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¿Desde cuando somos así? por Kitana

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Milo se paseaba en la sala de la casa de sus padres. Estaba nervioso, nunca había hecho o dicho nada como lo que estaba a punto de hacer. Pero bien valía la pena hacerlo.

 

Cuando sus padres aparecieron, besó la mejilla de su madre y abrazo a su padre.

 

- ¿De que quieres hablar Milo? - dijo su padre.

- De que me caso. - dijo de golpe.

- Pero... creí que habíamos hablado de eso. - dijo su madre angustiada.

- Tú y mi padre hablaron... no yo. - dijo Milo apretando los puños. Aquello estaba siendo más difícil de lo que se había imaginado.

- Entonces es verdad lo que dijo Shaka y estás decidido a casarte con ese caza fortunas, ¿no es verdad? - dijo su padre con molestia.

- Él no es como tu te imaginas... él no es como nadie que tu conozcas, él es... perfecto para mí.

- Hijo, lo dices porque estas muy ilusionado.

- Lo digo porque es la verdad... no tiene caso que sigamos hablando, solo vine a informarles que me caso en dos horas y si quieren asistir, están invitados. Pero si solo asistirán para acosar a Afrodita, lo mejor será que ni se presenten. - dijo y se puso de pie furioso y dolido.

 

Salió a toda prisa, había creído que ellos se dejarían convencer, que entenderían que había vuelto a vivir solo por intervención de Afrodita, que lo amaba y que nada le hacía más feliz en el mundo que la idea de compartir su vida con él. Pero no lo habían entendido. Subió a su auto hecho una furia, sintiendo que había sido un error visitar a sus padres.

 

Al fin llegó hasta el departamento de Afrodita, aquella iba a ser sin duda una mañana agitada para ambos.

 

- No quisieron venir... ¿verdad? - fue todo lo que le dijo Afrodita cuando lo vio llegar.

- Eso no importa cariño, me cambio y nos vamos. - dijo Milo intentando sonreír.

- A ti te importa... ellos nunca van a aceptarme, ¿verdad?

- Afrodita, yo te amo y eso es todo lo que importa, si tu me amas lo demás me tiene sin cuidado. - dijo y lo abrazó. - Ahora te sugiero que te cambies y que vayamos a casarnos de una vez. ¿Kanon irá?

- Sí... el y Radamanthys serán nuestros testigos.

- Bien, entonces, a prisa casi señor Scouros. - dijo Milo con una sonrisa. - Vamos, quita esa cara, ya no soy un niño y no van a imponerme su voluntad. Si antes no pudieron, ahora menos. - dijo Milo y lo abrazó.

- Espero que no te arrepientas después de esto.

- No voy a arrepentirme Afrodita, me arrepentiría si en algún momento pensara que tienen razón. No he sido más feliz en toda mi vida de lo que soy ahora.

- ¿Ni siquiera con tu otro esposo?

- Con él las cosas eran diferentes... lo amé, pero de una forma distinta a como te amo a ti. - dijo el griego.

- Entonces ve a cambiarte porque no quiero llegar tarde. - dijo Afrodita  con una sonrisa algo triste pero llena de esperanza.

 

Kanon y Radamanthys estaban esperándolos en el registro, Kanon parecía tan nervioso como sí él mismo fuera a casarse.

 

- Relájate Kanon, ¿qué es lo que te tiene tan nervioso? - le dijo Radamanthys sosteniendo su mano.

- No sé, de verdad no lo sé. - dijo Kanon parando en seco sus pasos. Radamanthys sonrió.

- ¿Quieres que salgamos a tomar aire? Creo que no te viene bien el encierro. Kanon sonrió.

- Gracias Rad. - susurró y acto seguido le arrastró al exterior. Radamanthys se dejó llevar por Kanon, no alcanzaba a descifrar aún las señales que el pelinegro le daba, pero sabía que algo no estaba bien, que algo no estaba funcionando como él lo deseaba.

 

Salieron al diminuto jardín que estaba frente al registro, Kanon parecía tentado a decir lo que le sucedía de un momento a otro. Radamanthys no quiso preguntar, sabía que no era nada bueno presionar a Kanon en un estado semejante porque de hacerlo se arriesgaba a abrir un estuche repleto de ira y caprichos.

 

Lo guió hasta la minúscula sombra que ofrecía un raquítico pino y lo miró.

 

- Rad... hay algo sobre mi que no te he dicho... y que puede causarnos problemas... - dijo Kanon en voz muy baja.

- Kanon, ya se que roncas en las noches. - dijo Radamanthys en un intento de broma. Kanon se puso tan rojo como una fresa y protestó.

- ¡Yo no ronco pedazo de cretino! ¡Por si no te has dado cuenta intento hablar en serio!

- Lo sé. Solo que me he acostumbrado a que no seas tan solemne y estabas comenzando a ponerte histérico.

- Si... es verdad... pero de verdad quiero hablar contigo de esto en serio.

- Lo sé, pero, ¿podría ser después de la boda?

- Preferiría que fuera antes o no tendré paz.

- Si es tan importante para ti... podemos hablarlo ahora mismo. - dijo Radamanthys guiándolo hacia una de las dos bancas que había en el jardín. Se sentaron, Kanon no sabía como empezar, Afrodita le había dicho que no era recomendable sostener una conversación semejante con Radamanthys pues su relación apenas comenzaba pero, él sentía la necesidad de hacerle saber sus preocupaciones.

- No sé de que forma decírtelo...

- Dilo justo como lo sientes, es lo mejor que puedes hacer. - dijo el rubio tomándole de las manos.

- ¿Qué tan importante para ti es tener hijos?

- No lo sé. Nunca me he puesto a pensar en ello. Si sucede, sería una bendición, y si no sucede, habrá algún motivo para ello.

- Pero, si te quedas conmigo, en algún momento querrás tener hijos, por que tú sabes... yo soy un efebo.

- Kanon, tus órganos reproductivos no son trascendentes para lo que siento por ti.

- Entonces... no te importaría si no tenemos hijos...

- Si no los deseas no los tendremos. - Kanon se echó a llorar.  Radamanthys se sintió como su hubiera roto no un plato, la cristalería completa. - ¿Qué dije? - se arriesgó a preguntar.

- Nada malo... es que no es que no los desee... es que simplemente no puedo tenerlos.

- Si algún día queremos hijos veremos el modo de tenerlos, por ahora creo que deberíamos preocuparnos por cosas más inminentes que esas. - Kanon no se esperaba una respuesta semejante, Radamanthys había dicho aquello haciendo gala de una serenidad pasmosa. Le pareció que en realidad a Radamanthys no le importaba en lo absoluto el detalle de que él fuera estéril. Lo miró a los ojos, Radamanthys se veía tan calmado, tan sereno que le sorprendió. - Ahora vamos a limpiar esas lágrimas y a entrar al registro o tus amigos pensaran que los hemos plantado. - Radamanthys no esperó una respuesta de Kanon, simplemente le limpio el rostro con sus propias manos y un pañuelo desechable. - Bien, así está mejor. - dijo el inglés con voz suave y una sonrisa que simplemente le arrancó una a él.

- Es cierto... Dita es de lo más quisquilloso con la puntualidad. - dijo el pelinegro siguiendo a Radamanthys al edificio del registro.

 

La boda fue de lo más sencilla, como era de esperarse, los padres de Milo no asistieron.

 

Después de la sencilla ceremonia, Milo y Afrodita les invitaron a comer para estrenar su nuevo hogar.

 

- Espero que les guste, yo mismo preparé todo. - dijo Milo sonriente, no podía evitarlo, al fin estaban casados y Afrodita se veía mucho más calmado que horas antes.

- Gracias por la invitación. - dijo Radamanthys.

- No hay nada que agradecer, ahora comamos. - dijo Afrodita sonriendo.

- Está delicioso. - dijo Kanon luego del primer bocado.

- Gracias... - dijo Milo mirando fijamente a Afrodita.  - Quisiéramos pedirles algo más. - dijo sin dejar de mirar a Afrodita. - Afrodita y yo... abriremos un negocio propio... y nos sentiríamos muy honrados si Radamanthys quisiera pintar un mural en el local que ocuparemos. - dijo mientras sostenía la mano de Afrodita.

- Yo... no sé que decir, es decir, ni siquiera esta lista mi primera exposición. - dijo el inglés.

-  Lo sabemos, pero también sabemos que tienes talento. - dijo Afrodita. - Por eso queremos que lo hagas, por supuesto que te pagaremos, y podrás pintar lo que quieras.

- Nuestra única exigencia es que Afrodita debe estar en el mural, tú sabrás como lo logras. - dijo Milo sonriendo. - Puedes empezar cuando lo desees, la sección donde se encontrará el mural no abrirá sino hasta que tu hayas terminado y no se hablará de ella sino hasta que el mural este listo, ¿te gusta la idea?

- Claro que me gusta. Pero, ¿por qué yo? Sé que tienes una gran fortuna, podrías contratar a quien desees, ¿por qué yo?

- Por que sí. - dijo Milo. - Tómalo como un capricho si quieres, pero por favor acepta. - dijo el griego. Radamanthys lo miró. No cabía duda de que ese hombre tenía un motivo secreto para pedírselo a él, y le habría gustado saberlo. Pero por otro lado, era una gran tentación pintar por encargo, pintar con  la promesa de un pago era sin duda demasiado atrayente.

- De acuerdo, lo haré.

- Es un trato entonces. - dijo Milo ofreciéndole la mano. Afrodita sonreía. Kanon no entendía, pero se sentía feliz, feliz de tener a Radamanthys y a tan buenos amigos en su vida.

 

En el departamento que los gemelos compartían, Saga se hallaba sentado en uno de los sillones de la sala, en sus manos se encontraba un sobre blanco rotulado con su nombre y en el que aparecía el logotipo de uno de los mejores laboratorios de la ciudad.

 

Llevaba horas ahí, sosteniendo el sobre sin atreverse a abrirlo siquiera. ¿Qué pasaría de resultar que él era el padre de la hija de Aioros? ¿Cómo iba a tomárselo Shaka? ¿Qué haría él? No podía simplemente desentenderse, no podía simplemente fingir que todo seguía igual como pretendía Aioros.

 

- Dioses... - murmuró elevando el rostro hacia el techo. - ¿Dónde demonios estás Kanon? - murmuró nervioso. Estaba desesperado. Por una parte, quería saberlo ya, pero por otra, temía que el saber lo que ese sobre ocultaba le separara de Shaka. No quería perderlo, por supuesto que no, y con mayor razón sabiendo que estaba embarazado. Shaka había rechazado por todos los medios posibles verlo desde la tarde en la que le dijera en que consistía la condición que Aioros ponía para darle el divorcio.

 

Repasó una y otra vez el sobre que contenía los resultados, estaba cansado de la incertidumbre, en un arrebató, rompió el sobre y extrajo esa insignificante hoja de papel que bien podía cambiar su vida.

 

Al leer se quedo de una pieza, no entendía exactamente lo que ahí decía, pero el punto central era claro, él no era el padre de la hija de Aioros. Sonrió y, como si no hubiera un mañana, echó a correr en dirección a la puerta.

 

Tenía que decírselo cuanto antes, tenía que hacerle saber que era cuestión de días para que el divorcio fuera un hecho y pudieran casarse.  No tenía idea de cómo iba a decírselo, pero quería decírselo, tenía que hacerlo, a pesar de que no tenía ni idea de donde encontrar a Shaka.

 

De cualquier manera se subió al auto y mientras conducía hacía la avenida, pensó en donde podría encontrar a Shaka. No estaba seguro de que el rubio lo recibiera, o de que quisiera verle, lo  había intentado todo para orillarle a conversar, sin embargo, Shaka siempre lograba escaparse utilizando lo que tuviera a su alcance.

 

La separación le había resultado útil para darse cuenta de que las cosas entre ellos tenían que cambiar, no podía seguir dando por sentado que Shaka siempre estaría ahí, y tampoco podía continuar obviando la buena disposición del otro a lo que fuera que se le ocurriera, era tiempo de cambiar.

 

Frenó súbitamente, ganándose con ello un par de insultos del conductor que venía detrás de él. Le importó muy poco las miradas y los insultos, había tenido una idea.

 

Recordó que Shaka siempre se había quejado de lo poco romántico que era, de la escasez de detalles hacia él, de lo sensible que se encontraba, en fin, de todos esos pequeños detalles que al final resultaban ser el alimento de una relación como la que llevaban.

 

Se dijo que aún estaba a tiempo, que podía corregir sus errores del pasado y hacerlo feliz, si, eso haría.

 

Aceleró al llegar a la zona residencial en que Shaka habitaba. No estaba seguro de poder encontrarlo, pero si de que tarde o temprano tendría que escucharlo.

 

Kanon y Radamanthys estaban llegando al departamento del primero. Kanon estaba demasiado callado.

- ¿Sucede algo? - dijo Radamanthys rompiendo el pesado silencio.

- No, nada...

- Pareces preocupado.

- Lo estoy, solo un poco.

- ¿Puedo saber la razón?

- No me hagas caso, son solo tonterías.

- No creo que sean tonterías si te tienen así de preocupado.

- Sí te lo digo... ¿no te burlas?

- Por supuesto que no, ¿por quién me tomas?

- Lo siento Rad... tanto tiempo al lado de alguien como Julián me arrebató la seguridad.

- Tranquilo, solo dime lo que sucede, tal vez pueda ayudarte.

- Es que... no sé exactamente lo que tengo, es como un ataque de melancolía.

- Entonces ven acá y deja que te abrace. - dijo Radamanthys abriendo los brazos - A veces no entiendo lo que pasa en tu cabeza, pero te garantizo que me esfuerzo, me esfuerzo bastante. - dijo el inglés besándolo en la frente. - Por cierto, ¿Qué has pensado respecto a mi petición?

- ¿Cuál?

- La de que poses para mí. Con la petición de Milo me vino una idea a la mente, ¿por qué no pintarte también a ti en ese mural?

- ¿Estás seguro? Los dos sabemos que Afrodita hace honor a su nombre, y yo... pues yo solo soy yo.

- Tu eres perfecto, eres simple y sencillamente perfecto para esa pintura, cuando te enteres de lo que quiero hacer tu también lo pensaras.

- No entiendo nada, pero si el que acepte te hace feliz, entonces digo que sí. - dijo Kanon con una sonrisa triste.

- No lo hagas si no quieres...

- Pero quiero hacerlo, quiero saber que se siente verte trabajar... no voy a dejar que solo Dita lo sepa. - dijo Kanon sonriendo con más sinceridad.

- Esta bien, voy a comenzar con el plan de trabajo y esas cosas, cuando esté listo te  lo diré.

- Y yo que creía que los pintores eran impulsivos y desorganizados... - dijo Kanon con una expresión algo infantil.

- Bésame y deja de divagar. - dijo Radamanthys estrechándolo con fuerza. 

- Rad...

- ¿Qué?

- Te deseo. - el inglés se quedó callado mirando fijamente a Kanon, el pelinegro lo admiró, lo halló sensual, masculino, desbordando sexualidad por cada  centímetro de su persona. Sencillamente irresistible...


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