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Enredados por AniBecker

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Notas del capitulo:

Hello, ¿qué tal? aquí traigo el siguiente capítulo, que para mi parecer, no me ha gustado cómo me ha quedado, pero llevaba tiempo atascada con él... 

Espero les guste. 

Capítulo IV

En tiempo récord, Aomine llegó a su casa. Agradeció que no estuvieran sus padres, porque subió con rapidez las escaleras y cerró de golpe la puerta de su habitación. Maldijo una y otra vez al estúpido de Kagami por haberle hecho esa marca.

Era su último día de celo, y ahora, por culpa de esa marca, aunque fuera temporal, haría que ese último día, en vez de ser tranquilo y apenas notorio, se convirtiera en un auténtico infierno.

Sentía los calambres en su vientre, cómo todo su cuerpo subía de temperatura y escalofríos y temblores. Rápidamente, se metió en su cama, maldiciendo sin parar, siendo como un disco rayado que se repetía una y otra vez.

Normalmente se tomaba dos de golpe, pero en esta ocasión se tomó tres, rezando porque hicieran el efecto deseado y lo más pronto posible. El tiempo pasaba, pero no sentía que los supresores ayudaran, ya había perdido la cuenta de cuántas veces se había venido, pero veía que no le era suficiente.

Se llevó, como días atrás en este celo, sus dedos a su ansiosa entrada, que requería atención, pero, a diferencia de las veces pasadas que, una vez hiciera eso se calmaba por un tiempo, sentía que ahora no iba a ser así.

Se quedó tumbado en su cama, bocarriba, mirando hacia el techo de la habitación, mientras se mordía el labio inferior de frustración; sólo le quedaba probar dos cosas, y prefería hacer la primera que se le vino a la mente.

Se incorporó, y miró debajo de su cama, dónde tiró enojado el otro día el regalo que Satsuki le había dado. Lo sacó de su caja de plástico, mirándolo fijamente, era de un color rojo intenso. Bufó molesto, ¿su amiga había elegido ese color a propósito? No se extrañaba que así fuera.

Nuevamente se tumbó, colocando su brazo izquierdo sobre su rostro, mientras que con el otro, utilizaba ese juguete. Nunca había utilizado sus dedos, por lo que mucho menos esa cosa, pero tenía que reconocer que se sentía muy bien.

Aunque… seguía sin sentirse satisfecho, y todo por culpa de esa marca temporal, que ahora, en su celo, exigía al alfa que lo había marcado, y cuerpo, no se iba a contentar si no fuera él. No tenía otro remedio.

Alargó su brazo hacia la mesita al lado de su cama, y cogió su teléfono, marcando un número que esperara que lo pudiera ayudar.

—Satsuki… —gimoteó el peli azul mientras seguía en la labor de satisfacerse y poder calmarse.

—¿Dai-chan, estás bien?

—Necesito tu ayuda.

—Pero ¿qué es lo que te pasa? ¿No me digas sigues con tu celo, no se te había pasado?

—La culpa es de Bakagami…—se removió en su cama, mientras se mordía el labio, se sentía humillado pidiendo tal cosa—. Tienes su número, ¿verdad? Por favor… dámelo…

—¿Estás seguro? —preguntó no muy convencida por el pedido de su amigo. Lo conocía, y que él le estuviera pidiendo eso, debía ser demasiado para él. Oyó un asentimiento por parte del otro lado—. Está bien, apúntalo, espero te sirva, Dai-chan, ánimo.

Después de darle las gracias a su amiga con una inaudible voz, marcó el número recibido, esperando que le respondieran.

—Tú, desgraciado, más te vale mover tu culo hasta mi casa en este mismo instante —amenazó desesperado cuando oyó nada más descolgar la llamada.

—¿Aomine? —preguntó extrañado el pelirrojo.

—¿Eres sordo? Quiero que vengas ahora mismo, imbécil.

Colgó en seguida la llamada, sonriendo con satisfacción. Ese pequeño gimoteo le dio a entender que ese omega lo necesitaba. No, su omega. Se puso en contacto con Momoi, para que le indicara la casa del moreno, y ella, lo esperó justo para poder abrirle la puerta, ya que, como amiga de la infancia y de la familia, sabía dónde se encontraba la llave de repuesto.

—No seas muy bestia con él —soltó una pequeña sonrisilla—, su habitación es la última a la izquierda subiendo las escaleras.

Atinó a despedirla con la mano, dirigiéndose lo más rápido hacia el lugar indicado. Nada más pararse delante de la puerta, podía notar cómo ese dulce aroma a canela le golpeaba en la nariz.

—Hasta que al fin llegas, desgraciado —protestó, pero no le dio tiempo a decir más porque el pelirrojo se le abalanzó.

—Hueles delicioso, me estás volviendo loco con tu aroma, no sé si podré contenerme —dijo mientras hundía su cabeza en el cuello del otro, olfateándolo y besándolo, a la vez que sus manos recorrían su torso desnudo y perlado por el sudor—. Parece que mi marca está haciendo efecto.

—Deja de hablar y hazlo de una vez, tú has sido el culpable —lo sujetó de la camiseta, mordiéndose el labio. Bastante humillado se sentía ya pidiéndole que lo tomara en ese mismo instante cómo para aguantar las habladurías y burlas del otro.

—Vaya, te veo bastante ansioso —se burló cogiendo el juguete que se veía que había sido utilizado—, aunque créeme, que estando aquí yo, no vas a necesitar más esto —tiró el aparato lejos de la vista de ambos y, mientras se introducía lentamente dentro de él, se acercó a su oreja, que la mordisqueó—. Te lo haré tan delicioso, que verás las estrellas, precioso.

No sabía si se había corrido por la presencia del alfa, por sentir ese miembro dentro suyo o por la manera tan sensual con que dijo eso último. Prefirió dejar por esta ocasión, su orgullo y abandonarse al placer.

.

Akashi y Murasakibara mantenían una relación sentimental, que era sabida por todos sus amigos cercanos, no extrañándose que dos alfas mantuvieran una relación, ya que todos conocían el verdadero género del pelirrojo.

Como heredero de la Compañía Akashi, tenía que hacerse pasar como un prestigioso alfa, tal y cómo la sociedad en la que se movía lo aceptaría. Su padre es un alfa, pero él nació cómo omega. Lejos de que su padre lo detestara, tal y cómo pensaba, su padre aceptó su condición, incluso su relación con Murasakibara, la única condición fue que tenía que parecer un alfa delante de la alta sociedad económica.

Llevaba varios días sintiéndose mal, hasta el punto de no sólo sentir ligeros mareos sin venir a cuento, sentirse cansado, pesado y con sueño, ni de los vómitos y náuseas que lo acechaban a cualquier momento, si no también, que se había llegado a desmayar en alguna ocasión, cosa que no pasó desapercibido por su pareja, y mucho menos por su padre.

—Aka-chin, deberíamos ir con un médico, no te has sentido bien últimamente y me estoy empezando a preocupar —propuso el peli lila dándole pequeñas caricias en su espalda.

—Estoy bien, Atsushi, sólo ha sido el estrés del inicio del curso y demás, más las reuniones de la empresa de mi padre —habló recibiendo una taza de te que la empleada de la mansión Akashi le extendió.

—Tu novio tiene razón, no voy a permitir que sigas sintiéndote así —dijo su padre entrando a la sala—, así que, ahora mimo vamos al hospital.

—Papá, no, estáis exagerando demasiado, no voy a ir a ningún sitio.

—Oye, Aka-chin… —empezó a hablar Murasakibara lentamente—. ¿Puede ser que con todos esos síntomas vayamos a tener un bebé-chin?

—¿Perdón? —preguntó casi escupiendo el té.

—¿Es eso cierto, Seijuro? Te veía como una persona responsable que evitaría embarazarse estando aún estudiando.

—Claro que no lo estoy, creo… Siempre me he tomado las pastillas —trató de recordar.

—Quizá no hicieron su efecto o te olvidaste de alguna toma. Tenemos que ir al doctor, hijo, y si fuera cierto, tendríamos que tener cuidado con que la gente se entere, ocultándolo lo mejor posible —Seijuro hizo una mueca de disgusto.

—Papá, no tendría por qué ocultar nada, y tampoco quiero.

—Sabes que no me importa con quién estés, que acepté tu relación y que te apoyaré en esta nueva etapa, pero te dije que la condición es que nadie se enterara de la verdad, por el bien de ambos y de la empresa.

—Un niño no se oculta así cómo así —se cruzó de brazos molesto, pero le duró poco esa postura, porque un mareo le acechó y se llevó ambas manos a la cabeza—, tarde o temprano van a saber que es nuestro hijo.

—Podemos decir que es adoptado, ya que supuestamente dos alfas no pueden tener hijos—propuso sonriendo.

—Lo que tú digas, ahora no habléis demasiado, me duele la cabeza y quiero dormir.

—No, Aka-chin, vamos al hospital —a regañadientes, obedeció a su pareja y padre.

 

Una vez en el hospital que dirigía el padre de Midorima, este mismo lo atendió, cómo médico y amigo de confianza de la familia. Le hizo pruebas a Akashi, y las mandó al laboratorio para que las tuviera lo más pronto posible analizadas.

—¿Sabes, Aka-chin? —el nombrado levantó su vista de una revista que leía en la habitación dónde se encontraba mientras esperaba los resultados—. Me gustaría que bebe-chin fuera una copia pequeña de Aka-chin, se vería muy lindo —eso hizo conmover al pelirrojo.

—A mí me gustaría más que se pareciera a ti —dijo dulcemente sonriendo.

—Quiero que sea una niña preciosa, ¿será niña? ¿nos lo dirán hoy?

—Aún sería demasiado pronto para saberlo.

Masaomi Akashi se encontraba en la puerta de la habitación, dando pequeñas vueltas sin parar, esperando que Midorima Shin llegara con los resultados de su hijo. Sonrió pensando que tendría seguramente un nieto o nieta, al que consentir sin parar.

—Midorima-san, ¿ya están los resultados? ¿de cuánto está Seijuro?

—Akashi-san, será mejor que entremos, a quién tengo que informar directamente es a tu hijo —dijo serio, llamando a la habitación y pasando después—. Bueno… aquí tengo los resultados, y he de decir que…

—¿Hay un bebe-chin en la barriga de Aka-chin? —el peli verde suspiró, mientras posaba su vista sobre los resultados médicos.

—No, no estás embarazado, Akashi-kun.

—¿Y entonces? Si llevo varios días con todos los síntomas que dan un embarazo, ¿entonces?

—Verás, esto es algo delicado, ya que todos esos síntomas junto con varios más, conllevan a otro tipo de enfermedad.

—¿Enfermedad? ¿Qué es lo que tiene mi hijo? Habla, Midorima —exigió nervioso el pelirrojo mayor.

—Akashi-kun, tienes leucemia.

—¿Qué?

—Pero eso es…

—Así es, es lo que piensas. Lo bueno es que la hemos detectado a tiempo, y con un pronto tratamiento de quimioterapia podremos combatirla —explicó mirándoles fijamente, mientras seguía explicando.

—Pero… ¿con eso se pondrá bien, verdad?

—En niños y jóvenes tiene más probabilidades de combatirse que en personas adultas, y contando que la hemos detectado apenas en su primera fase, podremos combatirla —puso una mano en el hombro del mayor—. Ánimo, haremos todo lo posible para que salga todo bien, vamos a enfrentar la lucha. Akashi-kun, te tienes que quedar internado, es lo mejor, ¿de acuerdo? —el nombrado asintió, siendo abrazado por Atsushi—. Contigo quiero hablar un momento.

Le indicó a su amigo que lo siguiera fuera de la habitación, y éste le obedeció.

—Midorima, dime que mi hijo se salvará.

—Tranquilo, haremos todo lo posible, tenemos muchas posibilidades, hay que ser siempre positivos para poder afrontar esta lucha. Empezaremos con la quimioterapia, si llegara a fallar, necesitaría un trasplante de médula.

—Yo… yo puedo donar, ¿verdad?

—Primero habría que hacerte unos análisis de compatibilidad, si lo eres, sí podrías.

—¿Y si no lo soy? ¿Cualquier persona podría donar?

—Siendo compatible y cumpliendo con los requisitos —volvió a apoyar su mano en su hombro, dándole apoyo—, pero siempre habrá más probabilidad de compatibilidad si fuera de un familiar cercano, como los padres, pero quién serían más, serían los hermanos.

—¿Hermanos? Seijuro no…

—En caso de llegar a esa necesidad, la verdad tendría que salir a la luz, aunque no quieras.

—Lo entiendo… —murmuró suspirando—. Pero por salvar a mi hijo lo haría.

—Ánimo, todo saldrá bien —le sonrió, para después despedirse y alejarse.

.

Una habitación rebosando de placer, mezclado con el sudor, las manos que recorrían sin rumbo, con intención de quemar y reconocer el cuerpo del otro, los gemidos y jadeos, la mejor sinfonía para sus oídos.

Los ojos cristalinos por la lujuria y el deseo, las mentes vagando por un mundo de ensueño, unos labios que no abandonaban los contrarios, los cabellos, revueltos, esparcidos por la cama, las blancas sábanas, apretadas por la sensación inexplicable y satisfactorio del inminente clímax en ambos cuerpos.

Se dejaron caer agotados, pero sin dejar de abrazarse en ningún momento, mientras sus respiraciones empezaban a recuperar la normalidad.

El momento fue interrumpido por el sonido insistente del teléfono de Aomine que, como pudo, alargó su brazo para poder contestar, a regañadientes.

—¿Qué quieres, Satsuki? No puedes ser más inoportuna —refunfuñó intentando separarse del pelirrojo, pero sólo consiguió un tirón en su trasero, haciendo que se quejara y abriera los ojos, por lo que lo trajo a la realidad.

—Lo siento, Dai-chan, ya sé que estoy interrumpiendo tu momento con Kagamin, pero esto es importante. Akashi-kun está en el hospital y… mejor venid pronto —después, colgó rápidamente.

—¡Oye, Satsuki! Pero dime qué ha pasado. Maldición —murmuró al oír el pitido que le indicaba que la llamada había sido finalizada.

—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupado Kagami.

—No lo sé, sólo me dijo que Akashi está en el hospital y que fuéramos rápido, algo grave tuvo que pasar, tenemos que ir —volvió a intentar separarse de él, ocasionando el miso efecto—. Maldición, Bakagami, ¿quieres salir de una vez de mí? Me haces daño.

—Ahora es imposible, estamos anudados —respondió con tranquilidad—. Pero ¿qué le pasó a Akashi?

—Te odio, maldito —suspiró con resignación—. Te he dicho que no lo sé, Satsuki no me dijo nada más, por eso debemos ir ya.

—Antes no me odiabas tanto —le mordisqueó la oreja, haciendo que el moreno se estremeciera.

—La culpa había sido tuya, tú me has hecho esta dichosa marca que has hecho que pasara de la peor forma el último y supuestamente tranquilo día de mi celo —protestó dándole un manotazo a su mano juguetona.

—Te debería haber marcado, me he aguantado demasiado las ganas de hacerlo.

—De eso nada, no te permito que me marques, yo no soy de tu propiedad.

—Tranquilo, no voy a hacer nada de lo que tú no quieras, precioso —esparció varios besos por su cuello—, pero tarde o temprano me pedirás que te marque.

—No me pongas motes raros —el moreno bufó. Estaba claro que si se había dejado humillar de esa manera pidiéndole que lo hiciera suyo, era únicamente porque su maldito instinto omega había reaccionado a la marca temporal que le había hecho Kagami, pero él, no lo reconoce ni reconocería como su alfa.

Por fin sintió cómo era liberado, y con rapidez, o al menos, intentando hacerlo de manera rápida, se levantó y se dirigió al baño, necesitaba asearse. Notó una pequeña molesta, pero parecía que podía caminar con normalidad. Era cierto, Kagami había sido gentil con él, se esperaba que la primera vez, doliera, o al menos, más de lo que él sentía.

Una vez aseado, le dejó paso al pelirrojo, mientras él se tomaba una pastilla anticonceptiva, lo último que quería era que, encima que fue su primera vez y su primer celo compartido, se quedara en estado, y peor todavía, que le pasara a él.

Después, se tomó un supresor, aunque de momento no tenía rastro de síntomas de celo, y aunque fuera su último día, no se podía arriesgar a que le volviera a dar fuerte debido a la marca temporal o por tener cerca al alfa quién se la hizo.

Con Kagami listo, ambos chicos se dirigieron al hospital en busca de Akashi, para saber qué era lo que pasaba con él, cosa que los hacía ir nerviosos.

Durante el camino, no se dirigieron palabra alguna, no hacía falta, no era el momento de hablar, porque lo que había pasado, había sido sólo una necesidad, que se podría haber evitado si no hubiera sido por la gracia del pelirrojo, aquí nadie era de nadie y nadie volvería a necesitar de nadie. Lo que pasó, pasó.

Pero ahora no era momento de eso, debían llegar al hospital, ahora mismo, su amigo era lo importante.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :) 


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