12-Encerrado
Habían pasado cuatro horas desde que viera a Wheeler por última vez y tanto él como sus hijos y hermano estaban cansados de esperar pero sobre todo él. Cuando vio al condenado pelinegro pasar por enfrente de la cafetería con uno de sus subordinados lo llamó en voz alta.
¡Atherton! ¡Atherton!—
Este ladeó la cabeza al escuchar su nombre y al ver la cara petulante de Kaiba hizo un mohín que tal vez indicaba su intención de pasar por un martirio que no deseaba.
¿Qué quiere Kaiba?—preguntó el pelinegro.
Quiero saber porque se demora todo tanto. Wheeler dijo un par de horas y ya va siendo el doble y nadie nos ha contactado para arreglar nuestra salida—se quejó Seto.
Sé que no es su especialidad Kaiba pero debe ser paciente pues debe entender que debemos investigar a fondo para descubrir si el segundo tirador se encuentra entremezclado entre los asistentes—dijo el otro ojos azules.
¿Y para eso necesitan cuatro horas? En verdad son más ineficientes de lo que suponía—lanzó el castaño y sus hijos detrás hicieron la señal de ¡Uy, papá está que arde! Llevando la comisura de sus labios hacia debajo de manera forzada.
Mokuba estaba exasperado pues no había podido ni acercarse a su novia ya que ella y su familia fueron los primeros liberados de sospecha en respeto a su dolor y también sabía que Seto armaría el gran escándalo. Sus sobrinos al parecer permanecerían calmos por un rato pero ya veía rastros de aburrimiento en sus rostros cosa que levantaba la alerta pues sus mentes no solían permanecer perezosas por mucho tiempo a la hora de buscar problemas. En todo esto pensaba Moki mientras trataba de mediar entre esos dos. Hasta que de pronto se escucharon las palabras.
¿Y a todo esto donde está Wheeler?—preguntó Kaiba con un inesperado interés en la presencia del otro.
Algo en la cara del coronel hizo que los hermanos mayores Kaiba sintieran que algo no andaba bien.
Joseph está respondiendo algunas preguntas del coronel que lleva a cabo la investigación de los sucesos—contestó David.
Apuesto que el perro mete la pata y queda detenido—dijo el frustrado CEO y el otro le dirigió una mirada reprobatoria.
La verdad fue que el rubio hizo exactamente lo esperado por el otro no pudiéndose contener ante el evidente curso del interrogatorio. Era obvio que estaba siendo inculpado pues todas las declaraciones de su interrogador dejaban en claro que dudaban de que hubiera otro tirador y que pensaban que se trataba de él mismo al haber sido alcanzado por una nueve milímetros y no un rifle como hubiera sido lo más obvio en tal caso y que él había inculpado a un tirador fantasma luego de haber limpiado él mismo al que le hubiera identificado como la persona en el interior en la base que facilitó la entrada al asesino.
El fuerte temperamento del rubio no pudo contenerse ante tales dudas y enojado proclamó su inocencia a los gritos acto que se tomó como una agresión y por lo que se le mandó a una celda donde se juró a si mismo limpiar su nombre.