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TRiADA por Kitana

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Notas del capitulo:

Hola a todo el mundo!!! he vuelto, disculpen la ausencia, he estado muy apurada en el trabajo y no habia podido actualizar nada, gracias por la espera, y bueno, las advertencias de rigos todos los personajes estan en OOC, así que si esto no es de su agrado, por favor absténganse. Hay violencia y sexo explicitos.

 

Gracias, y espero que lo disfruten!!

 

La oscuridad de la noche estaba presta a caer sobre el santuario de la misericordiosa Atenea. En las cercanías de los campos de entrenamiento, ya se encontraba el santo de Cáncer, esperando por sus compañeros. Aquella noche saldrían del santuario. Un escalofrió recorrió su espina dorsal al recordar el motivo por el que lo harían.

 

Cómo en los viejos tiempos...

 

 Ese fue su pensamiento al recordar el motivo de la incursión que estaban a punto de realizar.  Se llevó un cigarrillo a los labios y le dio una profunda calada, saturando sus pulmones con la nicotina, deseando tener algo más fuerte en su sistema. La inquietud que dominaba sus días pareció expandirse con las emociones que le embargaba en esos momentos.

 

Sumergió las manos en lo profundo de los bolsillos de su pantalón hasta dar con el ansiado objeto de su búsqueda. Un diminuto paquete de coca con el que había conseguido hacerse en un escape al pueblo. Había tenido que ser creativo para evadir las preguntas de todos, para no mostrarse intoxicado en público.

 

En un descuido de la gente de la fundación intentó inhalar, pero no fue lo suficientemente rápido para deshacer el paquete y alcanzar su tan ansiada dosis antes de que le vieran.

 

Sus compañeros llegarían pronto.

 

El primero en llegar fue Piscis. Le vio descender el último tramo de la escalinata y aproximarse con ese gesto duro y molesto de los últimos tiempos, pero que sin duda, no opacaba su belleza.

 

Ninguno de los dos habló, fue como en aquellos días, en los ya lejanos días del dominio de Arles. Ambos tenían tantas cosas en mente, demasiado como para expresarlo en palabras, además, en presencia de esa gente, ninguno diría nada, ni una sola palabra...

 

Los profundos ojos negros del italiano se posaron en la arrogante figura de Afrodita, el santo de Piscis se le antojaba bellísimo gracias a la luz de la luna que ya exhibía su pálido rostro en mitad del cielo. Le pareció hermoso, mucho más de lo que solía ser, era como si esa aura de crueldad que ahora poseía sólo acentuara su belleza.

 

Sin embargo, en su mente sucedió algo cuando menos inesperado. No supo si atribuirlo a la falta de la tan anhelada droga, o a la confusión que experimentara desde su regreso a la vida, pero estaba sucediendo. Los rasgos de Misty comenzaron a superponerse a los de Afrodita...

 

--- Ya podemos irnos. --- dijo el sueco con dureza al ver aparecer la espigada figura de Milo de Escorpión aproximándose con ese andar tan suyo.

 

Death Mask se puso de pie y avanzó en dirección a esos que les miraban con desconfianza desde la camioneta en la que se trasladarían al sitio que sería escenario de una más de las actuaciones de la tríada. Al poco de que los tres hubieron abordado, el vehículo emprendió la marcha con rumbo a su destino.

 

Los tres conocían las órdenes. Todo era tan simple como fácil se antojaba a los ojos de quien pudiera colocar en la balanza las habilidades de los asesinos contra las de sus oponentes. Las órdenes, emanadas de los labios de la propia diosa eran claras y precisas. Traer de vuelta las armaduras al precio que fuera necesario. Buscar y destruir. Llevaban la consigna de aniquilarles, tenían el permiso explícito de la diosa para hacer el uso de la fuerza que resultare necesaria para completar su misión. No habría piedad para nadie, tampoco misericordia...

 

Milo de Escorpión contempló con apatía el cielo nocturno. Le pareció interesante que la luna luciera ese resplandor rojizo, durante días había podido observarlo, tal vez... No, aquello resultó ilógico a sus ojos. Simplemente era algo que no podía ser, algo que no iba a suceder.

 

Pronto llegarían a su destino. Afrodita estaba de mal humor, creía firmemente que no precisaban de la ayuda de nadie para cumplir con aquella misión, sin mencionar que era ingenuo que sus enemigos de verdad se hubieran concentrado en un mismo lugar. O eran muy tontos... o muy poderosos...

 

Milo había pasado horas estudiando los planos que les habían proporcionado. Todo estaba en su mente, habían trazado ya una estrategia plausible para cuando llegara el momento. Todo volvía a ser como antes, y eso le dotaba de una extraña sensación de calma que hacia tiempo no experimentaba.

 

La camioneta se detuvo frente a una enorme nave industrial que lucía abandonada. Los asesinos habían apagado su cosmos, esperando el momento en que comenzarían con aquello.

 

Death Mask percibió con horror que el momento había llegado cuando las puertas de la camioneta se abrieron para arrojarle a su terrible realidad... estaba nervioso, ansioso por zamparse esa droga que guardaba en el bolsillo. Necesitaba esa dosis para calmar su ansiedad. ¿Cómo se atrevían a pedirle que matara en semejantes condiciones? Aún si no lo deseaba, aún si no se sentía capaz... tendría que hacerlo. Ese era su trabajo, aún si no era de su agrado.

 

Ahí estaban, los tres, de pie ante el desvencijado portón, sintiendo la fresca brisa de la noche acariciarles. Estaban cerca del puerto, pudieron notarlo gracias al salobre aroma que se colaba por sus fosas nasales.

 

Las tres figuras lucían imponentes, aterradoras, la gente de la camioneta se preguntó como sería verles con las armaduras puestas...

 

Los asesinos permanecían de pie frente a la añosa construcción, el sitio parecía enorme, descuidado, peligroso.

--- ¿Cómo antes? --- preguntó Death Mask.

--- Como antes. --- dijo Afrodita.

--- El italiano por la derecha, yo por la izquierda, tú por el frente. --- dijo Milo con voz ronca. Se separaron y cada uno tomo la dirección indicada. Se apostaron en sus puestos, y con la señal de costumbre, Afrodita lo inundó todo con el mortal aroma de sus rosas. Lentamente el interior de aquella construcción se vio repleto de las rosas de Afrodita.

 

A una señal de Afrodita, irrumpieron en aquel edificio, como un solo hombre ingresaron en ella.

--- ¡No va a servirles de nada! --- gritó una voz distorsionada --- ¡Conocemos todos sus trucos! ¡Sabemos exactamente como operan! --- Afrodita frunció el ceño, así que estaban usando máscaras... de cualquier forma, eso no serviría de nada.

 

Death Mask se quedó en silencio, percibiendo el cosmos de aquellos jóvenes. Se dijo que en otras circunstancias, tal vez hubieran llegado a ser santos de plata, pero no de oro. No supo por qué, pero sintió pena por ellos. Estaba seguro de que sus compañeros no tendrían piedad ni tapujos al ejecutar las órdenes de la diosa.

 

Envuelto en un profundo silencio, el santo de Piscis recorrió un buen tramo sin encontrarse con nadie. Una suave sonrisa curvó sus labios al notar que unos pasos más delante de donde se encontraba, había un hombre.

 

--- El veneno de tus rosas no sirve si no lo aspiras, no me ha afectado. --- dijo aquel joven. Una dulce y burlona carcajada del santo de Piscis surcó el aire hasta resonar en los oídos de aquel infortunado.

--- Mis niñas no cuentan sólo con su perfume para asesinar... no es ese su único papel. --- dijo suavemente, la sorpresa le impidió a aquel hombre defenderse, Afrodita ya estaba a sus espaldas.

 

No tuvo tiempo ni siquiera de gritar. Una de las rosas de Afrodita  le destrozó la garganta. Cayó retorciéndose de dolor a los pies del sueco. Pronto Afrodita reconoció la armadura: Capricornio.

 

--- Sólo nos quedan diez... --- susurró el sueco mientras continuaba su avance.

 

Milo de Escorpión había acabado ya con dos, los portadores de Virgo y Géminis. Comenzaba a irritarse, no lograba sentir a Escorpio. Alguien había caído, supuso que era por Afrodita, con Cáncer siempre gritaban demasiado.

 

A su izquierda cruzó una silueta humana, pudo reconocer que vestía al objeto de su casi obsesión: Escorpio. Repentinamente varió el rumbo de su andar, se movió lo más rápido que pudo.

 

--- Mal nacido... --- escupió el griego al hallarse frente a él. Estaba furioso, no podía creerlo. La furia brilló por un instante en sus opacas pupilas. Tenía frente a sí a un hombre desaliñado y sucio, aparentemente menor de lo que él había sido al morir. Sintió deseos de arrancarle uno a uno los miembros al percatarse del deplorable estado que el cloth del Escorpión Celeste guardaba.

 

Escorpio no podía estar peor. A pesar del furor homicida que le embargaba, se obligó a permanecer sereno, indiferente ante los ojos de ese cretino que lo miraba con aire de autosuficiencia.

 

--- ¿Cuál de los asesinos eres? --- le preguntó, su voz le sonó verdaderamente desagradable, verdaderamente irritante, pero su rostro sostuvo ese aire de indiferencia.

--- No mereces saberlo... ni siquiera merecer morir en mis manos, pero lo haré, voy a matarte y Escorpio volverá a donde pertenece...

 

El otro rió burlón ante aquel comentario expresado con esa voz plana y carente de emoción. Ni siquiera le vio venir, sintió que una corriente de aire le envolvía, cuando intentó moverse, no pudo conseguirlo, empezaba a sentir la desesperación carcomer sus nervios. Unos pasos lejos de él, Milo le contemplaba con expresión absorta y vacía. La mueca en el rostro de su oponente era de sorpresa pura, de incredulidad en esos ojos que el griego no se ocuparía de cerrar.

 

Casi al instante la armadura se desprendió del cuerpo inerte del joven en medio de un suave sonido metálico, ensamblándose para formar la figura del escorpión.

 

--- Más tarde me ocuparé de ti. --- susurró el griego contemplando fijamente a la armadura, repasando con la yema de sus dedos, acariciando suavemente la superficie opaca y sucia de la armadura del escorpión celeste, la armadura que había vestido durante años. Sonrió ligeramente cuando la armadura pareció reconocerle. Más tarde tendría tiempo de hacer lo necesario con Escorpio, por el momento, debía continuar, la tarea no había sido completada aún.

 

En tanto, Death Mask no había tenido tantos problemas para recobrar a Cáncer, a penas encender su cosmos, la armadura se había desprendido de su poseedor para aprestarse a protegerlo.

 

No sabía si esa joven que llevaba a Cáncer había muerto o no, simplemente siguió adelante. No quiso detenerse a averiguarlo, no era el momento.

 

Para esos momentos, Piscis se encontraba en lo que parecía haber sido una oficina. Ocultó su cosmos, hasta hacerlo imperceptible, se acercó a la puerta, había percibido un par de presencias. Escuchó voces, un hombre y una mujer.

 

No atendió sino hasta que la mujer mencionaba al escorpión.

 

--- ¿Cómo puedes saber que de verdad es él? --- dijo el hombre.

--- Volvieron a la vida, pude sentirlo cuando pasó... creí que tú también. Milo está con vida... puedo sentirlo.

--- Sí, ¿y que diferencia hace eso? Si están aquí es para matarnos.

--- No creí que los enviarían, de verdad no lo creí, siempre creí que no se prestarían a cosas como esta.

--- Abre los ojos, Aurora,  las cosas no son como tú las piensas, ellos no son valientes caballeros en defensa de los desvalidos  ni pretenden salvar al mundo.

--- Tú no entiendes, le debo la vida... fue él quien me trajo a este lugar... fue por él que tuve una segunda oportunidad en la vida.

--- Eso no hará gran diferencia si le han ordenado matarte, vinieron aquí a matarnos a todos por órdenes de esa mujer que se dice Atenea.

--- Él no lo haría...

--- ¡Despierta Aurora! ¡Él no va a dudar en matarte si acaso se le presenta la oportunidad! Él no es lo que tú piensas, él simplemente es un asesino.

--- ¡No, él no puede ser eso! ¡Él salvó mi vida cuando otros se quedaron viendo! A mis ojos no hay otro hombre más digno y honorable que Milo de Escorpión.

--- Dices eso por esa estúpida fantasía tuya, sólo lo dices porque estás enamorada de su fantasma. --- masculló el hombre. --- No deberías permitir que lo que sientes por ese hombre te ciegue, él y los otros dos están aquí para matarnos. Te recuerdo que la armadura que llevas puesta le perteneció a su amante, a ese hombre que todos recuerdan por su crueldad más que por su legendaria belleza.

--- No me importa.

--- Debería, ese hombre esta decidido a matarnos, ha sido él quien llenó este lugar con sus rosas, ha sido él quien ha saturado este espacio de veneno. Debes saber lo que dicen sobre él... mató a muchos por tan sólo atreverse a mirar a su amante.

--- Sí acepté esta armadura fue porque, de alguna manera, me acercaba a Milo, y es verdad, lo amo. Lo amo como nunca podría amarlo ese hombre del que me hablas.

--- Ese amor te hace débil, va a ser lo que te pierda, Aurora.

 

Afuera, Afrodita se retorcía de furia. No toleraba la manera en que esa mujer se expresaba de su griego. Milo de Escorpión tenía un único dueño, Afrodita de Piscis...

 

No iba a escuchar más... se dispuso a terminar de una vez por todas con ese asunto. Irrumpió en la habitación, sin más preámbulo, ultimó al hombre, para luego  concentrar su atención en la mujer. Con verdadera saña, aplastó el cráneo del hombre, una cruel sonrisa se posó en los carnosos labios del sueco. La chica lo miró incrédula. No podía dar crédito a lo que sus ojos veían, ese hermoso ser que le sonreía de manera casi diabólica, había masacrado a su compañero sin más, sin esfuerzo aparente.

 

--- Contigo no seré tan amable. --- siseó el sueco arrastrando con desprecio cada palabra. Contempló a esa mujer de piel oscura y vivaces ojos negros. Era hermosa, sin embargo, de poco le serviría eso ante él. Por momentos Aurora pensó que se trataba de un espejismo, ese hombre era bellísimo, y se movía entre las tóxicas rosas con absoluta naturalidad. De pronto, la luz se hizo en su cerebro.

--- Afrodita de Piscis... --- susurró luego de un instante. De los tres asesinos, se decía que el más hermoso y cruel había sido Piscis.

 

No iba a permitirle tomar su vida tan fácilmente. Concentró su cosmos y creo una fragante rosa. Estaba lista para pelear.

 

--- El que sepas invocarlas, no significa que sepas matar con ellas... de ser un verdadero guardián de Piscis... el veneno sería para ti tan inofensivo como el rocío de la mañana. --- le dijo el sueco con una sonrisa casi demoníaca. --- Con toda seguridad, estarás pensando que sería muy bueno poder verle una última vez... antes de morir.

--- Estás muy seguro de que vas a matarme....

--- Te lo dije... saber formar rosas no es indicativo de que sepas como usarlas para matar con ellas.... Eres débil, eres verdaderamente patética, alguien como tú no debería siquiera mirarle a la cara. Es un hecho que voy a matarte, y debo decir que lo haré con supremo placer. Tu diosa debe estar verdaderamente desesperada como para darle mi armadura a alguien que ni siquiera podría llegar a santo de bronce.

--- No sabes lo que dices.

--- Ni tú sabes lo que enfrentas. Ahora, cierra esa boca, vas a morir. --- dijo el sueco clavando sus casi transparentes pupilas en el moreno rostro de la muchacha. Su sonrisa se disipó, encendió su cosmos y llamó con él a su armadura. --- No vas a volver a verlo... jamás. ---- le dijo mientras Piscis abandonaba el cuerpo de la chica. Afrodita sonrió satisfecho. --- Piscis no es para ti, mucho menos Escorpión. --- dijo mirándola fijamente --- Volví del infierno para reclamar lo que me pertenece... todo lo que es mío...

 

Ella le lanzó la rosa. Afrodita la atrapó con un veloz movimiento y Aurora pudo ver como su rosa se deshojaba entre las delicadas manos del asesino. Fue entonces el turno de Afrodita para atacar. Cientos de rosas negras surgieron de sus manos para ir a rodear a la infortunada muchacha. Las rosas se apiñaron contra su cuerpo impidiéndole moverse siquiera. Intentó liberarse, pero todo fue inútil. Mientras más luchaba, más se ensañaban aquellas flores con su carne.

 

--- Toda resistencia es inútil, no tiene sentido que luches, mientras más lo hagas, más rápido llegará tu final, ese es el truco detrás de estas rosas negras, serán el ataúd que he preparado para ti. Esta vez no tengo prisa... ellos se encargarán del resto de tus compañeros mientras nosotros nos divertimos contigo, mis niñas van a darse un festín con tu sangre... van a hacerte pedazos. --- susurró mientras contemplaba la escena.

 

Pocos minutos después estaba muerta, irreconocible.

 

Se tomó unos minutos para arrancarle la armadura al hombre, su parte estaba hecha, por el momento, había terminado.

 

Salió del lugar  y con un suave movimiento de su mano, dispersó a sus niñas. Al desaparecer las venenosas rosas, pudo ver que Milo estaba más cerca de lo que pensaba, pudo ver que a los pies de su amante yacía un cuerpo sobre el que descansaba la armadura de Sagitario. Le bastó una mirada para descubrir el rastro de cadáveres que el griego había dejado a su paso. Uno ya no llevaba armadura, los otros vestían a Aries, Géminis y Virgo. Él había dado cuenta de los portadores de Tauro, Capricornio y Piscis, lo que indicaba que a Death Mask le correspondía hacer lo propio con los restantes, Cáncer, Leo y Libra.

 

--- Uno de los del italiano sigue vivo. ---- dijo Milo con su habitual apatía. Afrodita se giró furioso a mirar en dirección de Cáncer.

--- ¿Qué?

--- Eso precisamente, que no lo mató. --- dijo Milo.

--- ¡Maldito cretino! --- dijo Piscis abalanzándose sobre el italiano, le sujetó con furia por el cuello y le arrastró en dirección al cuerpo en el que Milo había detectado signos de vida. El sueco miraba los ojos vidriosos de su compañero intentando hallar en ellos algún signo de ser escuchado. --- ¿Por qué no la mataste? --- gritó --- ¿Por qué demonios la dejaste vivir? ¡Sabes perfectamente en que consisten las órdenes! ¡Mátala! --- dijo empujándole con fuerza en dirección a la chica que ya comenzaba a reaccionar.

--- Déjalo... yo lo hago.  --- dijo el griego acercándose a la joven que portaba a Libra.

 

La mano del escorpión no titubeó al arrancar el peto. Bastaría una de sus agujas para reventarle el corazón y terminar con su vida. Le bastó un golpe para conseguir darle muerte a la jovencita, por un momento se sintió turbado, sin embargo, se guardo bien de no mostrarlo.

 

Afrodita lo miraba casi complacido, en el fondo, Milo seguía siendo el frío asesino de antaño. Lo vio liquidar a esa joven sin dudar, sin que el pulso le temblara ni por un segundo.

 

--- Esta hecho. --- dijo el griego poniéndose de pie.

--- Larguémonos de aquí. --- dijo el sueco empujando lejos de sí al italiano. Estaba molesto, detestaba las complicaciones, y Death Mask comenzaba a tornarse en una.

 

Death Mask los siguió en silencio... nunca sería como ellos, nunca tendría la sangre fría de Milo, o el instinto asesino de Afrodita. La única forma en que podía matar era cuando estaba embrutecido por las drogas, ahora lo tenía bien claro.

 

--- Sabía que no te resistirías a llevarla contigo... --- dijo Piscis con una extraña sonrisa al ver que Milo se rezagaba a fin de recobrar su armadura.

--- Habrá que limpiarla. --- fue todo lo que el griego dijo.

 

Salieron de aquel lugar, la gente de la fundación no se atrevió a hacer preguntas al ver las manos y el rostro de Afrodita manchados de sangre. Los asesinos volvieron a subir al vehículo, los tres, a su modo, estaban molestos, cansados, deseosos de llegar a lo único que conocían...

 

Pronto se alejaron del lugar, más tarde, un grupo enviado por la fundación llegó hasta ahí para deshacerse de los cuerpos y recuperar las armaduras. Borrarían todo rastro de aquellos desafortunados.

 

Mientras volvían, en las mentes de los asesinos se agolpaban los recuerdos, era inevitable. A raíz de la naturaleza de su misión, en las agitadas mentes de Cáncer, Escorpión y Piscis, se representaban escenas del pasado, de todas las ocasiones en que habían salido a ejercer su oficio.

 

Death Mask no podía dejar de pensar en los nebulosos recuerdos que guardaba de Gales, el lugar en donde se había ganado el nombre que ahora llevaba, de Rusia, de China... de todos esos sitios en los que en medio del furor de la intoxicación había llegado al espantoso extremo de cercenar los rostros de sus víctimas para tomarlos como trofeos.

 

Milo, por su parte, se preguntaba acerca del por qué de ese repentino deseo de parar, de no matar más. Para él la muerte de alguien en sus manos nunca había significado nada. Pero después de la muerte de Piscis, las cosas  habían cambiado, él había cambiado. No podía volver a ser el de antes, no podía matar con la misma frialdad de antaño.

 

Afrodita continuaba enfurecido por el, a sus ojos, decepcionante papel de Cáncer. Pensaba que si el griego se había ablandado, el italiano lo había hecho aún más. Era cuestión de tiempo para que la olla de presión que era la psique de Death Mask terminara por estallar. No se sentía culpable, no se sentía incómodo, ni siquiera le importaba la sangre que manchaba sus manos y parte de su hermoso rostro. Matar era lo único que sabía hacer, y como de costumbre, lo haría tan bien como fuera posible.

 

En cuanto llegaron a los dominios de Atenea, se dirigieron al salón del trono en busca del patriarca. Afrodita no se sorprendió de no hallar a Shion ahí.

 

--- Tal vez deberíamos esperar... --- dijo Death Mask un tanto confundido.

--- Espérale tú si es eso lo que quieres, yo me voy a dormir. --- murmuró Piscis al salir del salón.

 

Milo permaneció en silencio, ni siquiera se detuvo a considerar lo dicho por Cáncer, simplemente salió detrás de Afrodita con ese apático andar que le caracterizaba.

 

Death Mask pronto les dio alcance, jamás se sentiría  cómodo en ese lugar...

 

Los rubios se dirigieron a Piscis sin hablar, sin mirarlo siquiera, Death Mask continuó hasta su templo, su andar era veloz, nervioso, cada uno de los ruidos de la noche le  turbaban los nervios.

 

Se recluyó en sus habitaciones, no quería pensar en aquellos a los que había matado esa noche. No podía olvidar sus ojos eternamente fijos, eternamente asustados, tal vez lo merecían, tal vez no, pero él no tenía ni tendría el derecho a disponer de otra vida humana. Lo sabía... lo sentía, pero no podía hacer nada al respecto. Su destino estaba sellado, debía obedecer, debía hacer lo que su diosa ordenara, y si su diosa ordenaba matar, él debía hacerlo. Carecía del poder para oponerse a lo que Atenea le ordenase.

 

Aquello le deprimía grandemente. Sintió que su ansiedad crecía, se expandía impidiéndole razonar, impidiéndole siquiera respirar...

 

Todo era en extremo complicado, y ni siquiera había podido conseguir suficiente droga como para mantenerse en calma, lo suficientemente enajenado como para no pensar en sus actos.

 

El amanecer llegó y él seguía despierto, ansioso, pensando una y otra y otra vez en lo sucedido la noche anterior. Se preguntaba si sería capaz de volver a hacer lo de antes, de matar sin enloquecer en el proceso.

 

Afrodita y Milo desayunaban en Piscis.  La noche anterior, Milo se había pasado buena parte de la noche puliendo su armadura. Afrodita no había dicho nada, sin embargo, aquello seguía molestándole. Luego de observarle un buen rato, había terminado por irse a dormir sin él.

 

Al despertar lo había encontrado sentado en el suelo, puliendo amorosamente el peto de su armadura.

 

--- También te extrañé... --- le había escuchado murmurar.

 

Ante aquel comentario, Piscis simplemente había fruncido el ceño con disgusto.

 

Si, como había dicho Death Mask, las cosas habían vuelto a ser como antes, seguramente tendrían que acudir al entrenamiento. Milo se dijo que aún si no lo deseaba, tendría que hacerlo. Estaba sintiéndose débil, estaba pensando que estaba fuera de forma. Él sentía que era lento, débil, y el enfrentamiento con Afrodita le confirmaba esa opinión.

 

Durante todo el tiempo que fueron compañeros de entrenamiento, sus fuerzas habían estado equilibradas, al igual que su habilidad. Sin embargo, a raíz del violento enfrentamiento posterior a la resurrección, sentía que estaba en inferioridad ante su amante.

 

Era cuestión de tiempo para que le s enviaran a matar a alguien más, en especial si las cosas estaban tan mal como había escuchado. Por lo que sabía, la diosa ya no era tan apreciada como antaño. Las cosas eran difíciles dentro y fuera del santuario, había, tal vez, más revueltas que en los tiempos de Arles. Revueltas que, sin duda, tendrían que ser aplacadas con la misma intensidad que en el pasado, con los mismos métodos de Arles.

 

Se puso de pie y fue a lavarse. Afrodita lo siguió.

--- ¿Irás a entrenar? --- preguntó el griego al ver que su amante comenzaba a vendar sus manos como solían hacerlo antes de entrenar.

--- Si, ¿tú vendrás? --- respondió Afrodita.

--- Debo hacerlo si es que quiero volver a ser lo que era. --- murmuró Milo.

--- No estás del todo bien. --- argumentó Afrodita. Milo le miró con un fugaz brillo de disgusto.

--- Anoche pude hacer lo que solíamos hacer, no creo que haya diferencia entre eso y un entrenamiento. --- dijo y se dirigió a la salida.

 

Afrodita se sorprendió, su amante no se había duchado siquiera después de lo de la noche anterior. Milo siempre se aseaba concienzudamente después de una misión. Antes lo había atribuido a la compulsión del griego por mantener brillante su armadura. Pero ahora... no sabía que pensar, no sabía que era lo que estaba enfrentando, a veces la mente del griego era un enigma aún para él.

 

Pero algo era seguro, estaba tramando algo...

 

Para cuando Afrodita descendió al coliseo, Milo ya se encontraba entrenando con Death Mask. Le resultó totalmente extraño. Ambos luchaban al límite del riesgo, luchaban con los puños, sin emplear su cosmos, pero sin detenerse ante la posibilidad de dañar al otro. Se atacaban enérgicamente, sin piedad alguna, como nunca lo habían hecho, al menos no entre ellos. Entre Milo y Death parecía existir una regla no escrita, jamás luchaban de esa manera, jamás luchaban como solían hacerlo Milo y Afrodita. Pero aquella mañana las cosas eran completamente diferentes. Estaban sosteniendo una pelea de verdad. Cosa que no agradó mucho a Afrodita.

 

El escorpión adoptó una extraña postura, desde la cual lanzó una certera patada que logró derribar a Cáncer.

 

--- Se acabó. --- dijo el italiano desde el suelo --- ¿Qué fue eso griego?

--- Un nuevo truco. --- dijo el escorpión ofreciéndole la mano a Cáncer.

--- Es un buen truco, si me hubieras golpeado más arriba me habrías noqueado, tal vez hasta matado.

--- Cierto. La idea es terminar con todo de un solo golpe.

 

Afrodita los miraba sintiendo que su ira se acrecentaba a cada instante. Comenzaba a sentirse celoso. Y él nunca había sentido celos de Cáncer...

 

--- Sí ya terminaron de jugar, ven acá griego, pelea conmigo. --- dijo con disgusto. Milo le miró sin interés y luego de un instante le siguió.

 

Se situaron uno frente al otro, mirándose fijamente, sin revelar quien seria el que atacara primero. Algunos de los dorados suspendieron su entrenamiento para mirarlos a ellos. Cada vez que se enfrentaban, ofrecían verdaderos combates.

--- ¿Qué estás esperando griego? --- dijo Piscis mirándole a los ojos.

--- Tú primero. --- susurró el escorpión.

--- Sí tú lo quieres así... ---- dijo Afrodita y echó a correr hacía él. Milo pudo anticipar el golpe y lo detuvo. Lanzó un golpe que Afrodita frenó sin problemas.

 

Pronto se vieron trenzados en un combate duro y ríspido en el que ninguno parecía querer ceder ni un ápice. Para la mayoría fue obvio que no era como solía ser. A pesar de que ya habían llegado a ese punto en el que siempre se detenía por saber que nadie podría ganar, continuaron. Ese día ninguno de los dos quería perder.

--- ¿Empate? --- dijo Piscis a sabiendas que no lograrían pasar de ese punto, estaban trabados en un doble agarre que ninguno de los dos quería aflojar.

--- Empate. --- aceptó el griego con apatía.

 

Al mismo tiempo se soltaron, ambos respiraban con dificultad. Afrodita sentía que sus músculos temblaban a causa del esfuerzo. Los dos estaban cansados. Habían terminado, no había razón para permanecer ahí.

 

--- Deberías mejorar tu ataque griego, es débil. --- dijo Afrodita limpiándose el sudor con el dorso de la mano.

--- Y tú deberías hacer lo mismo con tu defensa, es fácil de romper. ---- respondió Milo.

 

A lo lejos, Afrodita notó la presencia de Camus de Acuario. Estaba deseando ajustar las cuentas con ese hombre, sin embargo, no era el momento oportuno.

 

Ya habrá tiempo, maldito francés...  pensó mientras avanzaba detrás de Milo en dirección a Escorpión. No iba a dejar las cosas así, ellos tenían cuentas pendientes. Y cuando fuera el momento, Camus de Acuario aprendería lo que significaba el sufrimiento.

 

Camus no pudo sino fruncir el ceño. Estaba seguro de que Afrodita había sido quien le causara tanto daño a Milo, y sin embargo, el griego permanecía a su lado, contrario a todo pronóstico, esos dos seguían juntos y no iba a permitirlo. No ahora que tenía una segunda oportunidad. Tenía que mover muy bien las piezas del rompecabezas y no dar ningún paso en falso, Milo de Escorpión sería suyo....

 

Una vez que estuvieron en Escorpión, Milo decidió ducharse, en tanto sus compañeros permanecieron en la cocina.

--- ¿El viejo ha hablado contigo? --- preguntó Afrodita después de un rato.--- Él sabe, ¿no es cierto?

--- Mi maestro... no, y si lo sabe, no ha querido decirme nada. --- Piscis lo miró con desconfianza, aparentemente Libra desconocía todo, ¿el patriarca se lo ocultaba a él también?

--- ¿Por qué quisiste entrenar con el griego? --- le soltó Afrodita sin más preámbulo.

--- No fue porque lo quisiéramos, si no era con él, nadie más se hubiera ofrecido.

--- Creo que está tramando algo.

--- ¿Eso crees? --- dijo Death acostumbrado a la paranoia de su compañero.

--- Estoy seguro, y no me gusta..

--- A ti no te gusta que tenga siquiera pensamientos que no te incluyen, es todo, tu problema son tus malditos celos. --- dijo Cáncer con naturalidad.

--- Cállate. --- le amenazó Piscis, sin embargo, al italiano no pareció importarle. Lo conocía bien. Piscis estaba tremendamente celoso, y si no lo había molido a golpes aún, era porque no lo consideraba un peligro real. Eso, o algo más rondaba su paranoico cerebro. Se preguntó qué podría ser....

 

Horas más tarde, Cáncer se había retirado, Milo estaba durmiendo profundamente y Afrodita se sentía inquieto, no podía dejar de dar vueltas al asunto, ¿qué era lo que el griego traía entre manos? No hallaba respuestas, y eso solo lo hacía sentirse peor, lleno de celos, lleno de inquietud.

 

Su inquietud trocó en furia al sentir el cosmos de Acuario materializarse al interior del templo del Escorpión Celeste. Súbitamente se puso de pie y fue a su encuentro.

 

--- Piscis... creí que la próxima vez que te viera, solo vería tus espaldas, me han asegurado que eres muy buen corredor. --- comentó con sorna el francés.

--- No hagas caso de todo lo que escuchas...Acuario.... Podrías llevarte una sorpresa muy desagradable.

--- ¿Dónde esta Milo? Necesito hablarle. No he tenido oportunidad de agradecerle su intervención a favor de Hyoga. --- dijo sentándose en el sofá, Afrodita lo miró de muy mala manera.

--- ¿Cuántas veces tengo que repetirte que para ti, él es Escorpión? --- dijo Afrodita mirándole fijamente. --- Será mejor que te largues... hasta donde sé, él no quiere ni verte. --- sentenció el sueco acercándose lentamente, a Camus los movimientos del rubio le parecieron similares a los de un depredador a punto de saltar sobre su presa..

--- Eso es cosa que no te incumbe a ti, y si no quiere verme, que me lo diga él mismo.

--- Lárgate antes de que me decida a echarte.

--- Sólo el guardián de este templo podría hacer eso, y según sé, tú no lo eres. --- dijo el francés con una sonrisa burlona.

--- Escucha... esta vez nada va a detenerme. Voy a terminar matándote tarde o temprano, tú lo sabes, lo sabes muy bien. --- susurró Piscis cerca del rostro del francés. --- Me bastaría una sola de mis rosas para acabar con tu patética existencia... no te atrevas a fastidiarme, porque cuando me decido a acabar con alguien... lo consigo.

--- ¿Me amenazas?

--- Por supuesto que no, me limitó a decirte lo que veo en tu futuro si continuas metiendo tu nariz en mis asuntos. --- dijo el sueco con rencor. ---- Sé más de lo que crees, más de lo que imaginas siquiera.... Acuario... no te conviene que empiece a decir todo lo que se de ti... ¿crees que a tu alumno le va a caer en gracia enterarse de que fuiste tú quien le dio la información decisiva a Arles para que resolviera acabar con ese campamento en el que murió su padre? --- Camus palideció al escuchar aquello.

--- ¿Cómo lo sabes? --- preguntó el francés atropelladamente, creía que nadie sabía de aquello, que nadie sabía de su labor como espía en aquellos días.

--- Tengo mis métodos, francés. --- dijo con desprecio. --- Tal vez sea un asesino... pero nunca he caído tan bajo como tú Acuario. Dime, cuando se enteré, ¿intentarás matarlo como al otro? --- dijo burlón, Acuario se sintió acorralado.

--- No hables si no conoces toda la historia.

--- No me interesa conocer toda la historia, me basta con lo que sé, y por lo que veo, es más que suficiente. Ahora lárgate, y no quiero verte cerca de él jamás....

 

Cuando Milo despertó, Afrodita estaba más calmado, casi se había olvidado del incidente con Acuario. La noche estaba fresca, y el cielo despejado, así que resolvieron subir al techo de Escorpión como en los viejos tiempos. Se tendieron uno junto al otro solo a mirar al cielo, en un silencio perfecto que por momentos les hizo olvidar a ambos todo lo que había sucedido en sus vidas.

 

--- ¿Qué crees que pasará ahora? --- preguntó Milo con los ojos vueltos al cielo.

--- ¿Con qué?

--- Con nosotros.

--- Tú mismo lo dijiste. Todo va a seguir igual. Sin importar el tiempo que haya pasado, ni quién esté al mando, para nosotros los asesinos, las cosas no cambian.

--- ¿Lo habrán notado ya?

--- No. Y será mejor que nos quedemos callados.

--- Es verdad, de cualquier forma, no  van a creerlo. Lo más seguro es que cuando se den cuenta de que esta aquí y sea el momento de acabarlo, a quien van a enviar a hacerlo será a nosotros.

--- Cierto. --- Afrodita se giró a mirarlo. Estaba tan hermoso... contempló la fina línea que partía la frente de su amante, esos dos años habían terminado por afectar a su orgulloso amante. Podía verlo en  esa línea que marcaba su alta frente.  --- ¿También a él le traías aquí?

--- Cállate. --- pidió Milo con molestia.

--- Responde Escorpión, ¿lo trajiste aquí alguna vez? --- dijo sujetando el rostro del griego con fuerza.

--- No. --- fue la seca respuesta del griego. Afrodita sonrió levemente y le atrajo hacía si con poca delicadeza. Lo besó con furia, como si con ese beso quisiera borrar todo ese pasado que su griego había compartido al lado de ese hombre al que detestaba con todas sus fuerzas. Quería borrar todo rastro de ese hombre en la existencia de Milo, quería que jamás volviera a pensar siquiera en él, que no pudiera ser un obstáculo entre ellos.

 

El beso se tornó más y más apasionado, Milo no cabía de gozo al sentir los labios de su amante recorrerle de palmo a palmo.

--- Te voy a arrancar de la piel el aroma de ese mal nacido. Vas a ser sólo mío de nuevo. --- le susurró al oído mientras le encerraba en un apretado y posesivo abrazo. Milo se dejaba hacer, henchido de placer, no quería ver más allá del momento presente.

 

Se besaron, los dientes de Afrodita rozaban peligrosamente los tersos labios del griego, ¡cuánto lo había extrañado! Cada centímetro de la piel griega reclamaba al hombre que se desnudaba con gesto furioso frente a él. Las uñas del sueco hicieron mella en la piel de Milo al arrancarle la última de sus prendas.

 

Se miraron fijamente, desnudos, jadeantes, deseosos de consumar su amor una vez más, en ese lecho que tantas noches habían compartido.

 

Al mirarlo a los ojos, Milo supo que en su mundo, fuera de Afrodita no había ni podía haber nada más. No había lugar mejor que entre los brazos de Afrodita. El sueco lo miró contada la dulzura que era capaz de expresar, aunque notó también cierto dolor en los clarísimos ojos de su amante. El santo de Piscis estiró la mano para acariciarle, para rozar de nuevo aquella piel que había anhelado tanto... ¡cómo lo amaba! Vaya que lo amaba, sin embargo, no podía olvidarse tan fácilmente de la afrenta sufrida. La furia se adueñó de él, de cada fibra de su ser.

 

Súbitamente,, asió un grueso mechón de la dorada melena del escorpión. Lo deseaba, lo amaba, pero se sentía herido, quería someterlo, orillarle a reconocer que él era y sería por siempre su único dueño.

--- Eres mío maldito griego... completamernte mío... regresé del infierno sólo por ti, para estar a tu lado de nuevo. ----  dijo el sueco en un murmullo, Milo se regocijó con la contemplación de su bellísimo y letal amante, Afrodita le parecía aún más hermoso que antes.

---Perdóname.... --- susurró el griego, Piscis fingió no escucharlo.

--- Te voy a borrar cualquier rastro que ese infeliz haya podido dejar en tu cuerpo, en tu ser, eres solo mío, ¿lo entiendes? --- Milo pudo notar el caos que se desató en el sueco, se estremeció, jamás le había visto así --- No habrá nadie después de mi. --- sentenció al tiempo que se metía entre las piernas de Milo.

 

La espalda del escorpión se curvo, en parte por la placentera invasión perpetrada por Afrodita, y en parte, por la sensación del fresco de la noche sobre su piel. Las uñas de Afrodita desgarraron levemente la piel de su cadera, en tanto que los incisivos del sueco hacían estragos en su hombro derecho una vez más después de tanto tiempo. Podía sentir que el dolor y el placer mezclados hacían estragos en él.

 

El griego se sintió desmayar de placer mientras las manos de su amante se aferraban a su afilada cadera. Se besaron salvajemente, la pasión entre ellos dos había estallado y era irrefrenable. Afrodita se sentía excitado y furioso a un tiempo, deseoso de hacerle saber al mundo que solamente a él era que ese ser apático y gris había llegado a amar de esa manera. Milo, por su parte, estaba exultante, ebrio de ese dulce placer que solo Afrodita podía darle.

 

--- Eres mío... sólo mío....por siempre y para siempre, ¡dilo maldito griego!  --- siseó Afrodita en medio de frenéticos  gemidos.

--- Soy... soy tuyo...solamente tuyo... --- respondió el griego jadeando. Afrodita le embistió con mayor fuerza, con renovado ímpetu, arrancando francos y descarnados gemidos de placer a la garganta de su amante.

 

El blanco néctar fluyó salvaje fuera de sus cuerpos, ambos se sintieron pletóricos, completos, satisfechos los cuerpos y las almas. Si había algo mejor que lo que sentían en esos momentos, no les importaba.

 

Afrodita se desplomó al lado de Milo, el griego sonreía, sonreía como no le habían visto sonreír otros ojos que no fueran los de Afrodita. El sueco estaba orgulloso, orgulloso de que a pesar de todo, el corazón de su griego seguía siendo solo suyo.

 

Milo le miró mientras intentaba recobrar el aliento. Afrodita era un poema al erotismo, tendido a su lado en toda su magnificencia, desnudo sobre el mármol que parecía competir con el tono pálido de su piel. Tendido a su lado, sudoroso, aún agitado por el reciente orgasmo. ¡Cuánto le amaba!

--- Te amo. --- dijo en voz baja, sin pensarlo, simplemente dejando escapar aquello  que de otra manera le terminaría asfixiando. No esperaba una respuesta, sólo lo había dicho porque así lo sentía.

 

Piscis no respondió, le miró fijamente, con los ojos llenos de algo que Milo jamás esperó ver en él, dolor. El sueco volvió a abrazar a su amante, con fuerza, como si no quisiera dejarle escapar jamás.

 

--- Sólo dilo si de verdad lo sientes, si estoy en tu maldito corazón. ---- le dijo en un susurro, Milo se quedó callado. --- Sólo si de verdad eres mío.

--- Te amo. --- repitió, no pudo evitar sentir que el amor de Afrodita se le escapaba de a poco, que nunca volvería a ser igual.

Notas finales:

Gracias por leer, bue, a partir de los ultimos dos capis todo ha salido de mi pecaminoso cerebro, así que si tienen algun reclamo, duda o sugerencia haganmelas llevar.


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