, es fuerte! -exclamó una de ellas.

-¿Y el italiano? -preguntó otra.

-Perdido en los pasillos, buscando el camino entre las almas en pena del castillo.

Albafica intentó hablar, pero sobre su garganta se cerraron los dedos de la primera mujer, que se volvió hacia él siseando como una serpiente mientras dejaba entrever sus colmillos afilados. Durante unos segundos apenas, su rostro se transformó en algo terrible, una visión salida del infierno, de ojos rojos y mandíbula desencajada.

-Apártense -intervino una voz masculina. Era la voz de Lord Ruthven, aunque sonaba carrasposa y cansada, casi irreconocible-. Vayan a ocuparse del otro. No quiero cabos sueltos.

-Tú fuiste el que no tuvo suficiente cuidado -señaló una de las hermanas.

-Y aún te ves terrible... -comentó la segunda-. ¿Crees que podrás manejar a tu "princesa" en ese estado?

-¡Silencio! -exigió el noble. Era cierto que se veía ojeroso, y más pálido que antes, pero su presencia seguía siendo imponente.

- Cuida tus modales. Eres un invitado, después de todo -dijo la mayor de las mujeres al tiempo que se ponía de pie y llamaba a las otras con un rápido ademán.

Aunque no estuvieran ya sobre él, Albafica podía aún sentir las uñas de las tres clavándose sobre su piel, y la sensación solamente se disolvió una vez que se hubieron alejado lo suficiente como para perderse entre las tinieblas. Para entonces, Lord Ruthven era quien había ocupado su lugar, y la sombra que proyectaba su cuerpo sobre el de Albafica parecía tener un peso propio, que lo aplastaba hasta ahogarlo. ¿Era acaso un tipo de control mental?

-No mentiste sobre tu nombre, pero no eres una mujer -murmuró Lord Ruthven, deslizando una de sus manos bajo el vestido, y apartando las telas hasta dejar una de las piernas al descubierto-. Tampoco estoy seguro de que seas humano. Pero no importa, no puedo reclamar al respecto, dadas las circunstancias. Eres más hermoso que cualquier ser que haya conocido.

-Vas a morir -prometió Albafica. Su mirada furiosa se encontró con la de Lord Ruthven, que se mantenía calmada y segura, a pesar de estar ensombrecida por el agotamiento.

El noble ignoró las amenazas, y apoyó los dedos de su otra mano sobre la zona húmeda del cuello de Albafica.

-Tu sangre es extraña, me hizo pasar un mal trago al principio, tengo que admitir -comentó, como al pasar, y de la misma manera casual se llevó los dedos a la boca y lamió las gotas que los manchaban -. Dulce y amarga al mismo tiempo...

-¿Bebiste mi sangre?

-Ah, sí... Interesante, realmente. Como beber fuego. Llegué a creer que moriría. Qué ingenuo. No puedo morir. Supe cuando te vi que éramos parecidos, pero no imaginaba hasta qué punto. Tú también eres una criatura maldita. Condenada al aislamiento...

La idea de que ese hombre hubiera bebido de su sangre y no estuviera aún muerto le parecía imposible a Albafica, pero explicaba la desesperante sensación de debilidad que sentía. Tenía que concentrarse en elevar su cosmos rápido si quería romper el hechizo antes de que todo se saliera más de control.

-¿Mataste a todas esas personas?

-No es tan simple -dijo Lord Ruthven en un suspiro-. Buscaba a alguien que me hiciera compañía. La soledad, como sabrás, puede ser algo terrible cuando no la eliges voluntariamente. Les di la oportunidad de convertirse en lo que soy, porque ellas así lo querían. Pero fueron débiles. Volvieron convertidas en cadáveres vivientes, porque sus mentes no sobrevivieron el proceso. Es difícil crear un vampiro, sabes...

-¿Vampiro..?

Así que ese era el nombre que se daba a sí mismo, como el animal conocido por alimentarse de sangre. Albafica recordó las historias de Agostino sobre las mujeres que volvían de la muerte, y estas le hicieron pensar en las leyendas de humanos malditos que devoraban a otros, que cambiaban de forma, de criaturas oscuras, de fantasmas corpóreos, pero las historias se contradecían entre sí.

-Lo que he estado intentando hacer no es distinto de lo que hizo tu maestro contigo. El proceso de crear un vampiro también implica un intercambio de sangre.

-¿Cómo sabes de mi...?

-¿Tu maestro? Lugonis, ¿verdad?

La mención a Lugonis hizo que el cuerpo de Albafica se tensara aún más, y el remolino de sentimientos comenzó a deshacer las ligaduras invisibles que lo mantenían inmóvil. Lord Ruthven debió responder con rapidez para mantenerlo a raya.

-¿Qué sabes tú?

-No tienes por qué luchar contra mí -dijo Lord Ruthven, en lo que fue un ruego desesperado más que una orden-. Tu mente gritaba su nombre cuando bebí de ti. Lugonis. Él te convirtió en una máquina de matar al final de cuentas, ¿o no? Sería una lástima que el tiempo se llevara tu fuerza y tu belleza. Y si te unes a mí, dejarías de estar solo...

-No... -musitó Albafica. Su visión comenzaba a nublarse con esas odiosas lágrimas que siempre estaban al acecho, y contra las que no podía hacer nada cuando alguien mencionaba a su maestro.

-Oye, idiota -terció alguien más-. ¿Quién te dijo que él está solo?

La voz pertenecía a Manigoldo, que se materializó de lo que pareció ser la nada, y el instante de distracción que generó bastó para que Albafica consiguiera despejarse y empujar a Lord Ruthven hacia atrás, con tal fuerza que este se estrelló contra una de las paredes de la habitación.

-¿Tú...? ¿Cómo llegaste hasta aquí?

-Tengo mis contactos... Acubens! -exclamó Manigoldo, al tiempo que se abalanzaba sobre el inglés.

No llegó a alcanzarlo, porque antes de que pudiera tocarlo, su objetivo desapareció ante sus propios ojos, dejando en su lugar mariposas que comenzaron a esparcirse por toda la habitación y a volar en patrones descontrolados, con tanta violencia que sus alas rasgaban la piel al rozarla.

-¿Mariposas? Cuidado con ellas... -advirtió Albafica.

-¡Maldito cobarde, eso es trampa! ¿Así que dividiste tu alma en varias partes? Me lo harás más fácil entonces... Sekishiki Kisouen!

Un fuego azul surgió de la palma de Manigoldo. Atraídas inevitablemente por la llama, las mariposas comenzaron a dar vueltas frenéticamente en dirección hacia ella. Incapaz de resistir la técnica, Lord Ruthven se vio forzado a abandonar esa forma fragmentada y volvió a su propio cuerpo, tan desgastado por el esfuerzo que apenas podía mantenerse de pie.

-¡Ah, te dolió! -se jactó Manigoldo-. ¡Ahora voy a mandar tu alma al infierno!

-Es inútil que lo intentes... -respondió Lord Ruthven -. No puedo morir. Ya lo he intentado yo mismo de muchas maneras. Mi alma no puede ir a ninguna parte.

-No sé qué tan cierto sea eso -intervino Albafica. Su voz hizo eco en la habitación, agitada-. Puede que seas resistente a mi sangre, pero esa rosa va a quitarte toda la que tengas... Y no creo que puedas vivir así. Bloody Rose.

-¿Cuándo...? -dijo el vampiro. No pudo, por más que lo intentó, recordar en qué momento podría Albafica haberle clavado en el corazón la rosa que estaba consumiendo rápidamente su sangre.

El desenlace ineludible llegó poco después. Manigoldo se acercó al cadáver desangrado para examinarlo, e hizo una mueca de disgusto.

-Se ve bastante muerto desde aquí... Quizás tendría que hacer una de esas cosas que Toscana recomendó... ¿cortarle la cabeza? ¿Qué te parece, Alba? -preguntó-. ¿Alba...? -insistió, al no recibir respuesta de su compañero.

-Tenía razón -murmuró Albafica. Estaba de rodillas en el suelo -. Somos similares, él y yo...

-¿Similares? ¿Un tipo que va por la vida dejando un reguero de muertos vivientes tras él, porque sí, y tú, un caballero de Atenea? No me parece...

-No entiendes. Yo maté a mi maestro, con esta misma sangre.

La mención a la sangre hizo que Manigoldo reparara en la herida que Albafica tenía en el cuello, y en el camino escarlata que descendía desde ella hacia el pecho, manchando los encajes y la tela en su camino.

- Estás sangrando... ¿Qué te hizo?

-Aléjate. Es peligroso.

-Alba...

Las protestas de Albafica no fueron suficientes para mantener lejos a Manigoldo, que rasgó su capa para cubrir la herida con un retazo creado a partir de ella. Una vez que los reproches se calmaron, el guardián de Cáncer apretó contra sí a Albafica, y poco después lo sintió aflojarse en sus brazos.

Continúa...

Notas finales:

El próximo es el último, Mani y Alba van a tener un poco más de tiempo para ellos :P

El tema de que un vampiro se pueda transformar en mariposas no es una fumada, sino viene de una tradición rusa. En el siguiente, que es el último, voy a explicar un poco más de eso y de las tres hermanas. Y del propio Lord Ruthven, que es de hecho un personaje de un cuento del siglo XIX llamado "El Vampiro", escrito por John Polidori. Lo tomé prestado para aquí, para usar un vampiro que no fuera muy conocido.

Antes de este fic releí los gaidens de Albafica y Manigoldo (en el de Manigoldo aparece Albafica... y queda claro que Mani encuentra a Alba atractivo, es el mejor regalo que Teshirogi pudo darnos). Si hay algo que me divierte es la idea de escribir una historia que se sienta como un "gaiden con BL". Algo que tiene Albafica en su gaiden es que le mencionas al maestro y lo afectas de una manera peligrosa XD En su gaiden llora más de una vez, pobre, y también cae MUY fácil ante la técnica de alguien que le hizo bajar la guardia, y ni siquiera se da cuenta de que la razón por la que se desmayó es que le hicieron algo (WTF, ALBA?).

Ese incidente en particular me hizo preguntarme: ¿cómo es que Alba no se preguntó qué había pasado realmente, al despertar? No tendría que ser algo que le pasara todo el tiempo. Creo que habla un poco de la ingenuidad que Alba puede llegar tener, por más que se haga el superado, y de sus puntos débiles, tanto físicos como emocionales. Pero eso me sirvió para sentir que esa falta de cuidado podía ser usada para esta historia, donde Alba es aún más joven (esta historia vendría a ocurrir poco después del gaiden de Manigoldo, así que Alba tendría 18 o 19 y Mani 20 o 21. Alba consiguió la armadura a los 16).

 


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