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Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

 

Capítulo 5:

(Pecado)

Heridas Abiertas

 

La herida no cerraba porque la sutura estaba hecha de puntos suspensivos.

(Jimena Turrubiartes, Lluvia)

 

 

 

El insistente y atronador sonido del timbre reverberando dentro de las paredes del departamento hizo que Levi se pusiese inmediatamente en alerta. Apenas y eran las seis de la mañana y no podía imaginarse que clase de demente llegaría a molestar a la casa de otro ser viviente a esa hora; a menos que fuese una emergencia, claro, pero con el poco tiempo que él llevaba viendo en Shiganshina y sin ningún conocido en la ciudad, sabía que esa situación era bastante improbable, o casi. Una molesta vocecilla dentro de su cabeza le recordó que el trio de mocosos tal vez no estuviesen todo lo seguros que a él le gustaría y la incertidumbre creada por el temor de que algo le hubiera ocurrido a alguno de los tres le atenazó el pecho con la misma intensidad que en el pasado, cuando aún eran su responsabilidad; sin embargo, respirando profundamente un par de veces, aclaró su mente lo suficiente y descartó aquella posibilidad de inmediato; ninguno de los tres sabía dónde vivía, era imposible que hubiesen ido hasta allí para pedirle ayuda.

Ajustándose una inmaculada toalla blanca en torno a las caderas tras salir de la ducha a toda prisa, Levi, sin siquiera darse tiempo a secarse o calzarse, manoteó hasta dar con el arma que había dejado sobre el mueble del lavado y salió disparado de su habitación rumbo al recibidor. El timbre seguía retumbando a intervalos regulares, estruendoso en el silencio matinal. Con la habilidad de la práctica adquirida por años, le quitó en segundos el seguro al revolver que usaba en casos de emergencia, un Bersa Thunder 380, que a pesar de ser un arma pequeña y no tan potente, servía para su propósito de hacer el daño suficiente e incluso, con una buena puntería, matar a alguien; Levi prefería por mucho la defensa cuerpo a cuerpo con cuchillos y era increíblemente hábil con ellos, pero sabía que en ocasiones, como esa por ejemplo, no tendría la oportunidad de hacerse con uno, motivo por el cual siempre cargaba la pistola con él.

Intentando ser lo más silencioso posible, se acercó lo suficiente a la puerta hasta poder apoyar una de sus orejas sobre ella, pero aparte de los timbrazos que no se interrumpían, fue incapaz de percatarse de algún sonido más que pudiese advertirle sobre quien era su jodido visitante. Lentamente abrió un resquicio de esta, lo suficiente para vislumbrar a quien estuviese fuera pero que al mismo tiempo le permitiese cerrar deprisa si era necesario hacerlo; en ese momento estaba tan cabreado que al menor indicio de parecerle alguien sospechoso, le volaría los malditos sesos de un tiro.

Su creciente enfado dio pasó a la sorpresa extrema al darse cuenta de que era Hange quien se encontraba de pie fuera de su casa. Al verlo, la mujer compuso una amplia sonrisa de alegría al mismo tiempo que él sentía que volvía a enfurecerse.

La muy desgraciada…

—¡Demonios, enano! ¡Llevo como diez min-!

Antes de que ella pudiese continuar con sus quejas, él le cerró la puerta en las narices y volvió a su cuarto para terminar de secarse y vestirse, haciendo caso omiso al desagradable sonido ininterrumpido del timbre o a los golpes, nada suaves, que la loca de su supervisora daba en la puerta. Tiró el arma sobre la cama, cuya colcha blanca y cojines rojos estaban ligeramente arrugados a causa de las pocas horas que dormitó tendido sobre ella y comenzó a rebuscar lo que iba a ponerse ese día en el espacioso armario negro de dos puertas que ocupaba la mitad de la pared frontal de su habitación, justo al lado del escritorio que utilizaba para trabajar con el ordenador portátil y que en ese momento estaba lleno de voluminosas carpetas con informes sobre el caso que Erwin le hizo llegar el día anterior.

Una vez Levi terminó de vestirse con una ligera camisa gris claro y unos vaqueros grises más oscuros a juego, fue a abrir nuevamente la puerta. Los ojos castaños de Hange, del mismo cálido y oscuro tono de su cabello que llevaba sujeto en una alta coleta con algunos mechones sueltos que le enmarcaban el rostro de tez ligeramente morena, lucían enormes, atentos y un poco enrojecidos tras las gafas ovaladas de negra montura metálica. Ella frunció los labios y arrugó la nariz aguileña en una mueca de fingido enfado al verlo aparecer.

—¡¿Por qué has hecho eso, Levi?! —Le recriminó Hange con su habitual voz estridente, ante lo cual él la observó con una mirada acerada y el ceño fruncido, sin que ella se inmutase en lo más mínimo, ni siquiera por el hecho de que él seguía allí de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y bloqueándole la entrada a la casa—. ¿No vas a invitarme a entrar, enano?

Levi enarcó una de sus delgadas cejas oscuras con enfado.

—¿Por qué debería hacerlo? —la pregunta salió de sus labios con calma letal—. Dime primero que mierda estás haciendo aquí, maldita cuatro ojos.

Hange se carcajeó de manera escandalosa al oírlo, como si acabará de soltarle algo jodidamente gracioso, lo que en su opinión, no era el caso. Ofuscado, Levi oteó las residencias aledañas para asegurarse de que nadie estuviese curioseando hacia su departamento a causa de aquella loca y, sujetándola sin mucha delicadeza de la muñeca, la hizo entrar a la fuerza al recibidor y cerró la puerta tras ellos.

A pesar de lo molesta que pudiese parecer y lo insoportable que la encontraba la mayor parte del tiempo, Hange Zoë era una de sus mejores amigas y una de las pocas personas a las que él les confiaría su vida sin ninguna duda. Desde que Levi la conoció, casi quince años atrás, la mujer había cambiado muy poco. De constitución delgada, aunque endemoniadamente fuerte, con su metro setenta de altura y aquella alegre vitalidad casi imposible que demostraba siempre, Hange daba la sensación de ser de aquellas afortunadas personas de juventud eterna, a pesar de que en algún punto de sus años de amistad, en una noche de tragos, ella terminó por confesarle a Levi que era unos cuantos años mayor que él. En aquel momento vestía unos estilizados vaqueros grises con botas altas negras hasta la rodilla y una muy arrugada camisa rosa pálido que, sumado al desastre que era su cabello castaño y a las leves ojeras bajo sus ojos, eran un claro indicio de que estaba agotada, quizás porque llevaba horas conduciendo.

No podía imaginarse que motivo habría llevado a la mujer a separarse de su amado trabajo de laboratorio y sus adoradas investigaciones para ir a Shiganshina. Al igual que él, Hange trabajaba para una rama especial de seguridad gubernamental bajo las órdenes de Erwin, pero a diferencia de Levi que hacía principalmente trabajo de campo e infiltración, Hange era una científica, y una muy buena. Tenía tres títulos profesionales, y especialización en diferentes áreas, rara vez abandonaba Stohess a menos que Erwin se lo pudiese…

Mierda, ¡no! Ella no podía estar allí por eso, ¿o sí? Si Erwin se la estaba jugando…

El suave tirón que dio ella para desprenderse de su agarre lo obligó a salir de sus elucubraciones. Todavía preocupado por su visita, la miró un poco ceñudo.

—Hey, hey, Levi, no te pongas así —le dijo para calmarlo—. Además, te avisé anoche apenas salí de casa que llegaría sobre esta hora porque no iba a detenerme en ningún sitio; te envié un montón de mensajes cuando venía en camino y te llamé como diez veces al móvil antes de llamar a la puerta. Pensé que quizás estabas durmiendo, aunque me pareció un poco raro ya que no sueles dormir tan profundamente —le explicó ella a modo de justificación.

Una alarma de culpa y vergüenza se encendió en su cerebro al recodar lo ocurrido la noche anterior. Después de enviarle a Eren un mensaje con la dirección del sitio en el que se reunirían ese sábado como acordaron con anterioridad, durante casi una hora Levi estuvo escribiéndose con el chico respondiendo a sus preguntas absurdas. Él le conocía lo suficientemente bien para saber que este no era idiota, por lo cual sus supuestas “dudas”, eran solo un medio para conseguir su atención, y Levi, voluntariamente se dejó arrastrar en su juego por pura debilidad emocional, porque desde el día en que lo conoció, ocho años atrás, aquel maldito mocoso hacía flaquear su fuerza de voluntad y resquebrajaba sus defensas. Fue tras comprender el peligroso rumbo que podría tomar aquella situación, que se decidió a ponerle fin y, tras despedirse fríamente de Eren, decidió apagar el aparato para alejar de esa forma la tentación que representaba. Si Hange le estaba diciendo la verdad y lo llamó tanto como dijo, la culpa de todo aquel sinsentido era únicamente de él.

Tch, que se jodieran Eren, Hange y él mismo de paso por ser tan idiota.

—Anoche mi móvil se quedó sin batería y lo dejé cargando apagado —mintió descaradamente—. Y hace un momento estaba duchándome —le soltó en una escueta respuesta mientras se dirigía hacia la cocina americana y ponía agua a calentar. Miró a la otra nuevamente con el ceño fruncido—. Oi, Hange, todavía no me dices que haces aquí. Hablamos el jueves cuando te envié el informe y no me dijiste nada sobre esto.

Ella sonrió dulcemente en un vano intento por aparentar inocencia. Levi le devolvió una fría mirada que auguraba una muerte lenta si no comenzaba a explicarse en ese mismo momento.

Soltando un tembloroso suspiro fingido, cual damisela en apuros, Hange se dejó caer sentada en uno de los taburetes blancos que iban a juego con la isleta de mármol negro de la cocina. Ella acodó los brazos sobre esta y apoyó el mentón entre sus manos.

—Erwin me ha enviado como tu refuerzo —confesó de golpe, mirándolo casi con culpa. Levi abrió los ojos con sorpresa al oírla—. Teme que el hecho de que los chicos estén aquí, en Shiganshina, te… nuble el buen juicio y termines por estropear el trabajo.

Tal y como el sospechaba. ¡Mierda!

—Tiene que ser una jodida broma —le dijo con incrédula indignación, su enfado aumentando de manera creciente; no obstante, la seriedad en aquellos oscuros ojos castaños le confirmó que no era así y que tendría que aceptarlo. Levi no sabía si estar más furioso consigo mismo y su evidente vulnerabilidad respecto al trio de mocoso o con Erwin por ser tan perspicaz y entrometido.

Hange, perdiendo un poco de su jovialidad habitual, continuó hablando:

—Antes de que explotes y me digas que me largue de aquí y me vaya a la mierda junto con Erwin, te diré que me negué todo lo que pude a su pedido, porque, sí, Levi, este fue un pedido de su parte, no una orden —le aclaró ella, dejando así establecida la diferencia entre la preocupación de un amigo, como era el caso, y las decisiones arbitrarias de un superior—. Los dos sabíamos que te enfadarías mucho, pero luego de oír sus preocupaciones no pude negarme a hacerle este favor porque a mí también me inquieta tu situación y la de los chicos. Así que no te diré que lo siento porque no sería verdad. Espero puedas vivir con eso, enano.

—¿Por qué? —le preguntó él con verdadera curiosidad. Ella se encogió de hombros; aparte de cansada, Hange parecía un poco culpable.

—Porque siento que estoy en deuda con todo el mundo —reconoció su amiga, y el dolor cargado de arrepentimiento patente en su voz fue de la misma clase que solía embargarlo a él. Lento y agudo, como una pegajosa capa que lo cubría por completo hasta que ya no era capaz de respirar. Culpa en su estado más puro, de aquella que dejaban las heridas abiertas—. Éramos adultos y aun así no pudimos proteger a esos niños, Levi. Por nuestra incompetencia les obligamos a vivir una vida que no es vida y tuvieron que dejarlo todo atrás. Si no fuese por Erwin y lo que hizo en ese momento, lo que hizo por ti —le dijo, enfatizando aquello—, Eren seguramente estaría muerto; así que ambos se lo debemos —el aguijonazo de culpa que Levi sentía cada vez que pensaba en ello lo atravesó de golpe cerrándole la boca—. Además, no pude serte de ayuda en el momento más importante. Cargaste tú solo con la culpa y el castigo…

—Hange, no —la interrumpió él, posando una mano en su hombro para llamar su atención; un gesto muy raro de su parte ya que no era una persona dada al contacto físico. El par de ojos castaños que lo miraron estaban brillantes a causa de las lágrimas contenidas, pero ella pestañeó repetidamente para ahuyentarlas—. Hiciste lo correcto, lo que yo te pedí —le recordó con solemnidad—. El pago fue justo.

La mujer quería protestar, Levi se dio cuenta de inmediato, pero comprendió que él hablaba en serio y se tragó lo que estuviera a punto de soltarle, limitándose a asentir con un breve gesto antes de proseguir con su explicación:

—Hay un motivo más por el que Erwin quiso que viniese en persona. Hace dos días recibimos una información que ha complicado un poco las cosas y no creímos que fuese seguro enviártela por ningún medio que no fuera directo y decidí venir en persona. Por eso mismo, ya que estaría aquí, acordamos que lo mejor sería que yo también comenzara a trabajar infiltrada en la universidad; y antes de que vuelvas a intentar oponerte a eso, te recuerdo, con humildad, que en este caso soy tu superiora, Levi.

—Tch, una mierda si lo eres, Hange. Ya me vale.

En esa ocasión ella volvió a soltar una de sus estruendosas y desquiciadas carcajadas, como si sus palabras anteriores hubiesen servido para distender la tensión reinante entre ellos y aclarase todo. Y quizás lo hicieran, tuvo que reconocer Levi mientras ponía el té a infusionar. Su relación con Hange era así de rara; nunca sabía que esperar de ella.

Poniéndose de repente de pie, como si le hubiesen prendido fuego debajo del taburete, la mujer pegó un chillido y salió disparada de la cocina hacia la sala y posteriormente fuera de la casa. Acostumbrado a sus locuras, Levi intentó no prestarle mucha importancia; la reacción de Hange podía deberse a miles de motivos, como que hubiera dejado las luces del coche encendidas o que tuviese a alguien secuestrado en la cajuela del mismo; con ella nada lo sorprendería. Casi cinco minutos después, mientras él servía dos tazas de aromático té negro, la oyó llamar nuevamente al timbre.

—Mi equipaje —le dijo esta con infantil alegría mientras entraba y dejaba en el recibidor dos enormes maletas de color azul eléctrico con ruedas junto a la puerta y un bolso de mano verde oscuro que parecía a punto de reventar. Levi la contempló sintiendo auténtico terror—. El resto de mis cosas llegaran el lunes en el camión de la mudanza. Era imposible que me trajera todo en el coche.

—Hange, no —le dijo él con firmeza—. No, no y no. Puedo soportar que estés aquí por orden de Erwin, que te involucres de manera directa en este trabajo, incluso soy capaz de aguantar el hecho de que tendré que verte todos los días en la puta universidad, pero no voy a vivir contigo. Nunca más —le aclaró con rotundidad, mientras ella se limitaba a poner los ojos en blanco.

—Que melindroso eres, enano —se quejó la mujer con su ligereza habitual. Se dirigió hacia una de las maletas para abrirla y comenzó a rebuscar dentro de ella. Estaba a tope de libros y carpetas llenas de papeles, todo hecho un absoluto caos, por supuesto—. Si en esa oportunidad la pasamos muy bien.

—¿Qué mierda estás diciendo? ¡Fue una auténtica pesadilla! —le soltó él mientras recordaba aquella espantosa época de su vida. Por aquel entonces, ellos dos fueron asignados a trabajar de encubierto en Klorva, en el oeste del país, para desmantelar una red de narcotraficantes y Hange y él se hicieron pasar por una pareja de novios. Aquella, para Levi, fue una de sus primeras misiones por lo cual ella, que tenía mayor experiencia, lo respaldaría; sin embargo, el convivir juntos fue terrible. Al ser un obseso del orden, él estuvo a punto de morir a causa de aquella mujer y el caos que dejaba por donde iba. No solo era desordenada, sino que también podía llegar a ser muy, muy sucia; de solo recordarlo se ponía enfermo—. Si vas a quedarte en la ciudad, tendrás que buscarte un sitio propio donde vivir.

—Tranquilo, Levi —le dijo ella, divertida al ver su enfado—. La universidad me ha cedido uno de sus departamentos mientras trabaje aquí; creo que fue el mismo que te ofrecieron a ti y que no sé por qué rechazaste. Me entregarán las llaves el lunes así que tendrás que soportarme durante unos pocos días.

—Eso no sirve para tranquilizarme demasiado —reconoció él, pero tener una fecha límite para aguantarla era mucho mejor que el hecho de obligarla a ponerse a buscar un sitio en ese momento. Por mucho que le molestara tenerla allí, Levi jamás la dejaría en la calle. Hange suelta podía ser un peligro público; un riesgo tan enorme como un perro con rabia o algo así.

Ella le guiñó un ojo y lanzó un gritito triunfal cuando encontró un grueso sobre beige entre todo aquel desastre que era su equipaje. Se lo tendió mientras cerraba la maleta a la fuerza y él lo aceptó de inmediato revisando a la rápida su contenido.

—Por cierto, enano, en verdad te has conseguido un sitió agradable donde vivir. Pensé que por aquí todo era campo y campo y campo, ya sabes a lo que me refiero —Hange observó a su alrededor y dejó escapar un silbido de admiración—. Ya entiendo porque rechazaste las viviendas de la universidad. Por las fotos que enviaron me parecieron un poco pequeñas y no demasiado bonitas y con lo quisquilloso que eres…

Levi chasqueó la lengua en señal de disgusto. Antes prefería morir que reconocer que aquella loca tenía razón.

Nada más llegar a Shiganshina y ver el tipo de viviendas que la universidad cedía a los maestros solteros, Levi comenzó a buscar un sitio propio que alquilar. No le fue difícil hallar un pequeño departamento amoblado de dos habitaciones cerca de la facultad donde daba clases y, a pesar de ser un poco caro, decidió quedarse con él. La vivienda era amplia y agradable, con grandes y luminosos ventanales y una estancia en forma de ele con piso de brillantes cerámicos crema que servía para albergar tres de las habitaciones principales: la sala, con su amplio sofá blanco, una mesa de centro de oscura madera recia sobre una alfombra café claro y el rack café moro donde estaba posada la televisión y el equipo de música que casi nunca utilizaba; el comedor, que le seguía y era más espartano todavía, contaba solo con una cuadrada mesa de superficie de vidrio cromado y estructura metálica para cuatro personas a juego con las sillas, también metálicas y de formas cuadradas, forradas en el mismo blanco inmaculado del sofá y las paredes; y finalmente la cocina, que quizás era la estancia más compleja de toda la casa, con sus anaqueles bajos y colgantes lacados en blanco y negro, al igual que la isleta de mármol negro y los electrodomésticos que la complementaban, también de tonos oscuros. No era que a Levi le gustase demasiado cocinar, pero le encantaba tener su casa impecable y se esmeraba mucho en ello. El resto de la vivienda contaba con un pequeño cuarto de baño para visitas en cerámicos blancos que disponía de los enseres básicos y otro mucho más amplio en la habitación principal, que era la que él utilizaba. El otro cuarto más pequeño correspondía al de visitas y contaba con un amueblado muy similar al suyo: cama de dos plazas, mesilla de noche, un armario espacioso y un escritorio ideal para trabajar. Y lo mejor de todo ese sitio, es que allí contaba con privacidad, algo que para su trabajo él consideraba de extrema prioridad.

—Simplemente no quise quedarme allí porque estaba repleto de gente pululando por todos lados. Si iba a tener que moverme demasiado o reunirme con alguien en horarios menos concurridos podría haber llamado la atención y sabes que eso no es bueno; además, este sitió también me pareció mejor. Esta cerca de la universidad y no tengo a los vecinos encima, por no decir que es más espacioso y más fácil de mantener limpio —le explicó a esta mientras la oía arrastrar tras ellos sus maletas. Levi se dirigió hacia la sala donde se sentó en el sofá para sacar con cuidado el contenido del sobre y expandirlo en la mesa de centro—. Oi, Hange, trae los tés que dejé servidos en la cocina —demandó—. Puedes sacar algo para comer de la nevera si gustas, también tengo galletas en la alacena.

Al darse cuenta de que ella no le respondía, levantó la vista y se alarmó al no verla por ningún sitio. Levi se puso de pie de un brinco y cruzó el corredor central a toda prisa, encontrándola justo cuando esta estaba por irrumpir en su cuarto para curiosear, una mala manía que la mujer tenía desde que la conocía y que a él lo cabreaba en extremo.

—Oi, alto ahí, cuatro ojos de mierda —le dijo en un siseo sujetándola del cuello de la delicada y arrugadísima camisa rosa—. Nada de invadir mi espacio, ¿recuerdas? Eso es territorio prohibido.

Ella lo observó pestañeando repetidamente.

—Estaba buscando el que sería mi cuarto —explicó con sinceridad. Levi le señaló con un dedo la puerta que estaba justo frente a la suya.

—Ese, y no te acomodes mucho. Te recuerdo que de aquí al lunes te largas o te saco —abrió la puerta de la habitación, echó dentro sin muchos miramientos el equipaje de Hange y volvió a cerrar—. Y ahora, vamos a trabajar.

Mientras terminaban de desayunar en la sala el té preparado por él junto a las tostadas con huevos revueltos que hizo su amiga, Levi comenzó a revisar concienzudamente toda la documentación enviada por Erwin sintiéndose cada vez más enfermo. Por una vez Hange guardaba completo silencio, el cual solo era roto de tanto en tanto por el leve tintinear de las tazas al chocar sobre los platillos y los leves ruidos que esta hacía al masticar unas cuantas galletas de chocolate.

Para cuando acabó de leer, Levi notaba los músculos del cuello y la espalda tensos a causa de la rabia, la frustración y el miedo; sobre todo miedo por lo que estaba a punto de desatarse.

—¿No hay posibilidad de error? —le preguntó a Hange con cierta dificultad. Tenía la garganta adolorida y comprimida a causa de la angustia.

Ella negó con un gesto lento.

—Hicimos los exámenes, tres veces, y los comparamos con los que ya teníamos de los casos de años anteriores. La composición no es perfecta pero se asemeja demasiado a la muestra original con la que contamos, de hecho, los resultados que encontramos en los cuatro cuerpos que pudimos asociar con el caso de esta vez, son los más fieles a la original, por mucho, así que con Erwin no tenemos dudas de que es un derivado directo de esa droga; además, el modo de actuar de las víctimas podría ir acorde con los efectos que tiene asociados, ¿no?

Levi se mordió el labio inferior con fuerza mientras intentaba pensar y asimilar todo aquello. Nueve años atrás, tras la muerte de Grisha Jaeger, temieron que esa posibilidad pudiese llegar y trabajaron con ahínco para evitarlo pero, cuando comenzaron las primeras apariciones de portadores del compuesto, supieron que aquello se les estaba escapando de las manos. Tras la muerte de Carla y lo ocurrido con Eren, Levi comprendió que a lo que se enfrentaban no era algo pequeño, y que aquello se estaba transformado en una bomba de tiempo que podría activarse en cualquier momento del peor modo posible.

Y al parecer ese día finalmente había llegado.

Aquellos informes corroboraban que la suposición de Erwin siempre fue la acertada.

—¿Cuan cerca están de recrearla a la perfección?

Hange lo miró preocupada.

—Extremadamente cerca. Uno o dos componentes más; los que nosotros tampoco conocemos ni podemos determinar —le explicó ella—. En este momento han llegado a nuestro mismo punto, Levi, pero no sabemos cuánto más tardaran en reproducirla en su totalidad. Nosotros estamos limitados en la investigación por orden de Zackly, pero ellos no. ¿Un año? ¿Dos? Erwin temé que en cinco ya sea demasiado tarde para frenar cualquier cosa y, si esa droga se sale de control…

Se desataría el infierno, se recordó. Él lo sabía, siempre fue muy consciente de ello. La creación del doctor Jaeger podía ser tan beneficiosa como destructiva.

Tch, maldición.

—Hange, los informes sobre los sospechosos, ¿no han podido averiguar nada más? Los he revisado con detenimiento, me planteé todas las posibilidades que se me ocurrieron y me sigue pareciendo imposible que ellos estuviesen involucrados en lo que ocurrió nueve años atrás. Tal vez sí podrían haberlo estado en los hechos de hace cuatro años, pero aun así… Es demasiado descabellado.

Ella volvió a negar.

—Lo lamento, solo contamos con la misma información que tú tienes. Han atado demasiado bien esos cabos, y de momento solo disponemos de lo poco que ha podido reunir Farlan, aunque él sigue investigando. En parte, ese es otro motivo por el que Erwin me ha enviado aquí; quiere que vigile a uno de los chicos más de cerca.

Levi asintió, mientras volvía a releer el informe forense de la última víctima, una chica de catorce años que, una semana atrás, comenzó un incendio en una residencia de ancianos a cargo del gobierno de Paradise a modo de protesta contra el estado y que al estar acorralada por la policía se suicidó rajándose el cuello. El mismo patrón de disturbios y suicidio utilizado por otros tres chicos y que Zackly sospechaba se debían a un nuevo grupo antigubernamental radical liderado por jóvenes; sin embargo, en ese instante no había dudas de que la droga hallada en su sangre se asemejaba en demasía a la creada por el doctor Jaeger. ¿Coincidencia? Sí, claro.

—Levi —comenzó Hange de forma dubitativa. Cuando él posó sus ojos grises en ella, esta se pasó la lengua por los labios resecos en un gesto nervioso; signo inequívoco de que estaba a punto de soltarle algo que lo molestaría—, sé que no quieres pensar en esa posibilidad siquiera pero, los disturbios y el hecho de que Eren esté aquí… no me parece una casualidad. Shiganshina hace ocho años, Trost hace cuatro y ahora Shiganshina nuevamente. ¿No te parece raro?

Levi se lo pensó un momento, pero luego negó con un gesto y la observó entrecerrando los afilados ojos grises.

—No entiendo que quieres decir con eso. ¿Qué Eren tiene tan mala suerte que termina metiéndose de lleno en los problemas o que Eren es la causa de los problemas? —le preguntó con una frialdad glacial.

—Creo que lo último es más acertado —reconoció esta con pesarosa sinceridad—. Quieren a Eren, siempre lo han hecho, así que donde sea que él se encuentre, ellos lo buscaran mientras siguen poniendo su plan en marcha. Me parece que al igual que nosotros, suponen que es la pieza que les falta. No van a detenerse hasta conseguirlo, Levi, y los dos sabemos lo que son capaces de hacer para lograrlo.

—¿Por qué ahora? —le preguntó con seriedad a esta—. Durante los últimos años también han ocurrido incidentes en distintos puntos del país y el mocoso estaba inubicable. De hecho, Eren está legalmente muerto. Entonces, ¿por qué ahora? Si lo que supones es cierto, ¿cómo saben que él está aquí, en Shiganshina y no en la otra punta del país? Explícamelo, Hange, porque no puedo ver la lógica en tu suposición.

Quitándose las gafas para limpiarlas, la mujer se tomó unos minutos de silencio para meditar su respuesta. Levi no quería presionarla, sabía que ella no era la culpable de nada de eso, pero se sentía… tan impotente. Estaba furioso con el mundo.

Finalmente, ella le dijo:

—Erwin tiene una hipótesis, y no me parece errada del todo. Él está convencido de que tenemos un espía infiltrado —comentó con absoluta simpleza, mientras que a Levi se le formaba un nudo en el estómago—. No creemos que sea alguien tan cercano a nosotros, ya que al parecer no sabían que Eren estaba vivo ni que se estuvo escondiendo durante todo este tiempo, aunque pueden haberlo sospechado; pero sí lo suficiente para percatarse cuando él comenzó a moverse otra vez. Bastó con que el chico se matriculara en la universidad de Shiganshina para que los atentados volviesen a concentrarse en esta zona nuevamente. Ah, y por cierto, lo hemos comprobado y las inscripciones de nuestros tres sospechosos son posteriores a las de Eren, incluso uno está en su misma facultad y toma clases con él.

Levi abrió mucho los ojos de la sorpresa.

—¿El que filtró la información es alguien que lo conoce?

—Probablemente, y también puede que sea alguien dentro de nuestra rama de seguridad que pueda tener acceso a información confidencial de las universidades —explicó—. Durante estos últimos años Hannes siempre fue muy cuidadoso con las fichas médicas de los chicos, los documentos de la escuela y sus credenciales de identidad. Nunca descuidamos nada, Levi, hasta ahora —tomó un de los informes de la mesa y comenzó a juguetear con él, nerviosa—. Lo he comprobado personalmente y ninguno de los tres utilizó su apellido real para matricularse, así que ese no fue el problema; pero, solo basta con ver una fotografía de Eren para reconocerlo ya que a pesar de haber crecido y cambiado un poco durante estos años, él tiene una apariencia demasiado peculiar, no es alguien que pase fácilmente desapercibido, ya lo sabes; y las fichas de estudiantes llevan una foto por obligación.

Llevándose las manos al rostro durante un momento, Levi intentó calmarse lo suficiente para que el latido desbocado de su propio corazón dejara de atronarle en los oídos. Las palabras de Hange fueron más certeras que una puñalada en el estómago, y era consciente de que su ansiedad se debía a que ella tenía razón. A aquellos malditos nunca les importó en lo absoluto mancharse las manos de sangre inocente en su intento de conseguir al chico, y no creía que fueran muy diferentes ahora. ¡¿En que mierda estaba pensado Grisha Jaeger cuando puso al mocoso en esa situación suicida?!

Si el maldito médico siguiera vivo, Levi lo habría molido a golpes.

—Yo me encargaré de Eren —dijo él con fría resolución, volviendo a ser dueño de sí mismo. Al ver a la otra abrir la boca para, seguramente, rebatir su idea, Levi hizo un gesto con la mano para indicarle que guardara silencio un poco más—. Hoy en la tarde me reuniré con ellos tres y les contaré todo. Es tiempo de que estén al tanto de lo que está ocurriendo para que puedan defenderse.

Hange lo miró alarmada, sus ojos se veían enormes tras las gafas.

—¡Levi, esta es información confidencial! —le recordó al borde del terror, lo miraba como si él hubiese perdido la cabeza y tal vez, pensó con ironía, lo había hecho—. ¡No puedes decirles nada a los chicos! ¡Si Zackly se llega a enterar…!

—Que le den a Zackly por el culo, me da igual. No movió ni uno de sus malditos dedos cuando le informé lo que estaba ocurriendo en Trost. ¡Iba a sacrificar a Eren como a un maldito peón, Hange! ¡El chico tenía dieciséis años y al muy bastardo le daba igual mientras pudiese resolver su maldito caso! —le espetó indignado, aun terriblemente resentido al recordar aquello—. ¿Crees que ahora será distinto? Ese vejestorio solo actúa cuando le conviene y no le importa lo que tenga que perder mientras pueda obtener beneficios de ello. No voy a permitir que vuelva a poner a Eren en la línea de fuego por su conveniencia; no mientras este no sepa nada de lo que está ocurriendo. No es un soldado, no es un arma, no es una cosa; él tiene derecho a elegir como cualquiera de nosotros.

Resignada ante su arrebato tan poco común, ella levantó las manos frente a su pecho en señal de rendición. Algo en su expresión denotaba el cansancio acumulado de años por aquel trabajo de mierda en el que ambos estaban metidos y lástima; aunque Levi, alterado como estaba, no era capaz de descifrar si aquella conmiseración era por él, por Eren o por esa situación que se asemejaba a una maldita tela de araña que parecía tenerlos atados a los dos.

Él también se sentía muy cansado de todo aquello. Mucho más viejo de lo que realmente era.

—Bueno, bueno, Levi, has lo que desees. Sabes que de todos modos te voy a apoyar aunque termine con el agua hasta el cuello —le dijo Hange soltando un pesado suspiro, aunque luego rompió a reír sin razón aparente. Cuando finalmente se detuvo y lo miró, lucía mucho más entera y desenfadada—. En verdad debo estar loca para meterme en estos líos contigo, enano. Que pareja hacemos. Una muy rara, seguramente.

—Quien sabe —murmuró él en respuesta, pero un deje de sonrisa asomó a sus labios.

Acercándose un poco hasta quedar sentada a su lado en el blanco sofá, ella, ignorando su mueca de disgusto, le pasó un brazo por los hombros en un gesto de cariño fraternal.

—Entonces, Levi Ackerman, vamos a cuidar de nuestros chicos una vez más —Hange levantó su taza de té cual si fuese un vaso con licor y lo miró divertida al ver su expresión de confusión—. Porque esta sea la definitiva, viejo amigo —le dijo a modo de brindis antes de entrechocar su taza con la de él provocando un suave tintineo y llevársela a los labios.

Quizás debido a lo agotado que se sentía o tal vez porque su cabeza no era capaz de pensar con claridad en ese momento o simplemente porque una pequeña parte de él quería sentirse tan esperanzado como ella, Levi también bebió un sorbo de su té y le dijo a modo de respuesta:

—Porque sea la definitiva.

 

——o——

 

Mientras conducía rumbo a la dirección que Levi le envió por mensaje el día anterior, Eren notaba el corazón acelerado retumbando dentro de su caja torácica y el estómago contraído producto de los nervios. La noche pasada apenas y pudo dormir, demasiado inquieto a causa de los malos sueños; pensando con insistencia en lo cerca que estaba de averiguar la verdad tras el asesinato de sus padres y de conocer el motivo real por el cual sus vidas tuvieron que cambiar de aquel modo. Estaría un paso más cerca de conseguir su venganza y poder acabar finalmente con toda su angustia.

¿Qué pensaría de él Levi si le hablara de su determinación, de su deseo de hacer justicia? ¿Estaría de acuerdo con él o intentaría disuadirlo como lo hacían Mikasa y Armin?

Eren siempre supo que Levi Ackerman era un hombre peligroso, alguien capaz de matar si era necesario; este nunca se lo ocultó e incluso él mismo lo comprobó de primera mano años atrás, pero Eren también fue siempre consciente de que, por más que le enseñara a defenderse y a luchar, que lo instruyera como utilizar un arma, Levi no quería aquel tipo de futuro para él.

Sin embargo, ya no podía dar marcha atrás. Eren estaba decido a seguir avanzando al precio que fuera, aunque todo el mundo terminara por ponerse en su contra.

Mientras sintonizaba la señal de la radio para poner algo de música, se preguntó si parte de la ansiedad que lo embargaba estaría reflejada en su rostro. Notaba como Armin, que le hacía de copiloto y le daba charla, lo miraba nervioso de tanto en tanto, corroborando la hora en el reloj de su móvil y volteando a ver a Mikasa que seguía sumida en su malhumorado mutismo en el asiento de atrás, casi como si esperara que ella les dijese algo. Sí, la intranquilidad de su amigo era evidente, aunque pensándolo bien, se dijo Eren, esta también podía deberse al hecho de que al no recordar muy bien las calles tras tantos años de ausencia, dos veces estuvieron a punto de irse contra el tránsito, ganándose una serie de insultos y bocinazos de parte de los otros conductores.

A pesar de que conducir no era una de sus actividades favoritas, los tres se vieron obligado a aprender tiempo atrás por recomendación de Hange y órdenes de Levi; de hecho, las primeras lecciones sobre conducción se las dio este cuando Eren tenía dieciséis años y todavía vivían juntos en Trost, pero fue Hannes quien terminó de enseñarles a sus amigos y a él. Sorprendentemente para todos, Eren fue el único que logró sacarse la licencia al primer intento, mientras que Armin y Mikasa solo lo consiguieron en su segundo esfuerzo; aun así, su hermana frente al volante era un auténtico peligro ya que no medía bien las distancias y frenaba o aceleraba repentinamente, motivo por el cual preferían no arriesgarse con ella a menos que fuese estrictamente necesario y, por otro lado, su amigo solía ponerse tan nervioso que hasta los ancianos conducían más deprisa que él. Era por eso que cuando necesitaban salir en coche, Eren era la única opción medianamente decente.

Fingiendo prestarle atención a Armin que le contaba sobre sus clases en la facultad de Derecho esa semana, Eren rememoró lo ocurrido la noche anterior con Levi. Tal y como le dijo que haría, este le envió un mensaje con las indicaciones necesarias para su encuentro; breves e impersonales palabras con una dirección y la ruta que debían seguir. Un “gracias” o un “nos vemos” hubiesen sido la contestación adecuada, pero él no quería aceptar ese tipo de trato frío y formal por su parte. Odiaba ese lado de Levi, el que era capaz de apartarlo sin miramientos ni sentimentalismos aunque él estuviese desfalleciendo de dolor; una parte de su forma de ser a la que Eren siempre se reveló en el pasado, obligándolo a que lo notase, a que reaccionara a él; y, quizás por ello, por su rebeldía innata, siguió mensajeándolo, preguntándole cosas obvias, puras boberías, hasta que finalmente el hombre se hartó y dejó de responderle. Eren debería haberse sentido molesto o herido por su indiferencia, pero por una vez no fue así, ya que aunque solo hubiese sido por una hora, unos cuantos minutos robados dentro de un día tan largo, Levi bajó la guardia lo suficiente para permitirle acercarse a él una vez más.

Solo tenía que ser paciente, se recordó Eren. Si no perdía la cabeza, como era su costumbre, y aprovechaba esa posibilidad que le estaba brindando la vida, quizás pudiese volver a tener una oportunidad…

Ya que la dirección que Levi les dio se encontraba emplazada a las afueras de la ciudad de Shiganshina, en plena zona rural, y que hacer el recorrido a pie o en el trasporte público les tomaría bastantes horas, los tres llegaron a la conclusión de que lo mejor sería pedirle a Hannes prestada su vieja camioneta Chevrolet Luv de color gris acero. Esa mañana durante el desayuno, cuando le pidieron si les podía dejar el coche, este les dijo que sí de inmediato, ni siquiera un poco inquieto por cuales fuesen sus planes para esa tarde de sábado ya que, seguramente, suponía que querían ir a recorrer un poco los alrededores. Eren no pudo evitar sentirse algo culpable por esconderle aquella información, pero ninguno de ellos quería decirle todavía nada al hombre hasta haber hablado antes con Levi.

Tras cruzar el puente que separaba la ciudad de la zona agrícola, Eren miró con nostalgia en dirección hacia el lugar donde solía estar su casa antes del incendio; aquel recuerdo aún lo hería demasiado, sobre todo por la pérdida de su madre y el no haber podido hacer nada para ayudarla. Al observar por el espejo retrovisor, se percató de Mikasa, cuyos oscuros ojos estaban clavados en la ventana del coche, y la expresión de profundo y doloroso anhelo que inundaba su bonito rostro al contemplar aquellas casas de campo tan parecidas a la vivienda en la que ella creció y vivió cuando era una niña junto a sus padres. A lo largo de los años, Eren muchas veces renegó de su mala suerte y se sintió desdichado por todo lo perdido, pero no podía dejar de pensar que tanto su hermana como Armin estaban en la misma situación que él. Prácticamente solos en el mundo, huérfanos por culpa de la inconciencia de alguien más.

Todos ellos tenían tantas heridas abiertas todavía… Si tan solo pudiese vengarse…

El estruendo del bocinazo y el grito ahogado de Armin lo hicieron regresar de golpe a la realidad, obligándolo a frenar en seco antes de colisionar con el otro coche.

—¡Por Dios, Eren, te has equivocado nuevamente! —lo recriminó su amigo con el rostro pálido a causa del susto. Mientras él estacionaba en el bordillo, este le enseñó el GPS del móvil. En efecto, había virado en la calle incorrecta, por tercera vez—. Por favor, concéntrate —le pidió el otro chico, parecía en verdad preocupado—. Me encantaría poder llegar vivo al lugar del encuentro y además, sabes que Levi detesta la impuntualidad.

—Maldito enano, por mi podría esperar todo el día —masculló Mikasa desde el asiento trasero, escondiendo la parte inferior del rostro en la bufanda roja que no encajaba para nada con el bonito vestido azul marino sin mangas y hasta las rodillas que llevaba ese día. Ante su comentario, él y Armin intercambiaron una mirada de resignación.

Desde la noche anterior y hasta antes de salir de casa, ambos intentaron razonar con la chica y convencerla de que lo mejor sería que solo ellos dos fuesen a reunirse con Levi. Se lo suplicaron, se lo ordenaron, fingieron enfadarse con ella, incluso Armin llego a sugerir grabar el encuentro para que así Mikasa pudiese enterarse después de lo que hubieran hablado, pero no hubo caso. O iban los tres o no iba ninguno, les dijo ella, obtusa, y ante esa amenaza no tuvieron más remedio que llevarla a pesar de lo molesta que iba.

La zona rural a las afueras de la ciudad de Shiganshina era en verdad extensa, motivo por el cual la mayor producción agrícola del país dependía de ella. Miles de verdes hectáreas de cultivo y ganado pastando se apreciaban hasta donde llegaba la vista. Las granjas se diseminaban aquí y allá sin un orden fijo, apareciendo de la nada repentinamente como si también hubiesen brotado de la misma tierra, tan diversas como los mismos campos. Con el verano ya encima, las horas de sol comenzaban a ser más largas, motivo por el cual aún podían verse algunos trabajadores afanados con sus cultivos y a niños jugando o correteando por los caminos. Esta era, sin lugar a dudas, una estampa pacífica y hermosa, muy distinta al ajetreo constante en el que se sumía la ciudad. Eren recordó de pronto, que uno de los motivos por el que casi siempre aceptaba acompañar a su padre allí era porque aquel sitio le hacía sentir tranquilo, menos ansioso; y a pesar de los años y el tiempo trascurrido comprendió, mientras notaba ralentizarse el desenfrenado fragor de su corazón, que eso no había cambiado demasiado.

Faltando apenas cinco minutos para las seis de la tarde, dieron finalmente con la dirección indicada por Levi. Era una pequeña casita rústica de una planta, hecha por completo de la madera de troncos naturales apenas trabajados y que puestos horizontalmente fueron dando forma a la estructura de la vivienda sobre la base de madera más oscura en la que esta se levantaba. El techo a dos aguas también era de tejas oscuras, coronado por una chimenea que en ese momento por supuesto estaba apagada mientras que todas las amplias ventanas que daban al exterior se hallaban cerradas por completo con sus cortinas blancas. A pesar de ser bonita a simple vista, cuando se observaba más detenidamente se veía un poco dejada de mano ya que la barandilla de la terraza parecía estar descascarada por el sol y algo de musgo estaba creciendo en las paredes de la vivienda. El jardín que la rodeaba también era un desastre de colores verdes, blancos, lilas y rosas a causa de los hierbajos, las verbenas y las petunias que crecían descontroladas, como si nadie hubiese cuidado de ellas en mucho tiempo.

—Bueno, ya estamos aquí —les dijo Armin a ambos mientras Eren terminaba de aparcar la camioneta. El chico estaba sentado muy envarado en su asiento y tamborileaba nerviosamente los dedos sobre sus muslos enfundados en los pantalones de pinzas en color beige que llevaba, a juego con la camisa celeste abierta al cuello y arremangada hasta los codos; un atuendo formal para un encuentro importante, algo típico de su amigo; todo lo contrario a él que, con su vieja camiseta negra desgastada y los vaqueros del mismo color rajados en las rodillas, parecía muy desastrado. Ahora se arrepentía de no haberse esmerado un poco más por lucir mejor—. Por favor, chicos, recuerden lo que hablamos ayer: nada de alterarse, nada de discusiones, amenazas ni perder la cabeza. Solo hemos venido a intercambiar información —acotó, aunque sus ojos azules se clavaron con insistencia en Mikasa que asintió con un seco gesto de cabeza. Cuando su hermana miró en su dirección, lucía un poco desanimada, y Eren deseó consolarla; decirle que no tenía nada de qué preocuparse, que todo saldría bien, pero, ¿sería así?

Volviendo a ponerse nervioso, tragó con dificultad y escudriñó a su alrededor, sintiéndose un poco inquieto al no ver indicios de que Levi estuviese allí esperándolos. Eren no esperaba que este los recibiese en la puerta, pero…

—Ya ha llegado —se apresuró a decirle Armin como si le hubiera leído el pensamiento, señalando con un dedo un punto al otro lado de la cabaña que quedaba casi por completo a resguardo—. Allí está su coche.

Mirando con mayor atención, Eren pudo vislumbrar parte de un capó negro que apenas era visible. Como casi siempre, su amigo tenía razón.

—Sigo insistiendo que esto no es necesario —soltó Mikasa, saliendo finalmente de su malhumorado mutismo. Quitó el seguro manual a su puerta y luego procedió a desprenderse del cinturón de seguridad, sin mirarlos siquiera mientras estaba enfrascada en la tarea—. Solo les recuerdo que cuando Levi nos dejó a cargo de Hannes fue muy claro en que no volvería a vernos y por mi está bien, me da igual aunque sea mi primo. Podría morirse y no me importaría en lo absoluto —prosiguió. Sus bonitos y oscuros ojos grises se clavaron en Eren a través del espejo, como retándolo, desafiándolo, a que protestara ante sus palabras, pero por una vez él no lo hizo—. Este estúpido encuentro solo servirá para traer más dolor a todos, sobre todo a Eren. Un tonto error más —les dijo al tiempo que abría la puerta, se bajaba del coche y la cerraba con fuerza antes de avanzar en rápidas zancadas hacia la cabaña.

—Dios, Mikasa… —suspiró Eren. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento mientras aferraba con fuerza el volante del coche. Desde la conversación que ambos tuvieron aquella noche, días atrás, notaba que su hermana estaba un poco rara con él, demasiado susceptible, un poco molesta e hipersensible con el asunto de aquel encuentro. Cada vez que este salía a colación, se enervaba como una gata furiosa; deseosa de tener alguna excusa para discutir con Eren si este se atrevía a defender a su antiguo tutor en desmedro de ella. Tener que lidiar entre los dos era agotador; siempre lo había sido. Esperaba no tener que llegar a ese punto nuevamente.

Eren recordaba que meses atrás, cuando Mikasa le confesó sus sentimientos y él la rechazó, explicándole con la mayor delicadeza posible que no podía corresponderla ya que no le interesaban las chicas porque era gay, su hermana reaccionó de una manera similar. En aquella ocasión, el distanciamiento de esta duró cerca de una semana, el tiempo que ella, le confesó luego, demoró en asimilar la noticia a pesar de que ya lo suponía. No obstante, esa vez no era lo mismo, se dijo Eren molesto; fue la propia Mikasa quien reconoció estar al tanto de la relación que él mantuvo con Levi, Eren solo se limitó a confirmar sus sospechas casi por obligación, pero ella reaccionó como si la hubiese traicionado de la peor manera. Como si esperara que él lo negara todo y le dijera que eran imaginaciones suyas, pero, ¿esa mentira ayudaría a alguien? ¿Podría cambiar las cosas para ellos? ¿Haría realmente feliz a alguno de los tres? Porque, por más que Mikasa deseara que Levi desapareciera y que él la amara, Eren nunca sería capaz de enamorarse de ella porque no estaba en sus manos el poder hacerlo, solo podía quererla como a una hermana aunque a ella no le bastara; por su lado, él ni siquiera sabía si podría arreglar las cosas con Levi en algún momento o si este aceptaría sus sentimientos siquiera; mientras que aquel hombre, como siempre, era un completo misterio, generando tanto amor como odio, miedo y necesidad en partes iguales. Lo único que les quedaba a todos ellos era seguir allí, juntos y enredados en aquel tipo de enredada madeja que eran sus mutuos sentimientos, tan dispares y contradictorios, confiando en que algún día pudiesen ser capaces de deshacer ese lío y encontrar el camino correcto para cada uno.

—Déjala, solo está un poco celosa; sabes que nunca le gustó que le prestases más atención a Levi que a ella. Pero ya se le pasará —Armin le ofreció una suave sonrisa y palmeó uno de sus brazos en un gesto de afecto—. Además, sigue un poco molesta con él porque nos dejó aquel día con Hannes.

Eren lo miró con sus ojos verdes llenos de escepticismo.

—Mikasa odiaba a Levi. Siempre ha insistido en que el librarnos de él fue lo mejor que pudo pasarnos —soltó, recordando con un nudo de dolor en el pecho las duras palabras que su hermana le dijo años atrás y que todavía quemaban de un modo horrible.

La mirada que su amigo le dedicó estaba llena de mudo desconsuelo.

—Eren, no seas tonto —comenzó con su habitual tono de infinita paciencia—, Levi es su primo. Él y Mikasa son familia, la última que les queda a ambos aunque a ninguno de los dos les guste reconocerlo; y, por más que ella reniegue y diga que no le importa, está en verdad muy dolida porque Levi la abandonó, no una, sino, dos veces. Creo que le asusta mucho el llegar a creer nuevamente en él y que las cosas terminen como antes. Lo cierto es que a mí también me atemoriza un poco —reconoció su amigo con un amago de sonrisa.

Durante unos pocos segundos, él se quedó meditando sobre lo que Armin acababa de decirle, sin saber muy bien si creer en ello o no, pero comprendiendo de pronto que él no era el único que tenía sentimientos por Levi, buenos o malos; fáciles o difíciles de aceptar.

Para Eren, la relación de ambos Ackerman siempre fue más que mala. Ni Mikasa ni Levi eran de hablar mucho o demostrar mucho. Desde que comenzaron a convivir parecieron llegar a un acuerdo mutuo de conservar sus propios espacios e interferir lo menos posible en la vida del otro, por lo cual apenas y tenían pláticas entre ellos o pasaban tiempo a solas; además, Eren tenía que reconocer que en el pasado él mismo, de manera inconsciente, fue quizás responsable de aquel distanciamiento, ya que casi siempre intentaba acaparar gran parte del tiempo de Levi. Era un maldito mocoso egoísta, como este no se cansaba de repetirle.

Aun así, si pensaba detenidamente en ello, podía darse cuenta de pequeños detalles en los que jamás antes hubo reparado. Levi, a pesar de lo frío y reservado que se mostraba casi siempre, nunca fue malo con Mikasa en los más de cinco años que estuvo viviendo con ellos. Cada vez que les enseñaba a Armin y a él algo que pudiese serles útil, también lo hacía con su prima, sin discriminarla por ser una chica. Mikasa aprendió a luchar cuerpo a cuerpo, a pegar puñetazos, a usar una cuchilla, a disparar un arma, a montar a caballo, a conducir un coche al igual que ellos; ganándose los halagos de este cada vez que hacía las cosas bien. Las pocas veces que cayó enferma luego de llegar a Trost, fue Levi quien la cuidó, velándola en su propio cuarto hasta que ella estuvo mejor; incluso, y a pesar de que no fuese su obligación, él jamás se olvidó de darle algún presente por Navidad o su cumpleaños al igual que a ellos.

Sí, fueron tantas cosas que Eren no vio, aterrado como estaba en aquel entonces a causa de sus propios sentimientos desbordados, ansioso por conseguir su atención y aprobación; pero ahora, que su amigo acababa de abrirle los ojos casi a la fuerza, podía darse cuenta de ello. A su manera tan poco demostrativa, Levi se preocupó y cuidó de Mikasa, y ella, que lo había perdido todo, se aferró a este del mismo modo desesperado que lo hicieron él y Armin, porque Levi Ackerman se convirtió en lo único seguro que tenían en aquel mundo inestable y desquiciado en el que se vieron inmersos. Por supuesto que su abandono debió haberla afectado tanto como a todos ellos.

Otra herida más sin cerrar en aquella lista que parecía casi interminable…

Eren asintió en silencio y con eso bastó para que su amigo entendiera que aceptaba su punto.

Apoyándose con una mano en la desgastada barandilla de madera de la terraza que bordeaba la cabaña, con gesto de cansado hastío y la falda de su vestido revoloteando suavemente entre sus piernas a causa de la débil brisa estival, Mikasa les hizo un gesto con la mano para que se diesen prisa.

Eren y Armin bajaron del coche al mismo tiempo, y una vez estuvieron los tres reunidos fuera de la cabaña, el nerviosismo patente en sus posturas y rostros fue evidente. Los tres estaban muy asustados de enfrentarse a Levi nuevamente, cara a cara después de tanto tiempo.

—Juntos —les dijo él bajito, asegurándose de que solo ellos lo pudiesen oír. Ante eso, Mikasa sonrió débilmente y le tendió una mano que Eren sujetó con la suya, una muda tregua entre ambos, mientras que su amigo fue mucho más demostrativo, estrechándolos rápidamente en un abrazo compartido.

—Como siempre —fue su respuesta al tiempo que se apartaba y, seguro como se mostraba siempre en las situaciones más complicadas, Armin se acercó a la recia puerta de madera y llamó tres veces.

Solo tuvieron que esperar unos pocos segundos para que esta se abriera y que la menuda y pequeña figura de Levi Ackerman los confrontara desde el otro lado. Con el ceño fruncido y los ojos grises entrecerrados, los observó con los brazos cruzados sobre el torso enfundado en una camisa gris claro solo un poco más pálida que el tono de los vaqueros que llevaba en ese momento. Como siempre, este parecía destilar por cada poro de su blanca piel aquella especie de silencioso peligro que advertía tener cuidado.

—Me han hecho esperar tres minutos, mocosos de mierda. Confío en que tengan una buena excusa, saben que odio la impuntualidad —les soltó con enfado.

Los tres intercambiaron rápidas miradas nerviosas y cómplices, del mismo tipo que compartían años atrás antes de algún regaño serio.

Algunas cosas nunca cambiaban, pensó Eren al contemplar el semblante ansioso y culpable de Armin y el gesto de fastidio de Mikasa al oír aquel reproche, así como al notar el revuelo de cálidos sentimientos que Levi seguía despertando dentro de él y que amenazaban con desbordarse en cualquier momento cuando sus miradas se encontraron, como tantas otras veces en el pasado.

A pesar de los muchos años trascurridos, nada entre ellos parecía haber cambiado demasiado, y en el fondo Eren se alegraba un poco por eso.

 

Notas finales:

Hola a todos quienes se han dado el tiempo de llegar hasta aquí, como siempre, mil gracias y espero que él capítulo les haya gustado.

Esta vez ha tocado un capítulo que espero, vaya aclarando más las cosas que son el trasfondo importante de la historia. No digo que la relación de Eren y Levi no lo sea, pero no es lo único importante. Así que si han notado poca interacción entre ellos, pido perdón por eso, pero prometo que en la próxima parte de Pecado sí lo habrá.

Lo otro, es que voy a informar de lo siguiente. Desde el 05 de septiembre al 05 de octubre por motivos de mis estudios, estaré en Londres, fuera de mi país. Por eso, actualizar durante ese mes me será imposible porque tengo una agenda copada. Puede que de Catarella alcancé a publicar uno o dos capítulos más antes de mi partida, pero hasta que regrese no habrá actualizaciones de ninguna de mis historias. Esto lo aviso para que no crean que la escritora se fugó o puso la historia en hiatus por falta de inspiración o lo que sea, simplemente será por motivos de estudio y cuando regrese retomaré todo nuevamente con normalidad.

Bueno, como siempre gracias a todos quienes dejan mensajes, agregan en sus favoritos, siguen la historia o votan en ella. Espero solo que siga valiendo la pena.


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