El león dio dos pasos hacia Joey y con su cara furiosa cayó a tierra ya sin fuerzas.
El rubio dio un rodeo para alcanzar al muchacho y mirarlo bien. No estaba herido, la sangre sobre él era del animal. Yugi yacía solo inconsciente por el peso caído sobre él. Entonces se levantó para encarar al sacerdote mientras Seth miraba a este con encono. Los únicos armados eran el sacerdote y el ex legionario pero ambos sabían quien ganaría en una pelea igualada.
Te noto menos confiado que antes—le dijo el ojos azules al que estaba tras la máscara--¿Será que ahora no te es tan fácil sacarme de en medio?—preguntó.
¿Acaso cuentas con la ayuda de ese esclavo quien dijo que no le importa que te mueras?—dijo el sacerdote.
Kaiba no desvió su vista para contestar--¿Crees que estoy dependiendo de su ayuda? Me puedo valer de mis propios medios para desaparecerte idiota—dijo levantando una lanza tirada por uno de los soldados cerca de su pie--¿Acaso crees que soy un idiota mimado como tú? ¿Olvidas con quien hablas?—
Joey percibió algo oculto en sus palabras. La forma en que el faraón hablaba al sacerdote daba a entender que lo conocía mejor que a alguien que utiliza un poder político tras una máscara, aliado o enemigo, hablaba a la persona tras la máscara como si de verdad lo conociera.
¡Seth, dime quien es este tipejo! El muy idiota planeaba hacerte algo desde antes y me doy cuenta que no es solo por poder—dijo el melado, había una rivalidad latente, un odio profundo y personal que emanaban los dos.
¡Eso no es de tu incumbencia perro!—le dijo el castaño un momento antes de que el de la máscara respondiera.
Eso es muy propio de él. Tratar con desprecio a los que bien lo trataron—dijo el sacerdote de Amon-Ra.
La media sonrisa en el rostro de Kaiba era de ironía o burla--¿Bien?—preguntó.
Yo solo fui tu amigo y confidente. Tú fuiste el que ocasionó esto—dijo levantando su dedo acusador el enmascarado mientras el melado se preguntaba de que estaban hablando.
Todo fue un accidente. ¡Deberías arreglarte la cabeza! Siempre…--dijo el ojos azules.
Nunca debiste decir semejante cosa—dijo el sacerdote sacándose de un tirón la máscara para dejar ver la mitad de un hermoso rostro acompañada de una masa roja que debiera ser la mitad derecha. A Joey le sorprendió tanto que casi deja caer su arma. Con que la razón de ser de la máscara era esa, se dijo mientras oteaba la angulosa cara marcada.
La máscara cayó con un tintineo mientras un aura negra manaba del cuerpo del sacerdote que dejara caer la capucha cuando se sacó la máscara. Sus ojos violetas estaban fijos en aquel que veía con un extraño brillo que alertó a Joey de sus intenciones.
Kaiba—dijo al castaño tironeando un brazo pero este se deshizo del agarre.
En ese momento el ojivioleta dirigió una mano hacia Seth apuntándole--¡Lamentarás este día de todas formas!—dijo con encono antes de que tras él se alzase una brutal figura dorada que salía desde el fondo de la tierra.
¿Pero que es es…?—preguntó asombrado Wheeler mientras veía alzarse sobre los cielos una figura descomunalmente grande y dorada que parecía un monstruo mitológico.
¡Lo sabía! ¡Después de todo si fuiste tú!—dijo el ojos azules.
¿Fue? Se preguntó el melado mientras su curiosidad se ensanchaba. ¿Qué había hecho ese tipo?
La sonrisa deforme se hizo presente en la cara sin manipular del mayor de los hermanos.
Todos dijeron que sin duda era un ataque político y era mi deber creerlo. Muchos han sido asesinados en mi puesto. Pero siempre dentro mío lo dudé—dijo el castaño mientras su cara habitualmente engreída y pétrea se volvía duro metal con facciones contraídas por la ira como nunca antes viera el ojos mieles. Algo muy fuerte palpitó en su pecho al verlo en tal estado.
¡No te preocupes primo! ¡Pronto te reunirás con tus amados padres!—dijo el ojos violetas sorprendiendo del todo al esclavo. ¿Hablaban de la muerte de los faraones? Había oído algo de boca de Yukito pero esto… daba a entender que con ese método el sacerdote de Amon-Ra, que a su vez parecía ser primo del faraón, había…
¡Mi dios egipcio puede arrebatar todo lo que te queda! ¡Dios egipcio! ¡Elimina a Kaiba y entrégame su alma!—gritó el tricolor mientras su primo estaba recordando aquella fatídica noche.