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¿Desde cuando somos así? por Kitana

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Estaba demasiado nervioso, más de lo que podía siquiera manejar. No dejaba de darle vueltas al asunto, no dejaba  de pensar que debía tratarse de un error. Había conseguido una cita con otro médico para esa misma tarde. No le había dicho a nadie de aquello, pero para la gente a su alrededor, era obvio que tenía un problema, la habitual hiperactividad  de Kanon brillaba por su ausencia. Saga no paraba de preguntarle acerca de la razón por la que se encontraba tan decaído, Kanon lo atribuía al cansancio y evitaba todo intento de Saga por averiguar más.

 

No había querido ver a Radamanthys aquella tarde, le había costado un enorme esfuerzo encontrar un pretexto para evadir una visita del rubio a su atelier. Lo necesitaba a su lado, pero no quería crearle falsas esperanzas al confesarle la razón por la que se sentía tan confundido.

 

Sus emociones eran un huracán, por una parte, sentía le certeza de que todo aquello era un error del médico, y que esa misma tarde se lo confirmarían. Sin embargo, por el otro lado, sentía la incipiente ilusión de llevar un hijo en sus entrañas, fruto de su amor a Radamanthys, fruto de esa nueva vida que tenía al lado del inglés.

 

No quería elevarse en la nube de la ilusión para simplemente caer de bruces a la realidad cuando le confirmaran que todo aquello había sido un error.

 

Tomó su chaqueta y abandonó su taller, ni siquiera se molestó en avisar a su asistente.

 

Había conseguido una cita con el médico que le tratara mientras estuviera casado con Julián. Tenía toda su confianza en ese hombre, si aquello era verdad o no, ese hombre se lo diría.

 

Optó por  viajar en taxi, no quería ni podía  conducir en esos momentos.  Estaba nervioso, muy nervioso. ni siquiera se había atrevido a contárselo a Afrodita, no quería hacerse ilusiones y la mejor manera de evitarlo era simplemente el actuar como si  nada sucediera, aún cuando él mismo reconocía que su  actuación estaba siendo verdaderamente mala.

 

Tenía que admitirlo, tenía miedo, un verdadero temor irracional a lo que pudiera pasar cuando se confirmara que había sido un error del médico que le había  hecho crearse tantas ilusiones.

 

Al fin llegó al consultorio, el médico le recibió de inmediato. El galeno lo reconoció a penas verlo.

 

- Buenos días señor Solo, ¿qué le trae por aquí? - dijo amablemente.

- Buenos días... yo... me divorcie de Julián hace unos meses, y bueno ahora... lo que me trae por aquí. Tengo un pequeño problema...

-¿Qué clase de problema?

- Bueno... yo... me practique unos análisis y... se supone que estoy embarazado. - Kanon no notó el nerviosismo del médico. - Usted y yo sabemos que eso no puede ser cierto, usted me diagnosticó esterilidad hace un tiempo...

- Tranquilícese, tal vez esto sea un mal entendido.

- No voy a tranquilizarme hasta que usted me confirme que esto que tengo es o no un embarazo. - dijo el pelinegro comenzando a irritarse.

- Escuche Kanon yo...

- Sólo dígame, ¿es posible si o no que yo este embarazado de verdad? - Kanon comenzaba a enfurecer, y el silencio del médico. - Diga algo... ¡por todos los infiernos!

- Serénese Kanon, le voy a practicar un ultrasonido y veremos.

- Yo no quiero ver nada, usted ha sostenido por cinco años que no puedo embarazarme y ayer me notifican que estoy en estado, ¿quién esta mintiendo doctor?

 

El médico bajó el rostro, uno de los grandes errores de su carrera se había patente con la presencia ahí de Kanon Gemini.

 

- Lo que voy a decirle es delicado, podría costarme el dejar de ejercer la medicina, pero creo que merece saberlo, usted merece saber...

- ¿De que esta hablando? Sea claro porque esta acabando con mi muy escasa paciencia. - dijo Kanon intentando dominarse.

- Usted nunca fue estéril Kanon... - Kanon estaba mudo de sorpresa, de indignación, de dolor...

- Entonces... ¿por qué me dio ese diagnóstico?

- Por órdenes de su marido... el señor Solo amenazó con hacer que me quitaran la licencia si decía la verdad, usted no es estéril, simplemente nunca podría embarazarse de su esposo por una incompatibilidad química, nunca ha habido nada mal con usted, en realidad es el señor Solo quien tenía el problema. Le juro que no quería hacerlo... él me obligó. Pero...he comprendido que mi proceder ha sido sencillamente denigrante para mi profesión... de verdad lo siento Kanon...

- Sentirlo no va a ser suficiente... le juro por lo más sagrado que va a arrepentirse por estos cinco años de dolor y de frustración que me ha ocasionado... no puedo creer que a un cretino como usted le  haya confiado mi salud todo este tiempo...

- Lo lamento... pero, piense un poco, su ex esposo es un hombre muy poderoso, alguien que sin duda era perfectamente capaz de cumplir su amenaza.

- Eso no me sirve, ¿sabe todo lo que me hizo sufrir esa mentira? ¿Todo lo que tuve que soportar por causa de ese engaño?

- No era mi intención...

- ¡Pero por supuesto que no lo era! Toda su intención era salvar su pellejo, le diré algo doctor, no solo Julián es un hombre poderoso, y no lo estoy amenazando, simplemente le doy un aviso de lo que va a suceder.  - los ojos de Kanon brillaban de furia. - Me voy a encargar de que jamás en su vida vuelva a practicar la medicina.  Y si no hago ahora mismo algo, es simplemente por el hijo que estoy esperando.

 

Kanon se puso de pie y salió furioso del consultorio. No podía creer que tan ruin había llegado a ser Julián al engañarle de esa manera, ¡nunca le había amado de verdad! En esos momentos, su cerebro solo podía pensar en aniquilar  todo lo que le recordara a Julián, al propio Julián.

 

No pudo contenerse más, dejó que las lágrimas bañaran su rostro, quería borrar ese sentimiento que se abría paso por su interior desgarrándolo todo. Julián era un miserable, no solo se había dedicado a serle infiel durante todo su matrimonio, sino que le había enredado en esa horrible mentira, causándole un terrible dolor, arrancándole en el proceso muchas de sus ilusiones...

 

Salió a la calle, ciego de ira, de dolor, deseando simplemente destruir a Julián a ese médico, a todos los que habían participado de ese engaño que le costara tantas lágrimas.

 

Por un momento pensó en buscar refugio en Radamanthys, en acurrucarse en sus brazos y llorar, sin embargo, una idea vino a su mente, una idea que no tardó en convertirse en acción.

 

Detuvo un taxi y con gesto serio, le indicó que le llevara a las oficinas de Julián. Antes de recomenzar, antes de aferrarse a ese bebé que crecía en sus entrañas, tenía que terminar con todo lo que le ataba al pasado. Entendió que ese rencor, sin duda, sería un lastre que no debía llevar encima cuando le dijera a Radamanthys que serían padres.

 

Cuando estuvo ahí, sintió que todo su ser estallaría de dolor y furia. Apretó los puños con determinación y entró en el edificio.

 

A cada segundo parecía incrementarse su mal humor, sus deseos por aniquilar todo vestigio de Julián en su vida. Ni siquiera miró a la secretaria de su ex marido, no le dio explicación alguna a nadie, simple y sencillamente abrió con violencia la puerta y se dirigió al escritorio de Julián, su ex esposo lo miraba con los ojos como platos, era obvio que Kanon estaba furioso, más que nunca antes, aún más que ese nefasto día en que le encontrara con Pandora.

 

- Kanon... - susurró al tenerlo a unos centímetros de distancia.

- Cállate, no quiero escuchar estupideces como esa de que me amas, solo vine a pedirte una explicación, a saber porque me arruinaste la vida de la manera en que lo hiciste, ¿por qué tenías que mentir? ¿Por qué Julián?

- ¿De que estás hablando? Ya nos divorciamos Kanon, según sé eres muy feliz con ese pintor, y ya no hay lugar para mi en tu vida, aún si te amo.

- No me digas que me amas, ¡al único ser que amas es a ti mismo, maldito bastardo!

 

Julián se puso de pie y se acercó aún más a él.

- No te atrevas a tocarme... ¡No lo hagas! - dijo Kanon desencajado - ¡es increíble hasta donde puede llegar tu maldita arrogancia!  ¿Crees que vine aquí a hablar de nosotros?

- Entonces, ¿de que más?

- De tu engaño, del más cruel de todos los que pudiste urdir,

- Kanon yo...

- ¡Kanon nada! Me vas a escuchar, aunque no quieras, vas a escucharme y a asumir las consecuencias de lo que has hecho. ¿Cómo pudiste hacerme esto? - dijo  Kanon  con lágrimas en los ojos?

- ¿De qué hablas?

- De tu maldita mentira, ¿sabes de lo que me enteré ayer? ¡De que estoy esperando un hijo! ¡Tú! ¡Tú maldito infeliz! ¡Me engañaste! - gritó un enfurecido Kanon - Te confabulaste con ese doctor de pacotilla para engañarme, para hacerme creer que era yo el estéril y no tú! ¿Por qué lo hiciste? - Julián bajó el rostro - ¡Mírame! ¿y decías amarme? ¿Decías amarme y me rompiste el corazón de esa manera? Caí como un idiota en tus mentiras, en tus engaños, ¡y tú te reías de mi en brazos de los dioses sabrán cuantos! ¡Seguro que te revolcabas con ellos buscando que alguno te diera ese hijo que jamás podrías tener conmigo!

- Déjame explicarte...

- ¡No quiero explicaciones! ¡No quiero nada de ti! Lo único que quiero es que te apartes de mi vida, que no vuelvan a cruzarse nuestros caminos, porque si te encuentro de nuevo... entonces si que voy a destruirte en definitiva... lo que viste de mi mientras nos divorciábamos no es ni siquiera la mitad de lo que soy capaz de hacer si me decido a destruirte Julián... - siseó el pelinegro, Julián no pudo ni hablar, Kanon estaba irreconocible.  Jamás había visto al pelinegro a tal extremo furioso, en ese momento lo creyó capaz de todo.

 

Tan repentinamente como había llegado, Kanon se fue, con los ojos arrasados en llanto, llegó a  la calle y se quedó ahí, lloroso, con las manos aferradas a su vientre, a la idea de que el futuro le deparaba algo mejor que engaños.

 

Su celular sonó justo en el momento en que se preguntaba que hacer a continuación. Era Radamanthys.

 

-¿Kanon? ¿Dónde estás? Llevo horas buscándote. - dijo el rubio con tono de alivio al escuchar que Kanon respondía al teléfono.

- Yo... tuve que ver al médico de nuevo...

-Debiste decirme, pude acompañarte.

- Te lo agradezco... pero... - no pudo decir más, la voz se le quebró.

- ¿Te encuentras bien? - dijo Radamanthys al  escuchar solo silencio y un suave quejido -¿Kanon? ¡Kanon¡- dijo con tono desesperado.

- Te necesito Rad...

- ¿Dónde estás? Voy a buscarte.

- Estoy cerca de... de la avenida 12... - dijo intentando calmarse.

- Bien, quédate ahí, ya voy, llegaré muy rápido, ¿me entiendes?

- Sí... gracias Rad... - dijo el pelinegro.

- No tardo. Espérame en la esquina con Rodin, no te muevas de ahí, te lo suplico. Voy a colgar. - dijo el rubio con cierta desesperación.

 

Kanon se dirigió a la  esquina que Radamanthys le había indicado, no tenía ánimos para resistirse a lo que le propusiera el inglés. Se acercó hasta la parada del autobús, y ahí, esperó a que Radamanthys llegara.

 

El rubio, por su parte, atravesó la ciudad para encontrarse con Kanon, estaba desesperado por llegar a su lado, Kanon simplemente era la más alta de sus prioridades y estaba angustiado por haberle escuchado tan mal en el teléfono.

 

Condujo al límite de lo permitido hasta que consiguió llegar a él.  Cuando contempló la conocida y elegante figura del griego, sintió que el alma le volvía al cuerpo. Aunque su tranquilidad no duró mucho, cuando vio a Kanon deshaciéndose en llanto, sintió que el corazón se le salía del pecho.

 

Descendió del auto y se dirigió a donde Kanon se encontraba sentado.

 

A penas ver a Radamanthys, Kanon se arrojó en sus brazos.

 

- Rad... - susurró enterrando el humedecido rostro en el pecho de su pareja.

- ¿Qué pasa pequeño dragón?

- Algo que... algo que definitivamente jamás me hubiera imaginado...

- Dioses Kanon, me asustas, ¿tan malo es?

- No, no es malo... es solo que... es inesperado, más bien, no puedo creerlo todavía.

- Sólo dímelo, juntos veremos como resolverlo.

- Es que no quiero resolverlo... quiero... quiero disfrutarlo. - dijo Kanon limpiándose el rostro. Radamanthys se quedó de una pieza.

- ¿A que te refieres con que quieres disfrutarlo?

- A eso... a que quiero disfrutar de lo que viene... creo que no me estoy dando a entender...

- En definitiva, no.

- Yo... dioses... no es aquí donde quiero decírtelo, de verdad que preferiría que fuera mucho más privado.

- Vamos a algún sitio, donde tú quieras... donde te sientas cómodo para hablar.

- De acuerdo. - dijo Kanon separándose un poco de Radamanthys.

 

Subieron al auto del rubio, Kanon no  podía dejar de temblar, a pesar de todo, quería que aquella noticia que iba a darle a su pareja fuese bien recibida, no habían tocado jamás el punto de tener hijos, no desde que Kanon le contara acerca de su presunta esterilidad.

 

Durante todo el trayecto, Kanon se mantuvo en silencio, suspirando de vez en cuando mientras contemplaba las calles de la ciudad.

 

Pronto arribaron al departamento de Radamanthys, el rubio estaba sinceramente preocupado por lo que podía estarle sucediendo a su pareja, Kanon no era del tipo callado, y su silencio, era verdaderamente preocupante.

 

A penas llegar, se instalaron en la sala, Radamanthys abrazó a Kanon intentando transmitirle cierta calma y esperando por lo que él tuviera que decirle.

 

- ¿Qué pasa, Kanon? - preguntó el rubio en voz baja.

-  Algo que estoy seguro que ninguno de los dos se esperaba.- le respondió Kanon con un hilillo de voz.

- ¿Eso es malo o bueno?

- Yo creo que es bueno, muy bueno. - dijo Kanon refugiándose aún más en los brazos de Radamanthys.

- Entonces, ¿por qué estás tan preocupado?

- Porque no se como vas a reaccionar.

- Sí no me lo dices, creo que jamás lo sabremos. - bromeó Radamanthys.

- De acuerdo... - susurró Kanon enterrando el rostro en el pecho de su novio. - Te lo voy a decir, y no dudo que pienses que estoy mintiendo, pero te juro que no es mentira, podemos comprobarlo si es preciso, pero por favor... no me dejes solo en esto...

- Tranquilízate y dímelo, sea lo que sea, podremos resolverlo juntos.  - susurró el inglés estrechando su abrazo.

- Yo... voy a tener... un bebé. - dijo Kanon en un murmullo, lo suficientemente audible como para que Radamanthys lo escuchara, el rubio se quedó mudo, sopesando las palabras de su pareja. - Vas a ser papá Rad...

- Vamos a ser padres... - dijo, sin proponérselo, lo abrazó con mayor fuerza.

- ¿No te molesta?  - dijo el pelinegro.

- Por supuesto que no... yo te amo, y si vas a darme un hijo, esa es una gran noticia.

- ¿No vas a preguntar nada?

- Me basta y me sobra con ver lo ilusionado que estás, tus ojos no mienten, pequeño dragón.

- ¡Tengo que decirle a Afrodita! - dijo Kanon poniéndose de pie, Radamanthys sonrió feliz, Kanon era una explosión de alegría, no podía evitarlo, estaba muy enamorado de él, y la noticia que recién le había dado, si bien inesperada, no era menos agradable por ello.

 

Podía entrever que las cosas no habían sido tan fáciles como Kanon se las había hecho ver, pero pronto habría tiempo para descubrirlo, Kanon jamás le ocultaba nada.

 

El embarazo de Kanon era una noticia maravillosa, tendría mucho trabajo por delante, pero sin duda, sus días serían felices al lado de ese hombre que se descocía,  feliz ante el teléfono, contándole a su mejor amigo de la razón de su alegría,


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