22-Caminos separados
¡Hermanooooooo!—fue la cálida bienvenida del pequeño Kaiba. Seto había sido admitido en la clínica especializada en lesiones de médula hacía dos horas después de haber sido llevado por personas que lo dejaron en la entrada de emergencias sin mediar palabra.
El ojos azules estaba algo hosco porque comprendía que su bien y el del propio Mokuba dependía de que callara lo que sabía de esos criminales. En otras circunstancias no se amedrentaría con semejante situación pero en la posición en que estaba no podía defenderlo como usualmente lo haría.
Escucha Mokuba—le dijo muy serio—Llama a Ronald y dile que debe reforzar la seguridad tuya, la mía y la de la mansión. Quiero un estado de alerta nivel 3 es en los efectivos—
El pelinegro abrió mucho los ojos y preguntó a su hermano--¿Qué pasa Seto?—pero como era de prever él no le respondió.
Solo debes saber eso por ahora. No te asustes, tal vez no pase nada malo, pero debemos estar alerta por si acaso—le dijo el mayor.
Si tu lo dices Seto es lo que haré. ¿Pero que es lo que te ha pasado?—preguntó el menor.
Eso es lo que quisiéramos saber—dijo alguien de pronto llevándose la atención del CEO.
¿Quién es usted y qué hace aquí?—fue la pregunta de Seto al hombre parado en la puerta de su habitación.
El otro sonrió de lado, era un pelinegro de ojos azules, usaba un traje negro que parecía algo barato pero el hombre no daba la impresión de ser solo un asalariado. A paso de Gato se acercó al CEO y le dijo—Veo que está muy nervioso mister Kaiba. Espero que le tranquilice saber que soy un simple policía de ciudad Domino que se preocupa por su estado—entonces extrajo una billetera y le mostró su identificación policial mientras añadía—Es por ello que sus guardias me dejaron pasar—
Hoy en día no se puede confiar la seguridad a nadie. Cualquiera puede falsificar una identificación como esa—dijo, como siempre desconfiado, el ojos azules.
Entiendo su preocupación pero mis credenciales son suficientes para calmar sus miedos. Si quiere puede comprobar con el mismo jefe—contestó el otro mientras observaba como las pupilas más azules le miraban con odio.
¿Había dicho miedo ese imbécil? Se preguntaba el CEO dispuesto a saltarle a la garganta.
Escuche bien. No sé quien se cree que es pero a mí no me interprete como esos tipos normales que son atacados por pandilleros y que necesitan tranquilizarse—dijo el millonario herido en su orgullo.
Muy bien. Ya que ha decidido ponerlo así, vamos a lo importante, mister Kaiba. ¿Quién lo atacó y por qué?—preguntó el policía cruzando sus brazos.
La corbata negra cayó de sus manos. Se sentía algo vacío aunque debiera estar feliz de que Seto estuviera por fuera de todo eso de una vez. Pero el saber que tal vez no le volviera a ver hacía que su cuerpo sintiera una honda pena.
La chaqueta negra hizo el mismo camino que la corbata mientras dirigía sus pasos hacia el baño. Necesitaba una ducha caliente y tratar de olvidar que el otro estaba en un estado en el que tal vez nunca volviera a caminar. A Joey lo carcomían las dudas y los pensamientos negativos mientras terminaba de desvestirse y entrar en la ducha. Se puso con un masaje en su cabeza, el shampoo que en el lugar había y mientras la frotaba cerró los ojos para disfrutar de la tranquilidad de ese espacio cerrado en el que no tendría que fingir no estar confundido por lo que le fue contado que hizo y por los sucesos que habían dejado a Seto en ese estado y a él lo habían privado de su libertad.
Entonces sintió unas manos que se deslizaban de su torso hacia su entrepierna.