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Hijo ... del Empalador por M Camus ScarlettVerseus

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Notas del capitulo:

No Dire excusas innecerarias. Solo Dire que no voy a abandorar el fics  

-.--.-..--
Sentados aún en la mesa, milo se levantó ante la atenta mirada de Camus. Camino hacia su mochila, cerca de su espada. Abrió la mochila, y en ella encontró muchos frascos, hojas, uno que otro ungüento para quemaduras, también para evitar infecciones, cuchillos, unas dos bombas pequeñas más o menos y otros objetos que servirían en algún momento…

Camus por otra parte, seguía concentrado en milo, en sus movimientos. Termino de recoger los platos y cucharas para luego llevarlos a algo que parecía un fregadero, los tiró sin la más mínima delicadeza y se dispuso a caminar hacia la olla que se encontraba aun prendida.

- Que haces? – pregunta el heleno observando lo que hacía el francés.

- Apago la hoya – le dijo como respuesta, que sonó seca y fría.

Milo se levantó con la vista fija en Camus.

Y todo lo demás ocurrió muy lento.

Estiro su mano hacia Camus con la intensión de que este no hiciera mucha fuerza y antes de que ésta pudiera aunque sea la oportunidad de rosarla...

…..LA PUERTA ESTALLO…..

Se rompió en mil pedazos lanzando trozos de madera por doquier, todo estaba lleno de un espeso humo, fuego leve y gas.

Camus estaba cegado, la hoya a su izquierda amenazaba con caerse pero logro sujetarla, ese líquido caliente en una casa de madera sería peligroso.

Se levantó y dejo la hoya en el suelo y buscó con la vista nublada a Milo.

Tosió y tosió, el humo le estaba afectando, se sentía inmóvil, sentía el cuerpo pesado, estaba mareado, y con la vista nublada…

Intento moverse, pero sus piernas no funcionaban, no se movían.

- ¡MALDICION! – El humo se volvió mas y más espeso, dejándolo débil, vulnerable. Que odio sintió de sí mismo en ese instante.

-.-

Todo fue rápido no le dio tiempo de nada, gracias a la explosión, su cuerpo se alejó de Camus.

Tosía pausadamente en leves ocasiones, intentó localizar sin éxito a su compañero.

Lo escucho toser más que el mismo a cada instante, cada vez más fuerte y continúo.

La oscuridad era fuerte gracias al humo, busco con su vista llorosa al francés, pero no lo encontró, asi que con paso pesado, camino a donde creía que estaba antes. A pesar del tiempo, reconocía el lugar como si hubiese vivido ahí durante muchos años.

Camino con cuidado; varios trozos de madera golpeaban su cuerpo y brazo derecho, donde estaba su filosa espada.

Lo escuchó nuevamente toser, pero a diferencia de los otros, este sonido era más débil. Llegó hacia la chimenea y lo vio agachado con ambas manos sobre su boca. Sin medir fuerza, se agachó y pasó su brazo izquierdo por la cintura del otro, pegando así, su cuerpo consiente al del casi inconsciente.

Lo ayudó como pudo con su brazo, pero claro, también contó con la ayuda del galo que intentaba caminar al mismo paso que el de él, y de esa manera, con dificultad ambos lograron salir de la casa.

Una vez afuera, Milo depositó con cuidado a Camus quien se sentó en la nieve a respirar el aire limpio que necesitaban sus pulmones.

Milo también se destenso y respiro hondo varias veces, bajó la vista centrándola en Camus, el cual respiraba aun agitado, pues en su estado el humo había sido mucho más peligroso de lo que fue con él.

De repente sus sentidos se agudizaron y empuño nuevamente su espada, dejando de mirar a su acompañante el cual también se alertó y levanto la cabeza.

-.-

Vio a sus oponentes que por lo visto eran dos, pero uno de ellos al parecer no podía pelear así que fijó su vista en el que se encontraba de pie.

Un hombre de cabello azul y un ropaje sin armadura. Una sonrisa cínica adorno su rostro. El hecho de que ese hombre no llevara armadura, y el sí, era una gran ventaja.

Su vista viajo hacia el otro hombre que lo miraba expectante.

El hombre que se encontraba sentado en la nieve, contaba con un cabello turquesa y ojos d color zafiro, con una piel clara, más que la del otro.

Pero a causa de su debilidad estaba pálido, dándole un color de piel aún mas blanca de lo que ya era.

Ensanchó aún más su sonrisa al notar que sin duda ganaría esa batalla... sin muchos preámbulos apuntó hacia el peli azulado, lanzando su primer ataque.

-.-

Milo notó la ensanchada sonrisa de aquel extraño, pero lo que le tensó fue darse cuenta que ese hombre tenía su mirada puesta en el galo, noto también la rigidez en el cuerpo de su contrincante, signo de que en cualquier momento atacaría, así que dio unos pasos hacia la izquierda para cubrir a Camus con su cuerpo, y después hacía adelante, listo para clavar su espada en aquel hombre.

Camus estaba agobiado, casi aterrado, algo que se podía notar en sus ojos, los cuales observaban con mucho cuidado la pelea.

El enemigo, un chico de cabello casi blanquecino o eso creía y ojos de tonalidad que no alcanzaba a ver llevaba puesta una armadura un poco desgastada, pero aun podía aguantar un par de peleas.

Milo era todo lo contrario, solo tenía como defensa su espada, al estar con el general jamás pensó que las necesitaría ya que este estaba herido.

Vio que su compañero estaba en apuros tenía que ayudarlo, pero... ¿cómo?, si apenas y podía caminar con su pierna mal herida, miró a su alrededor, no había nada que lo pudiera ayudar. Luego enfocó su vista hacia esa pequeña casa destruida en donde antes el, dormía con su compañero.

- Quizás... –susurro con la mirada perdida en la choza.

Milo tenía una bolsa, mejor dicho una mochila repleta de armas, y si encontraba...quien sabe...quizás una granada o algo más fuerte que la espada, podría lanzársela al cosaco, así éste podría ganar la batalla.

-.-.-.-.-

Su vista trató de buscar al chico que antes se encontraba sentado en la nieve, vio como éste entraba en aquella choza. Lo que sea que intentara hacer o buscar en esa choza, no lo lograría, y el se encargaría de eso.

Miró de nuevo a su contrincante antes de lanzar su espada hacia el cuerpo del otro. Las espadas chocaron una contra otra varias veces.

Milo recibió un empujón por parte del invasor, dándole tiempo al mismo, de correr hacia la choza, pero Milo lo interceptó y sus armas volvieron a la contiende.

Milo había notado que desde hace unos segundos observaba con meticulosidad que la mirada de ese hombre se dirigía a la choza, fue cuando notó que el que estaba ahí dentro era nada mas y nada menos que el galo.

Sea lo que fuera que Camus estuviera haciendo ahí dentro, más mas le valía que fuera algo bueno, algo que lo ayudara.

Empujó a su enemigo con todo la fuerza que su agotado cuerpo pudiera darle y corrió como loco hacia donde el galo estaba.

Lo encontró agachado, revisando con desespero su mochila todas sus cosas estaban regadas y Camus no parecía tener la intensión de ordenarlas como estaban antes, aunque eso en este momento no le importaba.

- ¡¡¡¡ MILOOO !!!!! – Gritó Camus al verlo entrar.

Milo entro corriendo y el galo solo sintió como éste lo jalaba del brazo para huir, pero Camus puso resistencia

- ¡MILO! ¡No! ¡Hay que conseguir un arma! ¡estás cansado y yo no puedo luchar!

- ¡No seas tonto!, el es solo uno, deja que yo lo mato... – le aseguró Milo a Camus, pero éste no estaba convencido, sabía que no podía y si no intervenía, el resultado sería fatal.

- ¡Vamos ya! , maldita sea Camus – regaño antes de dar un último jalón levantándolo, pero aun así éste no soltaba la mochila.

Camus se rehusó a dejar de buscar en la mochila así, que se soltó y se alejó de Milo, y tiró el bolso al suelo ignorando las protestas de Milo, el cual estaba por seguirlo para intentar arrastrarlo de nuevo.

La puerta se cerró de golpe y ambos voltearon observando a aquel bastardo, el cual tenía una sonrisa cínica, algo que enojó aún más al heleno.

- Ya me tenéis arto, huyen como los ratones que son - se mofó señalándolos con la hoja de la espada en alto.

Milo apretó el mango antes de blandirla. Sus piernas estaban tensas, era una mala señal y Camus lo notó.

Su mano sintió algo pesado, quizás hierro, que por estar enganchado a la tela no se había caído del bolso.

- ¡Milo NO! ¡Alto! ¡Espera! - Le grito con la suficiente fuerza para que este le oyera.

Las espadas chocaron de nuevo, el filo de una contra la otra. Cara a Cara. El heleno gruñía mostrando su dentadura blanca, la rabia e impotencia le cegaba, no lograba asestarle ni un solo tajo con su espada.

La sangre manchó el suelo con la fuerza con la que el mismo apretaba en mango de la hoja. Oyó a Camus llamarle, pero no le importó. Su enemigo trastabillo... era ahora o nunca, estaba a punto de realizar un movimiento, pero el otro notó sus intenciones

- Ah no, ni creas - dijo obligándose así mismo a recuperar el equilibro. Ambas espadas iban directo a su objetivo.

La primera hoja de la espada, rasgó levemente la armadura, y al tener contacto con la piel se rompió con fuerza. La segunda atravesó las telas de la ropa de su cuerpo, se impulsó hacia atrás huyendo del filo de la espada, cayó al suelo mientras el otro cuerpo se apoyaba en la pared.

Milo desde el suelo tenía un ojo cerrado, y elevaba la cabeza como podía a causa del dolor que sentía, su mano derecha sin quererlo, soltó la espada. Posó la misma mano en la parte izquierda de su cuerpo, donde el líquido carmesí corría.

Así mismo, la sangre bañaba un lado de la pared donde el contrario se apoyaba.

- Yo... seré quien los mate a los dos. - ya no había sonrisa en su rostro solo odio.

Cuando de repente, un sonido estalló en esas cuatro paredes, rompiendo vidrios por el impacto ensordecedor, hiriendo a alguien de muerte...

Milo abrió sus ojos, lo más que sus facciones se lo permitieron, y el hombre frente a él se desplomo aparentemente… Muerto.

Camus se puso de pie y fue junto a él, se agacho para revisar su herida

- Con que lo... -

- Con una bala - interrumpió conociendo lo que el otro le diría - Tarde, porque tú no te apartabas si disparaba antes, seguro te daría a ti también. Supongo que saliste bien librado - presiono la herida - a pesar de esto... estamos vivos - dijo al final con una sonrisita.

Su cuerpo agotado ya no podía mas.

-Ayyy... Camus...- dijo suavemente antes de desmayarse y caer en la oscuridad.

Camus lo observó, y logró sonreír a pesar del pesado ambiente.

Por mucho que milo necesitase descansar, no podían, o los encontrarían de nuevo, así que su mente trabajaba a mil ideando un plan.

Un quejido se oyó en el silencio.

Camus viro su cuerpo al extraño y se acercó a revisar, suspiró con alivio, solo había sido aire, saliendo de ese cuerpo.

Lo observó con determinada, determinación... porque será…

Que por alguna razón...

¿SE LE HACIA CONOCIDO?


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