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Hilo Rojo (KagaKuro) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Kuroko no Basket y sus personajes le pertenecen a Fujimaki Tadatoshi, yo prestados para esta solo los he tomado historia.

Capítulo 16:

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¿Por qué no aceptar lo que estaba ocurriendo sin pretender explicarlo, sin sentar las nociones del orden y de desorden?

(Julio Cortázar)

 

 

 

Cinco días después de haber sido descubiertos en el gimnasio por los superiores del equipo, Kagami se iba sintiendo más y más frustrado por momentos. No era porque el resto de sus antiguos compañeros lo hubiesen hecho sentir mal, por supuesto que no; de hecho, lo sorprendía lo bien que parecían llevar todos el asunto de que él y Kuroko fuesen novios. No obstante, lo incomodaba bastante, era la velocidad con la que se expandió la noticia entre los novatos de primer año y las diversas reacciones resultantes de eso. Malas reacciones, principalmente.

Después de que Riko y los otros dos chicos les hubieran pillado en esa situación tan «comprometedora», Kuroko y Kagami entendieron de inmediato que era imposible mentir o intentar encubrir aquello. No era necesario ser demasiado listo para sumar dos más dos y llegar a la conclusión de que todos los problemas que ambos habían causado esos días se debían a una discusión de pareja, algo que ellos justamente eran y que, dadas las circunstancias, les quedó bastante claro a los alumnos de tercer año.

El capitán Hyûga fue en ese momento quien más consternado se mostró con aquella revelación, sin poder comprender del todo que la relación de los dos fuera más que amistad; y aunque no pareció repugnado por la idea, sí era evidente que le costaba aceptarla por completo. Aquello Kagami lo encontraba bastante comprensible si se tenía en cuenta de que todos en el equipo estaban al tanto de lo incómodo que su superior se sentía con chicos demasiado afeminados, y aunque ese no fuera su caso ni el de Kuroko, era lógico que aceptar su relación de buenas a primeras se le iba a hacer difícil. De hecho, todavía le sorprendía bastante que hasta el momento este no los hubiese golpeado.

Por su parte, Kiyoshi y la entrenadora se tomaron en ese momento el asunto con bastante más normalidad de la que ellos esperaban. De los dos, fue Riko quien se mostró un poco más avergonzada al principio, con las mejillas unos tonos más enrojecidas de lo habitual y soltando risitas nerviosas de tanto en tanto cada vez que los miraba, pero por lo demás pareció no darle demasiada importancia. Eso sí, les advirtió más de una vez, con su mejor tono autoritario, que si volvían a dar problemas al equipo por sus asuntos personales, se los haría pagar caro.

El cómo se enteró el resto del equipo de aquello, era algo que Kagami no comprendía del todo bien, ya que no era como si él o Kuroko hubiesen hecho algo que revelara de golpe la verdadera naturaleza de su relación o que fuesen demasiado evidentes con sus muestras de cariño en público; estaba seguro que, de solo haberlo intentado, su novio lo hubiese matado. Por ese motivo ninguno de los dos entendía muy bien lo ocurrido.

Los primeros días solo fueron solo miradas curiosas sobre ellos y algún que otro comentario rápidamente murmurado, algo que Kagami achacó a la fuerte pelea que ambos habían tenido el sábado anterior y al hecho de que, evidentemente, ya habían hecho las paces, nada extraño; no obstante, lo que comenzó a molestarlo de verdad, fue la evidente tensión que pareció comenzar a existir entre el grupo de jugadores y la incomodidad que algunos chicos de primer año empezaron a mostrar cuando él o Kuroko estaban cerca de ellos. Se lo comentó a su novio, y este, que al parecer ya intuía algo, le dijo que no se preocupara, que era lógico que las cosas resultaran así.

Pero Kagami se negó a ello y comenzó a prestar más atención, acumulando más y más enfado.

Fue ese día jueves, nada más llegar a clases, cuando finalmente Furihata, muy compungido, le confirmó lo que él ya tenía bastante claro: todo el equipo del Seirin estaba al tanto de que con Kuroko eran pareja y, aunque todos los chicos de segundo y tercero que los conocían de más tiempo lo aceptaron bastante bien, muchos de los estudiantes de primero soltaron algún que otro comentario desagradable o malicioso que acabó por provocar el inminente enfado de sus superiores. Y nuevamente parecía que el equipo estaba sufriendo una crisis, gracias a ellos.

Durante la hora de almuerzo Kagami le comunicó a su novio el problema, pero Kuroko solo se limitó a aceptarlo como algo inevitable, mostrándose bastante más estoico sobre ello que él mismo y asegurándole que aquello se arreglaría más temprano que tarde, por lo que no le diese más vueltas. A Kagami le hubiese gustado tener su convicción, pero conocía lo suficiente al otro para estar seguro de que aquel hiriente conflicto lo afectaba bastante, y a él eso lo molestaba más que cualquier otra cosa.

Cuando horas después estaba a punto de acabar la práctica de rebotes que tenía con Mitobe, bajo las estrictas indicaciones de Kiyoshi, oyó cierto revuelo por parte de los otros jugadores. Al volverse para ver lo que ocurría al otro lado de la cancha, Kagami percibió de inmediato la tensión que embargaba a Kuroko, a pesar de todo el esfuerzo que este hacía para intentaba aparentar indiferencia; así mismo, el enfado creciente del capitán parecía haber llegado a un nivel peligroso, ya que su superior hablaba autoritariamente con un par de chicos de primero que se mostraban a punto de orinarse del miedo.

Aquella podría haber sido una escena normal como cualquier otra dentro del equipo, pero él comprendió de inmediato lo que en verdad había ocurrido… Aquellos chicos habían estado incordiando a su novio, otra vez, porque de aquel grupo de cobardes ninguno se iba a atrever a enfrentarse directamente a él.

Recordándose las palabras de Kuroko y la advertencia de la entrenadora sobre que no dieran más problemas, Kagami se contuvo lo mejor que pudo para no meterse en el altercado y, a regañadientes, lo dejó todo en manos de Hyûga, confiado en que el capitán sabría manejarlo todo mucho mejor que él.

Por ese motivo, cuando terminaron la práctica de ese día, no hizo comentario alguno sobre lo ocurrido y, junto a Kuroko, se dirigieron al cambiador como siempre. Hablaron del partido que vendría aquel sábado contra el Instituto Hakuryô y de los planteamientos de juego que les había señalado la entrenadora esa tarde. Y sí, mientras platicaban con normalidad, su novio se mostró como el mismo de siempre, lo suficiente para engañar al resto pero no a él, ya que podía notar perfectamente lo mucho que a este lo estaba desmoralizando aquella situación. Y eso lo enfureció todavía más.

Habitualmente después de la práctica, el cambiador de los chicos era siempre un lugar bullicioso a menos que hubiesen perdido un partido o hubieran tenido una jornada extenuante. Se hacían constantemente bromas unos a otros, hablaban de las clases, de los entrenamientos, los partidos por venir, lo que habían visto en la televisión, los planes para el fin de semana y lo que se les ocurriese. Una de las cosas que más le gustaba a Kagami de estar en aquel equipo, era justamente eso, por lo que la incomodidad reinante en ese momento entre los novatos y los superiores lo frustraba tanto como lo irritaba.

Y así fue como, cuando acababa de salir de la ducha, oyó a un chico de primero hacer un comentario despectivo contra su novio. Como siempre, su primer impulso fue pegarle un puñetazo y estamparle la cabeza en el casillero sobre el que este estaba apoyado, pero se contuvo a duras penas comprendiendo que de ese modo no iba a conseguir nada; tal vez solo iba a empeorarlo e incrementar todavía más el malestar general del grupo.

Finalmente, tomando una decisión, Kagami se encaminó hacia donde estaba Kuroko sentado terminando de atarse las zapatillas y le tocó el hombro para llamar su atención.

—Oe, Kuroko —le dijo, a lo que el otro, echando la cabeza hacia atrás desde la posición sentada en la banca donde se encontraba, lo miró intrigado.

—¿Kagami-kun?

Antes de que pudiese arrepentirse de su idea, Kagami se inclinó sobre el chico y… lo besó en los labios.

Ya fuese por la sorpresa de su atrevimiento o simplemente porque le apetecía hacerlo, Kuroko no lo apartó de un golpe como él temió en un principio. Alentado por aquello, Kagami entreabrió levemente los labios y lo besó con mayor intensidad, dejando que aquel contacto entre ellos mitigara un poco su furia y aliviara el dolor. Deseando a su vez poder ser él mismo suficiente para sanar las, casi imperceptibles, heridas que sabía laceraban el corazón de quien amaba.

Cuando finalmente se apartó, Kuroko lo observaba con el rostro y las orejas enrojecidas de un tono casi imposible y los celestes ojos brillantes y ¿furiosos? Bueno, Kagami tuvo que reconocer para sus adentros que eso más o menos sí se lo esperaba, aunque hubiese preferido que su novio le trasmitiese su malestar en privado.

Tal y como estaba en sus planes, todo el resto del equipo los observaba sin falta. Boquiabiertos, divertidos, disgustados, a Kagami le daba igual; solo había deseado contar con unos cuantos segundos de su atención y con el silencio expectante que sabía aquella situación generaría.

—Bueno, supongo que con esto queda clarísimo, ¿no? Él es mi novio —soltó, señalando con un gesto a Kuroko que parecía desear morir de la vergüenza—. Si alguien tiene algún problema con ello, puede venir a hablar conmigo —continuó explicando Kagami con ligereza; sin embargo, la sonrisa cargada de maldad que les lanzó a los novatos dejaba perfectamente claras cuáles eran sus intenciones—. Espero que con esto se solucionen los problemas que este malentendido haya podido causar. Realmente siento todo esto, capitán —le dijo a Hyûga e inclinó la cabeza respetuosamente en su dirección, confiando que con aquello podría aplacar en parte el regaño que seguramente recibiría después—. Venga, Kuroko, vámonos.

El sonido inconfundible de una risa contenida provocó que el enfado de Kagami volviera a encenderse un poco. Indignado, volteó a fulminar con la mirada al culpable y se encontró con que más de la mitad de los chicos estaban haciendo enormes esfuerzos por no explotar en carcajadas; sin embargo, fue la inconfundible risa de su novio la que lo hizo sentir como un tonto, ¿en serio? ¿Hasta Kuroko se burlaba de él? ¿Tan mala había resultado ser su idea?

El estallido de este fue algo así como el gatillante para que el resto del equipo también se permitiera reír abiertamente, confundiéndolo todavía más si eso era posible. Fue Kiyoshi, quien reponiéndose un poco de aquel ataque de hilaridad, le dijo a Kagami:

—Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que has dicho, Kagami, te respaldo por completo; pero, ¿no crees que antes de marcharte deberías vestirte primero? Si algún maestro te ve, bueno, así, podrías meterte en problemas.

Consternado, bajó la vista para mirarse. Un rubor tan furioso como el que tenía su novio minutos antes le abrasó las mejillas cuando, al bajar la mirada, se dio cuenta de que aparte de la toalla azul que llevaba al salir de la ducha, estaba completamente desnudo.

Realmente era un idiota, se dijo; en verdad no hacía nada bien.                                 

No obstante, cuando minutos más tarde todos parecieron recobrar poco a poco la compostura, Kagami, ya vestido, observó el cambio evidente que parecía haberse generado en todo el grupo, como si la tensión reinante entre ambos bandos hubiese dado paso a una tregua. Como si su confesión, sus amenazas y sus idioteces hubiesen ondeado una bandera blanca.

Y mientras caminaba rumbo a su casa junto a Kuroko, oyendo sus silencios, aceptando sus miradas calmas, Kagami comprendió que habían dado un paso; un paso enorme hacia lo que podría ser su futuro. Porque se estaban aceptando sin vergüenza a ellos mismos, y le estaban exigiendo al resto que también los aceptara a ellos y, aunque probablemente aquel solo sería un primer obstáculo en el camino, uno pequeño comparado con los que vendrían, les había dado determinación. Determinación para señalar que no eran distintos, que lo que sentían no estaba mal ni era un error; determinación para enfrentarse a los que los rechazaban y decirles, mirándolos a los ojos, que a pesar de todo se amaban, y que nada ni nadie podría cambiar aquello.

 

——o——

 

—Kurooooko, por favor, dudo que en este momento me pueda entrar algo más de esto en la cabeza —gimió Kagami con voz lastimera mientras dejaba caer la misma cabeza de la que se quejaba, sobre el libro de química del que llevaban estudiando desde hacía casi dos horas—. Creo que esto es superior a mí, ¿por qué es tan condenadamente difícil? Estoy comenzando a plantearme que quizá todos tienen razón y simplemente soy un idiota que solo piensa en el baloncesto.

Como si quisiera darle ánimos, el otro chico comenzó a darle suaves y acompasadas palmaditas en la cabeza, casi como un movimiento mecánico. Sospechando lo que ocurría en realidad, Kagami levantó la vista hacía este y vio que seguía enfrascado en su cuaderno, intentando resolver el último ejercicio en el que estaban trabajando, por lo que apenas le prestaba atención a sus quejas.

—Oe, eso está mal, Kuroko —le dijo, a lo que el otro se volvió a mirarlo al instante, extrañado—. Te has equivocado.

—¿Dónde? —le preguntó su novio, evidentemente sorprendido.

—Aquí —respondió él, volviendo a sentarse derecho en el piso de la sala para inclinarse hacia el chico y enseñarle el supuesto error; sin embargo, aprovechando que este tenía la guardia baja, le robó un rápido beso que logró que su novio lo mirara enojado, ante lo que Kagami sonrió contento—. Te he engañado.

—Ya. Me extrañaba que Kagami-kun pareciese tan seguro de algo. Tal vez debería comenzar a llamarte Bakagami-kun, como lo hace la entrenadora. Me parece adecuado —continuó Kuroko, fingiendo mostrarse pensativo, como si realmente evaluara aquello. El gesto de fastidio que se dibujó en su rostro fue más que suficiente para dejar en claro lo que pensaba de la idea, a lo que este, levantándose un poco de su sitio, se inclinó hacia él y lo besó a su vez—. Ya estamos a mano.

Soltando una enorme carcajada, Kagami se abalanzó sobre este, tumbándolo con cuidado de no hacerle daño sobre el piso de la sala y abrazándolo. Hacía un par de semanas atrás, al hacer algo similar a lo de ese momento, él no midió su fuerza lo suficiente y la cabeza de Kuroko terminó azotando en el suelo con un golpe muy feo. Obviamente su novio, cuando dejó de estar mareado, se puso hecho una furia con Kagami, negándose a perdonarlo durante dos días por mucho que él se disculpó.

En ese momento, tumbado bajo él, la mirada de mudo reproche del chico fue casi como un leve regaño; pero, cuando los brazos de Kuroko lo rodearon a su vez, permitiendo que recostara la cabeza sobre su pecho, Kagami supo de inmediato que este no estaba realmente molesto con él.

El lento y cadencioso ruido de sus respiraciones era el único sonido existente en la sala en ese momento. Para obligarlo a estudiar y forzarlo a concentrarse, su novio había apagado la televisión y apartado todo lo que creía podría distraer su atención; lástima, se dijo Kagami, que Kuroko no anticipó que su mayor distracción sería él mismo.

—Vamos, tenemos que seguir estudiando, Kagami-kun —le recordó su novio pasados unos cuantos minutos. Al estar apoyado sobre él, Kagami notó como el suave sonido de sus palabras reverberó dentro de su pecho, por lo que estas parecieron metérsele dentro a través la piel más que por el oído—. Hoy no puedo quedarme hasta muy tarde —continuó—. Tengo que regresar temprano a casa para cenar ya que estará mi padre de regreso.

—Entonces, por favor, dejémoslo hasta aquí por hoy —le pidió en tono de súplica—. De verdad ya no entiendo nada más, Kuroko. Mi cabeza es un maldito caos de fórmulas y compuestos.

Dejando escapar un largo suspiro de resignación que declaraba como vencedor a Kagami, su novio se removió lo suficiente para lograr que él se apartara y así poder volver a sentarse bien antes de comenzar a ordenar todos los materiales de estudio que tenían desperdigados sobre la mesa de centro de la sala. Ahora que se podía permitir observarlo bien, Kagami notó que Kuroko lucía un poco cansado; quizá, pensó, toda la tensión acumulada esos días le estaba pasando de algún modo la cuenta al chico, aunque este lo hubiese tratado de disimular con tanto esmero.

—Supongo entonces que eso es un sí —se jactó él triunfante y mucho más animado que minutos antes. Rápidamente depositó un beso sobre la cabeza de su novio y se puso de pie—. Mientras terminas de ordenar eso, iré a la cocina por algo de comer.

Cuando Kagami regresó cinco minutos después con algunos aperitivos y algo para beber, Kuroko ya había despejado todo y se encontraba sentado en el sofá pasando, sin mucho ánimo, canales en la televisión. Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando lo vio aparecer.

—Kagami-kun, he estado pensando… —comenzó a decirle este, pero se detuvo de repente. El chico pareció un poco dubitativo, como si estuviese avergonzado de lo que iba a explicarle—. Verás… creo que me gustaría tener una cita.

—Claro —respondió él con despreocupación mientras se echaba un par de aperitivos a la boca—. No hay problema con eso.

A pesar de su respuesta afirmativa, Kuroko en aquella ocasión lo miró exasperado. A Kagami aquella mirada lo aterraba porque siempre le indicaba que acababa de hacer o decir alguna tontería.

—Me refiero a una «cita de verdad».

Ante aquella contestación, él no entendió nada.

 En el tiempo que llevaban saliendo, ambos habían tenido bastantes citas, o por lo menos eso era lo que Kagami creía. Entonces, se preguntó, ¿qué era lo que quería el otro chico? ¿Acaso sus citas anteriores no fueron citas? Si Kuroko no comenzaba a explicarse mejor, iba a acabar por volverlo loco.

Como si se hubiese dado cuenta del colapso mental que acababa de provocarle, soltando un suspiro lento y mirándolo con aquellos ojos celestes llenos de paciencia, este se apresuró a explicar:

—Descontando aquella primera vez que salimos al cine y me confesaste que te gustaba, no hemos tenido ninguna cita más, Kagami-kun. —Al ver que él iba a abrir la boca para rebatir aquello, con un gesto de la mano su novio le pidió que guardara silencio un momento más—. Sí, vamos con frecuencia al Maji o vamos a jugar baloncesto. Quedamos en tu casa o salimos a dar una vuelta a los recreativos, y eso está bien, me gusta, por favor no pienses lo contrario; sin embargo, también querría hacer algo diferente de vez en cuando, como ir al cine y a comer a otro sitio, o que vayamos al parque de diversiones o al acuario o que podamos hacer juntos algún viaje corto sin que tenga que ver con los entrenamientos. —Al terminar de decir aquello, las pálidas mejillas de Kuroko lucieron un poco sonrosadas a causa de la vergüenza, pero aun así no le apartó la mirada—. Es algo así como… una ilusión —continuó—. Hacer planes de cosas que nos gustaría hacer juntos y esperar con ansias que llegue ese día para poder llevarlos a cabo.

Una ilusión, se repitió Kagami pensándolo detenidamente unos cuantos segundos. Y a pesar de que él no entendía mucho de esas cosas, pudo comprender lo que el otro estaba intentando decirle.

Aun podía recordar perfectamente lo nervioso y preocupado que había estado en aquella ocasión que invitó a salir a Kuroko después de haberlo besado. Por aquel entonces, Kagami creía que sus posibilidades eran nulas, claro, y solo deseaba conservar en lo posible su amistad y lo que fuera que el chico pudiese darle; nunca esperó que todo acabase tan bien. Sin embargo, ahora estaban allí, en una tarde cualquiera y confiados de lo que sentían. Si él le pidiese en ese instante a Kuroko salir, sabía con seguridad de que este aceptaría. No esperaría la llegada de aquel día muerto de miedo ni temería cometer algún error estúpido que lo arruinara todo. No, se dijo, en esa ocasión solo estarían las cosas buenas: las ganas de verlo, el poder pasar tiempo juntos, aprovechar los momentos bonitos que pudiesen tener antes de que tuviesen que ponerse a pensar seriamente en el futuro y tomar decisiones.

—Entonces quedemos el domingo —le dijo a su novio que seguía pendiente de él mientras comía despacio, intentando no demostrar su ansiedad ante lo que acababa de pedirle—. Aprovechando el buen tiempo que hace, podemos ir al parque de diversiones, ¿qué dices, Kuroko? Nunca hemos ido allí solo nosotros dos.

—Me parece bien —respondió este, y una enorme sonrisa asomó a sus labios logrando que el corazón de Kagami se llenara de absurda alegría—. Ya quiero que llegue el domingo.

—Yo también lo espero con ganas —le dijo él en respuesta, y era absolutamente cierto.

Contento y satisfecho por cómo estaban las cosas, Kagami se recostó en el sofá e inclinó la cabeza hasta apoyarla en el hombro del otro chico. Con la mano que tenía libre, buscó la de su novio y entrelazó los dedos de ambos; aquel gesto tan simple y sencillo era una de las cosas que más le gustaba hacer con Kuroko. Era algo que le daba estabilidad y le recordaba que pertenecía a un lugar. Que pertenecía a alguien.

—Oe, Kuroko —comenzó a decir Kagami, y aunque no deseaba estropear el buen ambiente que tenían, quería sacarse aquellas interrogantes que durante días se habían ido arremolinando dentro de su cabeza—, ¿qué piensas en verdad de la reacción de los chicos del equipo al saber de nuestra relación? ¿Cómo te sientes con respecto a lo que ocurrió hoy? —se aventuró a preguntarle. De inmediato notó la leve incomodidad del chico y como este se tensaba un poco al oírlo.

Durante los días anteriores, cada vez que él se quejaba de aquella situación con su novio, este le hacía ver que ese tipo de reacción de rechazo era normal; que era algo que se esperaba y debían aceptarlo sin más, que no se preocupara o se enfadara por ello. Pero Kagami se negaba a aceptarlo.

Quizá, se dijo, la manera tan diferente que tenían los dos de enfrentar aquello se debiera al hecho de que ambos había crecido en países tan direccionalmente opuestos en muchos sentidos. Kuroko había vivido toda su vida en Japón, sumergido en sus tradiciones tan arraigadas y aquella seria formalidad con la que los asiáticos parecían tomárselo todo, mientras que él, pasó buena parte de su vida en América, donde todo el mundo luchaba constantemente por el individualismo y el poder expresar libremente sus opiniones, sin importarles demasiado lo que pensaran los demás. Kagami, en sí mismo, era una mezcla de ambas culturas, motivo por el cual aquella poca aceptación de sus decisiones y las recriminaciones por lo que hacía le sentaban mal y no podía tomárselas tan bien como Kuroko. Y por eso había actuado de aquel modo en los cambiadores esa tarde.

Para él, aquellos días habían sido un infierno, conteniéndose a cada momento para no golpear a alguien y mordiéndose constantemente la lengua para no decir lo que en verdad pensaba de su intolerancia; y eso, sumado a su ultima discusión con Kuroko, lo hicieron pensar muchísimo. Lo hicieron plantearse cosas con total seriedad. Meditar sobre su futuro.

—Ya te lo dije, ¿no, Kagami-kun? Es normal esperar que no acepten de inmediato lo que está ocurriendo entre nosotros, hay que darles algo de tiempo y, todavía así, para muchos, nuestra relación de todos modos será algo «raro». —Levantando la mano que tenía libre, Kuroko comenzó a acariciarle suavemente el rojizo cabello—. No debes enfadarte por eso. Además, lo de hoy ha sido un arrebato muy tonto, ¿sabes? Aunque también ha sido algo lindo.

—Era eso o golpear a aquel idiota hasta que pidiera perdón de rodillas, pero creí que eso te gustaría menos —masculló entre dientes ganándose una risita contenida por parte del otro. Para darse ánimos, entrelazó sus dedos con más fuerza aún, aunque teniendo cuidado de no hacerle daño—. Sabes, Kuroko, después de todo esto, he estado pensando en algo seriamente y me gustaría que tú también lo hicieras.

—¿Qué cosa? —le preguntó; la inseguridad en su tono era evidente.

Aunque no le apetecía la idea de apartarse de su lado, Kagami volvió a enderezarse para poder sentarse bien y mirar a su novio a los ojos, aunque no le soltó la mano. Inspiró y exhaló despacio un par de veces, para calmarse, intentando que su corazón no emprendiera una carrera consigo mismo y le ayudara a mantener la compostura.

 —¿Qué pensarías de… irte a vivir a América conmigo?

Los celestes ojos de Kuroko, por lo general bastante inexpresivos, se abrieron enormes de la sorpresa. Kagami no pudo determinar si el silencio de este era una reacción buena o mala, pero por lo menos era… algo. Hubiese sido mucho peor, se dijo, que lo hubiera rechazado de inmediato con total indiferencia.

—¿Qué quieres decir con eso, Kagami-kun? ¿América? ¿Quieres que nos vayamos ahora? ¿Es por lo de la discusión del otro día?

Él negó enérgicamente con un gesto, intentando refrenar la ansiedad creciente que comenzaba a percibir en el otro chico.

—No ahora, claro que no. Y tampoco es a causa de la discusión que tuvimos, o bueno, quizás sí, un poco. Como te he dicho, solo es algo que he estado pensando —le repitió, mesándose el rojizo cabello; un poco frustrado al no saber explicarse mejor—; algo que me gustaría que tú también te plantearas.

—Pero América… es tan lejos. —Kuroko lo observó asustado—. Una decisión así, es algo muy importante, Kagami-kun. ¿Por qué ahora? ¿Qué fue lo que te hizo planteártelo?

Apartando finalmente la mirada de él, Kagami se recostó pesadamente en el respaldo del sofá y miró hacia el blanco techo de la sala. Eran tantas cosas las que lo motivaban, que no sabía por dónde comenzar. No quería asustar a Kuroko con sus planes, pero tampoco quería que este creyera que solo eran palabras vacías. Maldición, que complicado era aquello.

Finalmente, tomando una decisión le dijo:

—No quiero tener que esconder nuestra relación. Lo de estos días me ha hecho darme cuenta de que no es eso lo que deseo para nuestras vidas; no me gusta la idea de tener que disfrazar lo que siento por ti en una amistad y el tener que ser cuidadoso para evitar de que alguien, que no sea cercano a nosotros, se entere de que somos pareja —le confesó. Al decirlo de frente, Kagami se sintió casi liberado de un peso que no tenía idea de que estaba cargando—. Sé que es una petición egoísta de mi parte, porque sin duda esta sería una decisión más difícil para ti que para mí, Kuroko. No solo tendrías que abandonar todo lo que conoces y llegar a un país completamente distinto, sino que también soy consciente de que América no es un paraíso, no voy a engañarte en eso; sin embargo, aunque allí a muchos no les guste nuestra relación, lo aceptarán, porque seremos solo una pareja más entre muchas. Hay estados en los que incluso podríamos casarnos, ¿sabes? Plantearnos el tener una familia en el futuro, quizás. —Él no pudo evitar sonrojarse un poco al explicarle aquello a su novio, por lo que se y alegró de no estarlo mirando en ese instante—. Realmente quiero compartir mi vida contigo, pero todos esos planes no podríamos hacerlos aquí, Kuroko; no en Japón. No por lo menos en este momento.

El silencio que siguió a su confesión solo fue interrumpido por el leve murmullo proveniente de la televisión encendida. A cada minuto que pasaba, Kagami se iba poniendo más y más nervioso, hasta que llegó a un punto donde no aguantó más y miró al chico que seguía sentado muy quieto a su lado.

Al percibir el leve rastro brillante que un par de silenciosas lágrimas habían dejado en el rostro de su novio, Kagami entró en pánico, convencido de que nuevamente había dicho alguna estupidez que acabó por herir a este y arruinando así, otra vez, las cosas entre ellos.

—Oe, Kuroko, no es necesario que te pongas así —se apresuró a decirle en un intento por tranquilizarlo—. En verdad lamento si he dicho alg-

—No has dicho nada malo, no. Por favor no pienses eso, Kagami-kun —respondió este mientras se enjugaba con determinación las lágrimas. El esbozo de una débil sonrisa asomó a sus labios—. Esto es porque… me ha pillado de sorpresa, supongo. Pero me ha emocionado mucho saber que te tomas nuestra relación tan en serio; tanto para que hayas pensado en un futuro para los dos. Así que gracias por eso —le dijo e inclinó la cabeza con formalidad.

En un intento de ocultar lo avergonzado que estaba por sus palabras, Kagami, aprovechando la posición del otro, le revolvió con fuerza el cabello celeste hasta que consiguió que su novio soltara un quejido de protesta ante su brusquedad.

—No es algo que debas agradecer, pequeño idiota. ¿No te prometí que lucharía por ti? ¿Por nosotros?

Inclinándose sobre él hasta poder apoyar las palmas de sus manos sobre su pecho, Kuroko bajó el rostro para poder unir sus labios con los suyos en un delicado beso. En aquella ocasión cuando le sonrió, una pequeña llamita de ilusión también parecía haber anidado en sus ojos.

—Me lo pensaré —le prometió este con solemnidad—. Pensaré detenidamente en todo lo que me has dicho hoy, Kagami-kun, y, cuando tenga una respuesta adecuada sobre ello, serás el primero en saberlo.

—Puedes tomarte tu tiempo, no hay prisa. Para mí, eso es perfecto —le dijo él en respuesta y, sin poder permitirle apartarse mucho, sujetó su rostro tomándolo con una mano de la barbilla, manteniéndolo a una mínima distancia del suyo, tan cerca que sus narices se rozaron y pudo sentir el cálido aliento del otro sobre sus labios—. Solo recuerda por sobre todos los miedos y las dudas que te invadan, que te amo, Kuroko. Y eso no es algo que vaya a cambiar ni con el tiempo ni por lo que puedan pensar ni opinar los demás.

En aquella ocasión cuando se besaron, no fue un beso suave y tímido como los anteriores, ni tampoco apasionado y cargado de ansiedad como otros que habían compartido con anterioridad. Aquel beso fue más lento, más pausado, más profundo. Un beso cargado de las esperanzas de ambos, de los sueños conjuntos y del amor que compartían. Aquel beso fue casi… como una promesa.

 

——o——

 

Ya eran poco más de las diez cuando el sonido del timbre reverberó dentro del departamento sobresaltando a Kagami, sobre todo cuando este comenzó a repetirse con más y más insistencia.

Aunque todavía no estaba dormido, si llevaba un rato acostado, por lo que, preocupado, salió de la cama a toda prisa y ni siquiera se dio tiempo a calzarse. Era extraño que alguien llamara a su puerta a esa hora de la noche, y si no le habían avisado por el fono de la recepción era porque su visitante resultaba ser alguien habitual. Además, la desesperación que parecía trasmitir cada timbrazo produjo que se le erizara el vello de la nuca y su corazón latiera a una velocidad desbocada.

Quitó el seguro con dedos torpes y abrió la puerta a toda prisa, llevándose un susto de muerte al ver a Kuroko allí, de pie.

 A diferencia de lo animado que este lucía unas pocas horas atrás, cuando se marchó a su casa, ahora el chico estaba pálido y con una expresión rara en el rostro. No era ni miedo, ni enfado, ni nada que Kagami pudiese identificar con facilidad en él. Era como si en aquel momento su novio se hubiese puesto una máscara de fría imperturbabilidad que lo hacía más impenetrable que nunca.

—¡¿Kuroko?! ¡¿Pero qué haces aquí a estas horas?! —Haciéndose a un lado, Kagami le dejó espacio suficiente al chico para que entrara en el departamento, pero este no se movió. Preocupado, le tomó una mano y notó que esta estaba extremadamente fría y temblorosa. Cuando bajó la vista al bulto que estaba a los pies de su novio, vio que se trataba de un bolso deportivo lleno a reventar y tuvo una corazonada desalentadora—. ¿Qué es lo que ha pasado?

Los inexpresivos ojos de Kuroko se clavaron en él. Parecían aterradoramente vacíos.

—Mi padre se ha enterado de que soy gay y que estoy saliendo contigo, Kagami-kun —le soltó en forma casi automática, como si hubiese aprendido aquellas palabras casi de memoria—. Hemos discutido de una forma horrible y me escapé de casa. —En ese momento la imperturbable fachada comenzó a resquebrajarse poco a poco—. ¿Puedo quedarme aquí?

Kagami dio un paso hacia él y lo envolvió en sus brazos; una respuesta era innecesaria.

Sin separarse de este, entró el bolso con un pie y, retrocediendo un par de pasos, sin soltarlo de su abrazo, Kagami instó a su novio a seguirlo hasta que quedaron dentro del recibidor y él pudo cerrar la puerta, dejando fuera al mundo y todo el dolor que este conllevaba.

El calor húmedo de las lágrimas derramadas sobre su camiseta pareció quemarlo como el fuego, lastimándolo más que si aquel llanto fuese por él mismo. Y mientras acunaba a Kuroko entre sus brazos en un mudo consuelo, rogaba una y otra vez que aquel dolor, por profundo que fuera, no durara eternamente.

Notas finales:

¡Y ya está subido el capítulo dieciséis! Y ya estamos un pasito más cerca del final. Creo que ni se imaginan las ganas que tengo de terminar esta historia (jajajaja).

Como siempre, mil gracias a todos los que se dan el tiempo de leer. Eso ha hecho que el plantearme hacerme el tiempo para retomar y acabar mis historias valga doblemente la pena.

Espero que este capítulo les haya gustado, sobre todo porque es importante para lo que vendrá a futuro. Quiero creer que a lo largo de estos dieciséis capítulos la relación de esta parejita ha ido mejorando y madurando, y que así puedan tener un final feliz (si es que hay final feliz, claro jaja).

También aviso, por si acaso, que poco a poco iré arreglando y resubiendo los capítulos del 1 al 13. Cuando me tuve que releer la historia para poder retomar (no se imaginan como me odié por haber escrito tanto), hubo cosas de algunos capítulos que no me convencieron del todo o que sentí que no tenían la linealidad que quería para el fanfiction, así que ahora las iré modificando. No se asusten, no son cambios abismales que cambien la historia de comienzo a fin, solo pequeñas cositas ya sea de ortografía, gramática, redacción o detalles que quiero corregir. Mi idea es que al acabar la historia esta quede lo mejor posible. De momento, el capítulo 1 ya está corregido, y espero poder tener el 2 y el 3 para la siguiente actualización, que confío sea dentro de diez días.

Ya no los aburro más. Muchas gracias por seguir mi historia, espero que por lo menos pasen un buen rato al leerla, así como lo hago yo mientras la escribo.

Tess


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