De pronto Yukito se detuvo haciendo que por poco el apurado Touya perdiera el equilibrio.
¿Qué te sucede?—preguntó sorprendido y algo preocupado el pelinegro mirando al peligris que no le miraba a los ojos.
Lo siento, Toya pero…--dijo el ojimarrón mirándolo entonces a los ojos—¡No puedo dejarlos ahí!—
¿Quieres decirme que arriesgarás tu vida por ese faraón? ¡Casi te matan por él y tú…!—dijo lleno de celos el pelinegro.
¡Entiéndeme!—le pidió el otro con desesperación—¡Joey es mi discípulo y con Seth… nos criamos juntos!—
Los ojos marrones bajaron al piso llenos de desesperación por no ser entendido y por no querer que el otro le odiara.
Después de un momento los celos de Toya menguaron y viendo tan desesperado al otro su corazón se aplacó y su mano corrió a su mejilla por lo que el ex sacerdote de Isis le miró atentamente—Si dijeras algo distinto no serías quien eres y es por lo que eres que me siento así por ti—dijo de pronto sorprendiendo a Yukito que luego de un momento echo a correr de su mano.
Justo cuando entraron en el altar el sacerdote de Amon-Ra lanzaba un conjuro. Un gran dragón blanco, que estaba entre el castaño y el tricolor, fue abatido por el inusual conjuro.
¿Pensaste que solo tenía esa arma? No sería quien soy si solo confiara en los poderes de otros como tú—dijo con desdén el tricolor--¡Ipsen Neiben!—dijo al aire el de ojos violetas de nuevo provocando que un aire comenzara a correr de su mano hacia el antiguo faraón.
Yukito tiró de la mano de Toya llevado por el pánico y se le escapó.
El pelinegro lo vio correr para interponerse entre el ojos azules y fue alcanzado por este en el preciso momento en que se interponía, su cuerpo se fue borrando como la arena que es soplada por el viento ante los ojos de todos pues justo entonces Asula entraba en busca del perdido hijo del faraón para ver la monstruosa escena de Yukito desapareciendo.
Toya sintió que algo enorme atenazaba su pecho, su mente no quería creer lo que sus ojos veían y no lograba respirar.
Para Asula fue una inesperada y cruel sorpresa y después de un momento desvió la vista hacia su primo que estático padecía.
Seth y Joey estaban tan sorprendidos en donde estaban, el faraón en frente del rubio y este mirando por sobre su hombro.
La reacción del melado fue casi instantánea… corrió hacia el sacerdote y antes de que este lograra lanzar otro de sus hechizos cortó el aire con la espada del guardia que aún tenía en sus manos, de arriba hacia abajo, buscando terminar de un tajo con su vida. En ese momento Yugi se interpuso mientras su amigo que aún no sabía todo lo urdido por la pareja de hermanos gritaba su nombre.
Atem vio como su hermano era partido ante él de arriba abajo y sus ojos mirándolo mientras caía y su vida se le escapaba como en cámara lenta.