El sacerdote de Amon-Ra retrocedió un paso, pretendía sin duda defenderse con un nuevo hechizo del cual Joseph no podría defenderse. El susodicho levantó la cara del cuerpo del joven Yugi para ver la marcada cara de su hermano mayor quién flexionaba su brazo para lanzar el conjuro que se llevaría su cuerpo a las tinieblas.
En una fracción de segundo el rubio aceptó su destino. Se iría de este mundo sin lograr sus propósitos.
Seth tuvo el presentimiento de que nunca más vería al otro y le dolió.
Asula se sorprendió mientras Mokuba permanecía en shock por ver la muerte de su amigo.
Entonces Toya que sentía el más profundo de los dolores se llenó de rabia y furia y corrió después de levantar la espada a su lado caída, arremetiendo como un toro embravecido contra quien le quitara lo más precioso en la vida.
Atem iba a lanzar su ataque cuando sintió que algo se le acercaba y con asombro observó al otro que enterró el arma en su pecho mientras embestía, el borde estaba cerca por lo que ambos cayeron al vacío del empinado altar.
Los ojos violetas miraban al pelinegro con asombro mientras este solo sentía que su vida ya no tenía sentido y que no le importaba lo que en el futuro le pasase.
Asula se sintió como los demás asombrado mientras los cercanos Joey y Kaiba se acercaban al filo para ver los cuerpos despatarrados abajo.
La espada se había clavado en el suelo por la fuerza del impacto mientras que Yami miraba al cielo sin ver. A su lado el pelinegro yacía en forma de c de costado y una mancha roja comenzaba a extenderse desde su cabeza.
¡Yukito!—gritó con fuerza el asolado faraón a un lado del melado y este lo miró. No podía negar su dolor por lo ocurrido pero aun en esos momentos la desolada verdad de ver esa cara desesperada en el usualmente frío faraón logró que Wheeler se sintiera terriblemente.
Apartó su cuerpo del otro que estaba visiblemente afectado—Ahora nada podemos hacer por ellos. Debemos irnos pronto—dijo sin querer mirarlo pues le dolía el saber que se preocupaba por otro más de lo que nunca se preocupó por él.
Los ojos azules se posaron en la figura rubia y después de un momento le dijo--¡Yo no iré a ningún lado! ¡Egipto no puede quedar acéfalo!—
Egipto no quedará acéfalo. Tu hijo será…--intervino Asula.
¿Crees que dejaré que mi hijo se quede solo frente a ese consejo? ¿Acaso eres tan idiota para no entender que pretenderán controlarlo para controlar así a Egipto. Son unas pirañas como Atem y no hay forma de que deje a Mokuba a su merced—dijo el faraón.
¿Acaso te volviste loco? Aún te buscan para matarte. Recuerda que…--trató de que entrara en razón Wheeler pero al hacerlo levantó su mirada para enfrentarlo y vio sus ojos tan cercanos y sintió tan efímero el espacio que los separaba.
Yo puedo hacerlo—dijo el castaño de pronto mirándolo con una seriedad que nunca usara con él y que le hizo callar--¡Cree en mí!—esas palabras desarmaron al melado porque eran un pedido de un tipo que en su vida pidió nada a nadie. De pronto el esclavo se volvió con la espada al hombro, Mokuba y Asula los miraban silenciosos.
¿Qué haces?—preguntó el castaño al verlo alejarse.
Asegurarme de que recuperes tu puesto—dijo el otro luego de voltear un poco.