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Capítulo XI

Los días fueron pasando, y Kagami fue dado de alta. Su padre le insistió que él mismo se iría a su apartamento para ayudarlo en lo que necesitara hasta que se recuperara, pero él le repitió infinitas veces que no, que ya tenía quién le iba a ayudar.

Soltó una sonrisa al saber el motivo por el cuál su hijo le insistía en que no se quedara, y era nada más y nada menos que aquel peli azul iba a estar pendiente de él.

Para Aomine era una tortura, el pelirrojo buscaba cualquier excusa para tenerlo cerca, mientras el otro estaba encantado de tenerlo ahí. No podía negar que le costaba moverse y hacer las cosas cotidianas, pero quería que por él, el as de Too estuviera pendiente de él todo el tiempo posible.

Con el paso de las semanas, se fue acostumbrando a tener que cuidar del tigre, y más, cumplir con sus caprichitos, que consistían en que lo abrazara para estar más cómodo, en que como no se podía duchar solo, el otro tuviera que tocar su cuerpo, en que durmiera con él porque tenía frío…

Todo parecía ir bien, y ya a Kagami le había sanado la herida y también podía empezar a mover con soltura su brazo y hombro, pero todo se le acabó por fastidiar cuándo se le apareció el celo estando en casa del pelirrojo.

Cómo si su cuerpo se hubiera vuelto caprichoso, quería y anhelaba ser complacido por el alfa, que lo extrañaba.

Claro que Taiga se dio cuenta, cómo no darse cuenta, si por fin volvía a sus fosas nasales ese aroma a canela que tanto lo enloquecía. Lo vio aparecer sonrojado, con su piel perlada por el sudor, temblado y con únicamente una camiseta de su propiedad.

—No me digas que estás…

—No lo digas, por favor —contestó avergonzado, acercándose a él y se sentó a horcajadas sobre el tigre, dejando salir su aroma sin control.

—Vaya… ¿no vas a poner resistencia? —sonrió, llevando sus manos a la cintura ajena, para acercarlo y hundir su rostro en la curvatura del cuello moreno. Bajó las manos hasta los muslos, para ir subiéndolas lentamente, para de ese modo, levantarle la camiseta, comprobando que no llevaba nada debajo —. Qué ansioso se te ve, ¿no? Provocándome de esta manera, sin llevar nada.

—Tks, te dije que no lo digas —jadeó, al sentir esas manos manoseando su trasero.

—¿Qué no tengo qué decir? Es que si no me dices qué es lo que quieres, no lo sé —sonrió, viendo cómo el otro se retorcía solamente con sus caricias.

—No lo pienso decir —desvió la mirada, avergonzado. Las caricias cesaron.

—Entonces no sigo —el moreno chistó molesto, porque el pelirrojo, haciendo un esfuerzo de fuerza de voluntad, iba a dejarle tal y cómo estaba.

—Que me lo hagas… —murmuró, aún más con sus mejillas color carmín.

—¿Hacer el qué? —siguió incitándolo, para poder oírlo de su propia boca.

—Por favor… ya lo sabes… —Kagami volvió a sonreír, pero atrapó los labios ajenos en un fogoso beso.

—Tus deseos, son órdenes y placeres para mí.

..

Las semanas fueron pasando, y el grupo se reunió después de un buen tiempo sin hacerlo para jugar un partido de básket.

Kagami por fin podía volver a jugar, después de un tiempo impedido debido al incidente del disparo. Midorima y Takao habían dejado atrás esa pequeña pelea debido a esa pequeña traición por parte del peli negro de querer tener un bebé sin que su pareja supiera algo.

También, se enteraron así que Kagami y Aomine tenían una relación un tanto extraña, y que el peli azul, para sorpresa de todos, era omega. Incluso se sorprendieron de ver cómo Kuroko, viniera acompañado del cinco de Rakuzan. Y, por último, celebraron que Kise y Kasamatsu, iban a tener un bebé.

Cómo el capitán de Kaijo no podía ya jugar, se quedó sentado en la banca, siendo acompañado por Satsuki y por Takao, que quiso voluntariamente esperar su turno para jugar, ya que, si Kasamatsu no participaba, serían impares.

—Y, Kasamatsu-san —preguntó el otro peli negro a su lado—, ¿se te empieza a notar?

—Más que notar, pareciera que estoy hinchado —se levantó un poco su camiseta, mostrando su vientre que, si no se supiera que estaba embarazado, nadie lo imaginaría—, sólo estoy de doce semanas.

—¿Puedo? —cuestionó Satsuki, con brillo en los ojos. El mayor asintió, y la peli rosa colocó su mano en el vientre ajeno—. Vaya… no se mueve nada… —Yukio sonrió.

—Es imposible todavía, es una cosita muy minúscula, no se mueve ni nada.

—¿Ya pensaron nombres?

—Aún no, porque ni siquiera sabemos el sexo del bebé.

—¿Qué es lo que prefieren, niño o niña?

—Bueno… Ryouta quiere una niña, dice que quiere que sea rubia cómo él, aunque luego recapacitó y dijo que, si fuera niña, se tendría que pelear con todo niño que se le acercara —los otros dos sonrieron.

—Mejor un niño, y así puede jugar básket.

—Si fuera niña también podría jugar —comentó Satsuki, con molestia—, ¿Verdad?

—Claro que sí, sea niño o niña le enseñaremos básket—respondió convencido el cuatro.

—Y… oye, ¿ya se te quitó de la cabeza lo de tener un bebé?

—Sí, de momento —medio sonrió—. Sigo queriendo tener uno, pero es cierto que todavía no es el momento, y menos, querer hacerlo de esa manera. Normal que Shin-chan se enojara conmigo…

—Hiciste una locura, que, para colmo, estoy pagando yo —le regañó el peli negro mayor.

—Qué suerte tenéis todos —suspiró la peli rosa, y sus dos amigos le miraron extrañados—. Se os ve a todos tan felices… cada uno con su pareja, y en cambio yo, no tengo a nadie.

—Sat-chan, no digas eso, si no ha llegado todavía el indico, ya lo hará, porque si tarda en llegar, es porque merece la pena.

—Una chica cómo tú, encontrarás alguien que sea digno de ti —la animaron.

—No penséis mal, yo me siento completamente feliz de veros a todos tan felices —les sonrió. Sacó su móvil, e hizo cómo que lo miraba, y se levantó—. Chicos, me tengo que ir, me surgió un asunto, decidle a Dai-chan que no me espere para volver a casa, ¿de acuerdo? Seguid pasando buena tarde.

Se alejó rápidamente, no les dio tiempo a los otros dos ni de despedirse de ella, ni de poder decirle nada.

..

Satsuki caminaba pensativa por la calle, se sentía algo decaída y sola. Veía cómo sus amigos tenían a sus parejas y, aunque a ella eso le hacía completamente feliz de verlos a ellos felices, también le hacía ver lo sola que se encontraba.

De su madre, seguía sin saber noticias de ella, aunque, después de que se marchara de pronto alegando que encontró a su alfa destinado y que ella, cómo beta e hija de un desgraciado que se marchó, molestaba en su relación, la abandonó a su suerte.

Agradecía enormemente cómo los señores Aomine la habían acogido en su casa, alegando que ellos, eran ahora su familia, pero no dejaba de sentirse triste por haber sido rechazada y abandonada por su propia madre. Dolía, y mucho.

Cansada de caminar sin rumbo, se sentó en un banco del parque a dónde había llegado, mientras su mirada se encontraba vagando sin ningún punto fijo.

¿Por qué ella no era feliz? ¿Por qué se encontraba sola? ¿Es que no tenía derecho a tener a alguien a quién importarle? ¿Alguien que cuando sonría, no exista nada más en su mundo? ¿Sentirse amada y protegida?

Ella también quería una vida, quería a alguien en su vida.

Una pequeña voz, interrumpió sus pensamientos. Curiosa, se quitó un poco las lágrimas y observó a un pequeño niño, de no más de cuatro años.

—¿Pod qué llollas? Edes muy boinita pada llollad —el pequeño, con cara preocupada, la miraba a la vez abrazaba a un osito de peluche y se llevaba su dedito pulgar a la boquita—. Poma, te lo doy. Pedo solo te lo pesto hasta que dejes de llollad, podque es mi peluche favodito —le extendió su juguete, haciendo que la peli rosa se olvidara por completo su tristeza, y sonriera ampliamente al niño.

—Gracias, pero si es tu peluche favorito, es sólo para ti. Quédate, contigo el señor osito estará más feliz.

—Mami sempe dice que hay que compatid —se inclinó un poco hacia él, y le acarició sus cabellos rubios.

—Eres un encanto de niño, muy bueno y listo —le sonrió, y buscó con la mirada hacia los lados—, ¿dónde está tu mamá? —el infante también buscó con la mirada alrededor buscando a su mamá, pero no la encontró, por lo que empezó a lloriquear—. ¿Te separaste de tu mamá? Ven, no llores, no llores, tú mismo me has dicho eso ahora mismo, ¿verdad? No te preocupes, vamos a buscarla los dos juntos, ¿vale?

Se levantó del banco dónde se encontraba sentada, y tomó la mano del pequeño, para buscar a su madre por el parque.

—¿Cómo es tu mamá?

—¡Hikari! —oyó cómo una voz desesperada gritaba el nombre del niño.

—¡Mami! —también gritó el pequeño rubio, al ver a su mamá acercarse a él. Le extendió los brazos, y en seguida lo cargó y abrazó.

—Menudo susto me has dado, sólo me descuidé un segundo y ya no estabas en el cajón de arena jugando, no te vuelvas a ir tú solo, es peligroso —Satsuki miró a la persona que acababa de llegar, sorprendiéndose de quién se trataba.

—Wakamatsu-san… —murmuró, sorprendida.

—Momoi… qué… ¿qué haces aquí?

—Sólo estaba paseando. No sabía que… tenías un hijo, y menos que… fueras omega… —el rubio soltó al niño, y le señaló la caja de arena.

—Hikari, ¿por qué no vas a jugar un ratito más con la arena? Mientras yo hablo con mi amiga, ¿vale?

—¡Chi! ¿Tomo te llamas? Yo me llamo Waka…Wakamadsu Hikari —se presentó, sonriendo.

—Qué nombre más bonito —se agachó, hasta su altura—, yo soy Momoi Satsuki. ¿Cuántos años tienes? —el infante le mostró con algo de dificultad tres deditos—. Vaya, qué mayor eres ya, eres todo un niño grande.

—Venga, ve a jugar, que ya mismo nos vamos a casa —ambos lo observaron cómo iba hasta la arena, mientras ellos se sentaban en un banco cercano desde dónde podían vigilarle—. Esto… ¿podrías guardarme el secreto? Nadie sabe de esto…

—No te preocupes, no tenía intención decir absolutamente nada a nadie —le sonrió—. Aunque nadie te dirá nada por tener un hijo, ni tampoco te expulsarán del instituto.

—No es precisamente por eso… —suspiró, tomando aire—… ¿No te has parado a pensar la edad que tiene Hikari con respecto a mi edad? —la peli rosa lo miró.

—¿Te refieres a la edad con que lo tuviste? —el seis de Too asintió. Momoi hizo el cálculo—. Uhm… ¿con quince años?

—Dieciséis. En verdad tengo diecinueve, tuve que perderme el último año de secundaria, y volver a incorporarme después de que Hikari naciera —volvió a seguir, después de una pequeña pausa—. Me violaron. Fue un profesor de mi antigua secundaria, yo no sabía aún que era omega, y mi primer celo llegó estando en clases, ese profesor era alfa y se aprovechó de la situación.

Otro profesor fue quién nos encontró. Yo tenía las manos llenas de mordeduras, pero por lo menos no me marcó. Fue despedido y hasta metido en la cárcel, mis padres se encargaron de que pagara por lo que había hecho.

>>Estaba claro que no se iban a quedar con los brazos cruzados después de eso, e incluso denunciaron a la secundaria. Después de unas semanas, me empecé a encontrar mal, y entonces, las sospechas de mis padres se hicieron ciertas. Me dijeron que, al tratarse de una violación, podía interrumpir el embarazo sin problemas, y mis padres firmaron para el procedimiento, pero… no sabía por qué motivo, no era capaz de hacerlo, y quise seguir.

>>Me llevaron al psicólogo, el médico dijo que se debía a un shock postraumático, y que seguro hablando con él, se me quitaba esa idea de la cabeza, pero no fue así. Mis padres, no estuvieron contentos con la decisión, pero me apoyaron en todo.

>>Estuve durante todo un año, fuera de la secundaria, y después de que naciera Hikari, me inscribieron en otra para poder terminar mi último año.

La peli rosa se quedó completamente impactada, no tenía ni palabras para poder decirle a su amigo, nunca se esperó una confesión así.

—Yo… no sé qué decir… tuvo que ser una experiencia horrible…

—No es fácil superar una violación, y menos con un embarazo. Me decía siempre, ¿por qué a mí? ¿Por qué me tuvo que pasar precisamente a mí? Pero una vez que tuve a Hikari en mis brazos, me olvidé de todo. No entendía por qué no quise interrumpir mi embarazo, pero cuando le vi su carita, lo tuve en brazos, abrió sus ojos, y se aferró con su pequeño puño a mi dedo, supe el motivo.

—Puedo imaginármelo —sonrió con ternura—. ¿Por eso le pusiste Hikari?

—Sí, él es mi luz, llegó a mi vida para iluminarla con su sonrisa.

—Aunque fue un momento muy duro y difícil, me alegro que tomaras la decisión de tenerlo, fuiste muy fuerte —posó su mano en el hombro ajeno, dándole apoyo.

—Gracias —la miró, y se fijó mejor en ella—. Oye, ¿por qué llorabas?

—¿Llorar, yo? Claro que no, ¿de dónde sacaste tal cosa?

—Tienes los ojos algo rojos, y lágrimas secas en las mejillas, ¿te sientes mal? ¿alguien te hizo daño?

—No, tranquilo sólo… —suspiró, y mordió después su labio inferior, antes de hablar—… pensaba en que todo el mundo tiene su vida, su pareja y pues yo no. Yo no tengo a nadie…

—No digas eso, seguro que tienes a alguien, y que no estás sola. Tienes a tu familia, que te quiere —la chica empezó a llorar, y entonces comprendió que metió la pata—. ¡Lo siento, lo siento! No debería decir cosas que…

—No te preocupes —le dedicó una sonrisa, para que no se sintiera tan culpable por sus palabras—, mi madre me abandonó, ella es omega y encontró a su alfa destinado, y dijo que yo, siendo beta y además, hija de alguien que ni conozco, era un completo obstáculo en su relación.

—¡No me puedo creer que una madre hiciera tal cosa! —exclamó, molesto—. Qué poco corazón. Y… ¿dónde te estás quedando entonces?

—En casa de Dai-chan, sus padres me han tratado siempre como una hija más, y no han dudado en dejarme quedarme con ellos. Estoy muy agradecida, y los siento cómo de mi familia, pero no puedo evitar sentirme rechazada y abandonada —el rubio la abrazó, al ver que volvía a llorar.

—Ya, ya, todo estará bien. Por suerte tienes a los padres de Aomine, y a él.

—Y estoy completamente agradecida a ellos, pero no puedo evitar sentirme así. Además, también está que veo los demás tienen sus parejas, y yo sigo sola —suspiró, y el otro hizo lo mismo.

—Dímelo a mí, lo difícil que me resulta a mí buscar a alguna chica, siendo omega y además con un hijo.

—Ah, ¿te gustan las chicas? —el rubio la miró arqueando una ceja.

—Pues claro. ¿Qué pasa, que por ser omega y me hayan violado me tienen que gustar los hombres?

—Lo siento, lo siento, no quise decir eso —se disculpó—. Pero con respecto a encontrar a alguien, seguro que cualquier chica estaría encantada de estar contigo, y más con el pequeño Hikari.

—Gracias, aunque no estoy muy convencido. Puedo decir lo mismo de ti, eres una chica muy linda e inteligente, y cualquier chico caería a tus pies de momento —la peli rosa se sonrojó por las palabras.

—Qué cosas tienes, Wakamatsu-san.

—Mami —interrumpió el pequeño que se había acercado a ellos—, ¿nos vamos ya a casa? Tento hambe.

—Oh, es verdad, ya mismo es la hora de la cena, hay que volver a casa —se levantó del banco y cargó a su hijo—. Momoi, nos vemos mañana en los entrenamientos, gracias por haber escuchado.

—Qué va, para nada, gracias a ti por escucharme a mi —le sonrió—, mañana nos vemos. Adiós, Hi-kun, pórtate bien con tu mami, ¿sí?

—¡Sí! Ados, Sa-chan, yo tedo vedte oto día.

—Claro que sí, cuando tú quieras, se lo dices a mamá, yo encantada de verte otra vez —acarició los rubios cabellos—, eres completamente una luz.

—¿Una luz? —preguntó sin comprender—. No, yo soy Hikari, no luz. —los dos rieron ante la respuesta del pequeño.

—Así es tu nombre —le explicó Wakamatsu—, Hikari significa luz. ¿Quieres que te acompañemos hasta casa?

—No te preocupes, no es tarde, y debes llevar a casa a Hi-kun, gracias —la peli rosa se despidió de ellos, sin que se le quitara la sonrisa de la cara.

..

Al llegar a casa, se encontró con Aomine, sentado en el sofá de la sala viendo la tv.

—Al fin llegas, ¿dónde estabas? Takao y Kasamatsu dijeron que te fuiste muy rápido diciendo que tenías que ir a un sitio. ¿Todo bien?

—Claro que sí, no te preocupes, sólo me envió un mensaje una amiga, diciéndome que quería que la acompañara de compras —le mintió. El peli azul palmeó el sofá, indicándole que se sentara junto a él.

—Eso no es verdad. Vamos, Satsuki, nos hemos criado juntos, te conozco a la perfección. ¿Qué es lo que te pasa? —la chica se sentó, y recibió los brazos contrarios en un abrazo.

—Bueno… sólo me sentí algo triste, porque todos se ven tan felices… que me alegro mucho, pero me siento triste, sólo me acordé de mi madre…

—No te preocupes por eso, no pienses más en esa mujer. Aquí todos te queremos, y eres muy importante para nosotros, ahora estás con tu familia —le sujetó el rostro con ambas manos—. Y también, si te refieres a que no tienes pareja, no te pienses en eso, aparecerá cuándo tenga que aparecer, y antes de que tan si quiera te pida de salir, yo tengo que darle el visto bueno.

—Dai-chan… —le dijo con ternura.

—Es verdad, Satsuki, no voy a permitir que cualquier hombre se acerque a ti y te haga daño, tiene que ser alguien que te merezca.

—Y… ¿qué pensarías de uno que tiene ya un hijo?

—¿Cómo? Satsuki, ¿con quién demonios te has metido? ¡No me digas que es con un casado!

—Claro que no está casado. Ni tampoco pienses que es mayor.

—Pues entonces ya me dirás. Sat, no me gusta lo que me estás diciendo. Seguro es un alfa mujeriego, que sólo quiere jugar contigo —habló, molesto.

—Pero ¿qué te pasa a ti con los alfa? Estás obsesionado con que todos son malos. ¿Kagami también lo es? Porque bien que estás saliendo con él.

—No estoy saliendo con él, y no cambies de tema. ¿Quién, es, lo conozco?

—Yo tampoco estoy saliendo con esa persona, estuve hablando hoy con él, y nunca me había imaginado que era tan buena persona.

—O sea, que ya lo conocías. ¿Yo también?

—No te pienso decir nada más, porque no estamos saliendo ni nada, sólo hablamos hoy, ya está. Pero me encantaría que pudiéramos tratarnos, y si hubiera una oportunidad, no quisiera desperdiciarla.

—Yo, hasta que no lo conozca y sea de qué palo va, no estaré muy contento.

—De momento, no te puedo decir quién es, le prometí que no diría nada sobre él, pero si todo fuera bien, lo sabrás sin falta. ¿Me prometes apoyarme en todo? —el moreno tomó su cabeza y le dio un beso en la frente, mientras la abrazaba.

—Sabes que siempre estaré para ti, y siempre te apoyaré. Y si tú eres feliz, a mí me bastará.

..

Izuki caminaba por el centro comercial. Se sentía completamente molesto con su familia, sobre todo con su madre y abuela, que no hacían nada más que incitarle y obligarle a poner una fecha para su futura boda.

Boda con Hyuga, cosa que se negaba rotundamente. Primero a él le echaron la culpa por su celo, y al cuatro de Seirin lo defendieron, cuando claramente abusó de él. Para después, obligarlo a que esté con él cómo pareja, por haber sido marcado a la fuerza y sin que él quisiera. Y lo último, ahora querían casarlos, con apenas dieciocho años, y sin ninguno de los dos amarse mutuamente.

Para colmo, Hyuga estaba detrás del escolta de Too, diciendo que era su pareja destinada, que no era que le importase en lo más mínimo, lo peor era que lo trataba mal y le echaba la culpa, cómo si él la tuviera.

Pero no estaba dispuesto a dejarse humillar ni pisotear, bastante tuvo en aquella ocasión, cuándo él, creyéndolo su amigo, su mejor amigo, le hizo eso. Le importaba bien poco que anduviera con el pobre chico ese, es más, se compadecía de él y esperaba que no le hiciera nunca nada, y lo tratara bien.

Lo tenía muy claro, no iba a atarse a una persona que no quería, ni le quería, por mucho que le obligasen. Él quería ser libre, y poder elegir a quién quisiera cómo pareja, aunque ahora le costase más de la cuenta debido a que se encontraba marcado por un alfa.

Pero tenía fe, de encontrar al amor verdadero y a una persona que no le importase que tuviera esa maldita marca, pero que sí le importase él.

Se paró, y se fijó en una pareja que se encontraba no muy alejada de él. Eran Hyuga y Sakurai, quiénes iban de la mano y sonriendo. Podría jugar que a su capitán, le gustaban las mujeres, más concretamente Riko, su entrenadora, y que él pareciera homofóbico.

Si así fuera, qué poco le importó cuándo abusó de él sin piedad, o justo ahora, que andaba detrás de ese omega, que por la cara que ponía, se veía muy ilusionado. También juraría que podría ser el omega de Aomine Daiki, porque siempre lo veía con él y el moreno siempre ponía mala cara cuándo alguien se le acercaba.

—No me puedo creer que actúe de esa manera —sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz detrás de él.

—¿Eh? —se giró, para ver que se trataba de Himuro Tatsuya.

—No te atormentes por personas cómo él, no merece la pena.

—No me atormento, ni me importa que esté con él, yo me he propuesto tener mi libertad, y no estar obligado a él sólo por lo que pasó —el azabache sonrió.

—Me alegro de que tomaras esa decisión, debes pensar en ti, y ser feliz, encontrar a una persona que de verdad te valore y respete.

—Encontrar a una persona así será difícil, debido a que estoy marcado —sonrió, de medio lado.

—Difícil, pero no  imposible. Y yo sé que hay una persona que le da igual todo eso y sólo tiene ojos para ti.

—Ah, ¿sí? ¿Cuál? Preséntamela, porque no me imagino quién puede ser.

—¿Y si te digo que soy yo esa persona? —los orbes grises se abrieron de sorpresa.

—No digas cosas así, sin ser verdad. Es imposible que yo te guste, sólo lo dices para no hacerme sentir mal, porque es imposible…

—¿Por qué es imposible? —levantó la voz, un poco molesto—. ¿Por qué soy un beta, por eso es? ¿Un beta y un omega no pueden estar juntos?

—No es por eso… es sólo que no me conoces, para decir que te gusto.

—Pero quiero conocerte, ¿por qué no me lo permites?

—Es algo complicado… tú encontrarás a alguien mucho mejor que yo, ya sea hombre o mujer, ¿por qué conformarte con alguien cómo yo?

—No es conformarme, es querer estar contigo. Y no te infravalores tanto. Esperaré el tiempo que haga falta, y no pararé hasta que tenga un sí cómo respuesta —dijo con convencimiento.

—Eres muy obstinado —sonrió, con algo de rubor en sus mejillas—. Tendrás cosas que hacer,  mejor será que me marche.

—¡Espera! No tengo prisa, ni tampoco cosas tan importantes cómo pedirte que me acompañes al cine. ¿qué me dices?

—¿Al cine?

—Sí, aprovechemos que estamos en el centro comercial, hay una muy buena en cartelera, ¿qué me dices? —le extendió su mano, esperando a que el otro aceptara.

Se había propuesto romper las cadenas que le ataban a Hyuga, él quería ser libre, vivir su vida, sin que nadie le obligara a hacer algo que no quisiera, ser feliz, y encontrar a alguien que de verdad le importe y con quién sea querido y feliz.

¿Por qué no aceptar ir al cine con él? ¿Por qué no dejar que el chico lo conociera si tanto insistía con ese brillo en sus ojos?

Sonrió levemente, y levantó su mano hasta entrelazarla con la ajena, para verlo sonreír ampliamente, mientras lo conducía y le hablaba con alegría camino al cine.

Sí, se había propuesto ser feliz, y este podría ser el primer paso.

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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