5-Beso
Y ahora la parte importante, el beso—dijo el dis que ayudante de director Duke Devlin, a los jóvenes que estaban parados sobre el escenario ensayando la obra, con una sonrisa un tanto maléfica en su agudo rostro.
Para su pasmo Joseph observó como la cara del castaño se aproximaba a la suya y sintió un escalofrío de pánico que le cerró la garganta. ¿Iba a besarlo? ¿En frente de todos? Se preguntó el rubio pensando en las intenciones sorprendentes del otro. Y sin querer cerró los ojos con cara de boniato al horno pero al sentir un toque en su frente los abrió para ver la cara de Kaiba alejarse de él.
¿Qué rayos fue eso?—preguntó el ayudante.
Seto lo miró sin volverse hacia él pues estaba de perfil con los brazos cruzados ahora que se había alejado de nuevo de “Julieta”, su rostro indicaba que le importaba un comino lo que el otro pensara.
No veo que tiene de raro. He investigado y en la época las mujeres y hombres no se besaban en la boca. Además el teatro sheakespeareano era entre varones y nunca se implementó tal cosa.
Los ojos verdes relucieron con enfado. Como todo futuro abogado Kaiba había preparado cuidadosamente su argumento para rebatir las intenciones del pelinegro. Después de un momento este pudo ver con asombro una sonrisa cruzarse por los labios del otro con una mirada triunfadora.
¿Y crees que me importa?—dijo una voz diferente a la de ellos por lo que Devlin miró hacia atrás, hacia cierta castaña que hace un momento estaba sentada pero que ahora se paraba—Ahora estamos en el siglo XXI Seto. Yo no miraría… nadie va a mirar un drama en que los protagonistas no se besan. ¡Es como quitarle el helado al cucurucho!—dijo la joven.
¡Ella es una prometida algo rara!—dijo el sorprendido melado en un susurro al que estaba a su lado.
El pelinegro estaba francamente extasiado de obtener la inesperada ayuda.
Si llegas a hacer eso durante la obra a la que asistiré, lo sabes, voy a hacer una protesta con todas mis amigas a las que pienso traer—amenazó la ojiazul.
¿Para empezar no entiendo que haces mirando el ensayo pero te diré una cosa, no hay forma de que me intimiden tus palabras—dijo Seto.
Ella sonrió y le preguntó--¿Acaso dudas que yo…--y se apuntó a si misma con un dedo--…lo haría?—
Sinceramente por la expresión del castaño todos se dieron cuenta de que sí la creía.
Seto Kaiba fue hijo único por once años lo que lo hacía el candidato a resentir la llegada de un hermano pequeño a ojos de todos.
Cuando un año después de la llegada del pequeño sus padres murieron en un accidente todo el mundo pensó que el joven se encerraría en su dolor dejando de lado a su hermano.
Lo sorprendente de todo fue que tal vez la existencia del pequeño evitó que eso sucediera. De a poco Seto salió de su ostracismo gracias al pequeño que tenía un raro apego por el malencarado castaño.
Alguien tenía que hacerse cargo de los jóvenes. No existían tíos o abuelos. Entonces los mejores amigos de los Kaiba aceptaron en su seno a sus hijos. Ellos tenían a su hija un año menor que Seto, Tea. Y como estaba en una edad sensible en que ya sabes quienes son tus familiares y en que te empiezan a interesar los príncipes azules pues un chico guapo con esos ojos de mar hicieron que su corazoncito saltara. Pero el interés de Seto estaba solo en Mokuba. Era reservado al punto de ser hosco y muchas veces a los ojos de Tea se veía triste. Solo en esos raros momentos en que lo veía a solas con el hermano menor los ojos de Tea descubrieron otro lado. Sonrisas gentiles, manos amables y miradas suaves.
Gracias a Moki ella también pudo infiltrarse en ese mundo secreto. Aunque Seto era muy capaz habían cosas para las que no era hábil como cocinar y Mokuba moría por los dulces de Tea. Es por ese medio que ella consiguió su objetivo. Entrar al reino de su príncipe azul. Aunque con el tiempo logró ver que él la veía como a una amiga, como a una hermana. Y aceptó la dura verdad. Seto no sería nada más. Pero por su juvenil amor se hizo una promesa. No permitiría que él lo volviera a pasar mal. Haría que encontrara su felicidad, aunque no fuera con ella estaba bien mientras Seto fuera otra vez feliz.