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Decisiones por Jade Edaj

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Notas del capitulo:

FMA es de Hiromu Arakawa.

 

Hay notas finales!

Vlll

Las huellas de los golpes en su piel se habían ido y ya no sentía tanta molestia en las costillas, le hicieron el chequeo y a pesar de que todo parecía haber vuelto a la normalidad, al general le pareció que hacerle los estudios de rutina a Edward no estaría de más.

—Se hará todo como digas Roy, pero dime ¿Tú cómo has estado? Los padres no suelen afrontar de la misma forma que las madres una pérdida como ésta.

Edward evitó hacer demasiado ruido con sus ropas para prestar total atención a la respuesta de Roy, pues se encontraba detrás de una cortina quitándose la bata que usara para su revisión.

Sin embargo, no hubo respuesta alguna. Fue demasiado obvio que Mustang calló porque él estaba presente.

Resignado, el joven coronel terminó de acomodarse la ropa y regresó a la silla frente al escritorio, justo al lado del general.

—Bien Edward, a pesar de este duro episodio en tu vida, todo parece estar marchando bien. Sólo faltarían los resultados de tus estudios pero, me siento optimista.

—¿Eso quiere decir que ya puedo regresar al trabajo?

—Eso depende del general Mustang.

—¿Por qué de él? —arrugando el entrecejo el rubio no pudo evitar rezongar.

—Porque Roy es tu superior ¿lo olvidas?

Y la sonrisa socarrona que tanto le chocaba a Edward, apareció en los labios de Mustang. Pero pronto éste la borraría con lo siguiente que escuchara de Nox.

—¿Y ya han vuelto a tener relaciones sexuales?

El joven coronel se sonrojó hasta las orejas y evadió la mirada de Nox sin saber qué responder con exactitud, no era como si él no lo hubiese estado deseando, pero había tenido suficiente con el reciente rechazo del general.

—La verdad es que hemos estado un poco distanciados por toda esta situación y además, temí llegar a hacer algo que lo lastimara.

—Es normal que el duelo traiga un poco de desinterés por el sexo, pero a medida que el tiempo va pasando, uno de los dos querrá tomar la iniciativa y le aconsejo al otro tomarlo con calma, eso no significa que estén olvidándose del bebé, es tan sólo una forma de expresar físicamente lo que a veces resulta difícil decir con palabras.

Ante el silencio de ambos el doctor continuó.

—Edward ya está recuperado Roy, pueden volver a tener intimidad cuando lo deseen, tan sólo te sugiero usar protección por un tiempo para evitar infecciones. Al menos hasta que le haga la revisión la siguiente cita, pueden pasar a programarla y volveríamos a vernos como dentro de...

—Yo todavía tengo algunas dudas doctor. —El rubio cortó las palabras de Nox y miró al de cabello negro acomodarse mejor en la silla y cruzarse de brazos; de seguro vio venir una larga charla— Quiero saber qué pasó desde que me trajeran inconsciente aquel día.

Nox respiró profundo y se acomodó las gafas por el puente—. Bueno Edward, fue como te expliqué antes en casa del general, no expulsaste a tu bebé y debíamos sacarlo lo antes posible. Estabas aún a tiempo para un legrado, operarte, como dije que haríamos si llegabas al final del embarazo, no era conveniente por la hermeticidad con la que hemos estado llevando tu caso.

—¿La recuperación se hubiese demorado más?

—Así es, además tu cuerpo estaba muy maltratado no quise anexarte un dolor innecesario. Tus costillas dolían, tu espalda, abdomen y senos también.

—Y el sangrado que tuve... ¿regresará?

—Si te refieres a un período, no, definitivamente no tendrás uno. El sangrado se debió a la intervención que te hicimos, tu cuerpo no es como el de una mujer, no exactamente. Tal y como el dolor de pecho, tu sangrado no volverá.

—Pero, si pude embarazarme antes, podría hacerlo de nuevo ¿no?

—¿Roy? —El doctor miró inquisitivamente sobre sus lentes al hombre sentado al lado del muchacho.

—Ya se lo dije, pero quiere oírlo de tu boca —Mustang estaba demasiado serio y hasta cierto punto dolido porque el rubio no confiara en su palabra.

—Tu caso es especial Edward, y por lo mismo nada de lo que tenías ahí dentro estaba en su sitio. Empezaba a preocuparme cómo es que iría el desarrollo del feto en ese espacio tan pequeño. El día del accidente, las complicaciones me forzaron a tomar ciertas decisiones para salvar tu vida.

—Sé que soy científico y que debo creer en la ciencia. Pero después de todo por lo que he pasado, creo que nada es imposible ahora. Podría volver a hacerlo. He leído de embarazos extrauterinos, el embrión puede anidarse en el intestino e incluso nacer.

La mirada del muchacho se había perdido en algún punto mientras emocionado hablaba, como si en verdad creyera en esa posibilidad. Nox sintió que no era conveniente para su salud mental dejar que se siguiera obsesionando con el tema.

—¡Edward! Me temo que tu cuerpo no funciona así, lo que antes pasó fue un verdadero milagro pero dudo mucho que pueda repetirse. De alguna forma apareció dentro de ti un óvulo en espera de ser fecundado y eso fue lo que sucedió esa vez cuando Roy de alguna forma te alcanzó en ese punto, pero tú no estás produciendo óvulos, y no tienes un útero con otro óvulo en espera. Sé que es difícil de aceptar pero...

—Nox dijo que debías ver los restos del bebé —interrumpió Mustang— me pareció cruel cuando me lo propuso y le pedí que no lo hiciera, no quise que vieras nada. Pero ahora veo que eso te hubiera ayudado a aceptar la pérdida, lo siento Ed pero debes entender que no podrás volver a concebir.

Era capaz de escuchar la voz de Roy mientras le explicaba, pero era tan lejana. Sus temores habían vuelto; la incertidumbre de lo que pasaría con su vida y con su relación; la ventaja que sentía contra las conquistas de Mustang se le había ido de las manos como agua; y lo peor, era no entender por qué eso le estaba afectando tanto. Por qué tendría que preocuparle el no poder darle un hijo a Roy Mustang, cuando hace apenas unos meses lamentó el haber tenido que quedar embarazado y precisamente de él.

—Es normal que te sientas confundido Edward, tal vez sientas un poco de ira también. Todo debe irse poco a poco, unas cuántas semanas o tal vez meses, pero si después de un año esto no mejora, te aconsejo buscar la ayuda de un psicólogo —Nox buscó la mirada del general también para lo último que diría— la comunicación entre ambos es primordial, aunque no estés exteriorizando tus emociones, tu duelo no es menos importante y sé que terminará afectándote.

En cuanto salieron del consultorio del doctor Nox, el general se acercó a la secretaria para programar la siguiente cita, el coronel caminaba a su lado pero iba completamente ensimismado en sus pensamientos, hasta que escuchó con claridad el llanto de un bebé. Pensó haberlo imaginado por todos los sentimientos encontrados que traía a flor de piel, pero al voltear a su derecha descubrió a una joven mujer con un hermoso bebé en brazos, ubicada en la sala de espera. Los ojos del coronel Elric despidieron un inusitado brillo y en su rostro se dibujó una suave y sincera sonrisa.

Cuando el Alquimista de Fuego le llamó sin obtener respuesta, volteó y lo descubrió junto a la dama extendiendo los brazos para alcanzar al bebé.

—¿Me permitiría cargarlo? —Un tanto incómodo por la escena Mustang sujetó su mentón mientras se cruzó de brazos y observó.

El muchacho iba vestido de civil y era tan apuesto, que incluso la madre del nene se ruborizó un poco cuando éste se acercó y le hizo tal petición.

—¡Claro!, su nombre es Yulian —sin razón para negarse, sonriente ella se puso de pie y se lo entregó.

—¡Hola pequeño Yulian! —Acto seguido, Edward besó su frentecita y lo abrazó con ternura. La criatura balbuceó un poco mientras no paraba de mover las manitas. Los ojos dorados empezaron a arder ante la frágil figura del pequeñito, Edward lo atrajo más a sí mismo tomando al bebé de la nuca para situar su cabecita en su hombro.

Roy vio el desconcierto en los ojos de la madre del niño cuando el muchacho de la nada rompió en llanto. Bien, ese era el momento que esperaba para intervenir. Sin más se acercó hasta ellos.

—¡Ed, dame al bebé! —le susurró al oído.

El rubio de largos cabellos asintió entre sollozos y con el mismo cuidado con el que le tomó, le entregó el bebé al general.

—Discúlpenos, tiene un hermoso hijo —Roy de inmediato se acercó a la joven madre para devolvérselo, mientras que un par de personas curiosas se unían a la confusión. El desprecio hacia los alquimistas estatales hizo que el corazón de la madre del pequeño se acelerara cuando miró la cadena de plata pendiendo del pantalón de la autoritaria figura que sostenía a su bebé.

Edward empezó a retroceder y salió corriendo del lugar mientras la mujer se aferraba al bebé que había vuelto a sus brazos.

—Con su permiso —Roy se despidió amablemente y tomó el mismo camino que Edward.

Tras las enormes puertas de cristal, las hojas de otoño caían por doquier por la suave brisa que las esparcía y desde ahí todos vieron, cómo ese militar intentaba dar alcance al muchacho rubio.

Al otro lado de la calle había un parque, allí Mustang logró visualizar, por fin quieto, al de cabello rubio y trenzado.

Cuando los pasos de Mustang llegaron hasta la banca donde se había sentado Edward, le notó aparentemente más tranquilo.

—Siento haberte hecho pasar por eso general —dijo el chico mientras el otro recuperaba el aliento que había perdido por la carrera.

—¿Ya estás mejor?

—Sí, ya escuchaste a Nox, estoy bien —sin embargo, un sollozo se escuchó— y ya es hora de que vuelva a los dormitorios, no quiero seguir siendo una carga para ti.

—No eres una carga para mí Ed —Roy quitó unas hojas secas de la banca para poder sentarse al lado de él.

—¡Elric! —Corrigió su subordinado— estamos en un lugar público, alguien podría escucharte, señor.

—Para lo que me importa eso ahora, Edward.

—Se supone que no nos llevamos bien. La gente podría empezar a sospechar si permanezco más tiempo del necesario en tu casa.

—Te quedas conmigo y punto, todavía es necesario asegurarme de que no vuelvas a cometer una tontería.

—¿Salvar vidas para ti es una tontería general?

—Sabes que no me refiero a eso.

Y mientras Edward reflexionaba sobre las palabras de Roy, un pequeño empezaba a dar sus primeros pasos por sí solo. Los dos observaron en silencio mientras sus orgullosos padres festejaban.

La vista de Edward se nubló otra vez y tratando de aclararla miró hacia el inmenso cielo.

—¿Crees que él hubiera sido alquimista? —Luchaba por retener sus lágrimas.

—Sin duda, el mejor —Roy contestó sin vacilar. Luego tomó la mano que Edward apoyaba en la banca, para entrelazarla con la suya— Existen otro tipo de heridas que aún deben sanar, Acero.

Y lentamente vio descender una gruesa lágrima por el rostro del muchacho que observaba cómo las nubes se esfumaban al igual que sus últimas esperanzas de tener un bebé. Tenía razón, Edward aún no estaba del todo bien.

 

 

Los días siguieron su curso y Edward aceptó quedarse un tiempo más al lado del general Mustang, no es como si deseara irse realmente pero no podía seguir sin hacer nada en esa lujosa casa. Cuando se empeñó en regresar a la base, el general le aclaró que se lo permitiría con la única condición de esperar por los resultados de los estudios primero. Faltaba tan solo un día para tenerlos, pero ya no soportaba ni un minuto más.

Ahí solo podía pensar y pensar, no se concentraba en los libros y cuando menos lo esperaba la cara del general estaba en su mente. Porque aunque se tuvo que tragar el orgullo, terminó por admitir, que se había enamorando del bastardo. Y eso no sería tan malo si estuvieran fuera de la milicia, pero ambos podrían ser juzgados y castigados con severidad por llevar un tipo de relación así. A él no le importaría pasar por eso, pero no podía permitir que Roy perdiera su carrera y que Amestris lo perdiera a él. No echaría a la basura todo el trabajo duro que han realizado las personas que lo rodean y que lo han apoyado incondicionalmente desde el principio.

Decidió entonces que lo amaría en silencio, pensando cada día en lo que pudo ser y no fue. Y aunque le desgarrara el alma tan solo pensarlo, sabía que llegaría el día en el que tendría que verlo formar una familia con otra persona y presentar la imagen de familia respetable cuando llegara a ser führer; porque cuando eso sucediera tenía la seguridad de que muchas serían quienes se ofrecerían gustosas de darle un hijo. Él ya no podía hacerlo. Había tenido una oportunidad, ¡una sola! Y la había perdido por idiota.

Eso ya lo tenía claro, pero si seguía pensando y pensando iba a terminar por enloquecer y no quería terminar con un loquero. Fue entonces que corrió al teléfono. Por momentos tenía el impulso de llamar a Alphonse y desahogarse con él. Pero igual que las anteriores veces, no lo hizo. No quería que su hermano menor se preocupara. Él era feliz realizando sus viajes de exploración y sería capaz de interrumpirlos para correr a su lado y brindarle su apoyo. Y no deseaba eso, es sólo que quería hablar con alguien y su hermanito era su única familia, con quien creciera muy unidos y el único que le conocía bien. Él podría ayudarle a aclarar sus ideas pero sería demasiado egoísta traerle sólo para eso.

Entonces siguió pensando en Roy, le inquietaba la aparente calma con la que había estado tomándolo todo. Antes de su cita con Nox llegó a pensar que el que hubiese perdido un hijo para Roy Mustang no era importante. No había llorado, no había gritado y ni le había hablado de eso, ni siquiera para reclamarle. Luego, sus acciones le hicieron pensar que el bebé sí le importaba, pero al no ser capaz de exteriorizar sus emociones, le preocupaba que pudiera canalizarlas de otra manera. Como las bebidas que se habían hecho más frecuentes. Sabía que su concentración ahora estaba en el ishvalano, pero cuando lo encontrara, cuando lo hiciera, de seguro terminaría por ajustar cuentas con él y no sabía de qué manera lo haría. Además, no estaba listo, no se sentía con las energías suficientes para hablar al fin sobre el tema y escuchar de los labios del general, cuánto le odiaba por quitarle la oportunidad de vivir a su hijo.

Tampoco quería molestarlo ni darle más motivos para incrementar su odio hacia su persona, era lo menos que quería, así que pensó que lo mejor sería obtener su permiso para visitar la base. Le hacía falta distraerse un poco y platicar de otras cosas con Falman y los demás. Entonces sin pensarlo más, descolgó el teléfono y llamó a la oficina del general. Fuery fue quien tomó la llamada y le comunicó que Mustang había salido con Havoc desde la mañana.

Colgó el teléfono y sin poder evitarlo comenzó a darle vueltas al asunto, no sólo había estado llegando tarde con el teniente, sino que también pasaba demasiado tiempo con él fuera de la base. Se sacudió un poco la cabeza para abandonar esos pensamientos, prefirió dejar a un lado sus paranoias y decidió que lo mejor sería bajar a platicar un poco con Esther.

 

 

En algún otro punto de ciudad Central, el general vio virar al teniente Havoc hacia el lado contrario del puente, en ese momento comprendió que el salir a controlar una revuelta había sido tan solo un pretexto, al que el teniente había tenido que recurrir para sacarle de la base sin levantar sospechas.

—¿Qué es lo que tienen?

—Al pez gordo, señor —los ojos azules apenas si se apartaron del asfalto para asomarse por el retrovisor y encontrarse con su sorprendido superior.

—¿Están seguros?

—Sí señor, él mismo lo ha confesado. Pero sólo hemos logrado eso, dice que hablará con usted y con nadie más.

El pequeño equipo asignado al teniente para la búsqueda, había encontrado y encerrado al ishvalano en uno de los almacenes abandonados del ejército, tal y como el general Mustang ordenó.

El almacén estaba retirado de la ciudad, el lugar perfecto para ocultar lo que sea que fuese a pasar ahí. Sus soldados estaban dispuestos a seguir cualquier orden que les diera su superior. Roy Mustang estaba perfectamente consciente de eso.

—¡Adelante señor! —Havoc se apresuró a tomar el picaporte de la puerta para evitar que su general se ensuciara los guantes de ignición con óxido.

Dentro del pequeño cuarto, sin ventanas, tan solo había una pequeña mesa en el centro con dos sillas en precarias condiciones, tanto que Roy dudó un poco antes de sentarse frente al terrorista. El hombre estaba un poco golpeado y permanecía con la cabeza gacha.

Havoc cerró la puerta y se mantuvo alerta empuñando su arma. El general Mustang se lo tomó con calma y empezó a hablar.

—¿Sabes por qué estás aquí?

—¿Eres un perro del ejército?

—Quien hará las preguntas aquí soy yo. —Sin embargo, el general sacó su reloj de plata y lo asentó sobre la mesa para despejar toda duda.

—Tal y como pensé, un alquimista estatal. Y no uno cualquiera —dijo al fijar su vista en los guantes— eres el Alquimista de Fuego, el general Roy Mustang.

—El mismo, y voy a repetir la pregunta tan sólo una vez más ¿Sabes por qué estás aquí?

—Déjame pensar, ¿por secuestrar un tren y llenarlo de explosivos? No, si fuera por eso estaría detenido y no en este lugar. Estoy aquí porque tú me has estado buscando Mustang.

Estaba siendo demasiado insolente, jugaba y se burlaba. Roy respiró profundo y trató de calmarse. No valía la pena mancharse las manos por ese tipo de persona, además, se lo había prometido a Edward no haría nada estúpido, lo mejor era entregarlo y que le enjuiciaran.

—Ya que estás consciente de lo que has hecho, ahora regresarás a Central en calidad de detenido y tendrás tu juicio correspondiente —aún tentado a reclamarle, se decantó por hacer lo correcto. Y sintiéndose orgulloso por superar esa prueba, se levantó entonces y tomó su reloj de plata...

—Eso no va a pasar Mustang porque precisamente por eso pedí hablar solamente contigo. Yo conozco tu secreto y tú me dejarás libre porque haremos un trato para que dejes de perseguirme a cambio de mi silencio.

—No sé de qué diablos estás hablando, pero te equivocas, no habrá trato alguno. Nuestra política es no ceder ante las extorsiones —guardó su reloj en el bolsillo y dispuesto a retirarse, el general le dio la espalda y comenzó a caminar...

—¿Es una chica cierto? —Los ojos rojos brillaron en la penumbra y una amplia sonrisa apareció cuando el militar se detuvo —por eso vi sangre correr entre sus piernas.

El Alquimista de Fuego miró a su subordinado y volvió sobre sus pasos. Por el filo en la mirada de su superior, Havoc supo que ese pobre infeliz había cometido el peor error de su vida.

—Bien, ya tienes mi completa y total atención —Roy le dijo al hombre, mientras apretaba los dientes en un inútil intento por retener su ira.

—Después de la caída del tren, el joven militar que me perseguía, se retorcía de dolor en el suelo. Iba a poner fin a su sufrimiento y a encomendarle su alma a Ishvala cuando él dijo tu nombre "Roy". Y como eres bastante popular entre mi gente, quise indagar un poco más. Entonces vi cómo la sangre manchaba sus pantalones, mientras se tocaba el vientre y te llamaba una y otra vez.

El corazón del general se aceleró mientras sentía cómo su temperatura corporal empezaba a subir. Cerró los puños con demasiada fuerza tratando de contenerse.

—¡Roy! ¡Roy! ¡Nuestro bebé, Roy! —Usando una voz demasiado aguda, se burló del dolor de Edward.

Los ojos del teniente Havoc se abrieron desorbitantes.

—Me pregunto qué pasaría con el pueblo de Amestris si se enteraran que el maldito "Héroe de Ishval" ha ocultado todo este tiempo la verdadera identidad del Alquimista de Acero. Qué pasaría si todos supieran que el "Héroe del Pueblo" no es más que una niña, una niña a la que no dudaste en pervertir para convertirla en tu amante.

Havoc no daba crédito a lo que escuchaba y antes de que pudiese evitarlo Mustang ya había dado un fuerte puñetazo en la cara del de ojos rojos y pronto había adoptado la posición de combate.

—¡Señor deténgase, no lo haga! —El teniente intentó persuadirlo para que evitara chasquear.

—¿Entonces no me equivoqué al dejarle con vida? Sufrirás mucho más al mirarle todos los días con los brazos vacíos. Tú perdiste a un hijo Mustang, Ishvala perdió a cientos por tu alquimia. Tal vez Scar y los otros se dejaron convencer, pero yo nunca olvidaré lo que le hiciste a mi pueblo. Porque estuve presente y porque viví todo aquel infierno que desataste.

—Si esto es personal, ¿por qué usar a la gente del tren?

—En la estación, muchos militares estaban esperando el siguiente tren, varios alquimistas estatales viajarían ese día. La idea era hacer volar a todos esos monstruos y sus herejías y el medio era precisamente ese tren, es verdad que los pasajeros eran inocentes, pero la gente que convertiste en cenizas, la gente de mi pueblo también lo era. La muerte de tu criatura, tan solo fue un daño colateral, Mustang. Y tu sufrimiento apenas está empezando.

—¡Maldito! —Roy chasqueó varias veces y Havoc tuvo que sacarlo como pudo del cuarto para evitar que él mismo fuera alcanzado por sus propias llamas. El ishvalano se carcajeaba y se retorcía con demencia en el suelo, aún y cuando el fuego envolvía todo su cuerpo.

Mustang golpeó y pateó todo lo que tenía cerca; desprendió sus guantes con violencia y lleno de coraje se recargó en la pared con la cabeza gacha.

Le había fallado a Edward y bien lo sabía.

—Vayamos por un trago señor. Lo necesita —el teniente Havoc se acercó para tomarlo del hombro.

 

 

Havoc manejó hasta un bar tratando de entender todo lo que había escuchado del ishvalano. Si de algo estaba seguro, era de que Edward no era una chica, muchas veces le había visto entrenar, además en el hospital esas batas no dejaban nada a la imaginación y no es que fuese un pervertido pero el buen cuerpo del joven coronel por supuesto que era digno de admiración.

Tendría la completa seguridad de que todo lo que el hombre dijo se trataba de infamias, si tan solo su general no se hubiese molestado tanto por encontrarlo. Además de perder el control y de usar todo el poder de su alquimia sobre él. Algo no encajaba. Y el que Mustang permaneciera en silencio todo el camino mirando hacia el infinito, lo volvía más confuso.

Ya instalados en el bar, Roy permaneció observando su primer vaso de whisky por mucho tiempo. Se fumó tres cigarros y cuando iba por el cuarto...

—Permiso para hablar con libertad señor —pidió el rubio después de prenderle el nuevo cigarrillo.

—Adelante teniente —contestó sin mucho interés el general.

—Sé que no puedo suplir a Hughes, pero si de algo le sirve, puedo escuchar y guardar discreción.

Lo dicho por el rubio fumador le animó a tomar su primer trago, era como si Havoc hubiera desarrollado de pronto alguna habilidad psíquica o algo parecido, pues en esos momentos, justamente estaba pensando en su amigo muerto.

—Más que subordinados, a los miembros de mi equipo siempre los he considerado mis amigos, si no fuera así no les hubiese confiado mi espalda durante todo este tiempo —el alto rubio esbozó una sonrisa por el comentario— es sólo que con Maes, todo era más fácil.

—Entonces no diga nada, yo solo pensé que podría ser de utilidad.

Mustang solicitó un nuevo trago y enseguida lo bebió

—Al ishvalano se le ha ido la lengua, así que de todas maneras creo que debes saber ciertas cosas.

—¿Entonces lo que dijo es verdad?

—Tan solo una parte de la verdad Havoc. Definitivamente, Edward no es una chica y... aun así, lo hice mi amante.

—¿Desde cuándo? —Preguntó el rubio con sorpresa— ¿Antes o después de Riza?

—Después —se llevó el cigarro a la boca y luego de exhalar continuó—. Cuando Edward se reincorporó a la milicia, ambos estábamos solos y tenerlo tan cerca todo el tiempo fue demasiado tentador. Él nunca me fue indiferente y sé que muchos de ustedes se dieron cuenta de eso y callaron, siempre me han sido leales y yo aprecio mucho eso. En fin, un día le hice una propuesta a Edward y accedió a estar conmigo, todo iba muy bien hasta que nos enteramos que... a pesar de no ser una chica, le había dejado embarazado.

El alto rubio se atragantó con su cigarro y tuvo que dar un gran trago a su bebida para conseguir aclararse la garganta.

—Señor, no entiendo muy bien lo que ustedes hacen con la alquimia, pero ¿acaso rompieron el tabú y se atrevieron a hacer alguna clase de transmutación humana?

—¡Por supuesto que no, conoces mi postura respecto a eso! —Havoc se sobresaltó con el golpe del general en la mesa.

—¿Eee-entonces? —Preguntó nervioso.

—No sabemos exactamente cómo fue que pasó, Edward piensa que su interior pudo cambiar después de volver de su última transmutación —inhalando y exhalando de nuevo el general le explicó— como sea, ese bebé no fue planeado, no estuvimos deseándolo, buscándolo, ni nada de eso. Se supone que al acostarte con otro hombre tienes la certeza de que eso nunca va a pasar. Buscaba placer y diversión, no una responsabilidad tan grande. Nunca busqué sentar cabeza, no de esa manera, no en ese momento.

—Roy Mustang al fin amarrado —se atrevió a expresar el rubio.

—Si fuera alguna de mis anteriores conquistas tal vez me hubiese permitido pensar igual que tú, pero se trata de Edward, Havoc. Él nunca haría algo así. Aunque no lo admitiera pude ver que él era el más asustado con todo este asunto. Su situación era el doble de difícil. Tenía que lidiar con sus emociones, los cambios físicos en su cuerpo, el trabajo, nuestra situación y con mis... —un trago más de whisky y continuó— ...ambiciones. Un niño cambiaría nuestras vidas por completo, no sabía exactamente cómo actuar, así que decidí ir sorteándolo como se fueran dando las cosas.

—Señor, siempre ha cuidado del jefe. Desde que era un niño, siempre halló la forma de protegerlo a él y a Alphonse. Estoy seguro de que sería un buen padre.

—Tan sólo soy un fracaso Havoc. La prueba es que traté de proteger a mi familia pero no me esforcé lo suficiente. Mi hijo está muerto y Edward... —desvió la mirada como si buscara en su entorno las palabras correctas para describir cómo es que el rubio se estaba sintiendo, pero nada de lo que pensaba le resultaba suficiente.

—Edward es fuerte.

Meditando en las palabras del teniente presionó la colilla en el cenicero.

—Sí lo es, pero en estos momentos se encuentra demasiado vulnerable y mucho me temo que ese ishvalano ya haya hablado de esto con alguien más, porque de ser así Edward se convertiría en su principal blanco.

El teniente también se preocupó, más allá del trabajo, él también los consideraba sus amigos.

—¿Puedes imaginar cómo hubiera sido un niño mío y de Edward? Yo lo hice muchas veces. Soñé con mi hijo y el orgullo me sobrepasó, tanto que, cuando supe que Edward había perdido al bebé, lejos de sentirme liberado, me sentí vacío y ahora me encuentro sin saber qué es lo que debo hacer con mi estúpida vida. Es como si de pronto todo hubiera perdido sentido.

—¿Iba a la cima general, acaso perdió el camino?

—No, no lo sé. No quisiera que la muerte de Maes fuera en vano, que el trabajo de Riza y los demás se perdiera, no quisiera decepcionar a ninguno de ustedes, quisiera ser führer, quisiera luchar por ese puesto, quisiera hacer algo por la gente de este país. Pero me siento sin fuerzas.

—El coronel Elric bebe saber cómo se siente, señor.

—Por supuesto que no. Temo decepcionarlo y que ya no quiera seguir a lado de mi patética persona, desde que perdimos al bebé despierta agitado por las noches envuelto en pánico, cree que la Verdad se ha ensañado con él, parece algo perturbado y no quiero que encima cargue con mis problemas.

—No es patético señor, tan sólo está pasando por un mal momento. Y si me lo permite, estoy seguro de que hablo por todos cuando digo, que sea cual sea la decisión que tome, nunca nos decepcionará.

—¿Ni siquiera ahora con el ishvalano?

—Ambos sabemos que él se lo buscó, general.

 

 

Las horas pasaron y cuando el whisky a Mustang ya le había afectado lo suficiente, Havoc decidió sacarlo del bar y llevarlo a casa. Mientras lo escuchaba trató de no pasarse también de tragos, pues aún estaba en servicio.

Mustang se durmió en el camino y al llegar, el teniente tuvo que ayudarlo a bajar y ser su apoyo para que entrara caminando a su casa. Ignorando que alguien les vigilaba desde la ventana.

—¿Dónde estamos? —Preguntó Roy algo somnoliento.

—Ya está en su casa, señor, y yo debo marcharme, con su permiso.

Pero con fuerza Roy le sujetó el brazo para impedir que se fuera.

—No, no me dejes, no quiero ver a Edward —su voz cantarina y balbuceada, fue lo suficientemente fuerte como para llegar a los oídos del que bajaba recientemente.

—¡Shhh! Señor no diga eso el coronel podría escucharle —Havoc trataba de sentarle en un mueble y por la oscuridad que reinaba en la sala, no notó que el rubio había descendido de las escaleras y que ahora se ocultaba detrás de una de las columnas que estaban cerca.

—Él.. se va a dar cuenta, lo hará, sí lo hará. Él es muy inteligente, lo sabes... y... ¿qué le voy a decir?... No se lo puedo decir —y un hipo apareció de pronto— No ahora que está... ¡hip! ...triste por... ¡hip! ...el bebé —su subordinado se conmovió ante su semblante, nunca antes le había visto tan angustiado y al bode de las lágrimas.

—Necesita descansar señor y sí se lo va a poder decir. Descanse ahora y ya verá cómo mañana se aclaran sus ideas.

Havoc le dio un abrazo de apoyo a su amigo, pero como es más alto, desde el lugar donde espiaba Edward sólo vio la amplia espalda del teniente sobre Roy. Mal interpretando la conversación y basándose en sus sospechas creyó que ambos se besaban.

Bien, no le haría una escena, no quería arruinar su regreso a la base. Porque dejaría de llamarse Edward Elric si no regresaba al día siguiente. Era obvio que alguien tomaría su lugar si se seguía confiando. No se pondría a llorar, ya había llorado lo suficiente, amaba a ese hombre y estaba dispuesto a reconquistarlo aunque tuviera que luchar contra el teniente Havoc primero y si Roy estaba pensando en cómo pedirle que se apartara de su lado, tendría que reunir el suficiente valor para hacerlo.

Se apresuró a subir con el mismo sigilo con el que bajó y esperó a Roy en la recámara. Mustang entró tambaleándose y Edward no disimuló su enfado al notar su estado.

—Estás muy ebrio.

—Hoy tuve un día difícil Edward y tú... tú deberías estar dormido. ¡Anda, duérmete!

El maldito olía a tabaco mezclado con alcohol, el hedor a Edward le revolvió el estómago por completo, pero sabía que sería inútil intentar tener una conversación en esos momentos. Así que tan solo se hizo un ovillo en la cama para pensar y martirizarse con sus pensamientos, como ya se le había estado haciendo costumbre.

 

 

 

Notas finales:

Hola a todos los lectores de esta historia!

Aquí recuperándome de los tres infartos seguidos que me diera el maldito ojo ese.

Pero ahora me siento feliz de que la página fuese recuperada, le tengo mucho cariño a Amor Yaoi, aquí leí mis primeros fanfics y por aquí tuve la oportunidad de conocer a muchas maravillosas personas que comparten el mismo gusto que yo por el BL.

Espero que puedan mantener a AY por siempre, ya tenía respaldadas mis historias desde el susto anterior, pero no me hubiese gustado dejarles así sin saber el final de la historia. Que por cierto ya está muy cerca.

Gracias Marfil por hacer lo posible y hasta lo imposible!

Eso era todo y gracias por leer y comentar!


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