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Hermosos y malditos por Kitana

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Notas del capitulo:

Hola a todo el mundo!!!! buenooo pues aca toy después de muuucho tiempo retomando esta historia, espero que les guste esta nueva entrega y aprovecho para agradecerles su paciencia, miren que me tarde mil años en actualizar ja ja, pronto tendrán actualizaciones del resto de mis fics.

 Quiero dedicarle este capi a una persona muuuy especial para mí, mi super friend Crawlingbutterfly, nena ya sabes que te quiero muchisimo y que siempre toy a tu lado. También quiero hacer un reconocimiento especial a mis amigas Cyberia, Torres de Cristal y Goddesniquel, chicas gracias por las porras y el apoyo, ¡las quiero!

 Bueno ya me explaye, ahora les dejo el capi, bye bye

 

Kanon se paseaba nervioso por los alrededores de la sala de maternidad. No podía creer que el tiempo transcurriera tan lento como lo hacía. Nadie sabía decirle nada acerca de Milo ni del bebé. Saga lo miraba desde una distancia prudente. Milo ya llevaba cinco horas de labor de parto. Kanon temía que sus miedos se volvieran realidad. El médico le había dicho que el embarazo de Milo era bastante delicado, cualquier precaución era poco si querían que el embarazo llegara a feliz término.

Por si fuera poco, le tenía preocupado el enfrentamiento entre Hagen y Penrill, nunca había visto a Penrill actuar de esa manera, ni siquiera en Cabo Sunión. Penrill era, en apariencia,  bastante impulsivo, más Kanon se había percatado de que en realidad eso no era sino apariencia, podía actuar como un salvaje, pero eso no significaba que fuera un salvaje.

Sentía que fuera lo que fuera que esos dos y su hermano escondían, tenía que ser grave, tenía que serlo para que Penrill y Alcestes actuaran como lo habían hecho.

Recordaba vagamente que cuando Alcestes estudiaba en El Ateniense, hubo un tiempo en el que Hagen estaba muy cerca, incluso su madre había comenzado a hacer teorías acerca de las intenciones del rubio. Pero repentinamente Hagen había desaparecido dejando a Alcestes sumergido en una fuerte depresión que no había podido superar sino hasta que se casara con Penrill. Alcestes había estado muy enfermo después de aquello. Pero nadie había querido decir nada al respecto. Él no había preguntado, pero Saga sí, y cuando lo hizo, nadie quiso o supo como responder. Alcestes guardaba demasiados secretos, pero él lo amaba de verdad, no podía dejar que pasara solo por aquello, fuera lo que fuera, y aun si tenía a Penrill a su lado, no quería que las cosas fueran como en el pasado, no quería que Alcestes se sumergiera en la depresión como había sucedido siete años atrás.

Su mente se quedó en blanco al ver salir al médico del quirófano. Sin pensarlo, se dirigió a él.

- ¿Cómo están? - dijo angustiado al llegar ante el médico.

- Tranquilo muchacho, tu novio y tu bebé están perfectamente, te felicito, eres padre de una niña muy sana y muy hermosa. - le dijo con una amable sonrisa. Kanon no supo ni que decir, simplemente le estrecho la mano ansioso por ver inmediatamente a su querido Milo y a su bebita. - Puedes verlos, pero solo un momento, Milo necesita descansar.

- Gracias. - dijo y prácticamente corrió hacia donde se hallaban ambos.

Kanon entró corriendo al quirófano, pero frenó su carrera al ver la preciosa imagen que se hallaba ante sus ojos.

- Hola Kanon. - dijo un exhausto Milo. - ¿Puedes creerlo? Es tuya y mía. - dijo el rubio con voz suave mientras acunaba en sus brazos a la pequeña que había dado a luz.

- Dioses. - susurró Kanon aproximándose lentamente. - Es tan hermosa...

- Sí... tiene tu nariz

- Y tus ojos. - Kanon se acercó aún más a Milo y le besó la frente. - Gracias... de verdad gracias por darme a esta niña tan hermosa, pero sobre todo, gracias por estar conmigo.

- No tienes nada que agradecer... soy tan feliz Kanon, es nuestra, toda nuestra. - dijo sonriendo y mirando a su hija. No podía ser mejor. Kanon estaba a su lado y todo había salido bien. - Te amo Kanon. - dijo el rubio buscando los labios de su pareja. Kanon lo besó con fervor, se sentía feliz.

Milo fue llevado a una habitación privada. Kanon fue con él, toda la familia estaba feliz y ardían en deseos de conocer a la pequeña, sus padres habían decidido llamarla Danae.

Kanon no podía dejar de mirar a su hija que dormía plácidamente en los cuneros. Su padre estaba a su lado.

- Te felicito, es una niña muy hermosa. - dijo Anaximandro palmeando la espalda de su hijo.

- Sí... es perfecta. - dijo Kanon.

- Espero que entiendas lo que viene ahora.

- Lo sé papá, ya no soy un niño, tengo una gran responsabilidad ahora, debo cuidar de ella y de Milo.

- Precisamente quería hablarte acerca de él. - dijo Anaximandro adoptando un tono serio.

- ¿Qué es lo que quieres decirme papá?

- Ahora que ha nacido la bebé, ¿cuando piensas casarte con él?

- Yo... lo antes posible. No quiero que sigamos así.

- ¡Excelente! Verás hijo yo, previendo esto, me he adelantado un poco, no demasiado, pero creí que era lo más prudente. - Kanon miró a su padre, esa actitud solo podía indicar que Anaximandro estaba listo para que la boda se celebrara en cualquier momento.

- ¿Qué hiciste papá? - preguntó Kanon algo asombrado.

- Nada, nada, solo unos cuantos arreglos. Sólo que me gustaría precisar un detalle, ¿qué fecha sería mejor para ustedes, el 17 o el 24 del próximo mes?

- ¡Papá! ¡Eso es dentro de tres semanas!

- Lo sé, lo sé, se lo dije a Altea, yo hubiera querido que fuera antes, pero en ningún condenado lugar podían darme una reservación para antes de esa fecha. - Kanon se quedo callado sin saber que decir.

- El 24 sería mejor, Milo necesita recuperarse del parto.

- Entonces será el 24, le diré a tu madre que mañana mismo debe enviar las invitaciones, será una boda pequeña, no más de trescientas personas. - Anaximandro no podía ocultar su felicidad, ya decir verdad, Kanon tampoco, al fin él y Milo iban a unirse formalmente.

 

Esa misma noche, Dion se paseaba nervioso por el comedor ultimando los detalles para la cena que comenzaría en menos de media hora. Su esposo estaba arriba, preparándose para recibir a los invitados. Sospechaba que había algo más detrás de la insistencia de su marido por conocer a su mejor amigo, pero no quiso preguntar, ciertamente él no era un hombre violento, pero no disfrutaba de explicar el por qué de su conducta. Aún así, quería esmerarse, mostrarle a Alcestes que ya no era tan desastroso como solía ser. Deseaba impresionar favorablemente a su amigo.

- Zeus. - susurró mientras la doncella iba a abrir la puerta, debía subir a avisar a su esposo de la llegada de las visitas.

Se apresuró a llegar al despacho de su marido. Él estaba como de costumbre, sentado en la biblioteca hojeando algún libro.

- Cariño... - dijo Dion entrando en la habitación.

- ¿Qué ocurre Dion?

- Los invitados acaban de llegar.

- Pues vamos a recibirlos. - dijo el imponente oriental dejando a un lado el libro que había estado leyendo. Dion le sonrió con dulzura, después de todo, había llegado a amar a su esposo, aunque no estaba seguro de que el sentimiento fuera mutuo.

Cuando bajaron, la pareja de invitados ya estaba esperándolos.

- ¡Al! - exclamó Dion al ver a su amigo, Alcestes se levantó y fue a su encuentro, se abrazaron. - Penrill está muy guapo. - dijo Dion con una sonrisa.

- Tu esposo no esta nada mal, aunque un poco mayor para mi gusto. - murmuró Alcestes. Dion sonrió, Alcestes siempre sería Alcestes.

- Antes de ir a la mesa, quiero presentarles a mi esposo. - dijo Dion con una sonrisa. - Chicos, él es mi esposo, Dohko Yuanshi, Dohko, ellos son Alcestes Gemini y Penrill Navokov, su esposo. - dijo Dion sin dejar de sonreír.

- Un placer. - dijo Dohko con una sonrisa encantadora, le ofreció la mano a Alcestes, quien la sostuvo por unos momentos, ese hombre era impresionante, no solo por el aura de calma que emanaba de él, sino por esa mirada serena y límpida de sus ojos verdes.- Penrill- dijo el oriental ofreciendo su morena mano a Penrill, el ruso la aceptó mirándolo con cierta dureza.

- Un placer. - murmuró sin dejar de mirar los verdes ojos de su anfitrión.

- Pasemos a la mesa, Dion ha preparado una suculenta cena para todos nosotros. - dijo Dohko, Alcestes estuvo a punto de comentar que si Dion la había cocinado personalmente la cena seguramente sería todo menos suculenta, pero las miradas que su esposo y Dohko intercambiaban lo hicieron quedarse callado. Empezaba a preocuparse.

La cena transcurrió sin sobresaltos, en medio de una tensión que tanto Alcestes como Dion intentaron templar sin mucho éxito. Penrill estaba de lo más nervioso. No tenía idea de las intenciones que Yuanshi tuviera, pero estaba seguro que todo por lo que había luchado estaba en peligro.

Para la sobremesa, Dohko sugirió a Penrill que le acompañara a la biblioteca, Penrill aceptó.

-¿Estás seguro de esto? - le preguntó Alcestes cuando Penrill se acercó a él para besarlo.

- Si gnomo, debo saber cuales son sus intenciones para con nosotros, por lo que veo, no es casualidad que su esposo nos haya invitado a cenar.

- Ten cuidado... por favor. - dijo Alcestes y lo besó.

- Te dije que no me van a apartar de ti, y eso incluye a este tipo. - dijo Penrill con una sonrisa torcida.

Alcestes lo vio subir las escaleras detrás de Dohko y sintió que se le formaba un nudo en la garganta, instintivamente se llevó las manos al vientre, como si quisiera tranquilizarse recordando la existencia de ese bebé que llevaba en las entrañas.

- Acompáñame a la cocina, hice galletas. - dijo Dion sacándolo de sus pensamientos, Alcestes sonrió a penas y siguió a su amigo a la cocina. Hubiera matado por saber que hablaba Penrill con Dohko en esos momentos.

En la biblioteca, Penrill se revolvía inquieto en su asiento, Dohko se veía demasiado tranquilo a su juicio

- Yuanshi... sin rodeos, ¿qué es lo que quieres de mí? - le dijo Penrill luego de un largo rato de silencio.  Dohko sonrió.

- "Jamás desesperes, aun estando en las mas sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante". - dijo Dohko, Penrill se le quedó mirando sin entender. - Es un proverbio chino que enseña la paciencia y la esperanza de que aún en los peores momentos las cosas pueden llegar a mejorar.

- No comprendo... - murmuró Penrill, sin duda, eso no era nada de lo que esperaba.

- Tu padre tenía razón cuando decía que tú eras un hombre de acción. - dijo Dohko con una amable sonrisa. - Confiaba en ti más que en nadie... - dijo Dohko.

- No creo que hayas montado todo este teatro solo para hablarme del viejo, ¿qué es lo que quieres Tigre? - dijo Penrill muy seguro de sí.

- Hace años que nadie me llama de esa manera... - la sonrisa no se borró de sus labios. - De ti no quiero más que información, entiendo que las cosas han cambiado mucho desde mi partida.

- En efecto, todo aquí esta muy cambiado.

- ¿Qué hay de tu hermano?

- ¿Sigfried? Sigue siendo militar.

- ¿Es él quien se encarga de los asuntos de tu familia?- Penrill lo miró, no podía ocultarle la verdad, Dohko después de todo, solo quería información.

- Oficialmente no, se supone que el primo Iván es quien se encarga.

-Y tú, ¿qué papel pintas en todo esto? - dijo Dohko haciendo un ademán con la mano izquierda.

- ¿Yo?

- Sí, tú.

- Me salí de eso.

- No te creo, los últimos golpes de tu gente tienen tu sello.

- ¿Cómo puedes afirmar eso?

- Fácil, operas de la misma manera en que lo hacía Yegor. Dime la verdad Penrill, ¿fuiste tú quien planeó eso?

- Sí... pero no porque yo quisiera, Iván es demasiado torpe, y me pidió ayuda. Por eso lo hice, le prometí a Alcestes que dejaría eso por la paz y lo hice...

- Me alegra que hayas dejado esa vida, a Yegor nunca le gustó tener que involucrarte en esos asuntos. Nunca le gustó la idea de que lo sucedieras, y a Sigfried tampoco.

- Es verdad...- comentó Penrill con una sonrisa amarga. - Pero tuve que...

- Y te deshiciste del hijo de  Altovelli, ¿no es verdad?

- No directamente. - dijo Penrill bajando el rostro. - Solo se lo hice más fácil a alguien que tenía más interés que yo en matarlo.

- Un movimiento inteligente... - dijo Dohko sonriendo.

- No tanto... media ciudad sospecha de mí. Ese bastardo y yo jamás nos llevamos bien.

- Eso es obvio Penrill. - dijo Dohko. - Eres el candidato natural para ser el responsable de esa muerte.

- No me avergüenza haber hecho lo que hice.

- Ni tendrías porque... según entiendo, has hecho todo por la seguridad de tu familia.

- Es cierto, Alcestes me dará un hijo. No puedo volver a eso y arrastrarlo conmigo, ni a él ni a mi hijo.

- Te doy mi palabra de que no dejaré que vuelvas.

- Creí que estabas retirado. - dijo Penrill con curiosidad.

- Estuve alejado, más no retirado, no voy a quitar el dedo del renglón, no me retiraré sino hasta haber terminado con Enzo Altovelli y todos los suyos. - dijo Dohko con decisión.

- Todo el mundo sabe que te debe una grande... lo que nadie sabe es porque te fuiste cuando lo lógico era machacarlo en el momento.

- Tú lo has dicho, era lo obvio, lo lógico, lo que ese infeliz esperaba... por eso me fui, por eso y porque quería estar preparado para aniquilar todo lo que él ama.

- Así que vienes en pie de guerra... esto solo significa que las cosas se van a poner difíciles entre las familias.

- Es cierto... pero no atacaré a los tuyos, somos aliados. Pero te puedo asegurar que no quedará un solo italiano en pie cuando termine con ellos.

- Te oyes decidido a todo... ¿no temes que Dion corra la misma suerte que Shunrei? - el rostro de Dohko se ensombreció con la sola mención del nombre de la que fuera su primera esposa.

- A él no le pasará nada. - dijo Dohko en tono cortante.

- No estoy diciendo que le pasará algo. Solo que debes prepararte, Altovelli esta aún más loco de lo que estaba cuando te fuiste.

- Lo sé... no me habría presentado en la ciudad sin estar al tanto de nada, Penrill, no me gusta que me subestimen como a ti no te gusta que te engañen.

- Entonces dímelo sin rodeos, ¿Qué quieres de mí?

- Solo información, y apoyo cuando llegue el momento necesario, no para mí, sino para mi esposo, él no sabe nada de mi pasado, ni de las razones que tuve para salir del país. Dion no debe saber nada, ahí es donde te necesito, si algo pasa, tendrás que sacarlo limpio, se que tienes los medios para hacerlo.

- De acuerdo... lo haré.

- No creí que cedieras tan fácil.

- Lo conozco, su vida no ha sido fácil y no merece estar metido en algo tan sucio como lo que pasara si comienza una guerra.

- Lo sé... Dion es muy valioso para mí.

- Bien. Lo haré. Además, si Dion quedara solo, Alcestes no me dejaría en paz hasta conseguir que lo ayudáramos. - dijo Penrill con una sonrisa.

- Él... aprecia mucho a tu esposo.

- Son como hermanos.

- Supongo que es el término adecuado.

Ambos sonrieron, tenían algo en común, el interés de proteger a sus seres queridos por encima de lo que fuera.

En la cocina de aquella mansión, Alcestes conversaba con Dión.

- ¿Sabes? No me imaginé a tu esposo tan... tan como es. - dijo Alcestes antes de tomar un poco más de té helado.

- Sí, Dohko tiene un carácter bastante peculiar, no te imaginas lo difícil que fue todo para mí en los primeros meses. Prácticamente no nos conocíamos y él me parecía... un tanto atemorizador. Por suerte él me mostró que es todo menos atemorizador. - dijo Dión con una suave sonrisa.

- Si... aunque es bastante mayor. - dijo Alcestes en tono serio.

- No tanto. Tiene cuarenta. Pero se ve mucho mejor que muchos de nuestra edad.

- Espero que no digas eso por mi marido. - dijo Alcestes entrecerrando los ojos.

- Por supuesto que no, si Penrill es muy guapo.

- Tampoco te pases eh? Eres mi amigo pero aún así puedo darte una paliza por resbalártele a mi marido.  Los dos se echaron a reír.

- Dioses... aún recuerdo cuando estábamos en la escuela... y no sabes como extraño nuestra amistad. Puedo decir sin temor a equivocarme que esa amistad era lo único que me mantenía vivo.

- Lo mismo puedo decir yo. - dijo Alcestes con cierta tristeza. - No puedo creer que después de tanto tiempo aún nos duela.

- No es para menos... fueron casi cuatro años de sufrimiento... tú al menos aprendiste a defenderte... pero nosotros... después de lo que te pasó fue aún peor...

- Yo... no sabía...

- Acordamos no decirte... la idea era dejarte disfrutar de lo que habías conseguido. Aun cuando ya no se vendían nuestros servicios, ellos seguían molestándonos...

- Entonces...

- Sí, Liam sigue con ellos.

- No puedo creerlo...

- Minos, Egisto y yo hemos intentado por todos los medios que se decida a dejarlo, pero... le teme tanto como entonces a pesar de que a nuestro pobre amigo ya no le queda nada que perder.

- Dioses... tengo que hacer algo por él.

- No podemos hacer nada Al, él ha decidido seguir con él, no tanto por temor, sino por sus hijos.

- Dioses... ¿Cómo fue que pasó esto...? - Alcestes estaba impactado, no podía creer que los rumores fueran ciertos.

- No hablemos más de esto... a ambos nos duele.

- Es cierto...

- Por cierto, deja que te felicite, estas galletas están deliciosas. - dijo Alcestes con una sonrisa. - ¿Dónde las compraste?

- Yo mismo las hice. - dijo Dion orgulloso.

- No te creo, a mí puedes decirme la verdad Dion, sé que las compraste, solo quiero saber donde.

- Alcestes... si te digo que las hice yo mismo, es porque las hice yo mismo.

- Te prometo que no le diré nada a tu esposo, por favor, dime donde las compraste.

- ¡Alcestes! - el pelinegro se echó a reír.

- Tranquilo Di, te creo. De seguir como eras ni siquiera hubieras conseguido esposo.

- Ay dioses, agradece que estás esperando, que sí no ya te hubiera golpeado.

- Ummm lo dices como si de verdad pudieras hacerlo. - dijo Alcestes muerto de risa.

- De verdad... gracias por todo amigo.

- Descuida, somos equipo, ¿recuerdas?

- ¡Nacidos para perder por siempre! - dijo Dion y sonrió. No podían borrar el pasado, pero si aferrarse con todas sus fuerzas al futuro.

 


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