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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 6:

Catástrofe

 

Dices que soy un buen hombre, pero no soy tan buen hombre. Y estoy… estoy catastróficamente enamorado de ti.

(Cassandra Clare)

 

 

 

Repasando con la mirada la sala escasamente amoblada, muy a su pesar Kagami tuvo que reconocer que ya no tenía nada más que hacer. Había limpiado todo el departamento, dos veces, y aunque sabía que era una tontería no podía dejar de estar nervioso. Nervioso porque en cualquier momento Kuroko llegaría.

No era que el chico no hubiese estado jamás en su casa, por el contrario; en reiteradas ocasiones sus compañeros de equipo, como solo ellos dos, habían terminado pasando horas allí tras el entrenamiento, Kuroko incluso se había quedado a dormir en más de alguna oportunidad; no obstante, la perspectiva de la visita de ese día lo afectaba de una manera diferente, por el simple motivo de que ahora aquel chico era su novio y él no sabía cómo demonios debía comportarse.

Kagami aún no estaba del todo seguro sobre lo que lo había poseído la tarde pasada para condenarse él mismo de ese modo. Lo más probable fuera que la agotadora práctica a la que Riko los sometió le hubiese fundido el cerebro, porque, sin pensar siquiera en las consecuencias que tendrían sus palabras, había invitado a Kuroko a pasar el día domingo en su casa, algo que este aceptó como si fuese lo más natural del mundo.

Y tal vez lo fuera, se dijo mientras se revolcaba en su angustia. Si tomaba en consideración que su relación estaba avanzando, era lógico que pasasen juntos más tiempo, él mismo lo había sugerido, ¿no? Sin embargo, en ese minuto Kagami solo podía pensar en lo tonto que había sido por complicarse la vida así.

El timbre de su móvil le hizo dar un respingo de puro terror cuando comenzó a sonar. Con la boca seca a causa del miedo y el corazón acelerado, lo cogió del sofá donde estaba tirado, dejando escapar un suspiro de alivio al ver que era Himuro quien lo llamaba y no Kuroko avisándole que ya estaba allí.

—Tatsuya —le dijo a modo de saludo a su amigo, intentando que el enfado que sentía con él no se reflejara en su voz—. Veo que al fin has decidido llamarme. Hace una semana que no coges ninguna de mis llamadas ni respondes mis mensajes.

—Lo siento mucho, Taiga. He tenido bastante que estudiar. Hemos tenido algunos exámenes —se excusó el chico con su calma habitual—. ¿Has estado bien?

—¡Sabes perfectamente que no! ¡¿Qué demonios se supone que significaba aquel mensaje?! ¡¿Por qué me lo enviaste?! —explotó enfadado Kagami, terminando por perder finalmente los nervios, seguramente producto de lo ansioso que estaba ese día. De inmediato sintió una punzada de culpa atravesarlo por haberle hablado así a Himuro, sabiendo que si el chico lo hubiese llamado cualquier otro día él no hubiera reaccionado de la misma forma. Por ese motivo, intentó calmarse un poco antes de proseguir—: Tatsuya, ¿estás enfadado conmigo por… Kuroko?

El silencio sepulcral al otro lado de la línea le resultó hasta ensordecedor. Sin necesidad de verlo, Kagami podía estar seguro del gesto de enfado en el rostro de su amigo por haberle gritado.

—¿Tatsuya? —Silencio—. Eh, Tatsuya, ¿en verdad no vas a responderme?

—No me gusta ese chico. Solo te provocará sufrimiento innecesario —respondió finalmente Himuro—. Por mucho que te esfuerces, nada de lo que sientas va a ser correspondido por él, Taiga. ¿No puedes darte cuenta de eso?

—Estás equivocado, Tatsuya. Kuroko…

—¡Claro que no lo estoy! Taiga, he visto cómo te comportas con él y como ese chico se comporta contigo. ¡Para él no eres nada más que un amigo!

—Te digo que estás equivocado. Yo… estoy saliendo con Kuroko —reconoció Kagami. Se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos y preparándose mentalmente para lo que vendría a continuación—. Ahora él es mi novio.

Himuro guardó nuevamente silencio; su modo de castigarlo. Aquello era algo que siempre ocurría entre ellos, incluso de niños, cuando tenían un desacuerdo y su amigo se molestaba en serio con él. Himuro se quedaba callado y no le decía nada, sabiendo que aquella extraña distancia entre ellos a Kagami le dolía mucho más que unos cuantos golpes.

Sin atreverse a cortarle la llamada ni a hablarle, durante casi cinco minutos él esperó pacientemente a que fuera su amigo quien decidiera que hacer. Cuando nuevamente Himuro le habló, era patente el rencor que destilaban sus palabras.

—Eres un idiota.

—Tal vez, pero no es algo que pueda remediar, ¿verdad?

—No, no se puede —respondió Himuro. Guardó otra vez un instante de silencio antes de continuar—: Taiga, ¿realmente estás saliendo con él o lo has dicho solo para molestarme? —Su tono al preguntarle era tan esperanzado que dolía un poco.

—Realmente estoy saliendo con él, Tatsuya. Desde hace unos días entre nosotros… Una cosa llevó a la otra y bueno… hemos terminado así. —Sin poder evitarlo, Kagami sonrió. No importaba lo molesto que estuviera su amigo, para él, que Kuroko hubiera aceptado que estuvieran juntos era un motivo de infinita alegría—: Ahora mismo soy muy feliz. No quiero que estés enfadado por eso.

Desde el otro lado de la línea, oyó suspirar ruidosamente a Himuro, una clara señal de que aún se sentía inquieto y de que estaba haciendo un gran esfuerzo por no seguir discutiendo con él.

—No puedo enfadarme contigo, Taiga. No cuando ha sido culpa mía; sin embargo, él sigue sin gustarme para ti. Eres demasiado bueno e ingenuo y él… Bueno, no importa lo que yo diga ahora, ¿verdad? Ya has tomado tu decisión —le dijo Tatsuya soltando una risita carente de humor. Era evidente de que seguía algo molesto, pero por lo menos mucho más tranquilo que minutos antes—. Dios, esto es horrible, pero… Enhorabuena, Taiga. En verdad deseo que seas muy feliz.

Kagami lo conocía lo suficiente para saber que sus buenos deseos, a pesar del cariño que este le tenía, no eran del todo sinceros. A su amigo no le gustaba mucho Kuroko, eso lo supo desde un comienzo, pero en verdad esperaba que ambos llegaran a conocerse mejor y que con el tiempo, Himuro pudiera cambiar de opinión respecto al otro chico.

—Gracias —le dijo con sinceridad—. Lo soy, no debes preocuparte por eso, Tatsuya.

Todavía tumbado en el sofá, minutos después de haberse despedido, Kagami no podía quitarse la sensación de incertidumbre que lo embargaba. No por el enfado de Himuro ni porque este supiera lo de Kuroko, sino por todo lo que el otro chico parecía haberse callado. Las palabras que este no le dijo eran las que ahora atormentaban su mente, y no sabía qué ni como preguntarle, o peor aún, si es que en verdad deseaba saberlo.

 

——o——

 

Casi tropezando con sus propios pies por la prisa, Kagami corrió a abrir la puerta cuando oyó llamar al timbre. Su corazón latía como un loco, desenfrenado dentro de su pecho, recordándole con cada retumbe el motivo por el que estaba así:

Por primera vez, Kuroko, como su novio, iba a su casa.

Un estúpido sonrojo le cubrió las mejillas cuando vio al chico de pie frente a él. Kuroko parecía tan imperturbable como siempre, lo que hizo que Kagami se sintiera todavía más idiota por su infantil reacción.

—Hola —lo saludó Kuroko—. Espero no llegar muy temprano.

—N-no. ¡No! ¡Claro que no, te esperaba! —Se hizo a un lado para abrirle paso, sintiéndose terriblemente torpe en su propio cuerpo—. Puedes pasar.

—Perdón por la intromisión —murmuró el chico mientras entraba y se descalzaba para ponerse las zapatillas antes de pasar dentro de la casa—. Por cierto, Kagami-kun…

—¡Gyaaa! —Sin poder evitarlo, Kagami dio un salto hacia atrás y se golpeó la parte posterior de la cabeza contra la pared cuando aquella bola de pelos se le tiró encima, ladrando como un loco—. ¡Ku-Kuroko! ¡Kuroko, ayúdame!

—Lo siento, lo siento —se disculpó su novio, mientras tomaba con rapidez al cachorro en brazos para alejarlo de él y regañarlo—. Nigô, te he dicho que no debes asustar así a Kagami-kun. Terminará por no quererte. —Sus ojos celestes se clavaron en él, pareciendo completamente inocentes y arrepentidos—. En verdad lo siento mucho, Kagami-kun. Intenté advertirte sobre Nigô, pero no me dio tiempo.

Frotándose la adolorida cabeza, donde se llevó la peor parte del golpe, Kagami miró con cierto temor al perro que le devolvió la mirada, con la lengua afuera, pareciendo completamente feliz. Entrecerrando los ojos, se acercó hacia Kuroko y posó una mano sobre su cabeza, obligándolo a que la levantara lo suficiente para que pudiera mirarlo.

—Oe, tú, pequeño idiota, ¿por qué lo has traído aquí? —le preguntó con cierta sospecha.

—Mis padres se han ido de viaje y mi abuela ha salido con unas amigas. Nigô se pone nervioso si se queda solo en casa, así que pensé que no te importaría tenernos por hoy a los dos aquí —le dijo con solemnidad—. Por cierto, creo que vamos a tener que quedarnos a cenar, mi abuela no regresará hasta las diez.

—¿Así que además de aguantar a este pequeño monstruo tengo que alimentarlos a ambos? —Kuroko asintió enérgicamente. Sin poder evitarlo, Kagami notó como una sonrisa se le formaba en los labios. Le revolvió el pálido cabello antes de soltarlo y dar media vuelta para dirigirse hacia la sala—. En verdad te gusta darme problemas, ¿eh, Kuroko? Vigila que ese perro no vaya a comenzar a orinar en todas partes, si lo hace, ten por seguro que voy a lanzarlo por la ventana. Y te recuerdo que estamos en un segundo piso.

—No creo que puedas hacerlo, Kagami-kun —respondió el chico que iba caminando tras él—. Para eso tendrías que tomar a Nigô, y como les temes a los perros es bastante improbable que logres…

Rápidamente, Kagami le pasó un brazo por el cuello, atrayéndolo hacia él y presionándolo en una especie de extraña llave hasta que el chico comenzó a debatirse para intentar escapar a la vez que se reía.

—No quieras hacerte el listo conmigo, pequeño idiota. Te crees muy gracioso, ¿verdad?

—Duele, duele, Kagami-kun. Me disculpo —le dijo Kuroko intentando contener la risa—. Por favor, para de hacer eso.

—Mmm… No pareces tan arrepentido como deberías. —Soltando un poco su agarre, Kagami, aún con un brazo alrededor de su cuello, lo atrajo hacia sí, atrapándolo en un abrazo. Kuroko, dejando de debatirse, apoyó la cabeza sobre su pecho quedándose muy quieto—. Vas a tener que compensarme.

—Me parece justo —le dijo el chico al tiempo que deslizaba los brazos por su cintura para abrazarlo a su vez. Un leve rubor coloreó sus mejillas ante aquel gesto, tal vez porque de cierto modo a Kagami le resultó algo extremadamente íntimo.

Durante los siguientes minutos, los dos siguieron abrazados, perdidos en aquella apacible tranquilidad que poco a poco fue apaciguando sus nerviosas y agitadas emociones. Kagami no quería apartarse y perder aquel mágico momento, sin embargo los ladridos de Nigô, que clamaba por atención, los sobresaltaron lo suficiente como para romper su pequeño instante de intimidad.

Mientras veía a Kuroko tomar al cachorro en brazos y platicar con este sentado en el piso de la sala, Kagami no pudo evitar preguntarse si el haberlo traído a su casa no habría sido un movimiento calculado. Antes de que Kuroko llegara, él se hallaba terriblemente nervioso, sin embargo, después de todo aquel lío con Nigô, la visita del chico terminó por convertirse en algo mucho más normal.

Era extraña, pensó Kagami, la manera en que Kuroko siempre parecía saber que era lo que él necesitaba para alegrarse, calmar su furia o tranquilizar sus emociones. Era, de algún modo, como si aquel chico lo conociera mejor de lo que se conocía él mismo. Esa habilidad de observación daba un poco de miedo; no obstante, tenía que reconocer que al mismo tiempo era una de las cosas que más le atraían de él.

Una más de una larga lista que parecía estar creciendo de forma interminable.

 

——o——

 

—Creo que deberíamos ver esta. —Kuroko le enseñó una película del montón que tenía a su lado y que él mismo había traído—. Es de acción, así que no te será difícil verla, Kagami-kun.

Tras dejar en la mesa de centro las cosas de comer que acababa de llevar, tomó el disco que el chico le tendía y lo examinó. No le sonaba de nada, porque la verdad era que él nunca estaba muy interesado en las películas que se estrenaban, sin embargo, como aquello había sido idea de Kuroko, terminó por aceptar.

—Si quieres verla, por mi está bien.

Puso el disco en el reproductor y se sentó al lado de su novio en el piso de la sala ya que Nigô había terminado apropiándose, sin ningún miramiento, del sofá y ahora dormía allí tranquilamente.

La película comenzó a reproducirse, llenando de sonido la casa de por si silenciosa. Kagami miró pasar las escenas una tras otra, pero a pesar del esfuerzo que puso para prestar atención, no lograba concentrarse en ella. Cada pocos minutos observaba de reojo a Kuroko que parecía estar sumamente ensimismado, sin embargo, él no dejaba de pensar en el hecho de que estaban solos en su departamento, si ignoraba por completo la presencia del cachorro dormido, y el saber eso lo ponía al mismo tiempo nervioso y ansioso.

Como nunca había tenido una relación formal con nadie, Kagami no tenía idea de cómo debía actuar ni comportarse con el chico. Kuroko no era una mujer, por lo que no creía que ninguno de los consejos que Alex le había dado cuando era más joven, sobre ser delicado y atento, sirvieran con su novio. De hecho, lo más probable fuese que si él intentara comportarse así con Kuroko, este terminaría por golpearlo. Entonces, ¿qué?

Los días pasados, desde que formalizaron su relación, habían resultado ser bastante sencillos entre ellos. Tanto en la escuela como en los entrenamientos estaban constantemente rodeados de gente, por lo cual su relación era prácticamente la misma de siempre, con las pequeñas variantes de alguna ocasional sonrisa o una leve caricia cuando sabían que nadie más los veía; sin embargo, en ese momento eran solo ellos dos, motivo por el cual Kagami estaba nervioso y preocupado, sobre todo preocupado de que Kuroko tuviera expectativas con esa visita de las cuales él no tenía ni idea y que, seguramente, por culpa de su estupidez terminaría arruinando.

Decidido a no seguir dándole vueltas al asunto y simplemente dejar que las cosas siguieran su curso, Kagami volvió a centrar su atención en la pantalla al tiempo que estiraba la mano para coger uno de los cuencos de la mesa y, por último, dedicarse a comer.

El cálido tacto de otros dedos bajo los suyos lo sorprendió, sobresaltándolo. Alarmado, miró a Kuroko que, con la mano extendida, acababa de tomar el mismo cuenco que él.

—¿Kagami-kun, estás bien? —le preguntó este preocupado. Él asintió enérgicamente, incapaz de decir algo en ese momento, producto de la vergüenza—. Puedes tenerlo si quieres. —Kuroko le señaló el pocillo de comida sonriéndole amablemente.

—N-no, ¡no! Tómalo tú, yo… estoy bien así —realmente se estaba comportando como un idiota, pensó desanimado. ¿Por qué demonios se portaba como un tonto cuando estaba con este? ¿Por qué siempre debía ponerse en evidencia?

—Si te has aburrido de la película, podemos hacer otra cosa —le sugirió su novio—. No es necesario que te obligues a verla, ¿sabes? Pensé que podría ser una buena idea pero tal vez no fue así.

—¡No es eso! —se apresuró a decirle Kagami un poco desesperado, ya que no quería que Kuroko pensara que aquello era culpa suya—. El problema es que yo no sé qué hacer y no puedo dejar de pensar en que… en que… soy un idiota —dijo finalmente, incapaz de confesarle que tenerlo allí, solo, lo ponía increíblemente nervioso porque sus propios impulsos lo asustaban un poco.

Tomando el mando de la televisión, Kuroko pausó la película y se lo quedó viendo un momento en completo silencio.

Un poco temeroso, Kagami le devolvió la mirada, preguntándose que estaría pasando dentro de la cabeza del chico. La expresión de su rostro, tan imperturbable como siempre, no daba indicios de nada.

—Creo que esto no está funcionando, Kagami-kun —le dijo su novio con total rotundidad.

Las palabras de Kuroko lo alarmaron de inmediato.

¿Qué significaba eso?, se preguntó. ¿Estaba acaso diciendo que su relación no iba a llegar a ninguna parte? ¿Estaba terminando con él?

Dispuesto a persuadirlo para que cambiara de opinión a como diese lugar, Kagami abrió la boca para presentar sus excusas cuando, sin darle tiempo a reaccionar, Kuroko lo sujetó de la pechera de la camiseta con la fuerza suficiente para jalarlo hacia él y presionar su boca contra la suya.

Kagami se quedó inmóvil, demasiado sorprendido como para saber qué hacer, porque esa era la primera vez que Kuroko tomaba la iniciativa para besarlo. Aquella era la primera vez que el chico hacía algo más que responder a sus besos.

Durante unos segundos se sintió levemente aturdido por aquella mezcla de impresión y excitación; no obstante, cuando Kuroko lo besó con mayor insistencia, instándolo con la lengua a entreabrir los labios para profundizar el beso, simplemente desterró sus inseguridades y se dejó llevar.

Sujetándolo de la cintura con fuerza para que no se apartara, Kagami se inclinó contra el borde del sofá, sin importarle que Nigô estuviera acostado allí, quedando semitumbado y con Kuroko casi por completo tendido sobre él. Cuando el chico se apartó de sus labios, mirándolo con sus celestes ojos vidriosos, Kagami sin apenas darle tiempo, posó una mano en su nuca para volver a acercarlo hacia su rostro, siendo él quien lo besara esta vez.

La intensidad de los besos fue aumentando en un abrumador in crecendo, sin que ninguno de los dos pareciera estar dispuesto a poner fin a aquello. Una ansiedad incontrolable y urgente pareció dominarlos a los dos, nublando poco a poco su sensatez y haciendo que sus sentidos solo fueran cada vez más conscientes del tacto del otro, el aroma del otro, el sabor del otro. Perdiéndolos a ambos casi por completo en aquel cúmulo de sensaciones.

Recobrando momentáneamente un poco de su cordura, Kagami fue consciente de que aquel pequeño arrebato estaba a punto de írseles de las manos sino se detenían. En algún momento había terminado colando las manos bajo la camiseta del otro chico, por lo que ahora sentía el cálido tacto de la piel desnuda de su espalda, y a su vez notaba como Kuroko, inquieto y con la respiración entrecortada, se removía contra él.

Maldiciéndose mentalmente y odiándose por ello, liberó de mala gana los labios del otro; mordiéndose con fuerza el interior de la mejilla hasta notar el gusto de la sangre, rogando que él dolor despejara un poco su acalorado cerebro.

—¿Kagami-kun?

Al ver la confusión reflejada en los claros ojos del chico, él no pudo resistirse a depositar nuevamente un rápido beso sobre sus labios. Luego, escondiendo el rostro en el cuello de Kuroko para que este no pudiera mirarlo, esperó a que se calmara un poco su acelerada respiración antes de volver a hablar.

—Creo que vamos a tener que parar aquí —le dijo a este con la voz amortiguada por la cercanía de su cuerpo. La suave caricia de los dedos del chico entre sus cabellos tenía un efecto relajante— o esto podría ponerse un poco… complicado. Para los dos.

—Ah… —dijo su novio, comprendiendo a lo que él se refería—. Supongo que tienes razón.

—Sí, ah. Y claro que tengo razón. —Con suavidad, Kagami se separó de su lado. Ambos volvieron a quedar bien sentados, uno junto al otro, sin mirarse ni tocarse. Estaban demasiado avergonzados.

—¿Quieres seguir viendo la película? —le preguntó Kuroko, rompiendo el incómodo silencio entre ambos—. Quizás ahora estés más tranquilo y puedas concentrarte. También podemos elegir otra si quieres. Algo más divertido.

—Claro, esa es una buena idea.

Al final, como este sugirió, decidieron decantarse por una comedia; sin embargo, esta vez Kagami tampoco fue capaz de prestar completa atención a lo que sucedía en la pantalla. A los pocos minutos de iniciada la película, Kuroko comenzó a cabecear hasta que terminó por quedarse dormido, de seguro agotado emocionalmente por todo lo que había ocurrido entre ellos desde su llegada.

A pesar de que el calor del verano ya comenzaba a notarse, el aire acondicionado del departamento podía ser un problema, así que intentando no hacer ruido para no despertarlo, Kagami se puso de pie y fue a su habitación por una delgada manta para cubrir a Kuroko, sentándose luego nuevamente a su lado.

Al ver que este se removía un poco incómodo por la posición en la que se encontraba, con cuidado Kagami lo instó a que se recostara contra su hombro para que pudiese descansar mejor. Apagando finalmente la televisión, cerró los ojos un momento. También se sentía un poco cansado.

El silencio del departamento, solo interrumpido por la suave y acompasada respiración de Kuroko, lo fue sumiendo poco a poco en el sopor. Al moverse un poco para acomodarse mejor, sus dedos rozaron la mano de su novio y, sin dudarlo, la entrelazó con la suya.

Pensando en lo agradable que era aquella calidez y cercanía, en lo mucho que le gustaba a tener a Kuroko a su lado, Kagami finalmente se quedó dormido.

 

——o——

 

Sin apenas darse cuenta, la tarde transcurrió muy rápido para los dos. Después de haberse quedado dormidos por poco más de una hora, Kuroko y él terminaron finalmente de ver la película, decidiendo luego salir a dar una vuelta para desperezarse y aprovechar de hacer las compras para la cena.

Cuando estuvieron nuevamente de regreso en la casa, Kagami se dio cuenta con asombro, de que una vez pasados los nervios iniciales, ese día había resultado ser muy agradable de una manera distinta a lo que estaban acostumbrados. Debido quizás al hecho de que estaban lejos de ojos curiosos y no tenían que preocuparse de lo que los demás pensaran, la relación entre ellos se sentía más relajada y cómoda. Un sentimiento cálido que lo llenaba de una apacible felicidad.

Despejando la cabeza de aquellas ensoñaciones, dirigió su mirada hacia donde Kuroko, completamente concentrado, pelaba y cortaba con bastante habilidad las verduras que iban a necesitar. Como si se hubiera dado cuenta de su escrutinio, el chico levantó la vista mirándolo con ojos interrogantes.

—¿Ocurre algo, Kagami-kun?

—No, nada. Simplemente estaba pensando en que lo haces bastante bien. No sabía que supieras cocinar —le confesó, sorprendido—. Nunca te vi hacerlo antes.

Kuroko se encogió de hombros, restándole importancia.

—Soy hijo único, así que habitualmente debo ayudar a mi madre o a mi abuela con las comidas y las cosas en casa. —Una sonrisa curvó sus labios—, supongo que he aprendido algo. Aunque no soy tan bueno como tú, Kagami-kun. ¿Qué me dices de ti? Sé que te gusta cocinar y lo haces porque vives solo, pero, ¿quién te enseñó? ¿Tu madre o tu padre?

—Aprendí solo —confesó y esta vez fue el turno de Kuroko de sorprenderse. Algo incómodo por su reacción, Kagami bajó la vista y la clavó en la carne picada que estaba sazonando—. Mis padres suelen estar bastante ocupados con el trabajo, por ese motivo cuando era pequeño alguien cuidaba de mí y todo eso; sin embargo, cuando fui un poco mayor y nos fuimos a vivir a América, me pasaba la mayor parte del tiempo en la escuela o fuera de casa jugando baloncesto. Al comienzo compraba algo para llevar o comía fuera, pero pasado un tiempo ya estaba aburrido, así que comencé a probar algunas cosas que podía preparar yo mismo. Con algo de práctica resultó bastante fácil y de a poco fui mejorando y aprendiendo más cosas.

—Vaya —murmuró su novio, pareciendo algo abatido luego de oír su historia.

Kagami no necesitaba ser un genio para comprender lo que estaba pasando por la cabeza del chico. Dejando de lado lo que estaba haciendo, se acercó a Kuroko y le dio un no muy delicado golpe en la cabeza, logrando que este lo mirara enfadado.

—Deja de poner esa cara. No tienes que sentir lástima por mí —lo regañó al tiempo que tomando sus mejillas las estiraba hasta hacerle cambiar esa expresión—. Mis padres son buenos a su manera, aunque no estuvieran siempre pendientes de mí. En América las cosas son diferentes que aquí, Kuroko. Todos son bastante más independientes, ¿sabes? Muchos de mis amigos también cuidaban de ellos mismos.

—Pero de todos modos eras un niño, ¿no te sentías solo? —le preguntó. La preocupación en sus ojos celestes era sincera, como también lo era cierta molestia que parecía intentar mantener a raya y que a Kagami le hizo preguntarse hacia quien estaría dirigida esa rabia—. Incluso ahora, estás viviendo solo aquí en Japón. Sé que fue tu decisión porque querías volver y en un comienzo pensabas quedarte aquí con tu padre, pero ahora... No puedo creer que todo esto no te importe nada, Kagami-kun.

Habían transcurrido ya muchos años desde la última vez que Kagami se paró a pensar en lo que era la sensación de soledad. No le estaba mintiendo a Kuroko con lo que acababa de decirle, sus padres lo querían y él los quería a ellos, pero estaba acostumbrado a no tenerlos cerca. De niño muchas veces intentó buscar más de su tiempo y atención, pero rápidamente se dio cuenta de que las cosas en su familia no funcionaban así y se resignó. No le importaba vivir solo, sin embargo aún había días, en los que estando un poco más cansado o abatido, hubiera deseado que alguno de ellos estuviera con él en casa. Era en esos momentos en los que verdaderamente se sentía solo.

El saber que aquel chico podía indignarse de ese modo por él, lo llenó de cierta alegría a pesar de que por otro lado no le gustaba ser la causa de sus preocupaciones. Suavemente, Kagami le quitó el cuchillo de la mano a Kuroko, que seguía con aquella expresión combativa en el rostro. Sin darle tiempo para que pudiera apartarse, le rodeó la cintura con las manos y lo acercó hacia él, obligándolo de este modo a que tuviera que levantar el rostro para poder mirarlo a la cara.

—Claro que me importa, pero estoy acostumbrado a ello, Kuroko —le dijo con honestidad—. Sin embargo, tienes razón, hay ocasiones en las que me gustaría que hubiese alguien en casa, aunque solo fuera para darme la bienvenida. Tal vez —comenzó en tono juguetón, dispuesto a cambiar la atmosfera de seriedad de la conversación—, deberías venirte a vivir conmigo y ser esa persona. ¿No te gustaría?

A pesar de que aquello era claramente una broma tonta para aliviar la tensión del momento, Kagami notó como las mejillas se le abrasaban de golpe, casi al mismo tiempo que lo hacía el rostro de Kuroko. No podía creer la estupidez que acababa de decir, mucho menos que aún siguiera vivo y no hubiera muerto a causa de la vergüenza.

Desesperado, intentó encontrar una manera de salir de aquel embrollo en el que él mismo se había metido; sin embargo, un repentino golpe en las costillas lo hizo doblarse un poco a causa del dolor. El rostro de su novio estaba casi al mismo nivel que el suyo, mirándolo muy serio a pesar de lo avergonzado que aún parecía.

—En verdad eres un idiota por decir esas cosas, Kagami-kun. No es algo que puedas decir tan a la ligera —lo regañó Kuroko—. Pero... podría pensármelo.

—¡¿Que?! —Ante la sorpresa de aquellas palabras, Kagami se echó para atrás, chocando con la encimera de la cocina y tirando al piso unos cuantos huevos que se hallaban allí—. ¡Maldición!

En ese instante, alertado por el ruido, Nigô llegó corriendo a ver qué ocurría, resbalando sin darse cuenta en la viscosa mezcla que estaba tirada en el suelo, gimiendo luego lastimosamente a causa del golpe.

Reaccionando por instinto, Kagami se agachó de inmediato para recoger al cachorro. Notó la punzante clavada del golpe en la frente segundos antes de percatarse de que acababa de chocar con la cabeza de Kuroko que había reaccionado de la misma forma.

—¡Kuroko, lo siento! ¡¿Te duele?! —Alarmado, Kagami le pasó con suavidad los dedos en la zona que en ese momento se estaba poniendo un poco inflamada y roja—. ¡Iré por hielo! ¡Y medicina! ¡No te muevas de aquí! ¡¿Y qué traigo para Nigô?!

—Eso ha dolido, Kagami-kun, pero no necesito nada. No exageres, solo ha sido un cabezazo. No voy a morirme —lo tranquilizó el chico mientras se sobaba la zona adolorida. Luego, de manera experta, acarició a Nigô para calmarlo y poder revisarle ya que este seguía tirado en el suelo con expresión lastimera, aunque parecía encontrarse bien—. Creo que no se ha hecho daño, solo ha sido el susto del golpe. Pero me alegra que te preocupes por él, Kagami-kun —le dijo Kuroko a la vez que le dedicaba una sonrisa que hizo que su corazón se paralizara durante unos segundos.

Intentando ocultar lo afectado que estaba por ese simple gesto, Kagami acercó con cuidado un dedo al cachorro que rodó de costado moviendo felizmente la cola cuando él lo tocó. Estaba completamente pringado de huevo.

—Esta bola de pelos ha quedado muy sucia —le hizo notar al chico—. No podemos dejarlo así.

—Sí, creo que voy a tener que bañarlo. —Sujetando al perro para que no fuera a salir corriendo y dejara todo perdido, Kuroko se puso de pie sosteniéndolo con cuidado en sus manos—. Kagami-kun, lo siento, pero voy a tener que tomar prestado tu cuarto de baño un momento. Vamos, Nigô.

A los pocos minutos de que estos abandonaran la cocina, él llamó a la puerta del baño y entró, encontrándose con que el chico y el cachorro esperaban pacientes a que se llenara la bañera con agua. Su novio de inmediato lo miró con curiosidad.

—Kuroko, toma. Será mejor que ocupes esto sino quieres terminar todo mojado —le dijo al tiempo que le tendía un par de sus prendas de vestir. Miró al cachorro que se mostraba muy inquieto por estar encerrado allí y parecía dispuesto a aprovechar la mínima oportunidad para salir huyendo—. Mientras lo bañas voy a terminar de preparar la cena.

—Lamento no poder ayudarte y el haberte causado problemas, Kagami-kun. En cuanto termine con Nigô iré a ayudarte.

—Puedes tomarte tu tiempo. —Kagami le acarició la cabeza, pero antes de marcharse, no pudo contenerse de hacer la pregunta que llevaba minutos dando vueltas dentro de su cabeza—: Kuroko, sobre lo que me dijiste antes… ¿Lo decías en serio?

El sonrojo en las pálidas mejillas de su novio no se hizo esperar, así como la aceleración de su pulso cuando los claros ojos de Kuroko se clavaron en él. Asustado y ansioso, Kagami era consciente de que aquella respuesta era mucho más importante de lo que esperaba.

—Bueno… —comenzó el chico, algo cohibido—, no creo que sea posible ahora mismo, porque ambos somos estudiantes y hay muchas cosas en las que pensar, pero… supongo que no me disgustaría en el futuro.

Una alegría burbujeante pareció explotar dentro de su pecho al oírlo. Kagami no estaba muy seguro del por qué, simplemente que aquella respuesta de Kuroko le daba esperanzas de que las cosas sí pudieran funcionar finalmente para ellos. Porque el tiempo transcurría sin pausas, y si ambos permanecían juntos mientras un día consumía al otro, ese futuro no parecía algo tan lejano.

Sorpresivamente, Kagami depositó un rápido beso sobre los labios de Kuroko. Fue un beso torpe, en el que terminaron golpeando sus narices, gimiendo por lo bajo y luego riéndose de lo tontos que ambos eran; sin embargo, las sonrisas compartidas y la complicidad del momento significaban para ellos algo tan importante como una promesa.

Finalmente, decidiendo que era momento de marcharse a limpiar y cocinar, Kagami salió del cuarto de baño, sintiéndose más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.

No había alcanzado a llegar ni a la sala cuando oyó que Kuroko lo llamaba, así que pensando que seguramente su novio necesitaría algo, regresó a toda prisa. No pudo evitar sorprenderse cuando, al abrir la puerta, se lo encontró de pie con expresión de seria expectación.

—Bienvenido, Kagami-kun —dijo el chico, con una tímida sonrisa en los labios.

Kagami tardó unos segundos en comprender a que se refería; no obstante, cuando lo hizo, notó como los ojos le ardían al intentar contener las lágrimas mientras un nudo de emoción se le formaba en la garganta, casi impidiéndole hablar.

Parado allí, en aquel momento, mirando a aquel chico que entró de golpe en su vida para alterarla por completo, Kagami fue plenamente consciente de una gran revelación: Kuroko se había convertido en una de las cosas más importantes en su vida. Una parte tan vital como dolorosa. Tan fascinante como peligrosa. Sin que él se diera cuenta, este se le había enredado en el alma de una forma catastrófica.

Tendiendo una mano que el otro chico tomó sin dudarlo, con la voz un poco enronquecida por la emoción contenida, le dijo:

—Estoy en casa.

 

Notas finales:

Hola nuevamente, y nuevamente muchas gracias a todos quienes se dan el tiempo de seguir y leer mi historia. Espero que este capítulo les haya gustado, sobre todo porque de momento ha sido uno de los que más me ha gustado escribir y que maravillosamente avanzó casi sin pausas ni cambios, tal vez por el hecho de que esta vez ha pasado un poco el drama y la relación de Kagami y Kuroko ya está tomando un rumbo.

Bueno, nos leemos a la próxima y otra vez miles de gracias.


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