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Cuando es así por naturaleza por finnxjake

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Notas del capitulo:

De nuevo les traigo la actualización, no tengo palabras para decirles cuanto aprecio todo su apoyo.

¡Muchas gracias!

La compañía de alguien más aparte de su soledad nunca le había molestado, siempre pensó que era bueno tener por lo menos a alguien a lado, ya saben, como apoyo emocional y esas cosas. Le gustaba observar a los demás trabajar, no preguntaba nada, solo miraba. Y agradecía a las personas que no le daban mala cara por aquello, al contrario, la invitaban a observar más de cerca.

Definitivamente la compañía de alguien no era algo que ella necesitara, pero siempre sería bienvenido cualquiera que quisiera estar a su lado. Aunque, claro, siempre hay una excepción.

Cuando le dejo el mapa a Hipo creyó que el dragón rojo se iría junto con su tribu de extraño nombre, que por cierto, era impronunciable, solo lo había podido pronunciar una vez y eso porque lo estuvo ensañando por unas tres horas a lo mucho, como sea. Hookfang, como se hacía llamar aquel dragón, se quedó en la isla, al parecer era la única confundida e ignorante sobre el tema, pues, todos los demás se comportaban como si nada pasara.

“¡Odín baja a la tierra y mátame!”

Pensó con amargura. Tenía entre sus manos un poco de ponche de quien sabe qué. La mayoría no podían soportar el sabor tan fuertemente asqueroso de la bebida preparada por la chica Hofferson. No era como si el sabor le fascinara, pero tampoco le daba tanto asco como a todos los demás. Sí que tenía un estomago fuerte.

Nunca había probado la bebida de la rubia y por lo que Patán le había contado, esta cosa te haría caer muerta, que era justo lo que quería en esos momentos, pero la bebida solo la mareo un poco.

“malditos rituales ancestrales”

Se levantó del lugar enojada al no poder realizar su cometido, mejor se hubiera emborrachado como los idiotas de Brutacio y Patapez. Aunque eso tampoco hubiera funcionado, igual que Hipo; ella era demasiado tolerante al alcohol. Vaya suerte que le toco.

-¿Qué le pasa a esta?- Astrid la miro curiosa. Sabía que Camicazi no era de muchas palabras, solamente se mostraba con Hipo, y eso si el castaño le decía, si no, pareciera más interesante una plática con la gallina de Brutacio que con la misma rubia.

Quiso a similar su mal humor con el hecho de que Hipo no está, pero lo descarto, la rubia usualmente se deprime cuando el pecoso no está cerca.

-no tengo idea- bebió de la cerveza de raíz que tenía desde hace un rato en mano. Ya era su quinto tarro de cerveza, iba a caer pronto.

Brutilda soltó un eructo- perdón- tapo su boca.

-por los dioses, Brutilda- miro enojada la rubia.

Aun no comprendía él porque era amiga de un par de idiotas, si el único que razonaba era Patapez… bueno eso era antes de que comenzó a salir con Heather, desde ese momento el rubio se volvió estúpido.

-lo siento, se me salió- rio por lo bajo y así no ser escuchada por su amiga. Si ella era por cuando se ponía borracha. Hacia drama demás.

Astrid rodo los ojos fastidiada.

-saben, no debería meterme en su plática, pero-  se ha cerco Patán quien desde hace rato bebía solo.

Eso era lo de menos, desde que Brutacio se declaró así mismo homosexual, el de melena negra le huía a capa y espada, no era miedo ni asco al rubio, pero le incomodaba, aun no superaba la declaración de Astrid y se sentía débil… hablando en un tema más emocional. Por eso siempre andaba solo, quería aclarar sus ideas un poco.

-pero- contesto Brutilda.

-no creen que tiene algo que ver con el “chico nuevo”-

-hablas de Hookfang- contesto serena la rubia.

Resulta que el pelirojo no era bueno para distinguirla de Camicazi, aunque, bueno, solo la confundió por el cabello, además estaba dándole la espalda, por eso sabia el nombre del chico.

Era agradable, no iba a mentir, pero a la vez desafiante. Podía notarle cierto interés por Camicazi. ¡Eso si era inaceptable! Que se busca a su rubia, porque esa era suya.

-¿sabes su nombre?- miraron impresionados a la ojiazul.

-pensó que era Camicazi y me  hablo, eso es todo, podemos volver a lo de antes-

-cierto- hablo Brutilda.

-después de que el  barco de Hipo se fuera los vi platicando un poco, luego comenzaron a hablar en un tono más alto y se veían fastidiados, y de un momento a otro el chico se transformó y Camicazi subió a su lomo. Después de eso no vi más, me desmaye por lo ebrio que estaba-

-es raro, un dragón no te deja montarlo sin una buena razón, y jamás oí de algo parecido- se quedó pensativa un rato.

Los dragones no eran seres con los que los seres humanos podían confiar, de hecho eran en los últimos en que pensaba y viceversa. Su relación jamás había sido la mejor y dudaba mucho el mejorar de esta. Tal vez Patán haya visto otra cosa y la confundió, después de todo, estaba borracho, él puede imaginarse hasta un cerdo volando, aunque tampoco podía descartar esa idea del todo, a veces el idiota tenía razón, lo dejaría en un 50, 50, por si las dudas.

-un dragón y un humano… ¿juntos?-

-no están raro, Hipo va con un dra…- Patán fue interrumpido.

-es diferente, Hipo va con un dragón porque tiene que, y viceversa. Camicazi no tiene algún motivo que la obliga a hablar con el- suspiro con cansancio. No quería especular nada, pero conocía a Camicazi, no tanto como Hipo, solo la parte que dejaba ver, pero era impulsiva y si esa dragón la hacía enojar… por Odín, la guerra entre humanos y dragones volvería más violenta que nunca.

Rezaría a todos los dioses para que no pasara.

-¿creen que al dragón le haya pasado lo mismo que a ella y a Hipo?-

-lo dudo Patán, seria mucha coincidencia- bebió del tarro.

-piénsalo Brutilda, los dioses realmente pensaron en grande, si escogieron la inteligencia en lugar de la fuerza, ¿Qué no se supone que la fuerza es la que nos hace vikingos?- se quejó el pelinegro.

-no seas llorón, todos sabemos que Hipo posee otro tipo de fuerza-

-si- asintieron Brutilda y Patán.

-la maternidad- termino Astrid.

Los tres chicos se dedicaron a conversar un poco y beber, beber en toneladas, ya después se harían cargo de su resaca.

Camicazi observo un poco la plática, resulta que cuando quería salir, pudo divisar a lo lejos al dragón rojo tomando un siesta cerca de la herrería, ¡Por una mierda! Si ese maldito reptil no se quitaba de ese lugar ya, iba a explotar la herrería completa. Aún no había podido deshacerse de la desgraciada catapulta, no se lo habían permitido.

Cuando lo vio dormido ahí, digamos que, de repente el salón que olía a obo se convirtió en su lugar preferido.

-de hecho me molesta su compañía- hablo después de un rato, le gustaba llegar después de todo siempre, y más en las conversaciones ajenas, así espantaba o confundía a los demás.

Patán se asustó por la tan inoportuna llegada de la chica que, se tiró la cerveza encima y se inclinó tanto para atrás que termino por caer. Brutilda solo se atraganto con la bebida y Astrid ni se inmuto, ya conocía como era la contraria en estas cosas, era una de las pequeñas fases que dejaba ver.

-¿pero qué te pasa?- dijo con indignación mientras se paraba del suelo.

-nada, solo respondo su pregunta-

-¿el dragón no te agrada?- a nadie de la tribu le agradaba tener que convivir con dragones, pero era por simple orgullo.

-me incomoda, es todo, nunca dije que me desagradara, es más fácil tener una conversación con el que con su amigo- se mostró seria.

No tenía ánimos de nada, quería ir a la pequeña casa que Estoico le había dado. La rubia se quedaba mucho en Berk, le gustaba pasar tiempo con Hipo, y debes en cuando veía a Dagur, pero él era otra historia desde que se había casado con Mala. Así que al jefe no le quedo de otra que construir una casa para la rubia, antes dormía con Hipo en la misma cama, pero eso solo era cuando eran unos niños. Ella bien pudo haber seguido con aquello, no era pudorosa o pervertida, cualquiera de las dos, pero era solo ella, Hipo prácticamente se avergonzaba de todo, él era tema a parte.

-¿conociste al compañero de Hipo?-

-Brutilda, yo estuve ahí- se cruzó de brazos. Mejor se iba a descansar antes de que se le pegara lo idiota- como sea, me voy, nos vemos luego- no dijo más y salió del lugar.

Camino unos metros hasta quedar frente al dragón, se veía tan pacifico ahí domino, por un segundo pensó en echarle agua sobre la cabeza para que se quitara de ahí, así le ahorraría mucho tiempo, pero se detuvo, no podía hacerlo, él no le había dado motivos válidos.

No era culpa de Hookfang, ella e Hipo fueron los estúpidos idiotas que jugaban a las dos de la mañana con pólvora; que Dagur le había robado a los chinos, aunque, en su defensa, jamás planearon darle a alguien y menos herirlo. Pero es algo que ellos no entenderían, deben odiarnos más que los vikingos al baño y aseo personal.

Sí que estaba metida en un lio, el chico había intentado entrar más de una vez al lugar y por obra del destino ella había estado cerca para impedirlo, especulaba que el moreno comenzaba a sospechar algo.

Una brisa fresca la saco de sus pensamientos. Miro al reptil gigante.  Por muy dragón que fuera, si se quedaba fuera, seguro se enfermaría.

Los vikingos no eran el tipo de gente que lavaba muy seguido la ropa, en realidad eso era muy extraño, pero los dioses parecieron mostrar piedad hacia ella. Justo a unos metros de donde estaba, había una gran manta tendida, lo suficientemente grande para cubrir el gran torso del dragón.

Camino veloz y tomo la cobija, la puso sobre el inmenso cuerpo del reptil y se fue de ahí.

“¿Qué diablos me pasa?”

Puso una mano sobre su frente, quitando los mechones de pelo de su cara.

¿Por qué ayudaba a ese reptil?, Se supone que la entrenaron para odiarlos, pero ese sentimiento no era para nada cercano a lo que sentía, tal vez Hipo tenía razón, ya era hora de que alguien cambie las cosas. Pero ese alguien no va a ser ella. Para Camicazi, Hipo era la mejor forma de cambio, así que esperaba que al castaño le fuera mejor que a ella.

Pero como iba a dejar atrás una forma de pensar más antigua que el Giganticus Maximus.

Como le hubiera gustado nacer como una flor.

Escucho un aletear cerca de unos arbustos. Principalmente lo relaciono con los pájaros, pero pasaba de la hora del diablo y los pájaros no estaban despiertos tan tarde. Sin más remedio se acercó para ver que había tras.

-¿Dagur?- se sorprendió al ver al hombre escondido entre las plantas.

Lo que le faltaba, algo más de que preocuparse.

-Hola, hola, ricitos de oro- hizo una seña para que la chica se agachara a su lado.

-¿Qué haces aquí, perro de mar?- susurro enojada.

-vine a despedirme de Hipo, pero parece que eh llegado algo tarde-

-sí, un poco- arqueo su ceja y sonrió.

-¿Por qué hay una pesadilla monstruosa durmiendo en medio de la aldea?-dio un codazo a la rubia- me eh perdido de algo interesante, eso parece-

-se queda a vigilar- trato de recordar la chica- es estrategia, hay un dragón también en tu isla, ¡Tú grandísimo idiota!-

-¡enserio!- rio. No había estado con los suyos desde hace unos tres o cuatro meses- no eh ido por allá en un largo tiempo-

La rubia lo golpeo en el hombro. Con lo mal que gobernaba su amigo, no era de esperar que pronto lo empalaran por castigo.

-no debes de hacer eso, ya no es como antes, te haces cargo de mucha gente, es tu responsabilidad estar ahí y guiarlos-

-¿Qué me dices de ti? Tu madre igual murió y en vez de hacerte cargo, solo huiste-

Era hora de enfrentar su realidad. Dagur sabía que era cruel decirle eso a su amiga, pero tenía que hablar de ello.

-¡yo no hui!- se exaspero- solo necesito tiempo para procesarlo, fue mi culpa, solo necesito pensar…-

-está bien-

- sí, está bien-

No fue culpa de ninguno, no sabían lo que hacían… o tal vez si y en el fondo querían matarla.

-¿te quedaras?-

-no lo creo, debo ir a ver como reacciono la tribu… vendré otro día-

-bien… ya vete- no mostro emoción alguna. Ahí estaba la Camicazi que conocía y le agradaba.

La mañana dio  paso al sol, el sol dio paso al amanecer y todo lo demás a todo lo demás. Nadie se enteró de la visita fugaz de Dagur y mejor que se quedara así, cada que el pelirojo aparecía algo explotaba.

Aunque las explosiones las causaban Hipo y el, no solo Dagur.

La rubia miraba fijamente el mar. Hoy se desharía de la catapulta, aunque su vida fuera en ello. Esperaba que Hipo la estuviera pasando mejor que ella, porque sin duda la estaba pasando, seguro, peor que en el infierno.

-ayúdame Hipo-

Pobre ilusa,

Miraba el mar sin saber,

Que a hipo le iba…

No tan bien

 

-buenos días Toothless-  saludo nervioso el menor.

Lo había pensado mucho y ya la culpa lo carcomía vivo, su cabello comenzó a caerse y las ojeras en sus ojos se notaban más y más con el pasar de los días, debía ser sincero con el morocho y debía de serlo aún más porque le rompió… otra pata.

-hola- dijo malhumorado

-cuanto lo lamento Toothless, parece como si solo te causara mala suerte- hablo apenado.

-solo me rompiste el pie, le prendiste fuego a mi cola y me lanzaste al mar- miro fastidiado y cansado al menor- ¿Qué falta? Ya no creo poder resistir-

-si…-rio con temor- sobre eso, hay algo que tengo que contarte-

-escucha, ahora no quiero escuchar nada de lo que tengas que decir- volteo molesto.

Siempre que estaba cerca de Hipo le pasaban cosas malas, no fue así al principio, pero pareciera que el castaño lo hacía de forma inconsciente para castigarlo por algo, era muy raro.

El esmeralda se quedó molesto por la, tan grosera respuesta, no era todo su culpa. Quien lo mandaba a jugar con el ancla y quebrarse el pie, o la pata o lo que fuera, quien lo mandaba a hacer malabares con fuego, además es un estúpido dragón, ni que se hubiera quemado el dramático y quien lo manda a bailar encima de las velas. Cuando se transformaba en dragón era alguien completamente diferente, mas infantil se podría decir.

-no es mi culpa que seas tan dramática- modo femenino activado.

-no quiero hablar-

Hipo respiro profundo. Tenía que decirle ya, ahora, en ese momento, sin pensar mucho en las horribles consecuencias.

-¡yo te derribe!- soltó finalmente.

-¿Qué?- ahora sí que estaba confundido. El humano estaba delirando.

-lo lamento, estábamos jugando, no creí que le diéramos a algo- se acorruco a sí mismo, escondió los brazos en su pecho y agacho la cabeza.

-¿tú que?- tardo unos segundos en unir todo. Esa lagartija lo había derribado aquella noche.

Dejo el timón de lado y comenzó a acercarse al esmeralda.

-¿Cómo pudiste?- Se lanzó furioso contra el menor estampándolo contra el suelo.

Hipo comenzó a temblar, sus manos sudaban y la espalda le dolía por el resiente golpe. Estaba muerto.

 

Notas finales:

No sé ustedes a qué hora consideren; La hora del infierno/diablo. Así la llamo yo, por lo general es a las 3:30 am, pero unos la pueden tomar a las 12 am. Ya saben, cuando los fantasmas y el diablo andan por ahí y se hacen presentes moviendo cosas y demás.

Lo de empalamiento, como dice Camicazi, es un antiguo castigo medieval, consistió en clavar un palo de madera gigantesco por el ano o vagina y perforarlo hasta sacarlo por la boca. Lo estaba viendo en mis clases de historia y me pareció interesante, no habrá este tipo de escenas grotescas en la historia pero quería aclarar por si alguien quedo con la duda.


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