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Capítulo X

Aomine llegó completamente molesto a su casa, entrando sin saludar a sus padres y Satsuki, quiénes se extrañaron de verlo llegar de esa manera. La peli rosa, subió justo detrás de él, para ver qué era lo que le ocurría.

El peli azul, quiso cerrar la puerta de su habitación de un portazo, pero la chica consiguió poner sus manos para evitar que la cerrara en sus narices.

—¿Qué quieres, Satsuki? No tengo ganas de hablar.

—¿Por qué vienes así? ¿Peleaste con Kagamin?

—No es asunto tuyo, Satsuki —respondió tirándose en su cama—, y tampoco tengo ganas de hablar de ello.

—Pensé que iban a pasar una noche entretenida —soltó con picardía—, ¿qué fue lo que pasó? —insistió nuevamente. Iba a responderle nuevamente que no era asunto suyo, pero sabía que no iba a funcionar con la chica.

—No, si la noche bien… —respondió evitando el contacto visual con su amiga, con vergüenza—… el problema vino esta mañana.

—¿Por qué? —se acercó a él, para sentarse en la cama ajena.

—Esta mañana, me he encontrado en el apartamento de Kagami precisamente a su familia.

—¿A su familia?

—Sí, su padre, a Akashi y a su padre —suspiró, recordando la vergüenza que pasó al verlos allí desayunando con normalidad, diciéndole que se uniera a ellos.

—¿Y qué tenía eso de malo? —preguntó la peli rosa, sin darle importancia al asunto.

—¿Cómo que qué? Pues que no somos nada para que yo esté ahí desayunando con su familia —se giró en la cama, quedando así abrazado a la cintura de la chica, quién le empezó a acariciar el cabello—. Me dijo que él no sabía nada de que vendrían, pero para mí que lo hizo a propósito para que fuera y organizarme una encerrona.

—No creo que Kagamin sea tan retorcido. Dudo mucho que los invitase y ellos fueran sólo porque quería hacerte una encerrona, alguna excusa tendrían para estar ahí, ¿no crees?

—Dijo que tenían que reunirse por un tema de la empresa de su padre, o algo así.

—¿Ves? No lo hizo a propósito, que te gusta pensar mal —dijo suavemente—. A ver, ¿a ti te gusta Kagamin o no? —el peli azul hundió más su rostro en la delgada cintura ajena.

—Bueno, yo… sí, quiero decir no —dio un pequeño gruñido de frustración—, yo qué sé.

—Es fácil, Dai-chan, es sí o no.

—Te he dicho que no lo sé.

—Pues yo pienso que sí, y tú también a él. Además de ser tu alfa.

—Él no es mi alfa —protestó, pero en ese momento su móvil empezó a sonar—. Anda mira, ahora le dice a su hermanito que me llame —dijo mostrando la pantalla—. ¿Qué quieres, Akashi?

—Daiki, necesitamos hablar.

—¿De qué? No me digas que Kagami te dijo que me llamaras para decirme que no era idea de él que estuvierais ahí y no era una encerrona.

—Cállate y escúchame —ordenó el pelirrojo al otro lado de la línea—, te llamo por Taiga, pero no precisamente por eso, es por algo urgente.

—Urgente, ¿y de qué se trata? —oyó un suspiro en el otro lado.

—Daiki, estamos en el hospital, a Taiga le dispararon —de un golpe, se levantó de su cama, sorprendiendo y preocupando en el proceso a su amiga al lado de él.

—¿Qué? ¿Qué es lo que has dicho? ¿Disparo? Pero ¿de quién, por qué? ¿Cómo está?

—Es una larga historia. Ahora mismo se encuentra en el quirófano. Sólo te llamaba porque, si Taiga es importante para ti, supuse que querrías saberlo —dicho esto, colgó.

—¿Qué ha pasado, Dai-chan? Dijiste algo de un disparo —preguntó Satsuki, preocupada.

—Han disparado a Kagami…

—¿Qué? Pero ¿está bien? ¡Habla, Dai-chan!

—No lo sé, no lo sé. Sólo me dijo eso Akashi —se llevó ambas manos a su cabeza, con desesperación.

—Vas a ir a verlo, ¿verdad?

—No sé qué hacer…

—¿Cómo que no? Debes ir inmediatamente al hospital, si Akashi-kun te ha llamado expresamente a ti, es para que fueras y estés con Kagamin —con rostro descompuesto, se llevó sus manos a la boca—. ¿Qué tal si se muere? Al menos que seas el último al que vea.

—No digas tonterías, Satsuki, no se va a morir, ese idiota no se puede morir —cogió su teléfono y salió de la habitación. La peli rosa sonrió, porque consiguió que su amigo fuera en busca del pelirrojo, pero a la vez, pedía que estuviera bien y no le pasara nada.

.

Con algo de dificultad, poco a poco fue abriendo sus ojos, enfocando rápidamente a su familia, que se encontraban junto a él en la habitación.

—¿Cómo estás, cómo te sientes? —preguntó su padre, acercándose a la cama.

—La verdad que con algo de sueño, y la garganta seca —intentó incorporarse, pero un dolor en su brazo que recorría su clavícula y pecho, que hizo que se quejara y no pudiera levantarse.

—Procura no moverte mucho, aún está reciente la cirugía. Por suerte no ha afectado a ningún órgano, y se pudo extraer la bala con éxito —habló Shin Midorima—. En unas horas vendrá una enfermera a revisarte y cambiarte el vendaje.

—Midorima-san, ¿y cuándo le podrán dar de alta?

—Pues si todo marcha estupendamente, mañana mismo —se dirigió a Tora, apoyando una mano en su hombro—. Por motivos de herida de bala, estamos en la obligación de llamar a la policía, necesitan hablar con alguno de ustedes.

—Voy yo —dijo el pelirrojo—, en seguida voy, gracias.

El doctor se despidió y marchó, dejando nuevamente en la intimidad de la habitación a la familia.

—¿Qué ha pasado con madre?

—No pienses en eso, no te preocupes, ella pagará y de la cárcel no saldrá —intervino Seijuro—, tú sólo debes preocuparte de tu recuperación.

—Tú descansa, que pronto estarás en casa. Ahora vuelvo —el pelirrojo mayor se despidió y salió de la habitación.

—Te acompaño —lo secundó Masaomi, dejando a Akashi solo con Kagami.

—Llamé a Daiki, me imagino que no tardará mucho en llegar —habló, con una sonrisa ladina.

—¿Por qué le dices nada? Dudo mucho que vaya a venir, esta mañana se fue enfadado de mi casa, que precisamente ha sido por vuestra culpa.

—Oye, no nos culpes a nosotros, que no sabíamos que te darías una buena de noche con Daiki. Que ni sabía que estabais juntos.

—No lo estamos —suspiró, cerrando los ojos—, pero me gustaría, pero él es muy cabezota.

—¿No? ¿En serio? —dijo con ironía Seijuro.

—Se supone que los omega no sois tan quisquillosos.

—Eh, oye, no te pases —se molestó—. En el caso, lo llamé y seguro que llega dentro de poco.

—¿Crees que venga? —preguntó, esperanzado.

—Te digo yo que sí, se oía preocupado cuando le hablé —le guiñó el ojo.

—Gracias —le sonrió, haciendo que su hermano le devolviera la sonrisa.

.

Desde que había recibido esa llamada, se sentía un poco angustiado. Salió rápidamente de su casa, ni si quiera se molestó en ir en transporte público, fue corriendo por las calles de Tokio. Akashi sólo le había dicho que había sufrido un disparo y que estaba en el quirófano, pero no sabía cómo en verdad estaba.

¿Cómo había recibido el disparo? ¿Y de quién? ¿Por qué? ¿Qué había pasado? ¿Dónde había recibido el disparo? ¿Era algo superficial o era algo más grave y le ha podido afectar a algún órgano vital? ¿Y si había alguna complicación? ¿Y si le pasaba algo?

Sintió más esa angustia apretar su pecho, y aceleró su correr. En tiempo récord, llegó hasta el hospital. Preguntó en recepción por Kagami Taiga, pero al no ser familiar y además, tratarse de un herido por disparo, no le permitían darle tal información.

Sacó su teléfono para marcarle a Akashi, para que él le dijera en qué planta y habitación se encontraba, pero una voz detrás de él le sobresaltó.

—¿Daiki? ¿Qué estás haciendo aquí? —al girarse, se sorprendió de encontrarse precisamente a su padre ahí, vestido con su indumentaria de oficial de policía.

—¿Y tú? Hasta dónde sé, cuando llegué esta mañana estabas en casa —dijo recordando que, cuando entró en su casa, sus padres junto a Satsuki estaban desayunando.

—Daiki, es más de medio día, y te recuerdo que trabajo. Pero no me has dicho el motivo por el que estás aquí.

—Vine a ver a un amigo, le hirieron y… —respondió, desviando la mirada, avergonzado.

—¿Le hirieron de bala? —lo miró sorprendido, y asintió—. Vaya, no sabía que era tu amigo. Vengo de hablar con su padre sobre ese incidente.

—¿Y qué le pasó, está bien?

—De su estado sólo sé que la operación de la extracción de la bala fue un éxito y que está recuperándose. Lo demás, no me permiten saberlo. Él es alfa… ¿no me digas que es algo más que un amigo? —preguntó, con una pícara sonrisa.

—No sé de qué hablas, es sólo un amigo. Bueno, ni eso, es un rival de otra Preparatoria.

—Sí, claro —apoyó su mano en el hombro, cuando estuvo a su altura—, ¿así se llaman ahora las relaciones? —rio por lo bajo—, tranquilo, si no quieres contarme cosas sobre tus relaciones, no me meto. Sólo ten cabeza. Te dejo, debo llevar este informe a la estación.

—Oye, papá, ¿sabes cuál es su habitación? En recepción no me han querido dar información.

—Planta cuarta, habitación 105. Recuerda, está enfermito, no seas antipático con él, ahora necesita mimitos.

—Tks, no digas tonterías, papá —el hombre se despidió de él sonriendo, y se marchó a su destino. Hizo una mueca al ver cómo los padres de Kagami y Akashi se encontraban en la puerta, tomándose un café. No tenía más remedio que tener que hablar con ellos. Uno de los pelirrojos, se percató de su presencia, y lo saludó.

—Oh, vaya, tú eres el chico que estaba esta mañana con Taiga —habló Masaomi una vez el peli azul se acercó a ellos—. También estabas en Teiko con Seijuro, ¿verdad?

—Eh… sí. Soy Aomine Daiki… ¿cómo se encuentra Kagami?

—Ya despertó de la anestesia, aunque está un poco adolorido todavía.  

—Voy a entrar a avisarle a Seijuro para que salga y os deje solos —Tora se disculpó y entró—. Seijuro, eh… ha venido un amigo a ver a Taiga.

—Oh, claro, ya salgo —le respondió a su padre—. ¿Ves? Te dije que vendría —sonrió triunfal, saliendo de la habitación.

Akashi miró sonriente a Aomine, cosa que hizo que el moreno se molestara. El pelirrojo le indicó que entrara. Kagami se tumbó mejor en la cama.

—Aomine… —murmuró, fingiendo dolor.

—Akashi me dijo que te dispararon. ¿Cómo pasó?

—Me disparó mi madre —los orbes zafiro se abrieron de sorpresa—. Mi padre quería fusionar su empresa con la de Masaomi-san, así que ella se apoderó de unas acciones que me corresponden a mí, cómo se vio descubierta, sacó una pistola.

—Y no me digas, tú te hiciste el héroe poniéndote delante.

—En verdad quería evitar que hiciera una locura, pero no lo conseguí —rio, para acto después hacer un rostro de dolor y fingir toser. El moreno, al verlo así, se preocupó.

—Eh, mejor que no te fuerces. ¿Estás bien? ¿Qué te dijeron los doctores? ¿La bala rozó algún órgano?

—Bueno… no afectó a ningún órgano, pero… me duele bastante y me va a costar hacer las cosas cotidianas —volvió a fingir que tosía—, y yo, que vivo solo pues…

—Me imagino que tu padre se quedará contigo para ayudarte.

—El está en Kioto con Masaomi-san y Seijuro —Aomine suspiró, sabía a qué venía eso.

—¿Lo que me estás queriendo decir, es que sea yo quién te cuide? —preguntó, arqueando una ceja.

—Bueno…te lo agradecería muchísimo, ya que apenas voy a poder solo…

—Está bien, está bien —volvió a suspirar con resignación, había conseguido lo que quería. El pelirrojo le indicó que se sentara en el borde de su cama, y así lo hizo. Le sujetó de la camiseta y lo bajó hasta su altura, para así darle un beso en los labios, que el moreno no rechazó.

.

Mayuzumi caminaba por las calles de Tokio, dirección a la casa de la sombra de Seirin. El peli celeste le había invitado a su casa, para mostrarle la cantidad de novelas que tenía. Él también llevaba dos novelas para dejarle que le habían gustado mucho y quería compartirlas con él.

Se sentía algo nervioso, ya que nunca antes había estado en casa de nadie. Ni si quiera cuando era pequeño había visitados a sus compañeros de colegio, ni tampoco a familiares. Llegó hasta una casa de estilo antiguo japonés, y llamó. Esperó unos momentos y su anfitrión lo recibió.

—Buenas tardes, Mayuzumi-san, pasa.

Pasaron por una sala, dónde se encontraba la abuela del número once de Seirin. Kuroko la presentó y el peli gris hizo lo mismo, agradeciéndole su hospitalidad por esa tarde. Después, subieron hasta la habitación del más bajo, llevando consigo una bandeja con merienda.

—Siéntate cómodo —le dijo soltando la bandeja e indicándole que se podía sentar en su cama o en el cojín que había en el suelo.

Estuvieron bastante rato comentando todo tipo de novelas, y enseñándole las que más le había gustado a él para prestarle, lo mismo que el cinco de Rakuzan le mostró las que llevaba también.

El momento agradable que estaba teniendo se empezó a fastidiarle, porque estaba sintiendo su cuerpo algo extraño. Hizo una mueca de disgusto a la vez que se llevaba su mano al pecho, agarrándose la camiseta con rabia en su puño.

Estaba empezando a entrar en celo. Pero… si por sus cálculos, aún le quedaba una semana para que le llegara. ¿No había podido elegir otro momento para venirle? Trató de disimularlo, aunque el otro chico a su lado lo iba a notar, porque era omega.

—¿Te encuentras bien, Mayuzumi-san?

—Sí… ¿no hace un poco de calor aquí? —dijo despegándose el cuello de la camiseta.

—Uhm… no parece, si hasta entra algo de aire por la ventana —señaló, cómo las cortinas se movían ligeramente. El de orbes celestes se fijó en la camiseta del mayor, algo húmeda—. Mayuzumi-san, ¿estás entrando en celo?

—Yo… no debería venirme hasta la semana próxima… aunque no me extraña porque mis ciclos son muy irregulares —confesó, respirando con algo de dificultad—. Mis pastillas…

El de Seirin tomó la bolsa ajena y buscó los inhibidores, pasándoselos junto con un vaso de agua.

—En cuanto haga efecto, te empezarás a sentir mejor.

—No… me duele… —se quejó, sujetándole el brazo para que no se alejara.

—Yo puedo hacer que Mayuzumi-san se sienta mejor —dicho esto, se terminó de acercar a él y le levantó la camiseta, dejando ver sus pezones, que empezaban a gotear un poco.

—¿Qué haces? ¡No! —se quejó, al sentir cómo los labios ajenos succionaban aquella zona.

—Está dulce —se relamió, y bajó hasta liberar el bulto que había bajo los pantalones del peli gris.

—Mhp… no lo digas, es vergonzoso.

Se estremeció al sentir la humedad de esa boca ajena sobre su hombría, que trabajaba de una forma excepcional. Nunca antes había sido tocado por otra persona y esas sensaciones eran completamente nuevas y diferentes a cuando él se tocaba.

El peli azul se llevó su mano hacia atrás. No estaba en celo, y cómo omega no podía reaccionar al ciclo de otro omega, pero se sentía excitado. Una vez el otro se sintió aliviado, se sentó a horcajadas sobre él, frotándolo contra sus nalgas.

—Espera… —lo detuvo el mayor, sabiendo las intenciones del otro—… no quiero ser el activo…

—Me lo figuré —sonrió—, y yo tampoco, por eso tengo esto —se levantó y fue hasta su armario, sacando de uno de los cajones un aparato doble. Lo lamió, para lubricarlo, y después lo introdujo en el chico que estaba sobre la cama, generándole un gemido. Acto seguido, también lo introdujo en él, y le dio para que vibrara.

Se sentía demasiado bien, ni siquiera cuando él utilizaba el suyo, podía describir lo que estaba sintiendo en ese mismo momento. Siempre pensó, que sólo un alfa podría satisfacer a un omega. Nunca imaginó, que dos omega, pudieran ser compatibles.

.

Takao se encontraba ya completamente desesperado. Sus padres se habían marchado a otra ciudad, debido a que su abuela había sufrido una caída y fueron para ver cómo se encontraba. Le habían dejado al cargo su hermanita pequeña, que no paraba de llorar.

Había probado todo, desde darle su comida, cambiarla, intentar dormirla, jugar con ella… pero nada resultaba. Temía que se encontrara enfermita y no supiera qué era lo que le pasaba.

La gente que había en la terraza del centro comercial lo miraban con rostros de compasión, pena y disgusto por el llanto de la pequeña. Muchos lo veían cómo un pobre omega que, a su edad, ya tenía un hijo, que para colmo, no sabía ni cuidar. Por no decir que oía cómo unas señoras mayores susurraban que se compadecían de él, por ser un omega con un hijo y sin estar marcado por un alfa.

Le entraron ganas de gritar que no era su hija, sino su hermanita pequeña, y que en el caso de que lo fuera, no habría motivo de criticarle por ser madre soltera.

—Vamos, Kazu-chan, deja de llorar, por favor —la meció un poco, pero la criatura no cesaba su llanto—. ¿Qué es lo que te pasa? Si al menos pudieras decirme…

Intentó darle nuevamente el biberón, pero lo rechazó moviendo ligeramente su rostro hacia un lado, con los ojos llorosos cerrados y gimoteando. La abrazó y fue a besar en la frente, hasta que notó que se encontraba caliente.

—Ay, no, ¡tienes fiebre! ¿Qué es lo que puedo hacer? Y papá y mamá no están en este momento… Kazu-chan, vamos al hospital, te pondrás bien.

¿Cómo no pudo darse cuenta antes de que la niña tenía la temperatura elevada? La soltó en su cochecito, mientras seguía gimoteando, y fue lo más rápido que pudo dirección al hospital.

Al doblar una esquina, casi golpea a una persona que iba por la calle.

—Lo siento mucho, llevo un poco de prisa, no era mi intención —se disculpó con rapidez, para proseguir su camino.

—¿Takao? Debes ir con más cuidado —le regañó el peliverde con quién había tropezado—. Tan alocado como siempre.

—Ya dije que lo siento —desvió su mirada, desde aquella pequeña pelea, no habían ni tan si quiera hablado una sola palabra—, mi hermanita está enferma y voy a llevarla al hospital.

—¿Qué es lo que le pasa? —se preocupó, inclinándose hacia la pequeña.

—Tiene fiebre, y no para de llorar. Lo siento, Shin… Midorima —se corrigió para evitar llamarlo cómo de costumbre—, pero tengo prisa, iré con más cuidado—. El ser llamado así, le dolió.

—Espera, te acompaño.

—No es necesario, puedo encargarme yo sólo. No quiero ser una molestia —empezó a caminar, pero la mano del más alto lo paró.

—Tú nunca eres una molestia. Venga, vamos, te acompaño, si quieres la puede atender mi padre.

—Él no es pediatra.

—Pero es médico, sabrá lo que le ocurre —quitó levemente las manos contrarias sobre el cochecito de la pequeña, para cogerlo él y empujarlo.

Llegaron hasta el hospital, dónde el de orbes esmeralda pidió que los atendiera su padre. A los minutos, llegó el hombre.

—¿Qué es lo que pasa, Shintarou? Oh, vaya, Takao-kun te acompaña. ¿Ya volvieron a reconciliarse? —saludó, al percatarse que el pelinegro se encontraba junto a su hijo.

—Papá, la hermanita de Takao se encuentra enferma, tiene fiebre y no paraba de llorar. ¿Puedes ver qué es lo que tiene?

—Shintarou, yo no soy pediatra, debería verla el médico de esa especialidad —suspiró—, pero está bien, haré una excepción porque es la hermanita de Takao-kun. Vamos a mi consultorio.

Los dos jóvenes siguieron al mayor, dónde tomó a la pequeña sobre una camilla y la empezó a reconocer.

—¿Tiene algo grave, Midorima-san? —preguntó el ojos de halcón preocupado.

—Tranquilo, sólo tiene una pequeña indigestión, pero nada grave. Te apuntaré lo que debes darle para que deje de sentir dolor y le baje la fiebre —escribió en una receta médica lo indicado—. Ya está, esta preciosidad se pondrá muy prontito buena nuevamente —dijo el hombre con la niña en brazos, que empezó a sonreírle—. No veo el momento en que me deis un nieto.

—No… eso ya no… —dejó de hablar, al sentir cómo la mano de Midorima se entrelazaba con la suya.

—Todo irá a su tiempo, ¿verdad?

Se despidieron del padre de Midorima y éste lo acompañó primero a una farmacia a por el medicamento de Kazumi y después hasta su casa. Cambió y alimentó a la pequeña, le dio las gotitas que le recetaron, y la acostó en su cunita. Una vez que se durmió, acompañó hasta la puerta al peli verde.

—Gracias por acompañarme, y por llevarme con tu padre, la verdad que estaba algo asustado.

—De nada, lo bueno es que Kazumi está bien y no ha sido nada grave —le sonrió, pero vio que el pelinegro ni le posaba la mirada encima—. ¿Qué te ocurre?

—Nada… sólo debería subir ya, no quiero dejar mucho tiempo a Kazu-chan sola.

—Si se acaba de dormir, no pasa nada por cinco minutos.

—No quisiera que le volviera a subir la fiebre o llorara y no estuviera junto a ella.

—Sólo por eso no es por lo que estás así, ¿verdad?

—¿Sabes? —habló, esquivando la pregunta del otro—. Menos mal que mi plan de embarazarme de ti salió mal, ya que fíjate, apenas sé cuidar de mi hermanita, cómo para saber hacerlo con un hijo… ¿no?

—Takao, no digas tonterías.

—No las digo, no sirvo para esto, ¿verdad? —sentía que se iba a poner a llorar en cualquier momento, por lo que quería entrar en casa ya—. Lo siento, me despido, tengo que ir con Kazu-chan.

—Espera, Takao. Quería…pedirte perdón, no quería reaccionar así, pero… entiende, me sentí traicionado y dolido, pero no quise tratarte así —fue a sujetarle de las manos, pero evitó el roce.

—No, si ya sé, me porté mal, soy una persona despreciable, es normal que te enfadaras.

—Takao, escúchame —le sujetó esta vez el rostro, con ambas manos—, no eres una persona despreciable, sólo actuaste un poco mal, pero ya está. Yo también lo hice, me porté mal contigo. Takao… Necesito estar otra vez a tu lado.

—No creo que sea lo mejor —desvió la mirada—, aunque… yo también te echo de menos… —dijo finalmente, recibiendo el abrazo del otro, y dejándose besar—. Nunca más haré algo tan rastrero, lo prometo.

—Tendremos hijos, todos los que tú quieras, pero piensa primero en nuestros estudios, necesitamos crear un futuro para poder darles, ¿no crees?

—Tienes razón, me precipité —recibió otro beso, pero esta vez en la frente.

—Por cierto, más te vale quitarte eso de que serías una mala madre de la cabeza, porque yo estoy completamente seguro, que serás la mejor de todas —el de orbes platinos sonrió.

—¿Quieres quedarte conmigo esta noche y me ayudas a cuidar de Kazu-chan?

—Claro que sí —lo abrazó, y elevó hasta cogerlo en sus brazos—. Además, así practicamos para cuando nos toque.

Los dos sonrieron, entrando nuevamente en la casa. Primero, que iniciaran un camino juntos, después, crearían su vida y su futuro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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