11-La noche empieza.
Claude miró a la empleada mientras el chef continuaba la preparación del desayuno acordado. Juntos llevaron dicho desayuno hacia la entrada de la habitación pero antes de entrar el mayordomo se detuvo y mirándola le dijo--¡Escucha bien! Ahora cuando entremos usted va a disculparse por lo que hizo y jurará que no lo hará de nuevo. La única razón por la que sigue trabajando aquí es porque Pegasus sama no es una persona tan estricta como parece—la reprendió y ella asintió de mala gana pensando que tendría que disculparse con la “pollera asesina” como la llamaba.
Ni bien dejaron las cosas Claude miró a Joey con ojos asesinos.
¡Señorita!—dijo él y ambos padre e hija lo miraron—Deseo disculparme por mi comportamiento de más temprano y decirle que nunca volverá a tener una queja sobre mi comportamiento—dijo muy sumiso.
¡Ja, lo dudo!—dijo la rubia con altanería.
Su padre le dijo--¡Desire! ¿Podrías dejar esto en paz?—
¡Pero papá…!—se iba a quejar la ojiceleste.
Pelear con una empleada no es algo de lo que puedas estar orgullosa, Desire—advirtió su padre y eso hizo que esa muchacha detuviera sus ataques contra Josephine. Al menos temporariamente.
El comedor fue engalanado de punta a punta para la visita del joven Kaiba sama. Claude sacó los cubiertos de oro macizo y la vajilla de Francia. De hecho todo se instaló en el segundo comedor de la segunda planta, que daba a una terraza con mirador privado. Claude hizo que Josephine llevara dos copas de champagne y un mantel de lino para la pequeña mesa redonda que había junto a dos sillas que lado a lado miraban hacia el sitio en que la vista de un océano fabuloso y un cielo estrellado daban un marco muy romántico.
Cuando estén comiendo el postre lleva el champagne y dos copas al mirador—fueron las instrucciones del mayordomo.
Josephine asintió en silencio. Sabía lo que Pegasus y Claude tramaban. Ayudarían a la pequeña princesa a tener lo que tenía y en el proceso el amo de la casa obtendría poder en la empresa de su yerno. Aunque aparentemente perdería la pelea tendría grandes facilidades para carcomer KC desde dentro.
Seto entró como cualquier amo de casa a su hogar. Eran las ocho en punto cuando “la melada” le abrió la puerta. Entró disparando con sus ojos azules ráfagas de helado descontento por verse obligado a estar ahí pero Joseph lo percibió como su engreimiento de siempre. Sin embargo hizo una pequeña inclinación y abrió más la puerta para dejarlo pasar.
Desire ojousan lo recibirá en breve—dijo la empleada y él sonrió de medio lado haciendo que algo dentro de Wheeler se encrespara. De seguro mentalmente se burlaba de él.
La señorita Pegasus no tardó en aparecer con una inusual languidez y un vestido rosa largo con apliques de brillantes en un hombro, era de falda ancha y lisa con un volante que la recorría solo en una parte. Bajó la escalera central lentamente mirando a Kaiba mientras hablaba—Kaiba sama, es un honor recibirlo en nuestra casa. Mi padre esta resolviendo algunos asuntos por lo que me pidió que lo recibiera y lo acompañara a la mesa—cuando terminó de hablar estaba al fondo de la escalera y estiró un brazo hacia el mencionado castaño que tomó la mano que se le extendía sin titubeos.
Por un momento Seto miró a la empleada y la joven lo percibió.
¿Hay algún problema, Seto sama?—preguntó ella cambiando repentinamente al nombre de pila pero él no pareció notarlo.
Esta empleada no parece para nada profesional—adujo Seto para distraer la atención de la ama y para molestar a la sierva.
Cosa que si tuvo efecto por ambas partes porque…
De hecho le he pedido a mi padre que la despida en varias ocasiones por ineficiente pero él sigue con su proteccionismo sin bases—dijo Desire.
¿Acaso su padre se ha vuelto un filántropo de los pobres y poco talentosos?—preguntó Seto riéndose en la cara de “la joven”.
¡No lo sé! ¡Debiera preguntarle!—dijo la joven que lo encontró muy gracioso.
En todo caso le serviría para bajar impuestos. Tal vez yo también debiera hacerlo—dijo el joven de ojos azules.
¡Pero con ella no! ¡Jajajaja! ¡Es una piedra en el zapato!—dijo la rubia.
¡Seguiré su consejo!—le dijo el CEO a Desire mientras caminaban rumbo a las escaleras.
(¡Deberían casarse!) pensó Joseph (¡Esos dos están cortados con la misma tijera!) luego tuvo una idea y una sonrisa algo macabra iluminó el rostro de “la empleada”. Después de todo sería beneficioso que “la” despidieran. ¿Qué tenía de malo divertirse en el proceso? Además podría sacarse dos espinas del zapato. La sonrisa de Wheeler se ensanchó.