20-¿Ahora quién?
Esa mañana estaba nublado mientras el auto lo dirigía a Kaiba Corp. Ese día se encontraría con un contratista externo que le daría los datos para expandir su compañía.
Recordando al Wheeler su rostro mostró desagrado pero era consigo mismo y pensando en que no podía actuar así en la reunión por venir pensó en el otro otra vez y entonces dijo en un impulso al chofer por el interfono—Enciende la radio en una estación de música y activa los altavoces de atrás—
La orden sorprendió al hombre pero no se dignó en dudar e hizo lo que se le ordenaba.
“Seraaaaaaaaaá que el tiempo ha menguado nuestras ganas
Seraaaaaaaaaaaaaá
Seraaaaaaaaaaaá
Será la luna será”
Es lo que escuchó en la radio el castaño y cerrando los ojos se imaginó al rubio cantándola pero no como mujer sino como él mismo y eso hizo que su mente se calmara de cierta forma.
La voz suave del otro era lo que más le venía a su mente y en cierto momento había llegado a la conclusión de que del otro no le había gustado su apariencia femenina sino su voz, había algo en su tono que le llegaba muy dentro. Nunca se había obsesionado con nadie y de pronto se encontraba incapaz de pensar derecho por ese tipo que resultó ser un compañero de clases y además al que menos le caía.
Si bien era cierto que a Kaiba no le desagradaba el melado tampoco le hacía gracia la manera en que el otro lo miraba aunque le caía mejor que los lamebotas que se le acercaban buscando ser sus amigos por conveniencia, a él tampoco le agradaba como el otro lo miraba con disgusto por su condición social. Como si el tuviera la culpa de algo por ser rico. Odiaba ese tipo de persona que clasificaba a la gente por su condición social como si eso tuviera algo que ver con su naturaleza. ¿Acaso todos los pobres eran buena gente?
Eso no tiene nada que ver con el club—dijo el manager al joven rubio que llegó a proponer la canción para el espectáculo de la semana siguiente—Sabes que tienes que traer canciones pícaras o por lo menos alegres. Esa no cumple ninguna de las dos condiciones. Es romántica y triste. Si ponemos eso en nuestro local terminaremos con los clientes huyendo de semejante ambiente—añadió.
Pero usted me prometió que con el tiempo yo podría elegir canciones más serias para los shows—dijo el melado.
Si pero eso…--dijo el pelinegro meneando su mano como diciendo aun no es tiempo para eso pero el rubio no se dejaba engañar por su actitud, probablemente esa actitud quería decir que el otro no pretendía en realidad eso y que solo se lo decía para que siguiera haciendo espectáculos para él.
Yo en verdad no creo que tenga la razón. Deme la oportunidad de demostrarle que esa canción va muy bien para este local—dijo Joey y la voz y mirada serias que le lanzó al hombre le hizo dudar de su decisión y eso no era algo que él hiciera a menudo.
Muy bien. ¡Demuéstralo!—dijo el pelinegro.
Joey se sacó la chaqueta de jean y con solo su camiseta negra y vaqueros se colocó en medio del escenario del local semivacío pues estaba cerrado y preparándose para abrir más tarde.
Los empleados sentían cierta curiosidad pero se limitaron a sus labores mientras el jefe seguía sentado en una de las mesas donde había estado almorzando.
¿A quien van a engañar ahora tus brazos?
¿A quién van a mentirle ahora tus labios?
¿A quién vas a decirle ahora te amo?
Y luego en el silencio, le darás tu cuerpo
Detendrás el tiempo sobre la almohada
Pasaran mil horas en tu mirada
Y solo existirá la vida amándote
¿Ahora quién?
¿Y quién te escribirá poemas y cartas?
¿Y quién te contara sus miedos y faltas?
¿A quién le dejaras dormirse en tu espalda?
Y luego en el silencio, le dirás te quiero
Detendrá su aliento sobre tu cara
Perderá su rumbo en tu mirada
y se le olvidará la vida amándote
¿Ahora quién? (oh)
¿Ahora quién?
Si no soy yo
me miro y lloro en el espejo y me siento estúpido, ilógico
Y luego te imagino toda regalando el olor de tu piel
tus besos, tu sonrisa eterna y hasta el alma en un beso
en un beso va el alma y en mi alma está el beso que pudo ser
Oh! ¿Ahora quién?
¿A quién le dejaras tu aroma en la cama?
¿A quién le quedara el recuerdo mañana?
¿A quién le pasaran las horas con calma?
Y luego en el silencio, deseara tu cuerpo
Detendrá el tiempo sobre su cara
Pasará mil horas en la ventana
Y se le acabara la voz, llamándote
¿Ahora quién? ¿Ahora quién?
¿Ahora quién?
Si no soy yo
me miro y lloro en el espejo y me siento estúpido, ilógico
Y luego te imagino toda regalando el olor de tu piel
tus besos, tu sonrisa eterna y hasta el alma en un beso
en un beso va el alma y en mi alma está el beso que pudo ser
Oh, tus besos, tu sonrisa eterna y hasta el alma en un beso,
en un beso va el alma y en mi alma está el beso que pudo ser
¡Oh! ¿Ahora quién?
Perladas gotas de sudor se veían en el rostro del cantante que había cantado con infinito sentimiento esa canción, cuando Joseph abrió sus meladas orbes vio un grupo de trabajadores, en realidad a todos los trabajadores del local que no llegaban a 15 parados frente al escenario, las chicas con caras de ilusión y los chicos con cara de haber recordado amargas situaciones.
Ahora dígame jefe si no le parece que esta canción combina con esta clase de local—le dijo el cantante al jefe que odiaba admitir una derrota pero que no era tonto o insensible. La realidad que la forma en que el otro había cantado la canción le había llevado a preguntarse si ese chico en verdad no había pasado por semejante situación antes. Además, sabía que su cantante marcaba una diferencia fundamental con los otros locales que se dedicaban a lo mismo. En muchas ocasiones vio a los empleados de otros locales husmear para mirar su tesoro y había tomado sus recaudos.
¡Dije que necesitaba que estuvieras acá a la una!—dijo el furioso Kallen Wheeler a su hijo quien se masajeaba la cara golpeada sentado en el suelo.
Tenía algo que hacer algo y se me olvidó—contestó Joseph aunque sabía que le granjearía otra paliza de su progenitor. El otro solo quería que le llevara sus apuestas al apostador antes de los partidos de la NBA.
Seto estaba más pendiente de la música a su alrededor ahora, como la que en el elevador se oía o cuando se paró en un semáforo su limosina y el auto de al lado tenía a todo volumen su equipo, y toda la música que oía, indefectiblemente lo llevaba a acordarse de Wheeler.