Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Singularidades por Dtzo

[Reviews - 37]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

:v ... a alguien más le ha asaltado la inspiración en plena madrugada? 

Nunca debió aceptar la apuesta sabiendo de buenas a primeras que las llevaba de perder sin oportunidad contra su amigo, pero por alguna vez tuvo la ligera sensación de que la curiosidad de Ryo sería mayor como para dejarle una oportunidad a la victoria, desafortunadamente para Yugi, Bakura tenía un fuerte sentido del orgullo en su materia.

“Idiota” Se dijo a si mismo mientras arreglaba una pequeña mochila con lo necesario para pasar la noche a la intemperie, cobarde no era y ante todo su sentido del deber. Fácilmente pudo haber declinado la apuesta a final de cuentas no era algo que hubiera jurado por su sangre firmando contrato con el mismo diablo. Pero él era hombre de palabra, Ryo hubiera hecho lo mismo… ¿O no?

Manta, lista.

Sueter, listo.

Agua, listo.

Algunos snacks, listos.

Cámara, lista.

Bolsa de dormir, listo.

Para asegurarse de que cumpliera con su palabra, Ryo se quedaría a dormir en la sala de su casa por si se le ocurría volver en cuanto se acobardara.

-Eres terrible, Ryo.

-Lo siento, Yug. Velo de este modo, tendrás pruebas que refuten las absurdas teorías de esos fanfarrones y – le dio un par de codazos de manera picara – a las chicas les atraen los chicos valientes ¿No?

Suspiró, su amigo no tenía remedio.

-Malik se enterará, Ryo.

El albino agitó la mano en el aire para restarle importancia a sus palabras, hacía mucho que ese truco dejó de funcionar. Yugi mencionaba al secreto amor platónico de su amigo y enseguida procedía a retractarse de cualquier cosa, hasta que Ryo lo contrarrestó confesándose.

-Pues dile, no hay problema. Ya sabe que no tengo remedio – se rascó nervioso la nuca con esa adorable sonrisa de siempre. Por un lado era libre del soborno pero eso no significaba que el moreno hubiera correspondido a su confesión. Sin embargo, no dejó que eso interfiriera con su amistad.

-Bueno, dime que al menos en emergencia puedo volver. No eres tan malo después de todo.

-Negativo.

-¡¿Qué?! ¿Por qué no?

-Porque no pasará nada Yugi, sólo tienes que desmentir los rumores.

No sabía si sentirse seguro con esa respuesta, lo dicho, no era un cobarde pero tenía una extraña sensación de que algo podía complicar la noche, tal vez algo que estaba fuera de su entendimiento.

-Te harás responsable si mañana no aparezco, Ryo.

Ryo le dio una palmada en la espalda.

-Venga, hombre. No pasará nada. Por si las dudas puedes llevar mi navaja suiza.

Yugi rodó los ojos.

-Bastante que me va a servir. Agradezco tu aporte, Ryo. Pero no puedo aceptarla, fue un regalo de tu padre.

-Oh, vamos. No me mires así, como si no pudiera comprar una similar; anda, cenemos antes de tu expedición que si no tu abuelo me mata si se entera que te envíe al mundo con el estómago vacío.

El señor Solomon se había ausentado por un par de días en un hermoso tour a Europa para visitar a su querida Mai que seguía en recuperación y en una terapia ocupacional tras un par de años de su crisis. Algo tenía que retomar para olvidar el estrés de haber quedado muda. En el internado había podido encontrar un poco de paz que creía perdida, por mucho tiempo no volvió a pintar nada, se dejó cuidar por sus institutrices, amigos y el silencio de su antigua habitación que alguna vez compartió con los nuevos estudiantes.

-Bueno, si encuentras algo asegúrate de tomar evidencia fotográfica. Confío en ti, Yugi.

Ya estaba calzándose sus tenis en la entrada y seguía pensando que era una mala, no, pésima idea.

-Sí, lo tendré en cuenta.

 

 

Aún había luz de algunos locales que aún no cerraban, pero al ir adentrándose cada vez más a la maleza la oscuridad se volvía densa y aún más fría de lo que había imaginado. Caminó por un par de minutos hasta que encontró el claro donde había encontrado un perfecto escondite secreto, solía frecuentarlo cuando necesitaba algún tipo de inspiración. No siempre era buena idea ir al acantilado por los vientos, temía caer.

Tendió la bolsa de dormir y se sentó un momento, gracias a que no había iluminación urbana se podían apreciar un gran número de estrellas en el cielo nocturno, se recostó y buscó algunas constelaciones para trazarlas con el índice y luego tratar de recordar sus nombres; Regulus, Spica, Arcturus. No estaba tan perdido astronómicamente hablando, era de esperarse después de leer contadas veces los libros de astronomía de su abuelo, libros sencillos pero viejos, con las esquinas dobladas y hojas ligeramente pigmentadas en marron, en cuanto se mudó con él, cada noche desempolvaba su antiguo telescopio y guiaba el índice de Yugi para encontrar las dos primeras que coincidían con las constelaciones de Leo y Virgo. “Tal vez no será tan malo después de todo”. Suspiró melancólico, hacía mucho que no estaba tan alejado del señor Solomon; sintió culpa al recordar el motivo de su viaje a Europa. Con el paso del tiempo la sensación mermó hasta ser sólo un ligero escozor que se iba en cuanto rascaba su cabeza.

No había mucho viento, a decir verdad, se sentía tranquilo. Era acampar al aire libre sin una tienda pero no había mucho problema salvo que podría resfriarse y un par de piquetes de insectos, con una pomada se solucionaría. La emoción e intriga de saber sobre el misterioso forastero, ahora vecino, se asentó indiscriminadamente sin él advertirlo, Se colgó la cámara al cuello con la cinta que acompañaba al artefacto mientras probaba distintos ángulos y enfoques a oscuras, usar el flash en medio de la noche no era apropiado si, a fin de cuentas, estaba espiando. Para fortuna de ese último caso, la casa a la cual debía prestar específica atención, se encontraba perfectamente iluminada por las elegantes farolas negras.

Las primeras horas fueron sencillas, lo interesante según los rumores era a partir de que iniciaba la madrugada. Trató de soportar la somnolencia que ya pesaba en sus parpados y en la coordinación de sus movimientos. No supo en que momento una ligera bruma purpura lo rodeó, ni en qué momento perdió la fuerza en sus piernas para mantenerlo de pie al lado de los matorrales y un par de árboles que ocultaban sin fallos su presencia, para su suerte estaba recargado en un tronco que sirvió para amortiguar lo que pudo ser una fea caída. Balbuceó por segundos mientras su memoria muscular lo acurrucaba al pie del madero.

De lo próximo que supo al abrir los ojos fue que su cuerpo dolía, había un aroma a tierra y pasto, y que no estaba al air libre. Había mucha luz, mucho silencio salvo un par de pisadas sobre una superficie blanda que amortiguaba el ruido y un par de ladridos.

 

CONTINUARA..


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).