9-Atentado.
Seto Kaiba se encaminaba hacia la puerta de su mansión. Como era de preverse llevaba un traje negro. Al llegar a la cima de la escalinata que albergaba la entrada de su hogar miró a los jóvenes a su lado. Ambos lucían semblantes aburridos y sus corbatas estaban desaliñadas.
¡Arréglense bien! ¿Quieren?—dijo en tono cortante el padre.
¿Por qué tenemos que ir a un entierro?—preguntó Kotatsu.
Los padres normales llevan a sus hijos al cine en vacaciones. No a un entierro—se quejó Setsu.
También los padres normales castigan a sus hijos en vacaciones por portarse mal. ¿Quieren eso?—preguntó el alto y castaño.
¡No señor!—dijeron ambos sin ganas y a coro porque conocían los castigos de su padre. Un dia en una habitación con PEM (pulso electromagnético-sirve para que ningún aparato eléctrico funcione en el lugar)
Después de un momento Seto agregó con cara mas seria—Debemos ir porque se trataba del hermano de la prometida de su tío y se acabó—
Si padre—dijeron los dos sintiéndose de pronto mal ya que ambos querían mucho a su tío Moki.
Muchas gracias por haber venido, Seto—dijo el pelinegro. Su hermano solo lo miró con disgusto hasta que él sonrió en agradecimiento pues sabía que al otro le molestaba que le agradeciera por algo tan lógico. Si él pasaba por un mal momento era obvio que Seto estaría con él—Misao está muy afectada pero sé que te agradece por venir en un mom…--otra vez la mirada. Extrañamente con su disgusto su hermano lo hacía sentir algo aliviado. Como siempre podía confiar en su coraza.
Pronto estuvieron con los civiles en el cementerio militar de Kohima, del otro lado estaban los compañeros del difunto y las autoridades se pondrían a la cabecera de la tumba como en toda celebración. Un celebrante shintoista traería las excequias para sepultarlas. Tras él venían las autoridades.
Seto no se veía mas interesado que sus hijos en todo eso cuando algo captó todo su interés. A ambos lados de uno de los altos mandos de ahí se encontraban aquellos dos, Wheeler y el otro tipo. ¿Pero que estaba pasando ahí?
Ahora el General Ashimoto dirá unas palabras por nuestro querido Hikaru Ichito—dijo un teniente y un hombre que a todas leguas era el general se aproximó a la lápida.
Todos los que conocían al teniente Ichito lo apreciaban—dijo y la hermana y madre de este se pusieron a llorar. Los semblantes eran serios. El cielo plomizo parecía que pronto se descargaría. Los ojos de Seto estaban sumergidos en la cara del rubio que bajo su gorra mostraba una seriedad que no le conocía. Claro que el lugar y el momento lo ameritaban pero algo le llevaba a no apartar la vista de él.
Por otro lado la presencia de cierto tipo incomodaba un tanto al ojos azules que nunca lo admitiría. ¿Qué hacía ese tipo ahí? Ni siquiera era japonés, se decía con encono mientras el general “nosequé” seguía hablando y hablando de los meritos del muerto que estaba dispuesto a asegurar que no conocía.
Por lo tanto nosotros debemos asegurarnos de mantener al país libre de corrupción en el nombre de todos los que como el teniente Ichito sirvieron a su país hasta el día de su muer…--decía el general cuando un reflejo en los árboles cercanos hizo que Wheeler actuara en consecuencia y empujara hacia atrás al militar.
El disparo cruzó los milímetros que la cabeza de este ocupara segundos antes para insertarse en una lápida sin más consecuencia que la conmoción de la gente al ver los escombros de la piedra saltar.
¡Todos al suelo!—gritó Atherton mientras Joseph levantaba su arma de reglamento y disparaba hacia donde sabía estaba el sujeto. Ambos vieron caer un cuerpo.