El león atacó con fuerza, pero por suerte Joey supo reaccionar a tiempo y golpeó en la nariz al gato que caía sobre él. El animal herido se retiró pero no antes de lanzar un zarpazo a Wheeler rasgándole el brazo. Ambos contendientes heridos se miraban mientras retrocedían un tanto. Mientras el pelinegro había sido alcanzado por el niño y se dirigían rápido a la puerta que alcanzaron apenas pues el gato al darse cuenta de la huída pretendió cazarlos, por suerte se distrajo un momento con uno de los soldados que también pretendía escapar por el mismo lado.
Joseph presintió lo que el sacerdote de Amon-Ra pensaba hacer y sin mas sacudió su brazo hacia atrás manchando de sangre las vestiduras del castaño que estaba a un metro de él por detrás.
¡Oye! ¿Qué piensas que haces?—dijo el faraón cabreado--¿Cómo te atreves a mancharme así, idio…?—
¿Acaso yo voy a darte explicaciones?—preguntó el sonriente melado sin voltear a verlos--¡Solo tú en una situación como esta te pondrías así por ver tu ropaje manchado!—
¡Idiota!—le dijo el ojos azules porque sabía que el olor de la sangre atraería a la bestia tras ellos tanto como tras él, y de pronto se dio cuenta. Seto Kaiba podía ser un faraón algo terco pero inteligencia nunca le faltó para entender lo que en verdad el otro había hecho. Al marcarlo así con el olor de su sangre hacía que fuera inevitable que el león le persiguiera si, pero además hacía futil el intento de su enemigo de huir llevándolo como escudo. Podía sentir en esos momentos la tensión en los músculos del sacerdote de Amon-Ra.
¿Qué te pasa, sacerdote? No te he oído hablar últimamente. ¿Acaso te comió la lengua el gato?—se burló el rubio.
Mokuba y los demás corrían entre el gentío que se dispersaba. Sería fácil para ellos escapar en una situación así. De pronto vio una figura conocida y corrió hacia ella. Asula casi lo pierde pero pudo darle alcance mientras los ya liberados Toya y Yukito lo miraban. Toya detuvo a Yukito de seguirlo.
Pero…--dijo el peliplateado con sorpresa.
¡No podemos confiar en él! No sabemos lo que realmente piensa—dijo el pelinegro.
Pero él nos salvó—dijo el ojos café.
Por eso lo perdono pero no por eso confiaré en él—dijo el ojinegro antes de llevarse de la mano al sacerdote en desgracia.
Asula llegó con el pequeño justo cuando este hablaba con otro niño.
¡Yugi!—dijo el muchacho y ambos se miraron—¡No vayas! Hay una fiera salvaje suelta en el altar—
El tricolor lo miró sorprendido y luego corrió hacia el lugar del que ellos salieran.
¡Yugi!—gritó su amigo luego del que el otro se zafara de su agarre para correr tras lo que ellos abandonaran.
Por un momento el príncipe pensó en seguirlo para evitar que fuera pero una mano en su hombro lo hizo voltear.
Es inútil. Él quiere ir allá por algún motivo—le dijo el mayor—Nosotros debemos escapar antes de que nos atrapen—dijo halando al niño y al voltear se dio cuenta que los que estaban con él momentos atrás ya no los seguían y después de buscarlos con la mirada se dio cuenta de que ya no estaban.
¿Qué haras ahora?—preguntó Wheeler al sacerdote.
Este sabía que ahora era difícil escapar. Sus nervios se habían tensado pues la única posibilidad que le quedaba era que ese idiota matara al león o estaba en grandes posibilidades de morir.
Entonces entró el joven Yugi gritando—¡Hermano!—
¿Tú que haces aquí?—preguntó el mayor de los hermanos.
Supe que…--dijo antes de ver la bestia que ahora lo miraba semiagachado.
¿Qué rayos crees que haces? ¿Correr a una muerte segura?—le dijo Wheeler al niño. Se sentía inseguro pero ahora sabía porque el faraón no agradaba de ese niño al que había visto con Mokuba días antes y al ver como lo miraba lo supo, Seto lo odiaba. Ahora sabía que era hermano de esa serpiente. El chico se vio inseguro luego de entrar pero después de un momento corrió hacia su hermano mientras la atenta mirada de la bestia lo perseguía hasta que cuando pasó entre esta y Joey el animal saltó.
Seto sintió como los músculos del sacerdote se aflojaban cuando vio al león saltar hacia el chico y entonces después de ver como este caía sobre el chico que sorprendido miraba a su hermano extendiendo su mano en un pedido de auxilio, se dio cuenta que era su momento de escapar. Dando un codazo apartó a su enemigo.
Joseph sorprendido vio como la enorme bestia se abalanzaba sobre el chico y decidió actuar.
Corrió como el viento viendo de reojo como Seto se sacaba al idiota del enmascarado de arriba y ensartó con fuerza la espada en el cuello del entretenido gato que soltó a su presa al sentirse herido e intentó alcanzar con su garra a Joseph con un zarpaso pero sin éxito esta vez.
El adolorido animal dio dos pasos hacia el enemigo que le hiriera.