Ambos salieron y encontraron medio lejos, donde se cruzaban los pasillos al pelinegro alto junto al príncipe que era sostenido por la mano con una cara algo sorprendida y es que había sido recientemente arrastrado hasta ese lugar desde al lado de la puerta donde su padre había estado y no entendía el porqué.
Asula miró fingiendo estar sorprendido a los dos que salieron de la mencionada habitación y exclamó--¡Así que ahí habían estado!—
Pero señor… ¿No se dio cuenta cuando estaba cerca de la….—trató de preguntar Mokuba pero el otro lo sacudió de manera que parecía felizmente sorprendido.
¡Es una alegría que te sientas mejor joven príncipe!—dijo mientras los altivos ojos del padre de este no perdían movimiento alguno del que estaba zarandeando a su primogénito.
¿Qué se supone que haces, toqueteando a mi hijo?—preguntó el sobreprotector faraón volviendo a su antigua actitud.
Pues no le molestó tanto a su majestad cuando él salvó a su hijo—recalcó Joey—Y ahora que recuerdo…--dijo de pronto con mirada astuta--¿Qué harías por recuperar a tu hijo, desgraciado?—preguntó exhibiendo una pequeña sonrisa y Kin Omoto que agarró la idea en el aire apretó contra sí al niño.
¿Cómo te atreves? Tú…--trató de reprochar el castaño.
¡Tal vez debido a que nos cansamos del poder que ejerce su señoría sobre nosotros!—dijo el rubio enfrentando por fin al ojos azules--¡Verás… nosotros solo queremos volver a casa con seguridad—
¡Aquí perteneces!—dijo Kaiba contrariado.
Joey enfureció--¿Pertenezco? ¿A un lugar donde fui maltratado y abusado por ti?—gritó de pronto furioso--¡No te confundas! En el fondo tengo estos sentimientos sin sentido pero reconozco muy bien la realidad y es indudable que no pertenezco a un lugar donde me llamen perro y me humillen cada día. ¡Merezco ser feliz! ¡Probé esa felicidad estando lejos de ti y no voy a dejarla simplemente porque dejes entrever que puede que en alguna parte de ese corazón de piedra hayas sentido por algún tiempo algo de cariño a mi persona. En mi hogar tengo gente que me necesita y me quiere. ¿Acaso se te ha ocurrido que puedo tener mis propios hijos? ¡No! Porque el señor no se preocupa de nada más lo que quiere sin importar por sobre que pasa—
¡Mi padre no es así!—defendió Mokuba a su progenitor tratando de zafarse del agarre de Asula.
El melado lo miró con tristeza—Lamentablemente tengo que decirte que es así, aunque sé que no me crees y en parte esta bien que no lo hagas—luego el rubio se volvió hacia Seth—Ahora nos iremos con tu hijo. Si intentas algo en nuestra contra no me hago responsable por lo que le sucederá. Lamento haber llegado a esto pero tú con tus artimañas no me dejas mas posibilidades—
¡Puedes dejarlo e irte! No me interesa para nada que permanezcas en mi cercanía después de lo que han implicado tus palabras—dijo el faraón.
Temo que no puedo creer en nada de lo que digas. Mokuba estará a salvo mientras no intentes nada—dijo el melado antes de empezar a retirarse.
¡Padre! ¡Padre!—gritó el niño mientras era arrastrado por Asula acompañado de su amigo mientras se perdían por los pasillos de palacio y Seth los miraba fijamente con el ceño fruncido y murmuraba “Esto no quedará así, perro”.