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Enredados por AniBecker

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Notas del capitulo:

¡Holas!

Aquí traigo un nuevo capi :) 

Muchas gracias a quiénes han comentado, me han hecho mucha ilusión sus comentarios, y los que han leído la historia y le hayan dado una oportunidad ^^ 

Espero les guste ^^

Capítulo III

Durante ese día y los dos siguientes, Aomine no apareció por la preparatoria. Todos se preguntaron qué era lo que le podía pasar, pero al decirles Satsuki que se encontraba enfermo y conociendo cómo era el chico, intuyeron que aprovecharía para escaquearse.

Pero ya lo que terminó de sorprender, fue que no apareciera por el primer partido de clasificación para la Interhigh —es en verano, pero voy a ponerla antes para que no parezca que paso el tiempo muy largo—, viendo que en la anterior Winter Cup, pareciera que volviera a tomar interés y motivación por los partidos.

Satsuki salió del vestuario para llamarlo por teléfono.

—Dai-chan, ¿cómo te encuentras, piensas que puedes venir? —habló con tono bajo para que nadie le escuchara.

—No creo que pueda, Satsuki, aunque sea el último día no debo salir y exponerme.

—Entiendo… todos preguntaron por ti, yo les dije lo que acordamos, tranquilo, no sospechan nada.

—Está bien.

—Y dime… ¿has usado ya mi regalo?

—¡Por supuesto que no! Ni lo pienso usar —respondió indignado, provocando una risilla por parte de su amiga.

—Bueno, entonces mañana nos vemos.

—Más os vale ganar el partido.

—¿Acaso lo dudas? Por favor, por supuesto que vamos a ganar —contestó con seguridad—. Me despido, los chicos van a salir del vestuario.

El partido de Too no resultó difícil de ganar, ya que lo hicieron por un marcador de 89-51 puntos. El equipo se retiró a los vestuarios, dejando paso a Seirin, que le era el turno de su partido, saliendo también victoriosos de su encuentro, por la puntuación de 46-75.

Kagami, extrañado de no haber visto a Aomine en el partido y oír por la preparatoria que tampoco había asistido a clases, paró a Satsuki para preguntarle.

—Oye, Momoi, ¿y Aomine?

—Está enfermo, lleva unos días resfriado —dijo con normalidad—, supongo que el lunes volverá a clases.

—¿Y un resfriado le ha impedido perderse un partido?—arqueó una ceja extrañado.

—Pues sí, me supongo que estará bastante mal para faltar —pasó por el lado de él, pero Kagami la volvió a parar.

—Oye, ¿tú no notas a Aomine extraño? —se giró mirándole seria.

—Define extraño.

—No sé, en dos ocasiones que estuve con él hablando, actuó raro, se puso nervioso, empezó a respirar agitadamente, y misteriosamente desprendía un aroma dulce —explicó con los ojos cerrados y su mano en la barbilla.

—Quizá era el inicio de su resfriado… —murmuró sin creerse hasta ella misma esa excusa.

—Por favor, Momoi, sé que algo le pasa, y ya me estoy empezando a plantear que oculta algo, y ese algo es que sea un omega —dijo mirándola fijamente.

—¿Omega, Dai-chan? ¡Claro que no! —fingió reír muy bien cómo si el pelirrojo hubiera dicho la mayor tontería del mundo—. Eres divertido, Kagamin, te inventas cosas extrañas.

—De extrañas nada, porque ya van dos veces que delante de mí actúa extraño, además tiene un aroma muy dulce, cuando eso pasa, huye de mí lo más rápido que puede, y ahora lleva unos días sin asistir a clases y hoy se pierde un partido —se cruzó de brazos al dar por terminada su conclusión. La peli rosa se tapó la cara con sus apuntes deportivos.

—Kagamin, en serio, no digas tonterías, tienes una gran imaginación. ¿Qué pasa, que si a cualquiera le da un resfriado y no asiste a clases es porque está ocultando algo?

—¡Momoi-san, ya nos vamos! Como no vengas te dejaremos atrás —agradeció que Wakamatsu apareciera para llamarla.

—Lo siento, Kagamin, mis compañeros me esperan, nos vemos —suspiró aliviada una vez que se alejó del pelirrojo. No se imaginó que el as de Seirin llegara a sospechar, tenía que poner en alerta a Aomine, debía decirle que la próxima vez que se encontrara con él, no actuara extraño para que no siguiera sospechando.

.

Seirin terminó de recoger sus cosas del vestuario y se dispusieron a marcharse del polideportivo. Una vez fuera en la puerta, Shun se percató que algo le faltaba entre sus pertenencias.

—Chicos, se me olvidó mi teléfono, se me habrá caído en el vestuario, voy a regresar a por él, espero que no lo haya encontrado alguien —y sin respuesta de sus compañeros, entró nuevamente al recinto.

—¿Pero cuánto tiempo más nos va a tener Izuki-kun aquí esperando? ¿Tanto tarda en ir a recoger su móvil a los vestuarios? —dijo Riko molesta, mirando hacia la puerta esperando que el pelinegro apareciera.

—¿Debería ir alguien a buscarlo? —preguntó Furihata.

—Ya voy yo —se ofreció Hyuga —. ¡Eh, Izuki! ¿Estás ahí? —golpeó la puerta del vestuario. Como no obtuvo respuesta, entró —. ¿Qué…?

—Por favor… no me esperéis, iros sin mí… —habló con su respiración agitada, mientras se encontraba en el suelo, apoyado en el metal de las taquillas, aferrando sus manos a su pecho.

—¿Te encuentras bien? ¿Entraste en celo? —se intentó acercar a su amigo, pero su grito le hizo pararse en seco.

—¡No! ¡No te acerques a mí! Por favor, sal, cierra la puerta y déjame solo, eres un alfa y no quiero a ninguno cerca. Ya me tomé el supresor, me debería hacer efecto en unos minutos.

—Pero quedarte aquí es peligroso. Está bien, pero te espero fuera hasta que te calmes —se giró sobre sus talones, dispuesto a salir por la puerta, pero al inhalar, le entró en sus fosas nasales el dulce aroma.

—¿Hyuga? —preguntó temeroso. Error el haber permanecido más de la cuenta en ese lugar —. Hyuga, no te acerques, por favor.

Demasiado tarde, porque el de lentes no escuchó su súplica. Se acercó a paso firme a él, mientras que Izuki intentaba alejarlo y poder salir de ahí. Pero Hyuga tenia más fuerza que él, por lo que no le costó mucho tumbarlo en el suelo y empezar a desvestirlo, ante los forcejeos del más bajo por zafarse.

De nada le sirvió, porque el alfa lo sometió, con dificultad, pero siguió su instinto alfa y sin ninguna escucha a las súplicas de su amigo, ni delicadeza, poseyó y mordió al pelinegro, dejando una marca de lazo entre ambos.

Con las voces de súplicas y golpes sordos en algo metálico, alguien escuchó, aunque fuera tarde ya y, abriendo la puerta de golpe, se encontró con la escena.

—¡Eh, qué mierdas estás haciendo! —gritó enfurecido —. Déjalo en paz —lo separó de golpe del más bajo, golpeándolo en el acto. Ver esa escena le hirvió demasiado la sangre, viniéndole imágenes pasadas a su mente, por lo que no dudó en desquitarse con el capitán de Seirin. Una vez viendo que el otro no volvería a atacar, se acercó al chico, que lloriqueaba y temblaba.

—¿Hey, estás bien? —viendo que con su proximidad empezó a temblar más, siguió hablando —. Tranquilo, tranquilo, no te voy a hacer nada, soy Beta, no me va a afectar tu celo. Ven, te ayudo a vestirte, ¿vale?

—Yo… él… él… —fijó su vista en las piernas del chico, por las que escurría el líquido blanquecino —hizo una mueca de disgusto y trató de serenarse.

—Tranquilo, ahora si quieres te acompaño al hospital, ¿vale? No pasará nada —se colgó la bolsa del pelinegro y después lo cogió entre sus brazos.

—Hyuga…él…

—Olvídate de él, se lo merecía, ahora no es momento para que pienses en él.

Con él en brazos, salió del polideportivo, encontrándose con todo el resto de su equipo en la puerta, que se acercaron a ellos al ver en las condiciones que venía Izuki.

—¡Tatsuya! ¿Qué le hiciste a Izuki-sempai? —preguntó molesto y preocupado por su amigo.

—Yo nada, eso decírselo al cabeza hueca de vuestro capitán.

—¿Hyuga? —susurró Riko —. ¿Dónde está él?

—Si queréis ir por él, lo dejé en los vestuarios, se lo merecía, yo voy a llevarlo a él al hospital —comentó con voz fuerte.

—Te acompaño Tatsuya —agregó Kagami en seguida, secundado por su sombra que también los acompañó.

Una vez en el hospital, lo sometieron a un tratamiento post anticonceptivo y le desinfectaron y cubrieron con una gasa la marca que ahora llevaría en su cuello.

Mientras, Himuro, Kagami y Kuroko esperaban noticias de él.

—No me puedo creer que ese miserable le haya hecho eso su amigo y compañero de equipo. Dejarse llevar por los supuestos instintos, es deplorable —murmuraba con un tono duro en su voz.

—No me esperaba esto del capitán, pero si tuviera que disculparlo de alguna manera, a veces es muy difícil controlarse ante el celo de un omega —habló Kagami.

—Tks, por eso mismo detesto a los malditos alfas, se creen que pueden hacer lo que quieran a los pobres omegas, siempre sometidos a ellos, los utilizan sólo para satisfacerse en el sexo, y después, la excusa es el celo del omega, ¡por favor! —exclamó molesto.

—No todos los alfas somos así, perdona pero al insultar todos, me estás metiendo a mí, bro, y yo no soy así —respondió mirándolo directamente —. También tengo que agregar que es normal que un beta de exalte así hablando de los alfas, porque obviamente los betas no tragan a los alfas.

—Entiendo que tú no seas así, vale, hay excepciones, pero estoy hablando en general. Y no odio a los alfas por yo ser beta, si no por cómo la mayoría trata a los omega, que sean lo que sean, primero son personas, y sienten y padecen.

—Pienso que juzgas demasiado, Himuro-san —habló Kuroko, que había permanecido callado todo el tiempo—, es cierto que muchos alfas son así, pero también hay buenos que sólo quieren cuidarnos y protegernos, no es justo que juzgues a todos, por unos cuantos.

—Como sea, es lo que pienso, y cada uno tiene el derecho a pensar lo que quiera —se cruzó de brazos —. Además, mirad lo que vuestro capitán le hizo a vuestro amigo —en ese momento, salió el doctor para dar noticias sobre Izuki, comentándoles que se encontraba bien, no tenía más daños que los psicológicos.

—Voy… voy a entrar yo —no esperó ni una afirmativa ni negativa, Kuroko se levantó y entró —. Izuki-sempai… ¿cómo te encuentras?

—Yo… Hyuga… no quería esto… —apretó las sábanas con ambas manos —. Le dije que se fuera… y no me hizo caso…

—Tranquilo, ya pasó todo —se acercó y lo abrazó de manera protectora—, no te preocupes por lo que pasó, te dieron un tratamiento post anticonceptivo y ya no hay peligro ni problemas con un posible embarazo, lo malo es que…

—Ya lo sé —murmuró —, me ha dejado la marca… ¿Qué voy a hacer ahora? Yo no quería enlazarme con un alfa que no fuera mi destinado.

—Bueno, no pienses en eso, no tienes por qué estar con alguien que tú no hayas querido ni tampoco si no es tu destinado —trató de animarlo.

—Pero en cuanto mi familia esté al corriente de esto, no aceptará que no esté con el alfa que me ha marcado —Kuroko se mordió el labio, conociendo un poco a la familia de su sempai, sin él poder hacer nada al respecto.

—Olvida eso ahora, lo mejor es que sigas descansando.

.

Aomine suspiró aliviado, por fin habían pasado los días más fuertes de su odioso celo, deseando que no volviera a aparecer en mucho tiempo si fuera posible. Era el último día, pero siempre podía tener normalidad, apenas sentía en la noche un pequeño calor pero era aguantable.

Salió de su cama, que estaba hecha un completo desastre, quitando las sábanas y poniendo unas limpias. En situaciones normales, no hubiera hecho tal cosa, por pura pereza, pero sabía que si no, su madre lo haría, y se moría de vergüenza que ella viera todo el desastre de su celo.

Después, se metió a duchar, estaba pegajoso y sudoroso. Una vez con su uniforme, quitó el silencio de su teléfono, para que justo, un mensaje de su amiga peli rosa le llegara, preguntándole si se encontraba ya bien y asistiría a clases.

Tomó sus supresores y bajó hasta la cocina, saludando a sus padres, tomando una tostada que se comería por el camino, y salió de su casa, que su amiga, lo estaría esperando.

—Buenos días, Dai-chan, ¿ya te encuentras bien?

—Ya te respondí que sí —dijo desviando la mirada, avergonzado. No había tenido más remedio que confesarle su secreto, y básicamente porque ella lo había descubierto, pero no quitaba que no se sintiera avergonzado porque ella lo supiera, por muy amiga de la infancia que fuera y confianza que tuvieran.

—Todo el mundo se creyó que tenías un resfriado, así que sigue con mi pequeña mentira, para no delatarte. Por cierto… Kagamin preguntó por ti.

—¿Por mí, por qué?

—El día del partido, no se creyó que faltaras a un partido por un simple resfriado. Creo que sospecha algo, porque me preguntó si había algo más.

—¿Qué le dijiste? —preguntó preocupado.

—Nada, sólo esa mentira, pero creo que no se quedó convencido, ya que me llegó a decir que estaba pensando que eras omega. Yo lo desmentí, con la mayor naturalidad posible, pero si ahora te llegara a preguntar, tú tienes que hacérselo creer —Aomine suspiró.

—Lo último que quiero, es que él se entere, sería un gran problema. Ese Bakagami es un maldito metomentodo.

—Oye, Dai-chan, no te vayas a enfadar por lo que te voy a decir, pero… ¿no te has parado a pensar que Kagamin fuera tu destinado?

—¡De eso nada! Lo que me faltaba, tener a ese de destinado, antes prefiero sufrir a muerte los malditos celos antes que estar con él —respondió medio gritando—, además, aunque sea omega, me niego a estar con otro hombre, ¡no soy gay!

—Eso lo dices ahora —sonrió tímidamente la peli rosa—, pero en cuanto encuentres a tu destinado, o te des cuenta de quién es si es ya un conocido, cambiarás de opinión.

—Deja de decir tonterías, nunca aceptaría eso, yo no creo en las tonterías de las parejas destinadas, y nunca creeré, y menos si fuera él. Venga, dejemos la conversación, estamos cerca del instituto.

.

Llegó la hora del entrenamiento, y para cosa extrañada en Aomine, decidió asistir. Necesitaba desquitarse un poco con el básket su malestar por su último celo, cada vez que le venía se ponía de mal humor y sólo su deporte favorito podía quitárselo.

—Bien, buen trabajo, terminó el entrenamiento —avisó Imayoshi a su equipo, que se acercaron a sus bebidas para poder hidratarse y descansar.

—A los de primero les toca hoy recoger el gimnasio, nos vemos mañana —los compañeros de segundo se retiraron a los vestuarios.

—Tks, no es justo, los únicos de primero somos tú y yo —protestó Aomine hacia Sakurai—, porque los otros dos de primero hoy no han venido. Para un día que me da por aparecer por aquí, me toca trabajar.

Empezaron a recoger, lo más pronto posible, para acabar y marcharse a casa. Sakurai, se encontraba un poco nervioso, quería hablarle a Aomine pero por temor, no se atrevía. El peli azul, se percató de ello.

—Di de una vez lo que tengas que decir.

—Eh… yo… ¡Lo siento, lo siento! Es que hoy tengo que llegarme al hospital a por mis supresores antes de que cierren la recepción y…

—Vete, termino yo. Total, me apetece marcarme unos tiros, así que márchate —dijo mientras volvía a coger un balón que ya se encontraba en la cesta de los balones para ser guardados.

—Pero… no quiero dejarte solo con esto, me sabe mal, Aomine-san… ¡Lo siento!

—Dije que no pasa nada, voy a jugar un rato, así que puedes marcharte. Si te quedaras sin tus supresores sería un gran problema, lo sé.

—¿Lo sabes? —se medio delató solo que hasta falló el tiro a canasta.

—Quiero decir, mi madre es omega, una vez se le terminaron y lo pasó mal —mintió intentando recobrar la compostura.

—Ya veo. Lo siento, Aomine-san, nos vemos mañana. Gracias.

—Sí, sí, adiós —se entretuvo un poco más con unos cuantos tiros y decidió recoger de una vez. Guardó todo en el cuartito y limpió un poco la tarima, para la práctica de mañana. Después, fue hasta los vestuarios a cambiarse.

Salió del gimnasio cuando el sol estaba ya ocultándose. Tenía hambre, estaba deseando llegar a casa para comer.

—¡Hey, Aomine! —oyó a sus espaldas, encontrándose con Kagami. Murmuró por lo bajo enojado.

—Te tengo que encontrar por todas partes. ¿Qué haces a estas horas aquí?

—A los de primero nos tocó recoger. ¿Y tú?

—También —dijo sin más, empezando a caminar.

—¡Oye, espera! Quiero hablar contigo —corrió hasta alcanzarlo.

—Pues yo no contigo.

—¿Quizá estás huyendo de mí por algún motivo?

—¿Ah? ¿Por qué tendría que huir de ti?

—Las veces que nos hemos visto has actuado de lo más extraño. Por no decir el supuesto resfriado que me dijo Momoi que tenías.

—De supuesto nada, porque era cierto ¡Oye! —exclamó al sentir cómo el pelirrojo lo empujaba hacia una pared y lo acorralaba—. ¿Se puede saber qué haces? ¡Quítate!

—Quiero comprobar algo —dijo con naturalidad y seguridad, estando completamente cerca del rostro del peli azul, haciendo que se pusiera nervioso.

—¿Comprobar el qué? —una de sus manos la quitó de la pared, para posarla en la cintura contraria—. ¡Qué haces? —el pelirrojo siguió a lo suyo, acercándose al cuello moreno, olfateándolo—. ¡Déjate de mierdas, quita!

—Qué extraño, hoy no hueles dulce… —volvió a aspirar, buscando rastro de aroma, haciendo que el moreno se sintiera más nervioso aún. ¿Qué mierdas le estaba pasando que su cuerpo no reaccionaba y lo empujaba alejándolo de él? —. ¿Es que inhibes tu aroma? El otro día me pareció que olías a canela.

—¡Estupideces tuyas, Bakagami, aparta! —sin darle apenas tiempo a reaccionar, Kagami sujetó ambas manos por encima de su cabeza, sin soltar el agarre con su otra mano en la cintura —. No me jodas, deja de comportarte como un maldito gay.

—¿Y qué si lo soy? —empezó a lamer su cuello, estremeciendo al de ojos azules —. ¿Tú no lo eres?

—¡Claro que no lo soy! ¡Oye! —intentó zafarse del agarre, pero ¿desde cuando Kagami tenía más fuerza que él que no podía soltarse? Cerró los ojos cuando sintió que la mano que sujetaba su cintura empezaba a moverse de ese lugar—. ¡Vete a la mierda, déjame!

—Ajá, aquí lo tengo, lo sabía —había metido la mano en el bolsillo del uniforme del moreno, sacando sus supresores—. Ahora entiendo por qué actuabas extraño, mis dudas eran ciertas, eres un omega.

—¡Dame eso, maldito! —de la rabia que sintió en ese momento, consiguió soltarse, arrebatándole de un manotazo sus supresores—. ¿Quién mierdas te crees que eres para meterte en dónde no te importa?

—Vamos, bájale el tonito, se supone que los omegas sois sumisos —dijo con burla.

—Qué equivocado estás si piensas eso —cerró los ojos de golpe porque volvió a estar acorralado entre la pared y Kagami. Pero lo que terminó por tensarle, fue cuando sintió una presión sobre sus labios; Kagami lo estaba besando, y no era un beso cualquiera.

—¿Qué te parece ser mi omega? —susurró de forma sensual, en su oído.

—¡Antes muerto! —lo empujó, sin éxito.

—Seguro que aún eres virgen—siguió besándolo, posando sus manos en su trasero. Esa acción horrorizó al peli azul.

—¡Quítate, eres asqueroso!

—Tranquilo, no soy ese tipo de alfas, que se divierten cualquier omega que se les cruzan. Y menos sin el consentimiento del otro, pero dime, ¿tú lo consentirías?

—¡Por supuesto que no! Por encima de mi cadáver —el as de Seirin bajó un poco el cuello de la camisa del uniforme, aprovechando que el moreno llevaba muy aflojada la corbata, y dio un pequeño mordisco en su clavícula, dejándole una marca temporal.

—Tranquilo, ya te dije que no soy como muchos alfas, pero con esta marca, en tu próximo celo desearás que entierre mi pene en lo más profundo de tu culo, mientras gimes de placer pidiéndome más, me buscarás desesperado, y entonces, si serás con tu consentimiento, ¿verdad?

Dicho y hecho, volvió a besarle, cogió su mochila y se alejó, dejando a un Aomine temblando de ira, el maldito Kagami se las pagaría, no iba a permitir que se burlara y jugara con él como quisiera.

Pero primero, necesitaba llegar a su casa, con urgencia.

 

 

 

Notas finales:

Adoro poner un poquito de maldad a Kagami... ¿El tigre al ataque? xDD

Y bueno... me ha dado pena poner un poco la escena del pobre Shun, veremos qué pasa con él, al igual que va a parecer un poco cliché y que esto ha sucedido de manera parecida en otros fics, pero bueh... 

Gracias por leer :)


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