Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Enredados por AniBecker

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Llevaba un tiempo dándole vueltas, y quería hablar con Mayuzumi, aunque por otra parte, tenía miedo de cómo reaccionara.

Cogió su mochila, se colocó su bufanda y abrigo y, despidiéndose antes de su abuela, salió dirección a la cafetería dónde había quedado con Mayuzumi.

El peligris aún no había llegado, miró su reloj y vio que sólo habían pasado diez minutos de la hora de salida del trabajo de su pareja. Chihiro había encontrado empleo de medio tiempo en una librería por las tardes, mientras que por las mañanas iba a la universidad.

Él también había encontrado uno, aunque no fuera todos los días ni igual de pagado que él, ya que se trataba de niñero. No se quejaba, porque a él le gustaban los niños, y en un futuro quisiera tener su propio jardín de niños, por lo que este próximo curso que iniciaba la universidad, estudiaría educación infantil.

No tardó mucho en llegar Mayuzumi, y le indicó con la mano dónde se encontraba.

—Perdón por el retraso, tuve que organizar y colocar un pedido —se disculpó el de ojos grises, mientras lo saludaba y se sentaba.

—No te preocupes, fui yo, que llegué un poco antes. ¿Mucho trabajo entonces?

—Para nada, sólo fue un pedido de última hora que llegó, estuvimos toda la tarde esperándolo. Estoy muy contento trabajando allí.

—Me alegro que te vaya bien —sonrió levemente, bajando su mirada hacia el pedido que la camarera les acababa de traer.

—Te ocurre algo, ¿verdad? —cuestionó—. ¿Qué es lo que pasa?

—Bueno, verás… —tomó aire—… quería proponerte una cosa. Ambos tenemos trabajo, aunque sí, ya sé que no es mucho aún, pero…

—No me digas que tú también quieres un hijo, como los demás amigos tuyos —dejó caer, pero sin molestia en su tono de voz.

—¡No! Bueno, no sé. Dos omega es muy difícil que tengan hijos, la mayoría de los casos, para poder tenerlos tienen que realizarse unos estudios médicos, ya que de forma natural es muy difícil. —respondió, con nerviosismo—. Lo que quería decirte era que si nos íbamos a vivir juntos.

—Vivir juntos —repitió las últimas palabras del peli celeste.

—Sí, alquilar entre los dos un apartamento pequeño, que no cueste mucho —hubo un pequeño silencio, y Tetsuya temió que su pareja se hubiera molestado.

—Pues sí que tiene que ser barato entonces, porque nuestros sueldos tampoco es que sean altos —la cara del menor se iluminó, al ver al otro sonreír levemente.

—¿Eso es un sí?

—Lo es, aunque como te dije, tiene que ser uno barato, y tendríamos que buscar por varias inmobiliarias. ¿Tienes alguna en mente?

—Bueno, es cuestión de mirar, no tengo ninguna en mente.

—¿No te va a dar pena dejar a tu abuela sola?

—Sola no estará, un tío mío, hermano de mi madre, dice que se marche con él al pueblo, que Tokio es una ciudad demasiado ajetreada y grande para ella, que necesita tranquilidad. Aunque iré a verla seguido siempre que pueda, desde pequeño he estado con ella, claro que la voy a echar de menos. ¿Y tú, a tu madre?

—Pues sí, algo así, aunque él estará mejor sin mí, así tiene siempre el apartamento solo para poder trabajar, ya me entiendes —hizo una mueca de disgusto, y el de Seirin no volvió a decir nada más.

Lo importante era que iban a irse a vivir juntos, aunque primero tenían que encontrar un apartamento que se adecuara a ellos. Lo bueno era que, como Mayuzumi ingresó en una universidad de Tokio, no tenían que estar viéndose cada poco tiempo, cuando él estaba aquí y Chihiro en Kioto.

.

.

No se podía creer que se encontrara justamente ahí, pero más aún que haya aceptado todo aquello. Entró mirando hacia todas partes, nervioso y avergonzado, si se podía decir más. Al llegar a la sala, su madre saludó dando los buenos días, obligando que él hiciera lo mismo.

Con desgano, levantó su mano temblorosa, viendo cómo algunas de las personas en esa sala le devolvían el gesto sonriendo. Se sentó en un asiento vacío, al lado de un chico de cabellera morena, que no le vio la cara porque se encontraba leyendo una revista.

—Ahora vuelvo, me está llamando tu padre, seguro se debe estar peleando con cualquier electrodoméstico, voy a responder antes de que haga un estropicio en la cocina —quiso decirle con la mirada que no lo dejara solo, pero su madre se alejó rápidamente haciendo que el insistente tono del teléfono dejara de sonar.

Suspiró, dejándose escurrir un poco en su asiento, cruzándose de brazos, que su madre lo haya dejado solo ahí hacía que se sintiera más nervioso todavía, esa situación le estaba desbordando.

—Vaya, mira a quién tenemos aquí, nunca me imaginé llegar a verte en un sitio así, Aomine —giró su cabeza, completamente petrificado. Que alguien conocido lo viera ahí, hacía que quisiera que la tierra se lo tragara en ese mismo momento.

Se encontró con el chico de cabello negro y gruesas cejas, que soltaba con un poco de dificultad queriendo alcanzar la mesita de cristal para soltar la revista que, hasta hacía poco, estaba leyendo.

—¿Tú… tú eres el que lesionó al número siete de Seirin, no es así?

—El mismo que viste y calza —curvó sus labios en una sonrisa algo tétrica, típica de él.

—¿Qué haces aquí? —pregunta fuera de lugar, después de mirarlo detenidamente.

—Creo que por lo mismo que tú, ¿verdad? ¿De cuánto estás? —se mordió el labio inferior, algo nervioso, dudando si responderle.

—Nueve semanas, que no sé de cuánto es eso —murmuró casi inaudible.

—Así que por eso fue por lo que te desmayaste en el partido que jugaste contra Seirin —el moreno asintió—. Qué irresponsable por tu parte, jugar sabiendo tu estado.

—Yo no lo sabía, ni se me pasaría por la cabeza que esto podía pasarme a mí —se defendió molesto. ¿Quién era ese para darle clases de moral y responsabilidad?

—Eres omega, debes ser consciente de estas cosas. Y nueve semanas son dos meses —se inclinó nuevamente con dificultad y cogió otra revista.

—¿De cuánto estás tú? —preguntó posando su vista en el abultado vientre del otro.

—Treinta y una semanas.

—¿Cuánto es eso? —el otro frunció el ceño—. No sé cuándo se habla de semanas.

—Vete acostumbrando, porque normalmente se suele decir por semanas que por meses —se llevó una de sus manos a su vientre—. Son siete meses, acabo de entrar en el tercer trimestre.

—Entonces falta ya poco.

—Ahora en verdad viene lo más pesado, ya sabrás de lo que hablo. Me imagino que quién es tu alfa es Kagami, ¿no? —se llevó un dedo a su nuca, señalando su marca.

—No le he permitido marcarme, no es mi alfa, no somos pareja ni nada, ni quiero —confesó tomando él ahora una revista, para mantener su vista sobre algo.

—No te habrá marcado, pero es tu alfa, quieras o no, y el padre, después de todo.

—No eres nadie para meterte en mi vida —bufó molesto. El otro sonrió.

—¿Sabes? Entiendo tu actuar, en serio. A mí me pasó lo mismo. Seguro que maldices una y otra vez haber nacido omega, preguntándote el por qué a ti. Negarte a creer y ver quién es tu alfa. Y más aún, quejarte de que te esté sucediendo todo esto.

—¿Qué quieres decir?

—Siempre he odiado ser omega, el pensar que yo tenía que ser el sometido a alguien, pensar en quién diablos sería mi pareja destinada, por qué debería estar con una persona que quizá ni me gustase sólo por ser destinados, que alfas depravados te miren con deseo y lujuria, pero perversa, viéndote como un trozo de carne con el que desahogarse sexualmente, ser considerado una raza inferior, pasar por los malditos e insoportables celos, que te hacen vulnerables, sensibles y completamente sumisos, deseando a tu alfa, y por último, pasar por un embarazo. Es irreal, ¿verdad? Que un hombre sea capaz de concebir, va contra natura ¿no es así? 

Daiki agachó su mirada, perdiéndose en las letras de la portada de la revista que apretaba con sus manos que, al no enfocarlas, las veía borrosas. Estaba completamente de acuerdo con las palabras de ese chico, él también sentía justamente lo mismo.

—Me imagino que ha sido un golpe duro enterarte de tu embarazo, ¿no es así?

—Demasiado, ¿para ti no?

—Claro que sí. Hasta quise abortarlo, ¿pero sabes? A la vista está que no lo hice —posó ambas manos en su vientre—, y de lo único que me arrepiento es de haber querido deshacerme de él, porque no me lo habría perdonado en la vida. No es fácil, y menos a esta edad, dónde tienes sueños, estudios y planes para el futuro, pero merece la pena, créeme.

—¿Estás entonces contento con eso?

—Lo estoy, aunque tenga que aguantar al pesado de su padre —sonrió de lado, pero feliz.

—¿Quién es el padre?

—Já, Kiyoshi Teppei, ¿quién más?

—¿El mismo al que lesionaste, el senpai de Kagami?

—El mismo. Sorprendido, ¿verdad?

—Bastante, qué manera más rara de dedicarle amor a tu pareja que lesionándola —bromeó.

—Eso fue antes de todo lo que pasó después entre nosotros —en ese momento, salió un chico castaño, con su bata blanca con una carpeta en su mano derecha, anunciando que podía pasar el chico del Kirisaki Daiichi—. Bueno, nos veremos por aquí, enhorabuena, pues.

—Igualmente, que todo vaya bien —el moreno se levantó con dificultad y se despidió de él con la mano.

—¿Era un amigo tuyo? —preguntó su madre, que acababa de llegar.

—Más bien conocido. ¿Ya ha quemado papá la casa o aún está en pie?

—Todo está bajo control, creo que ya se ha enterado de cómo usar el lavaplatos —Daiki no pudo evitar reír, ¿era en serio? Hasta él sabía usarlo, no era tan difícil.

Después de un tiempo más de espera, le llegó su turno de entrar a la consulta.

La doctora, muy simpática, los recibió e indicó que podían pasar. La señora Aomine, le entregó el historial médico que le hicieron la vez pasada en urgencias, para después realizarle unas pequeñas preguntas e indicarle que se tumbara en la camilla para corroborar que todo estuviera correctamente.

La mujer sonrió al ver que todo marchaba correctamente, aunque debía seguir guardando reposo absoluto hasta que cumpliera el primer trimestre, para evitar nuevamente una amenaza de aborto.

Aomine se bajó de la camilla, quitándose con un pañuelo aquel viscoso y frío gel, repitiéndose una y otra vez en su mente la pregunta que quería formularle a la doctora.

—Esto… doctora, y… —carraspeó, nervioso. Los ojos de su madre puestos sobre él—… ¿hasta qué semana se puede realizar un aborto? —ambas féminas lo miraron completamente sorprendidas.

—¡Daiki! ¿Se puede saber a qué viene esa pregunta? ¡No vamos a permitir que hagas una locura! —protestó, molesta.

—¿Eres mayor de edad?

—Sí —la doctora suspiró, ante el nerviosismo y preocupación de la señora Aomine.

—A partir de las catorce semanas no se recomienda interrumpir el embarazo.

—¡Ni hablar, no te lo vamos a permitir! —gritó, y levantándose del asiento—. Daiki, hijo, piensa bien las cosas, de esta decisión te puedes arrepentir el resto de tu vida —dijo más serena, volviéndose a sentar en el lugar.

—Si es mayor de edad, la decisión le concierne a él, y no necesita ninguna autorización de sus padres.

—Pero doctora, es una locura.

—Lo es, y créame que no le estoy diciendo que lo haga, ni apoyo su decisión —hizo una pausa—, pero es mayor de edad, y puede tomar la decisión por él solo —fijó sus ojos sobre el omega—. Ahora, la cosa está, ¿de verdad quieres hacerlo?

—Yo… yo no quería esto.

—Es normal que te sientas abrumado. No te enteraste de la mejor manera de tu condición, aún eres muy joven, y por la edad que me dices me imagino que seguirás estudiando, pero… ¿estás completamente seguro de querer hacerlo? No es una decisión que tomas de la noche a la mañana, es algo muy serio. ¿Seguro que no te arrepentirás después, si decides interrumpirlo? Ya no podrías volver atrás.

Ante el silencio del peli azul, la doctora volvió a suspirar, levantándose de su lugar.

—Piénsatelo, tómate tu tiempo, aún tienes unas semanas para pensarlo muy bien y darle todas las vueltas del mundo —madre e hijo se levantaron también de su lugar, siendo acompañados hasta la puerta—. Nos vemos al finalizar el tercer trimestre, que espero que hayas cambiado de opinión.

Al salir de la clínica, la señora Aomine no le dirigió la palabra a su hijo, se sentía completamente triste y dolida.

—Mamá, yo… —trató de hablarle, pero la mujer lo corto rápidamente.

—Al menos deberías discutir esta decisión con Kagami-kun, tiene derecho a saberlo.

Sin más, se adelantó para subirse al auto. Durante los días siguientes, su madre apenas le hablaba, sólo lloraba. Su padre, trataba de consolarla, y Satsuki, no le dirigía la palabra, recibiendo miradas de odio y tristeza por parte de la peli rosa.

—¿Seguro que es lo que quieres hacer? —cuestionó Wakamatsu, mientras salía de la casa del moreno, una vez que se había despedido de su pareja, esperando que el pequeño Hikari saliera también, que seguía dentro de la casa.

—Yo… no quería esto… ¿es que nadie me entiende? —exclamó, molesto.

—Creo que soy la persona que más te puede entender —respondió, mirándolo fijamente—. Con dieciséis años me violó un profesor, y producto de ello me quedé embarazado, y me tuve que salir un año de los estudios, por si n lo recuerdas —Aomine bajó su mirada al suelo. Claro que lo recordaba, el rubio se lo contó, con voz quebrada y con mirada perdida.

—Tienes razón, pero… —Wakamatsu lo cortó, y siguió hablando.

—Tenía todo de cara para poder abortar, era uno de los casos en lo que se podría hacer sin cargo de conciencia, pero yo me negué. ¿Por qué me negué a abortar a un hijo de un violador, que podría recordarme a cada minuto el desgraciado que abusó de mí? Yo no quería, porque sentía que ese bebé no tenía culpa de tener un hijo de puta como padre, ¿sabes? Sentí un calor en el pecho, y sólo pensar que dentro de mí crecía una vida, no quería deshacerme de él. Me costó una buena temporada de psicólogos, un gran trauma, para qué negártelo, desprecio y habladurías del resto de mi familia y vecinos del barrio, cambiarme de instituto y aplazar mis estudios un año, ¿pero sabes qué? Mereció completamente la pena, porque Hikari, es lo mejor que me ha pasado en la vida.

—Lo entiendo, pero tú eres fuerte, yo no. En el fondo, cómo tú dices, querías eso, quiero decir, al niño, tenerlo, yo no quiero —en ese momento, el pequeño apareció, saliendo de la casa—. Cada quién está en su derecho de hacer lo que realmente cree que es lo mejor, ¿no?

—Mira, haz lo que quieras, veo que ni con eso te conmueve ni te hace entrar en razón.

—¡Dai-chan! —gritó el niño, para llamar su atención, extendiendo los brazos para que el peli azul lo cargara, pero Kousuke fue quién lo cogió, impidiendo que Daiki tomara al niño.

—Nos tenemos que ir, Hikari —habló, con su mirada dolida puesta sobre la azul.

—Pero no me he despedido de Dai-chan —lloriqueó el niño, moviéndose entre los brazos del rubio, queriendo bajarse e ir con Aomine.

.

El día de la siguiente revisión por haber cumplido el primer trimestre, llegó, pero en esa ocasión, su madre no quiso acompañarlo, ni ella, ni su padre, ni Satsuki o Wakamatsu, ni mucho menos Kagami, a quién no había vuelto a ver desde entonces.

Kagami… aún tenía clavadas en su mente y pecho la respuesta de éste cuándo le comunicó qué era lo que tenía pensado hacer:

—Sólo te importas tú, eres un completo egoísta, pero no voy a gastar mi tiempo en una persona cómo tú. Aunque me duela, te digo que hagas lo que se te pegue la gana, pero eso sí, escúchame muy bien, Aomine, no quiero saber nunca más nada más de ti. Yo para ti estaré muerto, lo mismo que tú para mí.

No se esperó que no le gritara, ya que lo dijo de una forma serena, pero no era precisamente el volumen con qué lo dijo, sino la forma, se notaba completamente dolido, triste y ofendido. Sentir cómo aquellas palabras llenas de odio le entraban muy adentro, y ver aquella mirada completamente fría, distante y con resentimiento.

No quería ir solo, se sentía abandonado y lleno de dudas y miedos, por lo que le suplicó a Sakurai que le acompañara. Éste, después de negarse en numerosas ocasiones sabiendo la decisión que había tomado su amigo, terminó por acompañarle, sólo para ver si en aquellos minutos en la sala de espera, le hacía recapacitar.

Mientras esperaba a ser llamado, el moreno se mantuvo completamente en silencio, apretando sus manos con fuerza y mirando fijamente el suelo, mientras el castaño trataba de convencerlo.

—Por favor, Daiki-san, ¿por qué tienes en mente hacerlo? Esa criatura inocente no tiene culpa de nada.

—¿Qué criatura? Aún ni es una persona para que lo llames así —dijo con frialdad.

—¿Aomine Daiki? —la doctora justo detrás de ellos habló—. ¿Tomaste una decisión?

—Sí, lo mejor… es que acabe con esto cuanto antes… —murmuró, agachando su mirada. La mujer se entristeció, ese chico parecía que tenía un cubito de hielo por corazón.

—Está bien, entonces rellena este formulario de consentimiento, después, te realizaré una revisión para poder proceder entonces.

El cinco de Too rellenó con manos temblorosas ese formulario, y se lo entregó a la señora.

—Muy bien, pasa por aquí entonces.

—Daiki-san —lo paró Sakurai antes de que se marchara—, ¿no hay ni una pizca de posibilidad de que cambies de opinión? Por favor.

—No, es lo mejor para todos.

—¿Para todos, o para ti? —no le respondió, lo miró por unos segundos y siguió a la doctora por el pasillo.

Ryo se quedó quieto por unos segundos, aguantándose las ganas de llorar, para después salir corriendo justo detrás de él.

—¡Taiki! —gritó en desesperación, haciendo girar al mayor con cara de desconcierto—. Es una mezcla entre el nombre de Kagami-san y el tuyo, no me digas que es un nombre bonito, ¿qué me dices? —sonrió, con los ojos vidriosos—. Le queda perfectamente, ¿no crees?

Sintió una punzada en su pecho y las lágrimas bajar por sus mejillas cuándo vio a su amigo ignorarle y entrar en aquella consulta. En un intento de desesperación, había querido intentar ablandar el corazón de su amigo, diciéndole un nombre que sabía, o al menos esperaba, que le gustaba al moreno, y evitar que tomara esa decisión.

Después de un tiempo sentado llorando desconsoladamente esperando a Aomine, la doctora le indicó que podía pasar a ver a su amigo. Por unos instantes dudó, pero después siguió a la mujer hasta aquella fría habitación.

Al entrar, se encontró al moreno, sentado en la camilla, con su ropa que traía nuevamente cambiada, con ambas manos apoyadas sobre su cabeza.

—¿Por qué? ¿Por qué le has tenido que poner nombre?

—Yo… —Aomine se levantó, dejando ver cómo su rostro se encontraba mojado por las lágrimas.

—Por tu culpa, ha sido por tu culpa.

—Daiki-san, entonces no… —no terminó de hablar, porque el otro negó con su cabeza. Sonrió hasta el límite de sus labios, y lo abrazó con fuerza—… ¡Sabía yo que al final no lo harías! Yo sabía que en el fondo de tu corazón no querías hacerlo.

—Yo sí quería hacerlo, ha sido por tu culpa, por ponerle un nombre sin venir a cuento —chistó, separándolo de él.

 

—Pero te has arrepentido, me alegro mucho —volvió a sonreír, porque había conseguido ablandar el corazón de su amigo y hacer que los sentimientos por ese bebé, aparecieran. 

 

Notas finales:

Espero haya gustado, gracias por leer. Bueno, dije que salía en este capítulo una pareja nueva, aunque sólo ha sido nombrarla, el KiyoHana, y haya salido un poco nada más Hanamiya, pero ya saldrá más veces. 

Feliz Navidad y próspero año nuevo, que tengan paz, amor, salud y felicidad. 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).