¿En serio valía la pena derrochar sus ahorros en una cámara profesional? Toda la maldita pena del mundo. Algo interesante era buscar el ángulo perfecto para capturar el instante adecuado con el cual adornaría un espacio más en su habitación, en el álbum especial designado a su pasatiempo.
Yuma estaba al tanto de que la afición de su novio, Reginald, mejor conocido como Shark, era la fotografía, un punto de él que le resultó muy interesante aunque de vez en cuando le pidiera que fuera parte de las fotografías que tomaba.
-Pero nos tomamos fotos muy seguido ¿Para qué quieres que salga en tus capturas?
-¿Te molesta, Yuma?
-No – rio nervioso – pero tal vez sean incluso mejores sin que alguien aparezca ¿No crees?
Shark, como todo novio embobado en pleno romance, lo envolvió entre sus brazos para estrecharlo hasta casi dejarlo sin aliento.
-Jamás me cansaría de verte en mis fotografías. Eres maravilloso.
Inhalar la esencia de su pequeño niño moreno le agradaba mucho pero no más que captar expresiones inusuales cuando menos podía darse cuenta de estar siendo espiado. Cuando llegaba de casa y se recostaba a su hamaca unos silenciosos y lejanos “clic” ya enviaban la imagen directo al ordenador del responsable voyeurista. Cada toma era simplemente única y perfecta, pero su parte favorita era cuando Yuma se ponía el pijama porque básicamente prefería dormir en boxers y cuando el calor era insoportable y los mosquitos inaguantables, desnudo con apenas una delicada sabana que terminaba muy lejos de su cuerpo. Oportunidad que no desaprovechaba el artista para hacerse de las imágenes más exclusivas de la noche. Claro, agradecía a la potencia del lente para poder apreciar a su querido niño aún a la distancia. Pero su acervo fotográfico aún podía expandirse más.
-Yuma ¿Te importa si paso la noche en tu casa?
-¿Eh? ¿Pasó algo entre tú y tu hermana?
-Digamos que la casa le pertenece por una noche, quiere hacer una pijamada exclusiva para chicas y como no saliera, terminaría de maniquí para maquillar y peinar.
En parte era verdad, habría una pijamada pero su hermana jamás le pidió que se quedara fuera.
-Claro, no habrá ningún problema. Siéntete bienvenido.
Ahora que estaba en la habitación de Yuma aprovecho el momento en que se duchó para dejar lista aquella cámara en un punto ciego que pudiera captar todo lo que tenía planeado para la noche. Una vez que cenaron y estuvieron listos para “dormir”, Shark tomó de la mano de Yuma para plantarle un beso en su dorso.
-Yuma ¿Te importa si dormimos juntos?
El pequeño moreno sintió su rostro arder y su pulso desbocarse, miles de ideas pasaron por su cabecita mientras ya asentía a la petición de Shark.
-¿Tienes miedo, Yuma?
Le susurraba tiernamente, Yuma negó fervientemente, su cuerpo temblaba y era por nerviosismo. Sería su primera vez.
-Prometo no hacer nada que no estés dispuesto a hacer ¿Confías en mí?
-Yo confío en ti.
-Bien, entonces sólo relájate y procura mantener los ojos abierto mirando hacia la cámara.