Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

 

Capítulo 5:

Elegir

 

Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.

(Julio Cortázar)

 

 

 

Eran ya casi las siete de la tarde cuando finalmente la reunión dio por terminada. Algo inquieto, Kuroko miró en dirección al gimnasio preguntándose si Kagami aún estaría allí o si ya habría terminado y marchado a casa. Lo más probable era que fuese la primera opción si se repetía el patrón de los días anteriores, haciendo que el entrenamiento se extendiera mucho más de lo esperado.

—¡Al fin a casa! Hoy ha sido un día agotador. Estoy casi muerto. —Furihata Kôki, el compañero de clases que iba a su lado, bostezó ruidosamente—. Odio los días que tenemos reunión del comité de biblioteca; siempre parece que la entrenadora nos hace trabajar el doble en el calentamiento para compensar el tiempo que vamos a perder en la práctica. Eh, Kuroko, ¿por qué miras tanto en dirección al gimnasio? Si has olvidado algo y necesitas ir a buscarlo puedo acompañarte —se ofreció amablemente el chico.

Por una pequeña fracción de segundo, Kuroko estuvo tentado de aceptar la oferta de Furihata; sin embargo, al recordar las palabras que Kagami le dijo antes de que se marcharan a la biblioteca, ya no estuvo tan seguro. Si lo viera llegar en ese momento, ¿se enfadaría con él?

Kuroko no lo creía, pero aun así…

—No es nada; solo me preguntaba si ya habrá acabado el entrenamiento —le dijo, pensando que una verdad a medias era mejor que una mentira—. Ayer terminamos bastante tarde.

—¡Ya lo creo que sí! Con las eliminatorias tan cerca, la entrenadora está siendo un poco más exigente en las prácticas. Además, te quedaste ayudando nuevamente a Kagami ayer, ¿verdad?

Kuroko asintió a modo de respuesta. Los dos días anteriores, después del entrenamiento y a pesar de las protestas de su amigo, se quedó casi una hora más para ayudar a Kagami con parte de su castigo por el día de ausencia del entrenamiento. Lo cierto era que pese a las amenazas y el regaño, Riko no fue tan severa con él, solo aumentando en media hora más su régimen de ejercicios, que ya de por si era extenuante, y obligándolo durante una semana a cumplir con las obligaciones de orden y limpieza del club que correspondían a los chicos de primer año, que naturalmente eran los más felices con aquella sanción.

Kagami por supuesto había insistido bastante en el hecho de que él no tenía por qué quedarse para ayudarle, pero Kuroko de todos modos lo hizo, aludiendo a la excusa de que entre los dos acabarían más deprisa y así podrían irse pronto a casa a descansar; aunque, la verdad era que su intención era mucho más egoísta que eso. Solo quería pasar más tiempo a su lado.

Ya habían transcurrido tres días desde su cita del domingo anterior; tres días en los que él no sabía muy bien cómo definir el nuevo cambio en su relación. De cierto modo podría decirse que las cosas seguían casi de la misma manera que antes: platicaban y bromeaban en clases y en los entrenamientos, comían solos o junto a los otros chicos de segundo, pasaban al Maji luego de la práctica, jugaban baloncesto y se iban juntos a casa; pero aun así, existían algunos momentos en los que estando a solas o al tocarse por accidente, o, simplemente, cuando por algún motivo sus ojos se encontraban, algo parecía ocurrir entre los dos. Una especie de secreta conexión, demasiado profunda e íntima para ser solo amistad, pero que, de todos modos, no pasaba de eso porque Kagami siempre parecía estarse controlando cuando estaba a su lado, como si temiera arruinar algo.

Era su culpa el haber llegado a esa situación, Kuroko lo sabía, pero no podía dejar de pensar en ellos y lo que les estaba ocurriendo, por lo que inevitablemente surgían dudas y preguntas: ¿eran amigos o más que amigos? ¿Qué esperaba Kagami de él? ¿Qué quería él de Kagami? Todavía no le daba una respuesta y no obstante…

—… ¡Eh, Kuroko! —Furihata le dio un suave empujón en el brazo y soltó una carcajada cuando él lo miró alarmado—. ¡No has oído ni una sola palabra de lo que te he dicho! ¡Estás en las nubes!

—Yo… lo siento, Furihata-kun —se apresuró a disculparse—. Estaba pensando en otra cosa.

—Naaa, descuida. La verdad es que has estado así casi todo el día. Apenas prestaste atención a la reunión, aunque no te culpo, yo estaba a punto de quedarme dormido. —Durante unos segundos, Furihata lo miró detenidamente—. ¿Sabes? Al verte así cualquiera pensaría que estás enamorado. —Una traviesa sonrisa asomó a los labios de este—. ¿Te gusta alguien, Kuroko? ¿La chica de Tôô que siempre te persigue? Ella es guapa… Mmm… O tal vez te ha llegado a gustar Kagami; como los dos pasan tanto tiempo juntos —añadió Kôki y soltó una carcajada.

Un violento sonrojo le abrasó de golpe las mejillas al oír el comentario de su amigo. Kuroko sabía que Furi solo estaba bromeando, pero aquello estaba tan peligrosamente cerca de la verdad que no fue capaz de levantar sus muros a tiempo y por un momento bajó la guardia, dejando que su rostro expresara lo que sentía.

—No… yo no… —murmuró a toda prisa, sin saber muy bien cómo salir de aquel lío sin parecer un idiota o un mentiroso.

Furihata, visiblemente incómodo, apartó la vista, prestando especial atención a sus pies.

—Ha sido una broma estúpida —le dijo su amigo con una risita nerviosa—. Claro que jamás podría gustarte, Kagami. Ambos son completamente diferentes y además, él es un chico; aunque, ¡no es que sea malo que te guste un chico, Kuroko! Solo que él es… —Furihata no parecía saber cómo salir de aquel embrollo, reflejándose en su rostro la frustración y urgencia que sentía. Abrió la boca para decir algo más; sin embargo, algo llamó su atención repentinamente, haciendo que se relajara de forma visible—. Ahhh… creo que te esperan, Kuroko.

Siguiendo con sus ojos la mirada de Furihata, notó de inmediato al chico que esperaba de pie en la entrada de la escuela. Apenas alcanzó a reaccionar a tiempo antes de que Kise, que corría hacia él, lograra atraparlo en uno de sus terribles abrazos con los que intentaba transmitirle su afecto.

—¡Kurokocchi, he venido a verte! ¡Vamos a jugar! —le dijo el chico rubio con su alegre expresión de siempre mientras se colgaba de su cuello, lo cual resultó bastante incómodo por su notoria diferencias de altura y complexión. Un poco sorprendido, Kise miró a Furihata que los observaba a cierta distancia y luego a su alrededor—. Hola —le saludó y miró a Kuroko, extrañado—. ¿No estás hoy con Kagamicchi?

—He salido antes de la práctica porque tenía reunión del comité de biblioteca. Kagami-kun ha tenido que quedarse un poco más porque está castigado.

—Mooo… Y yo que he venido solo a invitarlos a una heladería nueva que han abierto la semana pasada. Pensé que podríamos ir luego a los recreativos. —Kise pareció algo abatido—. Pero tú vendrás conmigo, ¿verdad, Kurokocchi?

Kuroko se soltó de su abrazo, acercándose a Furihata que parecía tan aterrado como sorprendido de Kise. No podía culparlo, la estupidez de su amigo podía llegar a ser abrumadora.

—Lo siento, Kise-kun, pero estoy cansado. Me voy a casa con Furihata-kun. Me alegra haberte visto, adiós. —Kuroko alcanzó a dar unos pocos pasos cuando el chico se le colgó nuevamente del cuello.

—¡Pero Kurokocchi! ¡En verdad he venido a verte porque estoy preocupado por ti! —gimoteó Kise. Casi apenas en un susurro, para que el otro chico no pudiese oírlo, le dijo al oído—: Por favor, Kurokocchi, necesito hablar contigo.

A pesar de que Kise no era un mal chico y siempre había sido un buen amigo para él, eran en verdad muy pocas las ocasiones en las que, aparte de cuando jugaban baloncesto, este dejaba de lado su papel de idiota. Fue por ese motivo que su petición le preocupó un poco; más aún cuando vio la significativa determinación en sus ojos dorados que le indicaban que no lo dejaría en paz hasta que accediera a su deseo.

Resignado, Kuroko miró a Furihata sintiéndose un poco culpable por todo el mal rato que este se había visto obligado a pasar desde que salieron de la escuela.

—Lo siento, Furihata-kun, me quedaré con él. Nos vemos mañana.

—Claro, claro, no hay problema —respondió su compañero restándole importancia, visiblemente aliviado—. Adiós, chicos. Nos vemos mañana, Kuroko.

Ambos se despidieron, viendo a Furihata alejarse hasta perderse en la siguiente calle, mezclándose con el resto de los transeúntes, en su mayoría estudiantes que salían de sus clubes.

Kuroko no tenía muchas ganas de hablar con Kise, menos después de que este apareció tan serio momentos atrás; sin embargo, viéndolo allí de pie, aun ataviado con el uniforme de su escuela que indicaba que, probablemente, acabado su propio entrenamiento había ido a buscarlo a pesar de que de seguro estaba tan cansado como él mismo se sentía en esos momentos, Kuroko no tuvo corazón para rechazarlo. Esperando que su amigo lo siguiera, se encaminó hacia el jardín delantero de la escuela, vacío a esas horas, donde buscó un sitio para que pudieran sentarse a platicar.

—¡Eh…! ¿No íbamos a ir a la heladería? —protestó Kise.

—Nunca dije eso. Solo me dijiste que necesitábamos hablar y me quedé contigo, Kise-kun.

Pareciendo algo decepcionado, el chico frunció los labios en una infantil mueca de descontento y se dejó caer a su lado. Durante un momento este lo miró muy serio; sus dorados ojos fijos en él, como si lo estuviesen evaluando. Kuroko no pudo evitar ponerse un poco nervioso.

—No puedo decir muy bien por qué, pero hoy pareces diferente, Kurokocchi. —Sin darle tiempo a apartarse, Kise lo sujetó del brazo y pasó un dedo por su entrecejo, como si quisiera borrar algo—. Estás preocupado.

—Solo estoy cansado —respondió él, apartándose para poner algo de distancia entre los dos—. Ha sido un día largo.

—¡Ahhh, el mío también! Con las eliminatorias tan cerca no hay mucho tiempo para el descanso; además, Kasamatsu-senpai nos ha ido a visitar hoy y eso logró que nos hicieran trabajar más duro. Creo que incluso estoy un poco adolorido. —Su amigo se llevó una mano al hombro y lo rotó como si quisiera comprobar si este aún estaba en su sitio—. Y bueno, Kurokocchi, ¿estás saliendo con Kagamicchi?

Después de oír aquello, un pánico creciente comenzó a arremolinarse en su pecho. Alarmado, Kuroko se preguntó si no estaría haciendo algo mal o siendo demasiado evidente respecto a Kagami hasta el punto de que incluso Kise se diera cuenta. ¿Por qué todos suponían que había algo entre ellos dos? ¿Qué vería el resto de sus conocidos cuando los miraban?

—No entiendo de que hablas, Kise-kun.

—Moo, Kuromocchi… Me ofende un poco que pienses que puedes hacerme pasar por un tonto, pero te lo perdono ya que siempre has sido un chico muy tímido. —Una sonrisa se dibujó en los labios de Kise cuando lo miró—. Bueno, la verdad es que quizá yo tampoco me hubiese dado cuenta si no hubiera sido por Kasamatsu-senpai. Después de verlos ese día en el cine, él me dijo que probablemente ustedes dos estaban saliendo como pareja y no solo como amigos. Me sorprendí un poco.

Así que había sido Kasamatsu quien se terminó por percatar de que algo ocurría ese día entre ellos dos, se dijo. No era que fuera una mejora significativa, pero Kuroko se sentía un poco más aliviado de que hubiese sido el excapitán de Kaijo, que era extremadamente observador, y no su despistado amigo quien se hubiera dado cuenta.

Al mirar a Kise, Kuroko no pudo evitar preguntarse qué diría el chico si se sincerara, contándole todo lo ocurrido entre él y Kagami durante los últimos días; si le confiaba lo confundido que estaba con sus sentimientos y el miedo que lo embargaba constantemente de estar cometiendo otra vez un error.

—Así que es verdad —le dijo Kise, sorprendiéndolo—. Tú y Kagamicchi.

—Yo no he dicho nada.

—¿En verdad crees que es necesario que me digas algo? Vamos, Kurokocchi, ¡dame un poco más de mérito! Te conozco bastante para comprender las cosas que no quieres o no puedes decirme. Además, te recuerdo que aquella vez, años atrás, también me di cuenta de lo que te ocurría aunque no me hubieras dicho nada.

A pesar de saber que no era su intención, las palabras de Kise le escocieron un poco haciéndolo sentir injusto con el chico. No era que no pudiera confiar en este, porque lo hacía; simplemente ocurría que nunca le había sido fácil expresar con palabras a los demás las cosas que en verdad le importaban. Si pudiera, se dijo, le gustaría cambiar. No, quería cambiar.

Decidido a no pensar en lo que podría ocurrir luego, Kuroko le dijo:

—No estamos saliendo, no como algo oficial… creo. Pero… me gusta —reconoció, intentando sonar seguro de sí mismo—. Me gusta Kagami-kun, pero tengo miedo. Estoy aterrorizado de equivocarme nuevamente, Kise-kun.

Un incómodo silencio reinó entre ambos durante un par de minutos. Pensando que quizá sí había sido un error confiarle aquello, Kuroko comenzó a cavilar frenéticamente en un modo de retractarse de sus palabras; sin embargo, Kise empezó a hablar nuevamente, obligándolo a escucharle:

—¡Ah, la verdad es que eso suele ser un asco! Y lo peor es que al comienzo siempre es así, Kurokocchi: estás con alguien que crees que es especial y tienes miedo de estropear las cosas, tooodo el tiempo. Temes no ser la persona indicada para él o, peor aún, que él no sea la persona adecuada para ti; sin embargo, ninguno de tus miedos, ninguna de tus dudas, sirve para que deje de gustarte. —Un amago de sonrisa asomó a sus labios; no el gesto juguetón de costumbre sino uno mucho más serio y sincero—. Enamorarse de alguien no es una cosa bonita y fácil, ¿sabes? Generalmente es doloroso, te hace sentir estúpido y muchas veces ni siquiera te lo pasas bien del todo; aun así, cuando estás con esa persona, los momentos que pasan juntos, aunque estén lejos de ser perfectos, son importantes y los son porque simplemente estás con él, y las cosas malas ya no lo son tanto. No podemos elegir de quien enamorarnos, Kurokocchi, pero sí está en nuestras manos elegir si queremos arriesgarnos a hacerlo no.

Kise tenía razón, Kuroko lo sabía. Enamorarse de alguien no era algo tan simple y bonito como en los cuentos de hadas; existían demasiadas cosas en juego, muchas inseguridades, incluso sin cargar con un pasado como el suyo. Su primer amor fue doloroso, lleno de demasiados miedos, inseguridades y sentimientos negativos que hasta el día de hoy, en algunas ocasiones, él se sentía incapaz de asimilar por completo.

Pero estar con alguien no siempre tenía que ser así, se recordó. Ya era mayor y se conocía mucho mejor que años atrás. Junto a Kagami se sentía bien y cómodo, más seguro de sí mismo y de la conexión que había entre ambos, como si al conocerlo de algún modo hubiera encontrado algo que le faltaba sin siquiera saberlo.

—Kise-kun… —Algo cohibido, Kuroko bajó la vista para huir de los inquisitivos ojos de su amigo; si lo miraba a la cara no sería capaz de seguir hablando, moriría de la vergüenza— él ha dicho que le gusto. Que… está enamorado de mí.

—Vaaaya… Kagamicchi sí que fue directo —reconoció su amigo, sorprendido—. ¿Y qué le respondiste tú?

Kuroko negó con efusión.

—Nada todavía.

—Pero ya sabes que es lo que vas a responderle —le dijo Kise, no como una pregunta, sino que dando aquello como algo seguro.

—Creo que sí. —Y en esa ocasión Kuroko sí levantó la vista para mirarlo a la cara—. Durante estos días he pensado mucho en sus palabras, y aunque él me dijo que podía tomarme el tiempo que quisiera, no me parece justo hacerlo esperar más.

—Ahhh… eso es una cosa buena, ¿no? Digo, él no te es por completo indiferente, tú mismo has reconocido que te gusta, ¿verdad? —Pareciendo algo incómodo con toda aquella plática sentimental, Kise se puso de pie, con las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme—. Me parece que a pesar de que Kagamicchi es un poco idiota, es un chico bueno y honesto que se preocupa sinceramente por ti. Supongo que entonces estaba inquieto por nada.

—No hay motivos por los que él deba inquietarte, Kise-kun.

—No estaba preocupado por él, Kurokocchi. Estaba preocupado por ti —reconoció, logrando que él lo mirase lleno de sorpresa, ante lo que su amigo sonrió quedamente—. En cuanto conocí a Kagamicchi, un año atrás, de inmediato me di cuenta de que esos dos se parecían demasiado, así que no pude evitar preguntarme si no volvería a ocurrir lo mismo de aquella vez y que tú… Bueno, no importa ahora, solo olvídalo. —Kise hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto—. Sin embargo, reconozco que después de lo que me dijo el otro día Kasamatsu-senpai, estuve recordando cada vez que los vi a ustedes dos juntos y fue en ese momento que noté la forma en la que Kagamicchi suele mirarte todo el tiempo, Kurokocchi; sin embargo, supe que si era él, entonces ibas a estar bien. —Un poco avergonzado, su amigo se quejó—. Moo, de seguro ahora pensarás que solo te hablo de tonterías.

Negando con un movimiento de cabeza para que el otro dejara de preocuparse, Kuroko contempló con detenimiento sus manos unidas sobre el regazo, por completo ausente.

Así que Kise también pensaba que ambos chicos se parecían, se dijo con melancólica ironía. Lo cierto era que había muchas actitudes y acciones de Kagami que le recordaban a Aomine: pequeños detalles, algunas cosas que decía, el modo en que a veces se comportaba. Por supuesto, no es que fuesen como dos gotas de agua, pero de cierta manera ambos desprendían el mismo tipo de esencia y, probablemente, por ese mismo motivo Kuroko terminó buscando al otro chico y acercándose a él; no obstante, en el transcurso de un año aquellas similitudes se fueron difuminando poco a poco, dejando solo a Kagami, borrando cualquier otro recuerdo pasado hasta dejarlo solo a él.

Solo a él.

—Debo marcharme. —Kuroko se levantó de la banca a toda prisa echándose el bolso al hombro bajo la mirada alarmada de Kise.

—¡Eh, Kurokocchi! ¿A dónde vas? ¿No íbamos a ir a los recreativos?

—No puedo, tengo que volver a la escuela, Kise-kun. —Le sonrió un poco avergonzado—. He olvidado algo importante.

Su amigo asintió, resignado, comprendiendo de qué se trataba todo aquello y su apuro.

—Supongo que no se puede hacer nada, tendremos que quedar otro día.

—Lo siento, Kise-kun. Y gracias por todo —le agradeció Kuroko formalmente, un efecto que se desvaneció un poco cuando el otro chico le dio unas palmaditas en la cabeza, como si fuera un niño, haciendo que él lo mirara de forma reprobatoria.

—Ya, ya. Vete antes de que se marche y toda esta plática no sirva para nada. —Su amigo le guiñó un ojo—. Haz tu mejor esfuerzo, Kurokocchi. Nos vemos.

Sujetándolo de la manga de la chaqueta, Kuroko retuvo a Kise antes de que este se marchara.

—Lo que dijiste antes, sobre Kagami-kun… —Un leve rubor le tiñó los pómulos a pesar de su esfuerzo de parecer tranquilo—. Sobre el modo en que dijiste que siempre suele mirarme…

Luego de la sorpresa inicial que le produjo su pregunta, Kise le dijo un poco melancólico:

—Como hace años tú solías mirarle a él, Kurokocchi. Kagamicchi te mira como si fueras la persona más importante de su mundo.

La urgencia creció en su pecho de manera violenta tras oír la respuesta de su amigo. Antes de darse cuenta de lo que hacía, él echó a correr rumbo a la escuela con todas sus fuerzas.

Aquella era su elección.

 

——o——

 

Ni siquiera el dolor quemante del oxígeno entrándole en los pulmones después de su alocada carrera logró detenerlo. Las luces del gimnasio ya estaban apagadas y la puerta cerrada para cuando llegó allí, lo cual hizo que el miedo de haberse equivocado con su suposición se acrecentara. La reunión del comité de la biblioteca había sido demasiado larga y si el entrenamiento había finalizado antes de lo esperado…

Kuroko llegó corriendo a la sala del club, que seguía abierta y el alivio lo invadió de golpe en cuanto vio el bolso y la chaqueta del uniforme de Kagami tirados sobre una banca. Él todavía no se iba.

Quizá por el agotamiento, o tal vez por el alivio, Kuroko notó como le fallaban las fuerzas de las piernas. Se dejó caer en el piso de la sala, por lo que apoyó la cabeza en las rodillas intentando recuperar el aliento.

—¡¿Qué demonios…?! ¡¿Kuroko?! ¡¿Qué te ocurre?! ¡¿Estás bien?!

Al levantar el rostro, se encontró con los rojizos ojos de Kagami a escasa distancia de los suyos. El chico se encontraba arrodillado a su lado; la preocupación dibujada en su rostro.

—Estoy bien, Kagami-kun. —De hecho, lo cierto era que ya se sentía bastante mejor—. Solo estoy un poco cansado por haber corrido para alcanzarte. Pensé que quizá no habrías acabado, por lo que te llamé un montón de veces al móvil, pero no me contestabas. Luego te busqué en el gimnasio, pero tampoco pude hallarte, así que finalmente vine aquí.

—Lo siento, tengo el móvil en la taquilla porque me estaba cambiando —se disculpó Kagami, notoriamente acongojado por su error—. Pero te dije que no era necesario que te quedaras hoy y que te fueras a casa en cuanto acabara la reunión, que me haría cargo de las cosas yo solo —le regañó este, aunque la manera escrutadora en que lo observaba dejaba claro que aún estaba preocupado de que fuera a desmayarse a causa del sobreesfuerzo—. ¿Por qué no me hiciste caso?

—Porque necesitaba verte —le dijo Kuroko, sin rodeos—. Kagami-kun, ¿podrías besarme?

La expresión de Kagami pasó en un instante de la preocupación a la vergüenza extrema. En cualquier otro momento aquello le hubiese parecido hasta divertido, pero la urgencia que lo invadía no lo abandonaba, desesperado por aclarar las cosas. Por ese motivo, Kuroko se arrodilló e inclinó un poco más hacia donde el otro se encontraba para disminuir la distancia entre ambos, logrando que este se decidiera a buscar su boca y besarlo.

Aquel beso fue dulce y breve, apenas unos cuantos segundos de íntimo contacto, completamente diferente a los primeros besos compartidos que parecían albergar inseguridad y ansiedad a partes iguales. Besar a Kagami era agradable, como un mar en calma después de muchas tormentas; lo hizo sentir bien y seguro, lo cual era extraño si se tenía en cuenta que su corazón seguía latiendo como un loco dentro de su pecho.

Cuando se separaron finalmente, sin importarles mucho lo incómodo que resultaba por el sitio en el que estaban, ambos siguieron arrodillados en el piso, mirándose. Kuroko era consciente de que a la escasa distancia que se encontraban sería muy difícil ocultar sus turbadas emociones al otro chico, pero tampoco quería hacerlo; estaba decidido.

Armándose de valor, buscó la mano de su amigo y entrelazó los dedos de ambos. Sentía su corazón atronando desenfrenado, latiendo con tanta fuerza que estaba seguro de que Kagami también tenía que oírlo. Al sentir los labios de este rozándole la frente en una gentil caricia, las palabras que deseaba decir y estuvo conteniendo todo ese tiempo fluyeron de golpe, como si aquel simple gesto fuera la llave que hubiera desbordado todos sus sentimientos.

—Me gustas —le confesó Kuroko, tragándose la vergüenza y los nervios—. Me gustas mucho, Kagami-kun. Me gustas tanto que yo, de algún modo, no puedo apartar mis ojos de ti. —Miró sus manos entrelazadas, buscando fuerza para seguir con el resto de lo que le tenía que decir—. En verdad me gustas y tú me dijiste que yo también te gustaba, que estabas enamorado de mí, y en verdad me siento honrado; sin embargo, yo no sé si pueda corresponder a tus sentimientos de la misma manera que seguro esperas, o si podré llegar a hacerlo en algún momento siquiera, porque una parte de mi está dañada y tengo miedo, y es esa parte la que quiere alejarse de ti y salir huyendo a pesar de que la otra solo quiere estar contigo. Solo quiere permanecer aquí, contigo.

Ya estaba, lo había hecho. Finalmente había sido capaz de decidirse y confesarle a Kagami todo lo que pasaba por su cabeza y el embrollo que eran sus sentimientos. Seguía sintiéndose aterrado, pero esta vez por un motivo diferente, ya que temía que el chico a su lado decidiera alejarse para siempre después de oír su horrible verdad.

Mentalmente agotado, Kuroko cerró los ojos. Si eso pasaba, se dijo, no podría reprochárselo. Nadie quería un amor a medias.

—Estoy muy contento, porque aun sigues aquí —le dijo Kagami después de unos instantes de silencio que le parecieron eternos. Sus rojizos ojos llenos de una emoción que a él le fue difícil descifrar—; porque a pesar de todo lo que sientes, todo lo que temes, has decidido arriesgarte y quedarte conmigo, Kuroko. En verdad, muchas gracias.

Nada podría haberlo preparado para el impacto de aquel momento. La tímida sonrisa de Kagami pareció golpearlo por dentro, y cuando los brazos de este lo envolvieron en un cálido abrazo, a Kuroko los ojos se le llenaron de lágrimas de alivio.

Hecho un revoltijo de emociones, él se aferró al otro chico casi con desesperación, del mismo modo en que un náufrago se aferraría a una tabla que representase su única esperanza de salvación. Y así, apresado contra su pecho, pudo oír los latidos del corazón de Kagami, fuertes, acelerados y constantes; transmitiéndole con cada una de sus pulsaciones una seguridad que ni siquiera sabía necesitaba.

—Voy a intentarlo. Te prometo que voy a intentarlo, Kagami-kun —le dijo Kuroko; sus palabras levemente amortiguadas por la tela de la camiseta y el cuerpo del otro chico—. Voy a intentarlo con todas mis fuerzas. No dejaré que te arrepientas…

—Shhh —lo calló este—, no hay nada de que arrepentirse y nada que debas intentar, Kuroko. —Apartándose un poco, Kagami le sujetó con una mano el rostro para que lo mirara—. Estoy enamorado de ti, te quiero —le dijo con absoluta seguridad—, y sé que de momento tú no sientes lo mismo por mí, pero lo acepto. Me has elegido y me estás dando una oportunidad, algo que semanas atrás ni siquiera me atrevía a soñar, así que pasemos tiempo juntos, aprendamos a conocernos mejor, hagamos recuerdos, ¿sí? Déjame estar a tu lado y demostrarte lo mucho que me importas. Tal vez así, en algún momento logres quererme tanto como yo te quiero a ti. ¿Estás de acuerdo con eso?

Kuroko solo pudo asentir; las palabras que quería decir incapaces de salir de su boca. Le hubiese gustado decirle a Kagami que sí lo quería, tal vez no de la manera correcta o como este esperaba, pero sí lo suficiente para animarle a arriesgarse una vez más; lo suficiente para albergar la completa esperanza de que elegirlo a él no era un error. Y aunque todavía no pudiese expresarle aquello con palabras, cuando el otro chico buscó sus labios para besarlo, Kuroko intentó transmitirle en ese gesto todo lo que sentía por él.

Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, el tiempo pasó volando mientras ellos, perdidos en su propio mundo, solo se concentraron en los besos compartidos y la cercanía del otro. Cuando se percataron de que estaba comenzando a oscurecer, recogieron sus cosas y cerraron la sala, saliendo de la escuela a toda prisa luego de disculparse profusamente con el cuidador que los regañó por la hora que era y lo tarde que se marchaban.

Mientras iban de camino a casa, Kuroko no pudo evitar pensar en lo acertado que había sido el comentario de Kise esa tarde. Aquel encuentro en la sala del club no había resultado para nada bonito ni romántico; su confesión fue de pena a pesar de lo mucho que se esforzó e incluso aquel interludio de besos, que le pareció tan agradable en su momento, dejó a los dos acalambrados y adoloridos debido a lo duro del suelo y a la posición tan incómoda en la que se hallaban. Sí, no resultó algo bonito ni romántico, nada salió como él quería y, aun así, sentía como cierta felicidad anidaba en su pecho mientras caminaba junto al lado de Kagami, sabiendo que las cosas entre ellos habían cambiado completamente.

Cogió su móvil al oírlo sonar, y no pudo evitar una sonrisa al ver el mensaje que Kise acababa de enviarle.

«Y, ¿novios?».

—Eh, ¿qué ocurre, Kuroko? —le preguntó Kagami, posando una mano sobre su cabeza para llamar su atención. Le señaló el móvil con un gesto—. ¿Es importante?

—No realmente, solo es Kise-kun.

—¿Te ha dicho alguna tontería ese idiota? Pareces raro.

Kuroko negó con la cabeza y le sonrió abiertamente.

—No, nada. Solo pensaba que en este momento siento que soy muy feliz —le dijo con sinceridad—. Porque estoy contigo, Kagami-kun.

Enrojeciendo un poco, Kagami apartó la vista, avergonzado.

—Eh… sí… bueno, yo también.

Aprovechando que ya estaba bastante oscuro y casi no había gente en las calles, Kuroko tomó la mano de Kagami, quien a pesar de la vergüenza la entrelazó con la suya.

Sí, era muy feliz, se dijo, de una forma en la que no lo era desde hace mucho tiempo. Una felicidad sencilla y fácil, llena de momentos cálidos. Un amor que no hacía daño.

Tecleando a toda pisa envió su respuesta a Kise antes de guardarse el móvil en el bolsillo.

«Sí, ya somos novios».

Notas finales:

Hola nuevamente. Como siempre, agradezco de corazón a todos quienes se dan el tiempo de leer y a quienes dejan su opinión, en verdad motiva bastante. Espero nos leamos nuevamente.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).