Estaba llegando a la cafetería cuando un moreno muy agitado le dio alcance--¡Oye!—le gritó para que volteara y él lo hizo.
Yo… lo que dije…--trató de explicar el ojos negros muy angustiado.
¡Oh! No te preocupes. Sé que lo que dijiste fue una generalización. Que no fue por mí. Descuida—dijo el amable peligris dejando al otro sin palabras.
¡A modo de disculpas permite que pague tu almuerzo!—dijo el joven más alto.
¡No es necesario!—dijo el ojicafé asombrado.
¡No! ¡Es lo menos que puedo hacer para quedarme tranquilo!—le propuso Touya.
10 minutos después Kinomoto se asentaba en sus brazos mientras le miraba comer—Nunca pensé que fueras tan comilón—
¡Oh! ¡Lo siento!—exclamó Yukito algo sonrojado.
¿Ah? ¡No… no lo tomes a mal!—dijo levantando una mano el de pronto otra vez tenso Touya—Es solo que tu pareces muy delicado—
El otro se lo quedó mirando.
¡Esto! Es que eres muy delgado—dijo el pelinegro sabiendo que eso de delicado había sido muy raro para decirle a otro chico.
¡Si! ¡Mis abuelos dicen que debo quemar muchas energías!—dijo el ojicafé con cara alegre.
¿Y tus padres que dicen?—preguntó curioso el pelinegro y vio nublarse los ojos del otro antes de que apartara su mirada hacia el suelo--¿Dije algo incómodo? ¡Lo siento no pre…--trató de disculparse.
¡No te preocupes! ¡Mis padres murieron hace mucho! Cuando yo aun era bebé—le explicó el peligris haciendo una reverencia nerviosa que puso mal al inquisidor.
Yo… lamento haberte hecho recordar cosas tan dolorosas—le dijo el pelinegro algo turbado.
No—Dijo el ojos marrones algo azorado de verlo tan mal—Yo soy quien debería disculparme. En nuestro primer día juntos no debí andar contando cosas tan deprimentes—después de tales palabras miró al ´pelinegro como si nada mientras este se turbaba con ellas y luego de un rato el peligris se dio cuenta de como había sonado aquello—Soné raro. ¿Verdad?—despues de eso fueron a clases pues la campana sonó de improviso.
¿Qué pasa? ¿Te gusta o algo?—preguntó Misifu al ver que Touya se quedaba viendo la espalda del que se sentaba tres asientos delante.
Kinomoto lo miró sorprendido. ¿Gustar? ¿Un chico? Jamás se le había ocurrido tal idea. Pero en ese momento se dio cuenta que tal vez esa palabra no estaba tan lejos de lo que le pasaba con él.
Esa tarde se quedó esperando en el muro al lado de la verja con el maletín enganchado en la mano que estaba sobre su hombro y el trasero y un pie apoyado en la pared. Se veía algo melancólico y puso atención cuando vio salir a Tsukishiro por la puerta. Se le acercó y exclamó--¡Tsukishiro! Tengo algo de que hablarte a solas. ¿Podemos?—preguntó mientras las chicas que charlaban con el peligris lo miraban algo atónitas pues el pelinegro era uno de los lejanos populares y capitán de equipo de baloncesto, uno de los inalcanzables del salón y nunca hablaba con nadie que no fuera su amigo o compañero de baloncesto.
¡Por supuesto, Kinomoto!—le contestó el chico algo sorprendido.
Estaban bajo el cerezo de la plaza cercana al instituto. Era un árbol grande que en otros tiempos había sido fruto de ruegos.
¿De que querías hablar, Kinomoto?—preguntó el chico una vez el otro había llegado al cerezo.
Yo…--dijo tocando con sus palmas el vegetal el pelinegro--…quisiera que me llamaras por mi nombre, Touya—no se animaba a verlo de frente.
¿Touya?—dijo dubitativo el otro pero su voz fue como el gorjeo de un pájaro para el otro.