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Enredados por AniBecker

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Sabía que Midorima no era una persona que tuviera pequeños detalles o que expresara muestras de afecto, pero aunque fuera así, él se había enamorado de él y de su peculiar forma de ser.

Pero hacía unas semanas, que lo notaba más extraño de lo normal. Si ya de por sí, él era el que todas las mañanas iba a buscar al peliverde a su casa, últimamente, justo a la hora que llegaba, éste no se encontraba.

Tampoco era de mandar mensajes, o contestar llamadas, pero si antes eran escasas, ahora cada vez que le llamaba, decía que se encontraba ocupado y que en otro momento lo llamaría.

Menos lo solía esperar a la salida de la preparatoria o de los entrenamientos de básket, y ahora que estaban en la misma universidad que iban a estudiar carreras de la misma rama, pero Midorima, se excusaba con que tenía que quedarse hasta más tarde y que él se fuera a casa.

Las quedadas por las tardes, tres cuartos de lo mismo, si le costaba trabajo que el de ojos esmeralda le pidiera una cita, cuando él le proponía salir, le respondía que, nuevamente, se encontraba ocupado, ahora por su trabajo de medio tiempo de recepcionista de la clínica privada de su padre.

Aunque llevaba una relación con él de dos años, y estaba acostumbrado a su forma de ser, no dejaba de sentirse algo inquieto por su actitud. ¿Qué era lo que le pasaba o le ocultaba Midorima?

La gota que colmó el vaso, fue justo cuando lo oyó hablando por teléfono con Akashi, llegando a escuchar cómo le decía a su ex capitán de Teiko, que justamente él, no podía sospechar nada.

Midorima era una persona correcta, por no decir el pelirrojo de las tijeras locas, y que vivía un feliz noviazgo con el gigantón pelimorado amante de los dulces, pero algo muy dentro de su pecho, le hacía dudar.

Pero él, Takao Kazunari, no se iba a quedar con esa duda y, si en el hipotético caso que los dos le estuvieran viendo la cara, lo iba a averiguar, y por supuesto, la cosa no se iba a quedar así.

Uno de esos días, quiso seguirlo, por lo que, en cuanto lo vio salir de su casa acompañado de su padre en un auto, lo siguió a una distancia prudente, montado en su bicicleta, esta vez, para ir más rápido, sin el remolque.

Le extrañó que, si supuestamente iba para verse con Akashi, fuera con su padre, pero al ver que el auto estacionaba delante de un edificio de apartamentos y que, justamente en la puerta de este se encontraba el pelirrojo, se puso nervioso.

Desde su distancia, vio cómo el ex de Rakuzan saludaba al peliverde mayor con la elegancia y educación que le habían enseñado desde pequeño, mientras empezaba una conversación el Midorima menor.

—¿Aquí es, Akashi? —levantó su mirada, para ver el edificio delante de él.

—Ajá, este es. Me dijeron que no fuera muy ostentoso, para que su renta no fuera muy elevada, pero que tampoco fuera demasiado simple.

—Así es, no quiero la ayuda de mis padres, por lo que, si quiero costeármelo por mí mismo, no puede ser una renta muy elevada —confesó, acomodándose las gafas.

—Es muy cabezón y orgulloso, ya dije que yo intervenía por él sin problemas. No entiendo por qué tiene que conformarse con un apartamento normal y corriente.

—También sabes que por la renta no tienes por qué preocuparte, ya que perfectamente puedo hacer que no haya renta.

—Ya he dicho que quiero costearlo por mí mismo con mi sueldo —Akashi sonrió.

—Te prometo que te gustará, elegí expresamente con los gustos que me pediste que tuviera. ¿Entramos? —movió sus manos para indicarles que pasaran dentro.

—¡Un momento! —exclamaron a sus espaldas, girándose los tres con curiosidad.

—¿Takao? ¿Qué es lo que haces aquí? ¡No debes estar aquí! —levantó su voz el peli verde.

—¿Y eso por qué, Midorima? —le dolió completamente no ser llamado por su irritante pero cariñoso mote—. ¿Por qué no debo estar aquí? ¿Para así no descubrir que en verdad me estabas engañando con él?

—Kazunari-kun, cálmate, esto es un error —intervino el Midorima mayor.

—¿Error? Ah, claro, error. Es un error porque se supone que no me debería de enterar de esto nunca, ¿no es así? —se dirigió ahora hacia Akashi—. ¿Y Murasakibara, sabe que lo engañas con éste? ¿Qué os habéis comprado un apartamento clandestino para poder divertiros todo lo que queráis?

—Kazunari, no es lo que estás pensando. Yo nunca engañaría a Atsushi, ni con Shintarou, ni con nadie.

—¿Y entonces? ¿Qué hacéis tan felices alquilando un apartamento entre los dos?

—¿Los dos? Para nada, Kazunari-kun, este apartamento lo va a rentar mi hijo, sólo le pidió ayuda a Seijirou-kun para que le encontrara uno —Midorima suspiró.

—Takao, si no quería que te enteraras, no era porque te estuviera engañando con Akashi, sino porque era una sorpresa —el ojo de halcón se secó sus lágrimas.

—¿Sorpresa, para mí?

—Hasta que no tuviera todo listo, no quería decírtelo, pero así es. Este apartamento es para que vivamos los dos, y tenía que ser esta zona porque está cerca de la universidad.

—Bueno, ahora que lo sabe, él puede dar su opinión del apartamento, ¿por qué no entramos y así lo veis los dos a la vez?

Midorima terminó de quitar el resto de lágrimas del peli negro, para tomarlo de la mano y adentrarse en el edificio. Subieron hasta la quinta planta, en el apartamento número Dieciséis. ¿Por qué dieciséis? Porque ese era el resultado de juntar el número diez de la camiseta de Takao con la suya, el número seis.

Una vez dentro de él, se podía observar cómo tenía una cocina abierta, con una barra y zona de comedor, una sala amueblada con un pequeño balcón, un baño completo y dos habitaciones, una de ellas con cama doble y con muebles para un despacho.

En lo que se fijó Kazunari, no fue precisamente en la distribución, si era lujoso o no, o si tenía o no tenía qué cosa, sino en que todo estaba, completamente decorado a su gusto. Midorima había pedido expresamente, que estuviera todo tal y cómo a él le gustaría.

—Es…Está genial, Shin-chan…

—¿Te gusta? —preguntó, con miedo a que el otro le diera una negativa.

—¿Bromeas? Me encanta todo, absolutamente todo. Millones de gracias Shin-chan, pero… ¿por qué un apartamento?

—¿Es que preferirías una casa? Si es así, no hay problema —el de ojos platinados negó, con una leve sonrisa en sus labios.

—No es eso, sino por qué decidiste rentar ahora un apartamento.

—Bueno… como dije… no quería que te enteraras hasta que todo estuviera bien planeado pero… Es por lo que te dije la otra vez —tomó ambas manos del chico, que se sonrojó—; que esperaras a que nos graduáramos de la preparatoria, y así ha sido. Lo primero, tener un lugar dónde vivir los dos.

—Shin-chan… —no articuló nada más, porque sólo le bastó ese efusivo abrazo y las lágrimas de alegría del ex base, para saber todo lo que le quería decir.

—Como te prometí, a partir de aquí, empieza nuestra historia —por primera vez, sin avergonzarse de hacerlo en un lugar público o estar rodeado de gente, besó al pelinegro, que no cabía de felicidad.

Después de la visita de Hanamiya y su pequeño Ichiro, Aomine junto con Hikari, fueron a comprar unos dulces a una pastelería, ya que, aunque el peli azul no era muy partidario de lo dulce, era su nuevo antojo.

Llegaron hasta una pastelería del centro, dónde estaba trabajando de medio tiempo Murasakibara, quién había decidido estudiar repostería, y ese trabajo, le venía perfectamente para ello.

—Mine-chin, bienvenido. ¿Quién es el pequeño?

—Es Hikari, el hijo de Wakamatsu, el novio de Satsuki, ¿no recuerdas?

—Ah, ya recuerdo —respondió con monótona voz—, ¿quieres un bombón, Hika-chin? —le ofreció al niño, que después de mirar a Aomine buscando su aprobación, quién le dio permiso de aceptar.

—¡Me pones unos cuantos dulces, Murasakibara?

—Claro que sí, ¿de cuáles prefieres? ¿De nata, crema, chocolate, frutas, merengue?

—De chocolate, que tengan mucho chocolate.

—Veo que al bebe-chin le gusta mucho el chocolate —el sonido de la puerta indicó que un nuevo cliente entraba—. Bienvenido. Oh, pero si es Zuki-chin.

—Hola, Murasakibara. Vaya, Aomine, ¿qué tal estás?

—Bien, gracias. ¿Ya te falta poco?

—Sí, me falta muy poquito.

—Dai-chan, su bebé es más grande que el tuyo, ¿eso es porque va a nacer? —el peli negro le sonrió dulcemente.

—Así es, ya mismo nace. ¿Tú querrás jugar con ella?

—¡Sí, sí, yo quiero! ¿Puedo?

—Cuando tenga la edad suficiente, podrás jugar con él —miró al ex de Yosen, terminando de preparar los dulces que había elegido.

El pelinegro estaba observando también cuáles elegiría, cuando sintió un leve dolor que lo hizo tener que apoyarse en el mostrador.

—¿Todo bien, Zuki-chin? ¿Quieres que avise a Muro-chin? Estando tan cerca ya de que el bebe-chin nazca, no deberías andar solo por la calle.

—No te preocupes, Atsushi, es sólo que mi vientre está ya más pesado. Sólo bajé a por unos dulces que se me antojaron, en seguida regreso a casa —sonrió, con una mueca de dolor en el rostro.

—¿Dónde vives? Te acompaño a casa —se ofreció el moreno—. Murasakibara, guárdame los dulces, voy a acompañarlo a casa y después los recojo.

—Mejor podríamos ir al hospital —dijo al sentir cómo un líquido viscoso transparente bajaba por sus piernas.

—¡Se ha hecho pis! —exclamó Hikari, sorprendido de que un adulto, pudiera hacerse pis encima como si fuera un niño pequeño. Ni él se hacía pis ya, porque era un niño mayor.

—No es pis, Hikari, es que el bebé va a nacer. Pide un taxi, Murasakibara.

—Claro, Mine-chin, sin problemas. Yo voy a avisar a Muro-chin.

—No, espera, primero quiero subir a casa a por las cosas del bebé.

—De eso nada, nosotros nos vamos al hospital, ya las recogerá Himuro de camino, ¿qué quieres, que nazca en el camino?

Esperaron un poco para que llegara el taxi, y Aomine lo acompañó al hospital, ya que su pareja aún no había regresado y no quería dejarlo solo.

Estando en la sala de espera, se encontró que Himuro no venía solo, sino con Kagami. Su cuerpo empezó a temblar en el momento que rojo y azul cruzaron miradas. Hikari, aunque fuera un pequeño niño que aún no había experimentado su subgénero, sintió cómo Daiki se tensaba y ponía nervioso sólo con la presencia de ese pelirrojo de extrañas cejas, por lo que lo abrazó de forma posesiva.

—¿Dónde está Shun? ¿Y mi hijo?

—Tranquilo Himuro, está bien. Yo no puedo entrar porque está Hikari conmigo y al ser un niño no permiten que entren, pero te está esperando, ve —Kagami posó una mano en su hombro para darle ánimo, y el azabache entró—. Vámonos, Hikari, Izuki ya no está solo, así que nosotros debemos volver a casa.

—Pero ¿no vamos a esperar que el bebé nazca?

—Vendremos a conocerlo en otro momento —se levantó de su lugar y tomó al niño de la mano para marcharse, pero Kagami lo impidió, haciendo que el omega se tensara—. Por favor, suéltame.

—Espera, sólo quiero que hablemos un momento, sólo eso, hablar.

—Pero suéltame, por favor —suplicó. Kagami vio en su rostro el miedo que sentía.

—¡Te ha dicho que lo sueltes! —una patada y un empujó por parte del pequeño rubio consiguió liberar la muñeca de Aomine.

—¿Se puede saber qué haces, mocoso? —se enojó Taiga. ¿qué se creía ese enano para interponerse de esa manera? —. Deja de molestar de una vez, aparta.

—Tranquilo Hikari, no pasa nada. Y tú no le hables así a un niño.

—Pero ¿qué se cree este mocoso, defendiéndote así? —los celos del pelirrojo volvieron a resurgir, y eso al moreno le hizo gracia.

—Es mi pequeño alfa protector —rio, haciendo celar más al otro.

—Aquí tu único alfa, soy yo —se proclamó, con orgullo.

—Ah, ¿sí? ¿Y eso quién lo dice? —cuestionó, burlón. El tigre se acercó, lentamente, posando ambas manos en el vientre ajeno, con ternura.

—Nuestro cachorro. Porque llevas a nuestro hijo —dio pequeñas caricias en la curvatura—. Perdóname, yo no quería hacerte daño, yo no quería rechazarte de esa manera.

—Yo… perdóname tú por querer hacer…—Kagami lo mandó a callar de manera dulce.

—Pero te arrepentiste en el último momento, eso es lo importante —susurró juntando su frente con la del moreno—. Déjame estar contigo, con los dos.

No respondió, sólo asintió en silencio, para dejar que los labios de Taiga se posaran sobre los suyos.

A la hora, salió Himuro, informando que ya era oficialmente padre, de una preciosa niña de cabellos azabaches, con ese característico lunar debajo de su ojito derecho. Kagami en seguida fue a abrazarlo con efusividad, dándole la enhorabuena por su reciente paternidad.

 

Más tarde, llegaron los demás amigos, a conocer a la nueva integrante del grupo. Durante todo el tiempo, el pelirrojo no soltó la mano de Aomine, quién se dejó abrazar, besar y mimar por su alfa. Porque era su alfa, y él, su omega. 

 

 

Notas finales:

Capítulo más bien de transición, sin mucho qué contar, pero era necesario ponerlo xD 

Gracias por leer. 


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