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Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 3:

(Pecado)

Gravedad

 

—¿Y si no amamos nada?

—Imposible. ¿Te imaginas la Tierra sin gravedad? ¿O el espacio sin gravedad? Sería un continuo autochoque. Incluso quien cree que no ama nada, ama algo. […] Lo importante no es si amamos o no, sino qué amamos.”

(Alessandro D'Avenia, Blanca como la Nieve, Roja como la Sangre)

 

 

Una vida dura y años de rigor autoimpuesto, habían convertido a Levi en un perfecto mentiroso. No un mentiroso de aquellos que abrían la boca y soltaban un montón de chorradas sin sentido, sino de aquellos que podían fingir una tranquilidad o una indiferencia total aunque el mundo estuviera destrozándose alrededor suyo.

Sí, era un perfecto mentiroso, y fue solo gracias a esta habilidad que pudo aparentar una fría impasibilidad mientras sentía aquel par de ojos verdes que tan bien conocía fijos en él; entretanto, el dueño de estos mismos parecía debatirse entre echársele encima para estrecharlo en sus brazos o intentar estrangularlo. Sin embargo, cansado como estaba, Levi no se sentía con ánimo para enfrentarse a ninguna de aquellas posibilidades.

Con una mirada lánguida evaluó al joven que estaba de pie frente a él, advirtiendo los evidentes cambios que se habían producido en este desde la última vez que se vieron y aquellas cosas que el tiempo había dejado igual.

En tres años el chico había cambiado físicamente, y mucho. El mocoso demasiado delgado y enjuto que él recordaba, había dado paso a un adulto que, aunque delgado, tenía una buena constitución física, de hombros anchos y más musculoso. Además, con un poco de rencor, Levi tuvo que reconocer que la maldita de Hange había tenido razón cuando le comentó que Eren había crecido. Cuando se separaron, el chico ya lo sobrepasaba en un poco más de diez centímetros de altura, sin embargo viéndolo en ese momento ante a él, estaba claro que la diferencia entre ellos sería con facilidad de algo más de veinte. Joder, aquello no lo ponía demasiado feliz.

Por otro lado, el cabello del muchacho también estaba considerablemente más largo. Levi recordaba a la perfección que durante el último año que pasaron juntos, en más de una ocasión discutió con el chico a causa de aquello, ya que a pesar de su insistencia en que lo recortara como era su costumbre, Eren se negaba a hacerlo. El chico había aducido a que ya no era un niño y podía hacer lo que quisiera con su apariencia, y Levi, harto de discusiones absurdas, lo había dejado ser. Ahora Eren llevaba el castaño cabello sujeto en una corta coleta con algunos cortos mechones rebeldes que escapaban de esta y le caían sobre la frente. También su rostro había cambiado al perder casi todos los rasgos suaves y redondeados característicos de la niñez, dando paso a perfil más afilado, fuerte y cincelado. No había dudas de que el mocoso de había convertido en un hombre atractivo.

Sí, se dijo Levi, Eren había cambiado bastante; sin embargo, aquellos ojos demasiado intensos, demasiado expresivos, eran los mismos; y de algún modo ese pensamiento lo reconfortó. En el fondo, aquel chico estúpido seguía siendo el mismo con el que había pasado cinco años de su vida.

Llevándose una mano a la nuca, Levi se frotó con fuerza la parte rapada de su cabello y los adoloridos músculos del cuello en un intento de aliviar la tensión. Ya no había modo de evitar aquel maldito encuentro o salir huyendo de ahí, por lo que no tenía más remedio que enfrentarlo.

Con resolución, volvió a tomar asiento en la banca que había abandonado minutos antes; una pierna cruzada sobre la otra y el brazo apoyado sobre el respaldo aportaron el efecto necesario a la fachada de fría tranquilidad que quería aparentar.

A pesar de que había dejado espacio de sobra para que el chico tomara asiento a su lado, Eren no se movió del sitio en el que se encontraba. Sus ojos examinaban a Levi con avidez, como si él también quisiera absorber y adaptarse a los cambios que pudiera percibir tras el tiempo transcurrido desde su separación. Cuando las miradas de ambos finalmente se encontraron, Levi se percató de inmediato de que los ojos del joven eran un poco más duros, mucho menos ingenuos que años antes, como si estos hubieran visto demasiado. De algún modo ahora trasmitían una seguridad y determinación que él sabía no habían estado allí tiempo atrás.

Sí, se repitió, Eren había crecido y no solo físicamente. Sin que él estuviera allí para presenciarlo, este se había convertido en un adulto que había suplantado al inocente chico llorón, de risa fácil y enfados rápidos que siempre se mostraba ansioso por complacerlo y que parecía admirarlo por sobre todo.

Y fue en ese instante que comenzó a darse cuenta de que la perdida de aquello le dolía un poco; no un dolor sordo que se le hiciera insoportable, sino uno lento y casi imperceptible pero que lo dejaba con un regusto amargo en la boca. Aquel tipo de malestar creciente que sentía cuando despertaba de un sueño agradable y se daba cuenta de que volvía a estar en la misma realidad de mierda que era su vida.

Se preguntó si también habría sido él el culpable de aquel cambio en el chico o si este solo se debía a un paso inevitable hacia el camino de la adultez. Estaba comenzando a sentirse harto de tantas interrogantes para las que no tenía respuesta.

Pasados unos cuantos minutos en aquel evaluativo silencio, Levi comenzó a perder la paciencia, y se lo hizo notar al otro de inmediato:

—Oi, Eren, ¿has venido a decirme algo o simplemente vas a quedarte parado allí como idiota? Ha sido un día de mierda, por lo que estoy cansado y quiero irme a casa. Habla o lárgate de una vez.

El cambio en la actitud del chico fue inmediato. Sus labios se convirtieron en una fina línea cargada de tensión y frunció ligeramente el ceño; sus ojos verdes ya no eran tan calmados, sino que dieron paso a un tormentoso tono verde oscuro. A lo largo de los años Levi había visto miles de veces aquella misma expresión, una que delataba que el mocoso se iba a poner terco y combativo. No importaba el tiempo que hubieran dejado de verse, o lo mucho que el otro hubiese madurado, leer y predecir las emociones de Eren le seguía resultando bastante fácil ya que el joven no era de guardarse mucho las cosas, por el contrario, solía soltarlas todas de golpe como si no hubiera un mañana.

En verdad, que mierda de día, se repitió Levi soltando un suspiro de fastidio y una mirada acerada que esperaba el chico advirtiera y comprendiera.

—No se puso en contacto con nosotros ni una sola vez en estos tres años —le espetó Eren; las morenas manos con los nudillos casi blancos de apretar tanto los puños y cada una de sus palabras cargadas de una dureza que lo sorprendió un tanto, tal vez porque Levi aún no estaba acostumbrado al tono levemente más grave de su voz o quizás solo porque era la primera vez que el chico le hablaba tan molesto sin intentar ocultarlo—. No sabíamos que había sido de usted o lo que estaba haciendo; ni siquiera nos enteramos de si tuvo algún problema luego de sacarnos esa noche de Trost, ¡nada! Si no hubiera sido por Hange…

—¿No te dije aquel día que la despedida era definitiva, mocoso? —le preguntó Levi con voz monótona mientras Eren, mirándolo intensamente, apretó aún más los labios, muerto de frustración contenida. El esfuerzo que estaba haciendo el joven por no ser irrespetuoso con él era evidente.

—Yo creí… que no hablaba en serio —reconoció el muchacho y un deje de desconsuelo teñía sus palabras. Lentamente, Eren tomó aire y relajó su postura un poco, y esta vez cuando volvió a mirarle parecía más dolido que furioso —. Pensé que solo esperaría un tiempo, hasta que se calmaran un poco las cosas, ya sabe. Creí que regresaría a buscarnos. Que regresaría… por mí.

Un ramalazo de culpa invadió a Levi al oír aquello último, sobre todo al percatarse de que pese a su intento de actuar más adulto, Eren estaba evidentemente avergonzado de haberle hecho aquella confesión y dejar en evidencia lo que sentía.

Tsk, maldición.

Por aquel entonces, recordó Levi, cuando la relación entre ambos comenzó a finalmente cambiar, una de las primeras cosas que se impuso como límite fue la de ser muy cuidadoso sobre jamás hacerle al joven ninguna promesa, temeroso de no poder llegar a cumplirla. Él mejor que nadie estaba al corriente de la situación de peligro constante en la que se encontraban cada día, por lo que durante aquellos días se conformaba solo con aprovechar los escasos momentos que tenían para estar juntos y mantener a Eren con vida; para Levi con eso ya estaba. No obstante, ahora comprendía que, con dieciséis años, quizás el chico se había hecho más ilusiones de las que él creía en aquel momento.

Levi odiaba verlo así, y sobre todo detestaba saber que era él la causa del malestar del muchacho. Durante unos breves segundos tuvo la tentación de acercarse a Eren y palmearle la mejilla para que despabilara y se relajara un poco, como solía hacer cuando este era un niño y se ponía demasiado terco u ofuscado; sin embargo contuvo inmediatamente el impulso, consciente de que debía mantener en lo posible la distancia entre ambos.

Hasta que no supiera con seguridad si aquello era solo una coincidencia, o si alguien había orquestado aquel reencuentro a propósito, no podía arriesgarse a que los vieran juntos y poner nuevamente a Eren en peligro. ¡Se suponía que el mocoso estaba muerto, maldición! Y debería haber permanecido así un poco más de tiempo, solo un poco hasta que él pudiese…

¡Joder!, ¿qué era lo que debía hacer ahora?, se preguntó Levi casi al borde de la desesperación. La opción más fácil era la de portarse como un maldito bastardo y alejar de allí al chico sin contemplaciones. Aquello, sin dudas, les ahorraría dolor y problemas a ambos; sin embargo… no se sentía capaz. No en ese momento por lo menos.

Una chispa de rabia prendió dentro de él como la yesca. Furia, dolorosa y ciega, sobre todos los que habían jugado algún papel en aquella maldita historia que provocó que Eren y él se conocieran.

¿Habría sido más feliz el chico si él nunca hubiera aparecido en su vida? ¿Seguiría Carla con vida? ¿Hubiese podido conservar Eren su vida tal y como la conocía si otro hubiese tomado aquel trabajo en su lugar? Levi no tenía respuesta para ninguna de aquellas interrogantes, las cuales lo habían atormentado durante años. Muchas veces había repasado los hechos, cuestionándose repetidamente en que se había equivocado o qué cosas habría tenido que cambiar. Temía que fueran sus propias emociones las que le habían nublado el buen juicio, debilitándolo; volviendo su precisión y eficacia en solo un vestigio de lo que habían sido en el pasado.

Pero nada de lo que hiciera iba a cambiar lo ocurrido. Las decisiones que habían tomado, buenas o malas; los errores o los aciertos, ya eran un acto consumado. Ahora solo tocaba seguir adelante con esas elecciones.

—Tsk, mierda —masculló Levi entre dientes observando la expresión atormentada del joven. Aquello siempre había debilitado su determinación—. Oi, Eren, deja de lloriquear de una maldita vez —le dijo finalmente, cansado. Ya había tomado su decisión—; ya no eres un mocoso, así que compórtate como un hombre.

Ante sus duras palabras, el otro le devolvió una mirada cargada de dolida exasperación.

—¡Y eso es lo que estoy intentado hacer, por eso he venido a hablar con usted! ¡Para aclarar las cosas! ¡Esto no es fácil para mí, sabe! —Eren se llevó las manos al rostro un par de segundos, presionando ligeramente sus ojos y respirando despacio para recomponerse antes de volver a mirarlo. Tragó con fuerza antes de proseguir—. Tengo demasiadas preguntas —le confesó—. ¿Qué es lo que está haciendo aquí, Levi? ¿Por qué fingió que no conocía a Armin cuando lo vio en su clase? Él dice que no ocupa su propio nombre y he podido comprobar que eso es verdad cuando lo fui a buscar a la facultad, ¿por qué lo hace? ¿Su regreso tiene algo que ver con el que nosotros hayamos decidido volver a Shiganshina? ¿Es por lo que ocurrió hace tres años?

Levi levantó una mano para indicarle que guardara silencio. Cuando Eren se ponía así de intenso era bastante difícil hacerlo callar y seguirle el ritmo, y eso a él solía volverlo loco. Desde que lo había conocido a los once años, aquel mocoso había sido como una tormenta en sus días de calma; un dolor constante en el trasero.

Haciendo una casi imperceptible mueca de disgusto, Levi se armó de valor, convenciéndose de que esa decisión era inevitable. Asegurándose una y otra vez de que cualquier pequeño error que pudiera resultar de ella, podría manejarlo. Aquello, se repitió, no era un impulso emocional; era una necesidad táctica.

—Dame tu móvil —le exigió al joven tendiendo una mano hacia él. Viendo que este tardaba en obedecer y solo lo miraba aturdido, flexionó ligeramente los dedos para apurarlo mientras en sus ojos grises se reflejaba la impaciencia.

Evidentemente nervioso, Eren obedeció y se acercó un poco más hacia donde él estaba sentado para entregarle el aparato que ya había encendido y desbloqueado. Lucía azorado y confuso, observando con atenta avidez cada uno de sus movimientos mientras Levi tecleaba con rapidez en el móvil.

Una vez hubo acabado de escribir, Levi se lo lanzó al chico, sin mucha delicadeza, para regresárselo. Eren alcanzó a sujetarlo por los pelos, logrando que él sonriera internamente al comprobar que este aún tenía buenos reflejos.

Encendiendo otra vez el móvil, Eren comenzó a pasar aplicaciones con el dedo sin comprender muy bien que era lo que él había hecho.

—Te he apuntado mi número —le explicó. Los ojos verdes del muchacho se abrieron enormes por la sorpresa—. Envíame un mensaje esta noche informándome que días tienes libres esta semana. Intentaré hacerme un tiempo para que podamos reunirnos.

Levi lo oyó inhalar aire con fuerza y vio como la piel levemente morena de sus pómulos se sonrojaba un poco. Parecía felizmente esperanzado cuando le soltó con voz entrecortada:

—¿U-una cita?

Levi lo fulminó con la mirada.

—Una cita y una mierda, mocoso. Deja de pensar en idioteces y céntrate, Eren. Tenemos que reunirnos para hablar y averiguar de demonios está ocurriendo aquí, no a rememorar el maldito pasado —le aclaró con dureza—. No olvides enviarme el mensaje esta noche. No hay más oportunidades.

Sin darle tiempo a que pudiese decir nada más, Levi se puso de pie y se apresuró a recoger su maletín y la chaqueta que había dejado tirados en la banca minutos atrás. Quería salir de allí a toda prisa antes de que su máscara de imperturbabilidad terminara por venirse abajo a causa de puro agotamiento mental.

No había dado ni dos pasos para alejarse cuando notó el conocido peso de una mano sobre su hombro que, ejerciendo cierta presión, lo obligó a volverse.

Casi como un déjà vu, Levi reconoció la desesperada determinación en aquel par de ojos verdes, la misma expresión anhelante y tormentosa que le había visto al chico años atrás, luego de un severo regaño por parte de él. Sí, en aquel entonces ese descuido suyo había sido la primera chispa que había dado pie al desastre emocional en que posteriormente se convirtió su relación. Aquel había sido el punto de no retorno para ambos.

Y no podía volver a ocurrir.

Con el pulso acelerado a causa de la anticipación, Levi dio un paso atrás y plantó con firmeza una mano sobre el pecho del chico para obligarlo a mantener la distancia entre ellos, justo en el instante en que este se había inclinado peligrosamente hacia él. Su rostro arrebolado estaba demasiado cerca del suyo, tanto que Levi podía sentir el cálido roce del aliento de Eren removiendo con suavidad las oscuras hebras de su flequillo y distinguir los distintos tonos de verdes, azules y grises que reflejaban en ese momento los iris de sus ojos.

Tsk, mocoso idiota.

De un potente empujón, Levi apartó a Eren de golpe, haciéndolo trastabillar y dejándolo sentado de culo sobre el césped casi un metro más allá. Sus enormes ojos verdes observándolo llenos de incrédulo asombro.

Como si acabara de despertar de un sueño y recién comprendiera lo que había estado a punto de hacer, el chico se levantó a toda prisa mirándolo avergonzado y compungido.

—¡Y-yo lo lamento, Levi! ¡No sé qué me pasó en ese momento! ¡Yo en realidad no pretendía…! ¡Por favor, perdóneme!

Masajeando su sien para aliviar el inminente dolor de cabeza, Levi dejó escapar un pesado suspiro de resignación mientras observaba al maldito causante de su revuelo emocional.

¿Qué demonios tenía aquel mocoso para metérsele de aquel modo bajo la piel? ¿Por qué simplemente no podía pasar página y dejar que el camino de ambos se separara de una vez por todas?

Eren era la peor elección en todos los sentidos, y Levi lo sabía: demasiado joven, demasiado inocente, demasiado impulsivo y testarudo, demasiado pasional, demasiado necesitado de atención y afecto, demasiado… de todo; todo lo contrario a él mismo. Pero a pesar de ello, de comprender que era un error, de saber que lo mejor era alejarlo, de algún modo Levi sentía que el chico para él era como la fuerza de gravedad. No importaba lo mucho que saltaras o te esforzaras por alejarte de su alcance, de un modo u otro ibas a terminar nuevamente aterrizando en tierra atraído por ella.

Era como si desde el primer momento en que se conocieron, ocho años atrás, Eren lo hubiera ido enredando poco a poco en una sutil tela de araña sin que él se diera cuenta, y por más que ahora Levi luchara por liberarse, no creía que pudiese hallar un modo para poder escapar de ella.

Haciendo a un lado aquella molesta certeza, lo miró resignadamente antes de partir.

—Oi, envíame ese mensaje —le repitió. Una orden clara que estaba seguro el otro cumpliría a la brevedad—. Y ni se te ocurra volver a aparecerte por aquí, mocoso de mierda. Si lo haces, voy a darte una paliza de la que no podrás levantarte en una semana.

Tras aquella advertencia y antes de que el chico pudiera hacer alguna otra tontería, Levi se alejó a grandes zancadas hacia la zona de estacionamiento para buscar su coche. Solo una vez que estuvo dentro de este y puso el seguro a todas las puertas, apoyó la frente sobre el volante, cerró los ojos y se permitió descansar del agitado tumulto de emociones que parecían haber explotado dentro de su pecho.

Después de tres años de férrea determinación, ¿qué mierda se suponía que estaba haciendo?, se preguntó. Tenía clarísimo que lo que había tenido con Eren tiempo atrás no podía volver a repetirse. No, no podía volver a cometer ese error nuevamente.

¡Demonios, casi tenía treintaicuatro años, no quince! ¡Se suponía que él sabía controlarse!

Intentando pensar en frío, Levi comenzó a evaluar todas sus posibilidades. De momento, quizás lo mejor fuera hablar con Erwin y explicarle la situación, además de pedirle un remplazo para el trabajo que estaba realizando en aquel momento. También, tal como había acordado, se reuniría con Eren, y una vez que recopilara la información que necesitaba del chico, se iría de aquel lugar. Tomaría otro encargo, sí; uno en la otra punta del país de ser posible, donde la tentación de ver nuevamente aquel par de ojos verdes ya no pudiera afectarlo.

Decidido, marcó el número de su superior y durante unos cuantos minutos se dedicó a contarle en detalle todo lo ocurrido ese día, esperando que este pudiese iluminarlo al respecto de lo que estaba pasando; no obstante, cuando terminó la llamada sin obtener mayor información que al comienzo y sin haberle dicho a su amigo nada de una remoción, Levi supo que se estaba mintiendo a sí mismo.

Claro que no le pediría a Erwin que lo sacara de allí. Como tantas otras veces en el pasado, se inventaría mil excusas para no alejarse de Eren, para quedarse a su lado. Crearía motivos ineludibles que lo obligaran a permanecer en aquella pequeña ciudad apartada de la mano de Dios hasta que dejar el chico ya fuera inevitable. Y todavía así, seguiría luchando por impedirlo.

Sí, definitivamente para él, Eren Jaeger era la gravedad. Levi no podía encontrar otra explicación para la atracción intensa que el joven ejercía sobre él.

 

——o——

 

Con una paciencia que era inhabitual en él, Eren había esperado alrededor de veinte minutos escondido fuera de la tienda de Hannes hasta que la llegada de un par de parlanchines clientes mantuvo al hombre lo suficientemente ocupado para que él pudiese colarse dentro del recinto sin que este tuviese tiempo de llenarlo a preguntas sobre su día.

Soltando un rápido saludo que el otro apenas pudo contestar, Eren cruzó la estancia a toda prisa hasta llegar a la trastienda que aún estaba bastante desordenada, con cajas cerradas y otras a medio abrir y los estantes tan llenos de telarañas y polvo que cuando rozó uno accidentalmente con el brazo, una larga mancha oscura quedó adherida a su piel. Si Levi viera aquel desastre, con lo obsesivo y pulcro que era seguramente se volvería loco. Se prometió que aquel mismo domingo obligaría a los chicos a que lo ayudaran a ordenar y limpiar aquel chiquero, porque estaba seguro de que Hannes, por sí mismo, no lo haría nunca.

A pesar de lo sucias que estaban las pequeñas ventanas de aquel cuarto, la luz mortecina de la tarde que todavía se colaba por estas fue suficiente para que pudiese llegar sin problemas a la estrecha escalera que llevaba al segundo piso de la vivienda. Eren la subió a toda prisa de un par de zancadas, ansioso por llegar lo antes posible a su habitación y encerrarse en ella antes de que cualquier de sus amigos llegase a buscarlo para exigirle explicaciones.

A sabiendas de que era muy probable que Mikasa y Armin estuviesen furiosos con él, Eren había evitado entrar por la puerta principal para no topárselos. Sabía que tendría que hablar con sus amigos tarde o temprano y explicarles lo sucedido, pero primeramente necesitaba aclarar sus propias ideas y despejar sus dudas antes de intentar siquiera cargar con las de alguien más. Solo esperaba que aquella larga espera fuera de la tienda no hubiese sido en vano.

Pero no hubo suerte.

Nada más doblar el pasillo que llevaba hacia las habitaciones que ocupaban ellos y ver aquel par de cabezas, una rubia y la otra morena, una frente a la otra junto a su puerta, Eren comprendió el error de cálculo que había cometido. Claro que sus amigos lo conocían lo suficiente bien como para poder anticipar lo que él iba a hacer. Sobre todo Armin, se dijo, con su mente brillante y analítica no iba a caer de manera tan fácil en su intento de engaño.

Patético.

Soltando un pesado suspiro de resignación al comprender que había perdido aquella partida, se dirigió hacia donde el par se encontraba sentado y se dejó caer al lado de su hermana que le dedicó una mirada cargada de mudo reproche.

—Eres un tonto, Eren —le soltó esta, lanzándole la mochila con sus cosas que se había dejado tirada en la biblioteca, antes de volver a enterrar la parte inferior de su rostro en la bufanda roja que casi siempre llevaba y abrazarse las piernas que tenía recogidas; no obstante, Mikasa no parecía tan enfadada como él había esperado encontrarla y eso lo reconfortó un poco.

Por otro lado, Armin, sentado frente a él con las piernas estiradas y la espalda apoyada en la pared, lo observaba con curiosidad.

—Y, ¿cómo está Levi? —Le preguntó su amigo, directo y pragmático, como si Eren hubiese ido a reunirse con el otro a una cita acordada y no se hubiera escabullido a escondidas de ellos para correr a su encuentro—. Te veo entero, sin ningún moretón aparente, así que supongo que ha sido amable contigo.

Una sonrisa de complicidad asomó a los labios de ambos ante aquel comentario y Mikasa los miró como si fuesen idiotas, frunciendo más el ceño si eso era posible. Seguramente, pensó Eren, ella recordaba más de algún episodio del pasado en el que él, tras haber fastidiado de verdad a Levi, había terminado bastante maltrecho.

Dejando caer el peso de su espalda sobre la fría pared que estaba tras él, Eren levantó el rostro al techo y cerró los ojos. Se sentía agotado, como si hubiese corrido kilómetros y kilómetros sin descanso, sin poder detenerse en ningún punto hasta ese preciso momento. Tal vez, pensó, aquellos tres años de separación habían sido aquella interminable carrera, y solo el hecho de ver nuevamente a Levi le hizo sentir que había llegado por fin a la meta.

Centrando su atención nuevamente a su amigo, Eren se encogió de hombros. Al notar que estos crujían levemente, contracturados a causa de la tensión, levantó los brazos sobre su cabeza para unirlos y estirarse, intentado así aliviarse un poco.

—Normal, supongo —le dijo mientras volvía a recostarse contra el muro—. Se ha puesto furioso al verme, aunque ha intentado disimularlo. Ya sabes como es. Y tenías razón, Armin; Levi no ha cambiado nada —reconoció con fingida alegría al otro chico con una breve sonrisa, intentando restarle importancia al hecho de lo poco entusiasmado que se había mostrado el otro hombre con su reencuentro.

Sin embargo, los azules ojos de su amigo lo miraron con algo similar a la lástima y Eren lo odió. Detestaba que los demás pensaran que lo suyo con Levi era algo por lo que sentir compasión.

Aunque nunca le había confesado directamente a Armin lo que sentía por Levi, estaba seguro de que el otro chico por lo menos lo intuía. Durante el último año que habían pasado todos juntos en Trost, en más de una ocasión Eren había pillado la atenta mirada del chico sobre Levi o él mismo, evaluándolos; como si este esperase descubrir algo, resolver algún misterio del que aún no tenía todas las claves. Por aquel entonces, temeroso de que sus sentimientos fueran descubiertos, él siempre había intentado ser muy cuidadoso, fingiendo lo mejor que podía; pero temía que de igual modo su inexperiencia lo hubiera delatado. Como le había ocurrido aquel día con Jean.

Y ese mismo día había estado a punto de cometer el mismo error…

¿Cómo podía ser tan idiota?, se preguntó. ¿Es que jamás aprendía de sus errores? ¿Acaso esperaba que todo volviera a repetirse?

Quizás, tuvo que reconocer Eren, apesadumbrado. Porque a pesar de todo lo que pasó después entre ambos, del dolor que conllevó el separarse de Levi, lo que tuvieron no fue una equivocación para él. En aquel momento, a sus dieciséis años, tener su atención había sido un triunfo.

Desterrando de su mente aquella dolorosa remembranza del pasado, Eren volvió a prestar a tención a sus amigos que lo observaban intrigados ante su cambio de humor.

Ignorando la mirada de advertencia “para que lo dejara en paz un rato” que le lanzó Mikasa, Armin, más que acostumbrado a su explosivo carácter, se atrevió a decirle:

—Entonces supongo que todo ha sido una pérdida de tiempo ya que no has podido sacarle nada de información. Eso es una lástima, Eren —aventuró el otro chico. Sus ojos azules parecían algo desilusionados—. Tal vez deberíamos haber esperado un poco más de tiempo antes de abordar a Levi de ese modo.

Eren negó con firmeza.

—Me ha dado su número y me ha dicho que acordemos una fecha para reunirnos. Al parecer él también quiere aclarar algunas cosas con nosotros y comprender de qué va todo este asunto. Me ha dado la impresión de que no tenía la menor idea de que estuviésemos de regreso en Shiganshina.

—Entonces eso descartari-

—No vas a reunirte con él —soltó Mikasa cortando repentinamente a Armin. A pesar de no haber alzado la voz, el tono autoritario de ella hizo que tanto él como el otro chico dieran un respingo. Su amiga parecía molesta en extremo—. Ya viste a ese tipo. Con eso debería bastarte, Eren.

Como si hubiese estado esperando aquel desacuerdo de su parte, en vez de amedrentarse él se volvió a verla lleno de enfado.

—¡Dios, Mikasa! ¡No actúes ahora como una cría! —perdiendo rápidamente la paciencia, Eren le lanzó una acerada mirada que rivalizó con la suya—. ¿No habíamos acordado antes de que intentaríamos averiguar qué es lo que sabe Levi? Es obvio que él también quiere obtener información de nosotros. ¡Sería un trato justo!

—Pues yo no estoy de acuerdo —insistió ella, determinada—. Prefiero que nos ciñamos al plan original. Solo nosotros tres.

—Pues yo creo que esta es una buena oportunidad, Mikasa —acotó Armin. La furiosa mirada que le lanzó la chica lo atemorizó un poco, pero continuó de todos modos—. Además, en ningún momento Eren ha dicho que se reunirá a solas con Levi, ¿verdad? Es obvio que iremos los tres juntos. ¿Cierto, Eren?

Aunque era una mentira descarada que nació de la desesperación, él asintió en conformidad a lo que acababa de decir su amigo. Entrecerrando los grises ojos con sospecha hacia Eren y a pesar de parecer bastante dudosa sobre su honestidad tras su evaluación, Mikasa dejó de protestar.

¿Realmente era Eren tan tonto que ingenuamente había creído que podría tener otra vez la oportunidad de estar a solas con Levi? Maldición, estaba más que claro que en cuanto supieran de aquella reunión, tanto Armin como su hermana se le unirían, ¿acaso no lo hacían todo siempre los tres juntos?

Y aun así, él había fantaseado un poco sobre ello.

En su camino de regreso a casa había pensado una y otra vez en que cosas decir y que no en su próximo encuentro para ganarse nuevamente la atención de aquel hombre. Había rememorado pláticas anteriores entre ellos y recordado aquellas cosas que sabía incomodaban a Levi. Estaba decidido, a pesar de la mala impresión que seguramente se había llevado ese día, a demostrarle a este que había crecido, y que ya no era el chico inseguro y desesperado por ganarse su aprobación.

Pero, ¿realmente no lo era?

Mientras oía a Armin hablar intentando convencer a Mikasa sobre los beneficios que podría traerles el tener a Levi de su lado, sobre todo tras la nula información que habían obtenido esta tarde en la biblioteca, Eren pensaba en ello.

Desde el instante en que se dio cuenta de que lo que sentía por Levi no era solo cariño y admiración, quiso darse prisa en crecer. Deseó desesperadamente madurar y hacerse mayor para así acortar, aunque fuera solo un poco, la distancia que parecía separarlo de aquel hombre. Eren quería serle útil. Quería que este lo reconociera y lo mirara como su igual, no como a un mocoso necesitado de muchas cosas al que tenía que proteger.

Y allí estaba, tres años después, mucho más alto, mucho más fuerte; prácticamente un adulto a sus diecinueve años y, sin embargo frente a Levi, volvía a sentirse tan poca cosa como se había sentido a los dieciséis.

Quizás, pensó Eren, algunos malos hábitos nunca cambiaban.

 

——o——

 

Aquella noche nada más terminar de cenar y poner orden en el comedor y la cocina junto a sus amigos, Eren, argumentando que estaba muerto de agotamiento tras el largo día que habían tenido y que necesitaba dormir desesperadamente, se fue directo a su habitación. Si los chicos creyeron o no su excusa, no estaba del todo seguro, aun así lo dejaron en paz. Hannes por su parte, al que los tres habían acordado no decirle aun nada de Levi, le había deseado con su habitual afabilidad que descansase bien antes de ponerse a trabajar con los libros de cuentas de la tienda.

Nada más encerrarse en su cuarto, Eren le había escrito un mensaje a Levi con la información que este le había pedido. Con el corazón acelerado había esperado su respuesta, la cual llegó casi cinco minutos después en un escueto: «Sábado a las 18. Te enviaré las indicaciones de donde nos juntaremos el viernes». Y sí, él se había sentido un poco desilusionado, pero aun así se arriesgó a enviarle otro mensaje deseándole buenas noches, pero en esta ocasión la respuesta nunca llego.

Abatido, Eren se desvistió para ponerse el pantalón de chándal y la camiseta que usaba como pijama y se tumbó en la cama observando el móvil de tanto en tanto. Finalmente comprendiendo que Levi no le respondería, se dijo que lo mejor era descansar ya que al día siguiente tenía clases a primera hora; pero a pesar de lo agotado que se sentía, no pudo dormir.

Hacía cerca de tres horas que Eren se había metido en la cama, pero por más que cerrara los ojos e intentara relajarse, su cerebro demasiado hiperactivo tras todo lo ocurrido ese día, solo le permitía sentirse inquieto y dar vueltas y más vueltas en esta hasta que le resultó insoportable permanecer por más tiempo acostado allí.

Frustrado, apartó de un tirón las sábanas demasiado calientes y se puso de pie notando el rugoso frescor del piso de madera bajo sus plantas desnudas, agradecido de aquel cambio agradable que ayudó a aliviar en parte la sensación de sofoco que sentía.

Eren se sirvió un vaso de agua de la botella que tenía en la mesita de noche y se lo bebió de golpe. Tras volver a rellenarlo, se dirigió hacia el alfeizar de la amplia ventana que daba a la calle y se sentó allí a observar la vía carente de transeúntes que a esas horas de la noche se mostraba iluminada por la clara luna que estaba alta en el cielo. A pesar de los años transcurridos y de los cambios y adelantos tecnológicos, Shiganshina seguía siendo principalmente una cuidad agrícola, por lo que la mayor parte de su población se levantaba nada más despuntar el día y ya estaban durmiendo en sus casas antes de las diez de la noche, dejando todo sumido en el silencio y la tranquilidad nocturna.

Estaban ya en septiembre, a punto de comenzar el verano, por lo que tanto las noches como los días se estaban volviendo más sofocantes y calurosos. De niño, a Eren le había encanto el verano, de días mucho más largos y cálidos donde podía tomar helado, pasar largar horas jugando con Armin por las calles o en las afueras del bosque cerca de su casa o ir al rio a bañarse y pescar. Su madre parecía siempre mucho más permisiva y feliz en verano, con aquella enorme sonrisa que a él le encantaba, así que también amaba aquella estación por ello. Sin embargo, cuando era ya un adolescente, Eren había comenzado a apreciar los días apagados y fríos que traía el invierno; días donde podía pasar horas tumbado frente a la chimenea bebiendo algo caliente y platicando de todo y nada con Armin, Mikasa y el resto de los chicos mientras se permitía de tanto en tanto observar a Levi que, sentado casi siempre en una butaca un poco alejada de ellos, parecía estar enfrascado en la lectura de algún libro. Por aquel entonces, cada vez que la mirada de ambos se había encontrado, Eren sentía como si algo explotara dentro de él, dejándolo anhelante y tembloroso, felizmente ansioso. Algo para lo que no había podido dar un nombre apropiado en un comienzo, pero que luego descubrió como algo hermoso y terrible a la vez: estaba enamorado.

Haciendo un esfuerzo por apartar aquellos recuerdos de su mente, Eren bebió lentamente de su vaso y abrió un poco la ventana, lo suficiente para dejar que una tibia briza entrara en el cuarto y ayudara a refrescarlo un poco, volviendo fría la leve película de sudor que le cubría los brazos y pies desnudos, así como la parte del pecho que la camiseta que llevaba para dormir le dejaba al descubierto.

A pesar de que la casa de Hannes estaba más cerca de la zona céntrica de la cuidad que del exterior como lo había estado la casa de los Jaeger, Eren podía sentir como la briza nocturna arrastraba con ella el inconfundible olor del bosque. Las ciudades como Trost, Mitra o Stohess, siempre tan saturadas de gente y de industrias, le habían parecido sofocantes. Espacios pequeños en los que apenas podías respirar, en donde cada vez que levantabas la vista veías edificios y asfalto y concreto, coches y gente, un cielo pálido y descolorido. Y él lo había odiado.

Por ese motivo su regreso a Shiganshina, a pesar de estar motivado por una causa muy distinta, había sido en parte un alivio, casi como una redención. Y no solo para él, se dijo Eren, sino que también para Mikasa y Armin que habían crecido allí con él. Cada vez que hablaban de casa, podía percibir la tristeza y la añoranza a partes iguales en ambos. Lo mismo que él sentía.

Y por si fuese poco, se había reencontrado con Levi…

Aquella tarde, cuando Eren fue a buscarle, solo había sido a causa de uno de sus arrebatados impulsos. Como siempre.

Durante casi dos horas había ayudado diligentemente a sus amigos a recabar información en periódicos viejos. Leyó con atención cada artículo que pudiese ser mínimamente relevante en lo ocurrido a sus padres y tomó más apuntes que los que había hecho ese mismo día en todas sus clases juntas. Durante ese tiempo, Eren se había dejado los ojos en aquellos textos de antaño e intentó sumergir la cabeza en aquel tedioso trabajo, repitiéndose una y otra vez que aquello era necesario. Que si no fuera por él y sus decisiones, ni Mikasa ni Armin estarían allí en ese momento. Él debía ser quien trabajara con más ahínco de los tres.

Sin embargo no había sido capaz de concentrarse del todo. Cada tanto, su cabeza volvía a lo que le contó su amigo horas antes y la necesidad acuciante que había despertado dentro de él de comprobar si el chico tenía o no razón. Si Levi realmente estaba de regreso allí, en Shiganshina, tan cerca de él. Si podrían verse nuevamente.

Cuando la ansiedad mental de Eren superó el límite y ya no le permitió concentrarse para nada, se disculpó con sus amigos para ir al baño e intentar refrescarse un poco. Sin embargo fue allí cuando tomó una decisión, comprendiendo que a menos de que hablara lo más pronto posible con Levi no tendría paz mental.

Salió de la biblioteca a toda prisa y envió un mensaje de texto a Armin pidiéndole disculpas por dejarlos en la estacada y comunicándole lo que iba a hacer. Sin esperar respuesta por parte de este, puso el móvil en silencio y se apresuró en regresar a la universidad.

Encontrar a Levi fue más fácil de lo que había esperado. A pesar del cúmulo de cosas que parecían agolparse en su cabeza y no lo dejaban pensar con claridad, Eren recordaba que Armin le había dicho que este no estaba utilizando su nombre real, por lo que se había dirigido hacia la facultad de Derecho de la universidad y había consultado en Informaciones sobre el maestro que impartía la clase de Historia Política. Solo había necesitado de un par de palabras amables y unas cuantas sonrisas para que la chica que allí atendía le indicara que “Rivaille Ackerman” en aquel momento estaba impartiendo su última clase del día y que si necesitaba hablar con él, podía esperarlo allí si gustaba.

Eren le agradeció la información, sin embargo con otra sonrisa rechazó el ofrecimiento de la muchacha, consciente de que quedarse esperando a Levi encerrado dentro de cuatro paredes solo ayudaría a que se pusiera todavía más nervioso.

Durante casi media hora vagó a las afueras de la facultad de Derecho intentando distraerse leyendo los mensajes amenazantes y furiosos de su hermana y los de Armin, llenos de suplicas e intentos de hacerlo entrar en razón. Descartando cualquier intento de respuesta a sus amigos, Eren comenzó teclear un mensaje para Hange que borró once veces porque no lo complacía del todo, sintiendo que el corazón amenazaba con salírsele del pecho cada vez que veía a alguien salir por la puerta principal del recinto.

Hasta que lo vio.

Su primer impulso fue salir corriendo directamente hacia él, pero se contuvo, recordando la determinación que había tomado de mostrarse más mesurado, controlando sus impulsos aunque le costara.

Durante unos pocos minutos siguió a Levi a una distancia prudente mientras este se alejaba. En un comienzo Eren había creído que Levi se dirigiría a toda prisa a la zona de estacionamiento, sin embargo se sorprendió un poco cuando él se detuvo repentinamente bajo uno de los árboles de la zona de descanso del parque. Casi como si esperase algo.

Asustado, Eren se había preguntado si a pesar de lo sigiloso que intentó ser, Levi se había percatado de su presencia, pero al ver que el otro sacaba el móvil y comenzaba una intensa plática con alguien, el alivio y la decepción lo invadieron a partes iguales.

Desde su posición de observador, Eren vio a Levi quitarse la chaqueta y tomar asiento en la banca mientras seguía pegado al aparato. Por la forma relajada y confiada en que se expresaba, estaba seguro de que este hablaba con Hange o Erwin, o Isabel o Farlan. Aquellas ellas eran casi las únicas personas con las que él le había visto bajar la guardia de ese modo. Aunque en ese momento Levi parecía más que un poco molesto.

Mientras esperaba con paciencia para no interrumpir la conversación, Eren se permitió el capricho de poder observar libremente a Levi luego de tres largos años de ausencia.

Honestamente aquel hombre no había cambiado demasiado. Levi seguía llevando el negro y liso cabello de la misma forma que antes, corto hasta la altura del comienzo de las orejas y rapado bajo las sienes y la nuca, con la línea hecha casi al medio para que los mechones que la caían sobre el rostro no le incomodaran. A pesar de ser ya casi verano, su piel seguía luciendo igual de pálida, pareciendo casi tan fría como la actitud impenetrable e impasible que siempre mostraba. Al tener una baja estatura y una complexión más bien delgada, además de facciones delicadas y estilizadas, le edad de Levi era imposible de determinar. Eren sabía que este cumpliría treintaicuatro aquel año, sin embargo cualquiera que no lo conociera lo encasillaría más cerca de los veinticinco que sobrepasando la treintena.

A diferencia de años atrás, Levi en aquel momento llevaba unas delgadas gafas de lectura, aunque Eren no estaba muy seguro de si aquello era por necesidad o parte de aquella caracterización que estaba representando. Sin embargo, se dijo, se veían bien en él, aunque con mucha diferencia prefería el poder mirar aquellos pálidos y acerados ojos grises, eternamente delineados a base de pronunciadas ojeras a causa del poco descanso, sin que nada que interpusiera en ello.

Aquel día, se fijó Eren,  Levi vestía con botines negros y vaqueros oscuros, además de una camisa blanca que había arremangado unos minutos atrás. La chaqueta de traje negra, que seguramente había sido su única concesión a la formalidad, se hallaba descartada en ese momento sobre el respaldo de la banca donde este se encontraba sentado. En verdad, pensó él, seguía siendo un hombre muy apuesto.

Los minutos de aquella llamada le parecieron eternos a Eren. A cada instante transcurrido, la ansiedad parecía apoderarse más y más de él, y toda la determinación que había reunido durante su viaje de regreso a la universidad, se iba desvaneciendo con la misma rapidez que lo hacía la espuma del mar.

En el momento que vio a Levi poner fin a la plática y ponerse de pie, supo que era su oportunidad. Reuniendo un valor que no sentía, Eren se apresuró a alcanzarlo y lo llamó por su nombre.

Nada más este volteara a verlo, sintió como si algo lo golpeara en el pecho haciendo que sus pulmones se vaciaran dolorosamente ante su escrutinio.

Eren siempre había pensado que Levi era un hombre atractivo. No guapo como lo eran los modelos de revistas de facciones perfectas o los actores que solían gustarles a las chicas, sino que era atrayente de una forma mucho más visceral; era hermoso de la misma manera que lo eran las cosas peligrosas y salvajes, aquellas que sabías podías admirar de lejos pero corrías el riesgo de morir si te aproximas demasiado. Sí, para Eren, Levi Ackerman, con su metro sesenta de estatura y la compleción física parecida a la de un adolescente imponía más miedo y respeto que un tipo mucho más alto y el doble de corpulento que él.

Y a pesar del discurso mental que llevaba preparado y de su determinación de mostrarse ante él como un adulto seguro y decidido, Eren había terminado por convertir aquel encuentro en un completo fracaso.

En los pocos minutos que pasaron juntos, Eren había vislumbrado el enfado en los ojos de Levi al tenerlo allí y el evidente fastidio que le provocaban sus recriminaciones infantiles; las que él no había planeado decir y que sin embargo habían salido de su boca sin que pudiese ponerles freno, delatando con claridad que a pesar de todos los cambios sufridos esos años, seguía siendo el mismo chico inseguro necesitado de la aceptación de aquel hombre.

En aquel momento Eren se había desmoralizado; convencido de que harto de él Levi terminaría por mandarlo a la mierda y lo dejaría allí plantado, confiando en que este no lo molestaría más. Por ese motivo, cuando él le pidió su móvil y le apuntó su número, Eren sintió como si una llamita de esperanza brotara dentro de su pecho.

¡Levi le estaba dando una oportunidad más! Levi, que siempre era tan receloso de su intimidad, le estaba otorgando un medio para que pudiese comunicarse con él. Algo a lo que aferrarse después de aquella separación tan larga.

Luego de dejarlo marchar, cuando regresaba ya a casa, Eren había intentado calmarse y convencerse de que aquello no significaba nada; que Levi podía perfectamente bloquear su número una vez se hubieran reunido y aclarado las cosas, pero él lo conocía lo suficiente para saber que este no lo iba a hacer. No importaba lo mucho que Levi fingiera indiferencia e inspirara temor, en el fondo, era el hombre más amable que Eren había conocido. Aquel que se había convertido en una especie de padre y hermano mayor cuando él era un niño que se quedó solo en el mundo, y en el hombre que admiraba más que nada cuando comenzó a crecer y a convertirse en un adolescente. Luego, pensó con un nudo en el pecho, Levi se había transformado en su más oscuro secreto. En lo que más deseaba y, aunque doliera reconocerlo, creía que hasta el día de hoy eso no había cambiado.

El suave golpeteo en la puerta de su cuarto lo sobresaltó, sacándolo de sus pensamientos. Eren miró la hora del reloj que descansaba sobre la mesita de noche y vio que faltaban pocos minutos para las once de la noche. Aquello era extraño, se suponía que a esa hora ya todos en casa debían estar dormidos.

Levantándose del alfeizar y sin molestarse en calzarse o encender la luz del cuarto, Eren se apresuró a abrir con cuidado la puerta, revelando la esbelta figura de Mikasa que lo observaba muy seria con aquellos oscuros ojos grises casi negros a causa de las sombras.

—¿Puedo pasar? —le preguntó su hermana sin darle tiempo a hacerle ninguna pregunta. A pesar de lo calurosa que era la noche, ella se arrebujaba hasta el cuello en la blanca bata que llevaba, como si tuviese frío. Preocupado, Eren temió que quizás estuviese enferma, pero al percibir el leve temblor de sus pálidas manos, comprendió que no era que la chica se sintiese mal, sino que estaba muerta de nervios.

—Claro —le dijo al tiempo se hacía a un lado para darle espacio. Se dirigió hacia el interruptor para encender la luz, pero con un gesto de negación ella le indicó que no era necesario, a lo que él aceptó sin darle demasiadas vueltas al asunto.

Por supuesto, aquella no era la primera vez que ambos estaban a solas en su cuarto. Cuando Eren era más pequeño ambos compartían habitación y en más de alguna ocasión él y Mikasa habían dormido juntos, sobre todo cuando tras la muerte de su padre las pesadillas prácticamente lo atormentaban todas las noches y despertaba a la casa entera con sus gritos y alaridos; por ese motivo, Carla solía meterse junto a ellos en la misma cama, y les contaba historias o les cantaba hasta que el sueño finalmente terminaba por vencerlos a los tres. Sin embargo, tras la llegada de Levi a su hogar, habían abandonado esa costumbre porque Eren argumentaba que le daba vergüenza y luego ya simplemente ambos eran demasiado mayores y cada cual quería su intimidad. Aun así, cuando se mudaron a Trost, muchas veces tras largas noches de platica, Mikasa se habían quedado a dormir en el cuarto que él y Armin compartían; una rutina se había repetido por años mientras migraban de un sitio a otro dentro del país. Una costumbre que había cambiado drásticamente diez meses atrás, cuando tanto Eren como la chica comenzaron a ser muy cuidadosos en evitar aquellos momentos tan íntimos. Una práctica que comenzó a parecerles demasiado dolorosa desde que Mikasa le había confesado que estaba enamorada de él y Eren la había rechazado, explicándole sus motivos para hacerlo.

Sin embargo y a pesar de que era el mejor amigo de ambos, ninguno de los dos le contó nada de lo ocurrido a Armin. Tanto Eren como Mikasa guardaron aquella confesión como su pequeño secreto e intentaron llevarlo de la mejor manera posible hasta ahora. Y aunque la mayor parte del tiempo les era fácil ya que estaban acostumbrados a estar juntos y el cariño que se tenían era inquebrantable, había días como ese en que a Eren la presencia de la chica se le hacía un poco violenta, sin saber muy bien cómo actuar al respecto por miedo a herirla sin pretenderlo.

Sin pedirle permiso, Mikasa se dirigió hacia su cama deshecha y revuelta sentándose recatadamente a los pies de esta ya que no había otro sitio donde hacerlo.

La habitación de Eren, aunque era espaciosa, de momento era más funcional que cómoda, casi espartana. La cama, con las sabanas celestes y la colcha azul oscuro tirada de cualquier forma en el piso, junto a la mesita de noche ocupaban el espacio central del cuarto. Había instalado el viejo escritorio donde estudiaba, ahora lleno de cuadernos, lápices, apuntes y su laptop, estratégicamente cerca de la ventana para poder distraerse de cuando en cuando. También, como Eren no solía juntar demasiada ropa, la había guardado pulcramente ordenaba dentro del armario empotrado dejando mucho espacio de sobra, lo mismo que con el antiguo estantes de libros que se encontraba en la pared junto a la puerta y que de momento solo estaba escasamente lleno con los tomos nuevos de anatomía, microbiología, bioquímica y otras ciencias que tuvo que comprar para sus clases en la universidad. Por la cantidad de veces que habían cambiado de residencia a lo largo de los años, tanto él como sus compañeros se habían acostumbrado a prácticamente no acumular bienes materiales ni recuerdos. Eren apenas contaba con unas pocas fotos de sus padres que le habían dado amigos de estos tras el incendio que consumió la vivienda, cuando estaban a punto de abandonar Shiganshina. De los años posteriores a eso, no conservaba nada. Ni siquiera tenía una fotografía de Levi. Sin nada que lo identificara como suyo, aquel lugar perfectamente podría ser el cuarto de cualquier persona.

Eren dio un par de pasos hacia la ventana para sentarse nuevamente en el sitio que había abandonado minutos atrás, pero tras pensarlo un momento, cambio de opinión y se dejó caer al lado de Mikasa, aunque en vez de ocupar el colchón como hacía ella, se sentó sobre la fría madera del piso, con la espalda apoyada contra la cama a escasa distancia de las piernas desnudas de su hermana que esta movía suavemente en un vaivén constante.

Al levantar la mirada para verla, se percató de que ella también lo estaba mirando a su vez. El mal humor de Mikasa parecía haberse acrecentado bastante desde que se enteraron de que Levi estaba de regreso en Shiganshina. De inmediato, Eren lo achacó al hecho de que ambos nunca pudieron congeniar del todo, quizás porque los dos eran demasiado retraídos y taciturnos y eso dificultaba enormemente la comunicación entre ellos o quizás solo era rencor por parte de ella al recordar que, a pesar de ser su única familia, Levi no quiso quedarse con su custodia tras la muerte de los Ackerman.

Sí, Eren estaba preparado para enfrentarse al malhumor de su hermana, sin embargo se sintió desarmado al ver que ella lo miraba con algo más parecido al miedo. A un temor crudo en sus ojos que Eren solo le había visto dos veces en su vida: cuando ella llegó a su casa por primera vez luego del accidente que cobró la vida de sus padres y tras la fatídica muerte de su madre, Carla, en el incendio; cuando debieron abandonar Shiganshina.

—Oye, Mikasa, ¿qué ocurre? —Le preguntó casi en su susurro a pesar de que estaban solos y allí no había nadie que los pudiese oír—. Pareces preocupada.

Haciendo algo completamente atípico de ella, Mikasa llevó una mano hacia la frente de Eren y le apartó con suavidad los rebeldes mechones de cabello que escapaban del agarre de la coleta.

La caricia lo sorprendió un poco, pero no fue desagradable. Hacia tanto tiempo que nadie lo tocaba de aquel modo… Parecían siglos. Tanto tiempo que ya casi había olvidado lo que se sentía.

—¿Mikasa? —volvió a preguntar dubitativo y ella negó con un gesto.

—No vayas, Eren. Por favor, no lo veas —le oyó decir con voz suplicante. En la oscuridad de la noche solo iluminada parcialmente por la luna, él pudo percibir el breve brillo de las lágrimas contenidas en sus ojos.

Eren estaba acostumbrado a oponerse a su hermana, casi del mismo modo que solía hacer antes con su madre, sin embargo en esa ocasión intentó refrenar su temperamento y medir sus palabras para no soltarle una estupidez que la hiriese. Buscó a tientas la mano de ella y la notó pequeña y fría contra la suya. Mikasa parecía infinitamente triste y eso le dolió más de lo que esperaba.

—Venga, Mikasa, ya has oído a Armin. Él cree que es necesario que hablemos con Levi —le dijo con tono afable, intentando restarle importancia al asunto—. Además, no iré solo; ustedes también irán conmigo.

—No me importa lo que diga Armin. No esta vez.

Eren le apretó la mano con un poquito más de fuerza para reconfortarla, gesto que ella le devolvió.

—De momento es nuestra mejor opción, Mikasa.

—Entonces, podemos hacerlo solos nosotros dos, ¿verdad? Bastaría con que él se reúna con Armin y conmigo. No es necesario que tú estés con nosotros, Eren.

A pesar de que ella tenía razón, algo dentro de él se negaba a aceptar aquella propuesta. No comprendía la negación obcecada de Mikasa a que viera a Levi. Era cierto que su hermana había terminado bastante molesta con este cuando los obligó a huir de Trost por el bien de Eren, pero en ese caso, ¿no debería incluso ella negarse a verlo? Que se ofreciera voluntaria para hablar con él no tenía sentido para Eren. Entonces, ¿serían celos…?

Como si de pronto algo hubiera conectado dentro de su cabeza, Eren comprendió que había algo más. No eran celos o enfado lo que movía a su hermana, no. Existía algún motivo que la chica no le estaba contando y que la impulsaba a tomar aquella posición tan poco común en ella.

Armándose de valor por los dos, Eren le dijo:

—Terminemos con esto de una vez, Mikasa. Si no me dices con claridad lo que está pasando, no podré entenderlo; así que esta vez cuéntame lo que ocurre en realidad —le exigió con suave determinación—. ¿Cuál es el verdadero motivo por el que no quieres que vuelva a ver a Levi?

Soltándose de su agarre como si quemara, la chica juntó ambas manos sobre su regazo y las apretó con fuerza. Eren, con el rostro alzado hacia ella, la miraba expectante, esperando alguna respuesta de su parte.

—Él solo te hace sufrir, y yo no quiero que sufras más, Eren.

Las palabras de ella se le clavaron como un puñal en el corazón, recordándole no solo lo vulnerable que había sido en aquel entonces y lo mucho que le afectó la separación, sino que también lo hizo pensar en lo ocurrido aquella misma tarde y como se había puesto en evidencia frente a Levi.

Queriendo tranquilizar a su hermana, intentó sonreír, pero desistió de hacerlo cuando notó los músculos del rostro demasiado rígidos y temió que aquello acabara en una mueca antinatural. En vez de eso, Eren posó una mano sobre las suyas que aún permanecían unidas sobre su regazo, alegrándose de que no lo apartara.

—En aquel momento fueron demasiadas cosas juntas, Mikasa. Papá, mamá, el tener que perder nuestro hogar dos veces, el temor de que nos hicieran daño. No tuvo nada que ver con Levi —mintió—. No hay nada de lo que debas preocuparte. Además, ya no somos niños. No somos vulnerables.

Ella soltó un quedo bufido y lo miró con desganado rencor.

—Mentiroso —le dijo, y en esa ocasión sí se apartó de su agarre—. Eres un mentiroso, Eren —le repitió antes de añadir casi en un murmullo—: Yo… los vi.

Confundido por su explicación, él frunció el ceño.

—¿Qué es lo que viste, Mikasa?

—Yo los vi —repitió ella, esta vez con mayor seguridad, mirándolo inquiridoramente; obligándolo a que comprendiera lo que quería decirle—. Los vi. Sé lo que había entre ustedes, Eren.

Eren sintió como escapaba el aire de sus pulmones y como el latir de sus corazón se aceleraba incesantemente a causa de la ansiedad. Sabía que mentir en ese momento o intentar negarlo era absurdo, su hermana parecía completamente segura de lo que hablaba. Su actitud dejaba claro que ella no tenía dudas al respecto.

Mikasa… lo sabía ¡Dios, lo sabía!

—¿Desde cuándo? —fue la única pregunta coherente que logró articular en aquel momento. Eren notaba la boca seca y las palmas de las manos húmedas del sudor, y sabía que esta vez nada tenía que ver el calor con su incomodidad.

—El día de la carrera —Mikasa hizo una pausa como si esperara que él recordase el momento exacto al que ella se refería. Eren notó como el rubor comenzaba a abrasarle el rostro—. Esa noche estaba preocupada y fui a buscarte —le explicó, también bastante azorada ahora—. Entonces te vi… a ti y a Levi en el establo.

La vergüenza que Eren sentía dio pasó a un sentimiento distinto, uno más potente y un poco más cálido que pareció envolver su corazón, pero también más doloroso. Por supuesto que él también recordaba esa noche, ¿cómo no hacerlo?

Había sido aquel preciso momento en que para él había cambiado todo. Había sido esa noche cuando contener los sentimientos que sentía por Levi se le había hecho imposible. Cuando a pesar de su fuerte determinación de mantener todo aquello en secreto, Eren había terminado siendo arrastrado hacia él, atraído sin remedio, casi como la fuerza de gravedad.        

Aquel había sido el día que le dijo que lo amaba.

Notas finales:

Y aquí está ya el capítulo tres que esta vez ha resultado desquiciadamente largo, tanto que en la mitad de la primera corrección pensé en partirlo en dos, pero bueno, ya estaba hecho así que me di ánimos para terminar de arreglarlo hoy y subirlo. Espero que el próximo sea más corto, tanto para ustedes como para mí. No quisiera que la corrección nuevamente acabara conmigo y mi espalda.

Como siempre, muchas gracias a quienes se den el tiempo de leer y quien comenta. Espero que este capítulo también haya sido de su agrado y nos leemos en la próxima actualización con el primer capítulo que corresponde a la parte Deseo.

Tess


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