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Notas del capitulo:

En el capítulo hay una advertencia que, cuando llegue ese escena será puesta. Son libres de leer a partir de la advertencia, o simplemente pasar de largo hasta que acabe la advertencia, pero sólo no quiero comentarios ofensivos. 

Capítulo XIX

—s

Su tranquilidad de estar sentado en el sofá con su querido antojo de yogur helado con crema de avellanas y trocitos de chocolate por encima, se vio interrumpida por el timbre de la puerta. Chistó molesto al ver que Satsuki no podía ir a abrir porque se encontraba en la ducha, y él era el único además de ella en la casa.

Con toda la dificultad de su abultado vientre de casi nueve meses, se levantó de su cómodo lugar, para abrir la puerta. En cuanto la abrió, murmuró maldiciendo al ver de quién se trataba.

—¿Qué es lo que haces aquí?

Habían arreglado sus diferencias, eran por fin una pareja, pero las hormonas le ponían el humor del revés. Había días que se moría por ser mimado por él, aceptaba sus caricias, sus palabras susurradas dulces y pastelosas, sus abrazos, sus cuidados e incluso librear su fogosidad con él —antes de que estuviera ya de casi nueve meses—, mientras que en otras, le gruñía, le pedía antojos imposibles, le golpeaba y maldecía.

Hoy, era uno de esos días, por lo que podía notar.

—Vaya manera de recibirme. ¿Me dejas pasar o no? Quiero hablar contigo —cruzándose de brazos, se apartó para dejarlo pasar.

—¿Qué haces comiendo esta bomba de azúcar? —regañó, al ver el bol de yogur con sus deliciosos condimentos.

—Déjame ya, es el antojo que a tu mocoso le ha apetecido ahora.

—Deja tú de expresarte así de nuestro hijo —dijo molesto.

—Lo que tú digas —farfulló malhumorado, ignorándolo, volviéndose a sentar con dificultad en el sofá—, ¿vas a decir para qué has venido? ¿o es que sólo querías molestarme y hacerme levantarme justo cuando Satsuki está en el baño y no puede abrir?

Kagami suspiró derrotado, si tratar con Aomine era difícil, con las hormonas revolucionadas y embarazado de los casi nueve meses, era aún más complicado. Se sorprendía a él mismo cómo era que, durante estos meses, lo había podido soportar.

—Mañana es la boda de Midorima y Takao, ¿es que ya se te olvidó?

Su mente recordó cómo dos meses atrás, su peli verde amigo le pidió matrimonio al siempre sonriente base de Shutoku, algo que nadie —incluso el mismo Takao—, se esperaba.

Además, que lo hizo de una manera muy original, ya que ese día, el lucky ítem para cáncer ese día, era un anillo de compromiso, y para Escorpio, se precedía que sería un día muy especial, así que aprovechó su objeto de la suerte para proponerle matrimonio.

Fue la forma más extraña de pedir matrimonio a alguien, pero todos sus amigos sabían que se trataba de su obsesionado amigo por los horóscopos. Por otro lado, se alegraban del ojo de halcón, quién lloraba emocionado, aceptando con un sonoro sí.

—¿Y tengo que ir? —dijo con desgano.

—Por supuesto, son tus amigos, sobre todo Midorima, que fue tu compañero de equipo y compañero de clase, ¿no?

—Pero sólo mírame, soy una pelota de baloncesto excesivamente inflada, no me apetece ir a un sitio dónde las miradas van a ir dirigidas a mí—el pelirrojo volvió a suspirar.

—Mira que eres ególatra, no es a ti a quién te deben mirar, sino a los novios  —el moreno lo miró, arqueando una ceja.

—De todas maneras, pretendes que yo te acompañe con esta barriga. Me canso en seguida, me cuesta sentarme, levantarme, y para colmo, dudo muchísimo que un traje de esos me llegue a servir.

—Tampoco tienes que ir con traje cómo dices. Puedes ir con una camisa y pantalones formales de goma elástica.

—Claro, es una boda y yo voy vestido de esa forma —bufó, con ironía.

—No pasa nada, no habrá problema con eso, tampoco hay que ir de etiqueta, es de lógica que así no te iba a entrar un traje, pero ir arreglado sí puedes.

—¿Para qué quieres que vaya? A mí no se me ha perdido nada en esa boda.

—¿Te lo repito? Es la boda de tus amigos, y además quiero que me acompañes —le arrebató de sus manos el bol a la mitad de su delicioso antojo. El moreno protestó, pero cuando fue a recuperarlo, Kagami se lo impidió—. No, no te lo doy si no me dices que vendrás.

—Está bien —aceptó con resignación—, pero con la condición de que no empiece la gente con sus tonterías de oh, qué poquito te queda ya, ¿y qué será, niño o niña? ¿qué es lo que preferís? ¿has tenido malestares durante todo el embarazo?

—Mira que eres un omega quisquilloso.

—¿A que no voy?

—Está bien, está bien —levantó ambas manos—, te recojo a las diez, ya que la ceremonia es a las una, y está a las afueras de la ciudad.  

Daiki asintió, con los ojos iluminados cuándo Taiga le devolvió su bol de yogur.

—Oh, hola Kagamin —habló la peli rosa, entrando en la sala de estar—. ¿Qué tal estás?

—Bien, venía a insistirle a Aomine para que mañana no se haga el vago y no asista a la boda de Midorima y Takao.

—¡Haces bien! Porque por más que le insistí, me respondía de mala manera. Lo que tú no consigas —le guiñó el ojo.

—Bueno, nos vemos entonces mañana. ¿Cómo irás tú, Momoi? ¿Quieres que te recoja también y te vienes con nosotros? —le preguntó, y la fémina meditó por unos segundos.

—¿Llevas a alguien más en el coche? Es que yo voy con Kou-kun y Hi-chan.

—Seríamos cinco con ellos, no habría problema.

—¡Entonces genial! Pensábamos ir en taxi hasta allí, gracias por ofrecerte, Kagamin —sonrió eufórica —. Se lo diré a Kou-kun entonces.

—Nos vemos entonces mañana —se levantó del sofá y se inclinó sobre el moreno, para depositar un beso en los labios ajenos—. No te vayas a quedar durmiendo, que te conozco, o a buscar alguna excusa de última hora.

—¡No te preocupes, Kagamin, yo me encargo de todo! —gritó Satsuki desde la cocina, que había oído lo último dicho.

—Que sí, que sí, no seas pesado —murmuró, terminándose su delicioso antojo.

A la mañana siguiente, se levantó temprano y se preparó y arregló, con un poco de dificultad y desgana, apenas había podido dormir en toda la noche. Una vez terminado, bajó a desayunar, dónde lo esperaban su madre y Satsuki, también alistada.

—¿Qué te ocurre, hijo, te sientes mal?

—¿Te duele algo? —se preocuparon ambas féminas.

—No me duele nada —dejó escapar un leve quejido—, sólo que apenas he podido dormir nada, el bebé no paraba de moverse y dar patadas, y parece que hoy también quiere estar así todo el tiempo.

—Parece que está revoltoso hoy —posó su madre ambas manos en el vientre—, es normal que esté así porque ya falta muy poco.

—Si te sientes mal quizá no deberías ir —propuso la peli rosa—. Si quieres me quedo contigo yo.

—Después de que le dije que sí, no voy a decirle ahora que no. Tampoco es para tanto, sólo está muy inquieto desde anoche.

El timbre sonó, anunciando la llegada de Wakamatsu y el pequeño Hikari, quién entró corriendo a la casa contento. Saludó a su abuelita, a Satsuki y por último a Aomine.

—¡Dai-chan! —exclamó, extendiendo sus bracitos para ser cargado.

—Hikari, es imposible que ya te pueda coger en brazos. ¿No ves que aparte de que pesas mucho le puedes hacer daño al bebé? —lo regañó Wakamatsu, mientras el peli azul le revolvía los cabellos rubios al infante.

—Dai-chan, ¿hoy tampoco nació el bebé?

—Todos los días preguntas lo mismo —habló la señora Aomine, con ternura—, pero no te preocupes, que ya queda muy poquito.

—¿Yo seré el hermano mayor?

—Serías más bien como su tío —explicó la peli rosa.

—Pero ser hermano es más importante que tío —hizo un tierno puchero.

—Entonces no se diga más, serás el hermano mayor, ¿de acuerdo? Pero debes portarte muy pero muy bien, ya que los hermanos mayores son niños buenos —dijo Aomine posando su mano en el hombro del pequeño, que lo tenía abrazado.

Poco después, llegó Taiga, que después de decirle lo mismo que ambas mujeres, el moreno negó y decidió que lo mejor era de que se marcharan ya. Durante todo el camino, Aomine no paraba de estar incómodo, colocándose de diferentes posturas en el asiento trasero del auto.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el pelirrojo con ojos preocupados a través del retrovisor.

—Sí, sólo que aquí atrás me agobio, no me gusta. ¿Por qué no puedo ir delante? —protestó, cruzándose de brazos, pero al hacerlo se dio cuenta que los dejaba apoyados sobre su vientre y le molestaba.

—Porque en caso de accidente y activación del airbag, podría ser peligroso en tu estado.

—Aquí atrás me siento mareado, no me da el aire —volvió a quejarse—. Además, aquí está muy estrecho —él iba atrás junto con Hikari y Satsuki, mientras que de copiloto de Kagami, iba Wakamatsu.

—Abre la ventanilla de atrás, aguanta, ya queda poco camino.

—Además aquí atrás no puedo estirar bien las piernas con el asiento delantero.

—Aomine, ¿quieres dejar de quejarte, por favor? Aguanta ahí callado lo que queda de camino.

—Tks —chistó molesto, ya que el otro había usado su voz.

—¿El bebé se mueve? —cuestionó el infante posando ambas manos en el vientre ajeno, al sentir unos leves movimientos bajo la estirada piel.

—Sí, parece ser que está impaciente por ver a su hermanito mayor —rio Momoi. Aomine sonrió, aunque su sonrisa se esfumó de su rostro al sentir una leve molestia nuevamente.

—Bebé eres malo —habló el niño, serio—, le estás haciendo daño a Dai-chan. Debes comportarte, sino no jugaré contigo —hubo una risa general al ver como el pequeño regañaba al bebé. Ese niño era una auténtica ternura.

.

Por fin llegaron al lugar dónde se realizaría la ceremonia, un lujoso hotel en las montañas. La mayoría de sus amigos ya estaban allí. Hikari fue directo hacia Kise, quién tenía en brazos al pequeño Kouta, ya de once meses de edad, quién al verlo, se removió entre los brazos de su padre queriendo ser bajado.

—¡Hola, Kou-chan! —saludó al bebé, que le respondió en su inentendible lenguaje infantil—. ¡Tatsu-chan! —se dirigió ahora a Tatsumi, la pequeña hija de cuatro meses de Himuro e Izuki, que hizo unas pedorretas graciosas llenas de baba.

Wakamatsu y Momoi se acercaron al pequeño grupo compuesto por los cuatro padres de esos dos pequeños. Mientras tanto, Kagami junto con Aomine, se acercaron hacia los padres del primero, quiénes estaban invitados por tener amistad con el padre de Midorima.

—Pensé que ya no llegabais, Taiga —habló su padre, con monótona voz—, queda casi una hora para la ceremonia.

—Es que Aomine ha estado protestando durante todo el camino —suspiró. El moreno saludó tímidamente con la mano. Los ojos del pelirrojo de menor estatura se posaron sobre él, con preocupación.

—¿Te encuentras bien, Aomine-kun? —preguntó Masaomi, al ver cómo éste hacía una leve mueca de dolor.

—Sí, estoy bien, sólo algo cansado —respondió, frotándose el vientre.

—Siéntate y descansa un poco, no es conveniente que estés todo el rato de pie —propuso el alfa mayor.

—Sí, eso haré, pero primero voy un momento al baño, a refrescarme.

—¿Quieres que te acompañe? —se ofreció Kagami.

—Puedo ir solo, Bakagami, deja de pegarte a mí como una lapa, sólo voy un momento al baño, no me pasará nada —y ahí estaban nuevamente sus cambios de humor, que los pagaba precisamente contra él.

Se sentía cansado, y muy pesado. Quería descansar, pero primero quería refrescarse un poco con agua. Entró en el restaurante, saludando con la mano a algún que otro amigo que se encontraba por el camino, hasta que llegó al baño.

—Daiki —al moreno apenas le dio tiempo a reaccionar y sujetar al pelirrojo, que se desplomó nada más pronunciar su nombre.

—Hey, Akashi, ¿qué te ocurre? Te llevaré adentro —con algo de dificultad debido a su vientre, lo llevó hasta dentro del baño, agradeciendo de por ser un restaurante de lujo, hubiera dentro de este unas cómodas butacas.

—Gracias… —murmuró, llevándose su mano a la cabeza, cerrando los ojos.

—Toma para refrescarte —le extendió un pañuelo húmedo, para que lo pasara por su cuello a modo de frescor—. Espera aquí, voy a traerte un poco de agua.  

—Gracias, en serio Daiki, no hace falta, estoy bien.

—¿Qué es lo que te ha pasado? ¿Quieres que llame a Murasakibara, o a tus padres, Taiga?

—Tranquilo, estoy bien, no hace falta llamarles —respondió, con una leve sonrisa.

—¿Es la primera vez que te da este tipo de mareos?

—No… —murmuró, agachando su mirada, mientras apretaba el pañuelo entre sus manos—… pero no te preocupes.

—¿Qué no me preocupe? Akashi, no es normal desmayarse así cómo así.

—No ha sido un desmayo, sólo un pequeño mareo —lo corrigió, con voz tenue.

—Lo que sea, me da igual, eso no es normal, y si tú no les dices nada, se los diré yo.

—Ni se te ocurra —elevó su voz—. Perdona, es sólo que… tengo miedo…

—Miedo, ¿de qué?

—Ya sabes, cuando estuve enfermo tenía mareos, pérdida de peso, cansancio, sueño, vómitos, desmayos… no quiero pensar que la enfermedad haya resurgido —respondió, con un hilo de voz.

—Entiendo tu miedo, pero ¿por qué no piensas en positivo? —el de orbes rubíes lo miró, sin comprender. ¿Pensar en positivo ante una enfermedad? —. Esos síntomas también pueden ser perfectamente de un embarazo.

—Ya pensé eso mismo la otra vez, y resultó ser la enfermedad.

—No tiene por qué ser que la enfermedad haya vuelto a aparecer. Y no debes ocultar todo esto ni a tus padres ni a Murasakibara, si por desgracia fuera nuevamente la enfermedad, deberías decirlo, para así poderla detectar nuevamente a tiempo y actuar, ¿no crees?

—Es que yo… tengo tanto miedo… No quiero pasar otra vez por todo eso, ni hacerles pasar a los demás preocupaciones por mi culpa.

—Si fuera la enfermedad, no sería por tu culpa. Tú no tendrías la culpa de ello —dijo con suavidad—. Pero sigo insistiendo, ¿no se te puede pasar por la cabeza que sea un embarazo?  —el pelirrojo volvió a bajar su mirada, hacia sus manos.

—Claro que lo sé… y deseo con todas mis fuerzas que sea eso…—metió la mano en uno de sus bolsillos, sacando la cajita de cartón que tenía escondida—… por eso compré esta prueba, pero me da miedo hacérmela y que de negativo.

—Háztela sin miedo. Anda, entra ahí para salir de dudas —señaló con su mirada el habitáculo individual del baño—, yo te espero aquí.

Akashi asintió, levantándose y entrando con lentitud. Aomine ocupó el lugar que dejó el pelirrojo, y lo esperó. Al poco tiempo, salió, con la prueba en la mano, y se la extendió.

—¿Quieres que la mire yo? —este asintió, y Daiki le dejó un sitio a su lado. Seijuro cerró los ojos, con su cabeza agachada, mientras esperaban los minutos indicados para que saliera el resultado.

Un sonoro suspiro salió de la boca del moreno, haciendo que su acompañante abriera un ojo, para mirarle expectante y nervioso.

—Akashi… —su corazón se aceleró, al oír su nombre, y suplicó con su mirada que le dijera algo de una vez—… Positivo. Es positivo, estás embarazado, Akashi —sonrió, entregándole el test.

—¿Es en serio? —susurra, sin creérselo.

—¡Claro que lo es! ¿No lo ves? —cogió el aparato, mostrándoselo desde cerca—. Dos rayitas, positivo, no hay más. Bueno sí —agregó, con su mano puesta en la barbilla—, que más te valen que te hagan cesárea, porque como salga a Murasakibara, creo que vas a flipar en colores con el dolor.

Akashi hace una mueca, y vuelve a bajar su mirada hacia el trozo de plástico con el positivo inscrito en él.

—¿Y si… es un falso positivo de esos? Estos cacharros suelen fallar a veces.

—Pues se soluciona con otra prueba. Y yendo al médico, Emperador absolutamente miedica —le dijo riendo, para molestarlo cambiándole el apodo que se ganó desde su época en Teiko.

—Gracias… —sonrió, levemente—. Me haré mañana otra prueba, si sale positiva, iré al médico entonces.

—Como si saliera negativa —protestó—. Sea cual sea el resultado debes ir al médico. ¿Me escuchas?

—Las órdenes las doy yo, no tú. Aquí el absoluto soy yo.

—Oh, volvemos a ese carácter sádico que tienes —se levantó, con algo de dificultad—. Venga, don Emperador Absoluto, que nos acabaremos por perder la boda.

—Tienes razón —sonrió—. Gracias, Daiki. Te debo una.

—Bueno, con que me nombres padrino de ese mocoso, me vale.

Ambos sonrieron, y salieron del baño. Sus parejas estaban buscándolos como locos, la boda, estaba a punto de comenzar.

El rostro de Takao radiaba felicidad, lo miraras por dónde lo miraras, y en los ojos de Midorima se podía ver ese amor que sentía por el pelinegro.

La primera pareja del grupo en dar el paso hacia el matrimonio.

Shintarou le prometió que esperara sólo hasta que terminaran la preparatoria, consiguió un apartamento dónde empezaron a vivir unos pocos meses atrás, y justo hasta hoy, tuvieron que esperar para poder darse el sí quiero.

Su amor era extraño, y cualquiera que los viera, se aventurarían a decir que son una pareja para nada convencional, con más diferencias que similitudes pero, ¿no se solía decir que los polos opuestos se atraen?

Takao, un guasón andante, siempre sonriente y feliz. Podía decirse que su risa a veces era hasta molesta. Tenía una gran facilidad de hacer amigos, y conseguía que cualquiera que estuviera a su lado sonriera, aunque tuviera un mal día.

Midorima, una persona fría, callada, recta y responsable. Locamente obsesionado con los horóscopos, llevando consigo cada objeto más raro y extravagante posible. Se podría decir que hasta era una persona de mal humor.

Pero ambos eran la compenetración del otro. Inquietud y seriedad. Felicidad y frialdad. Diversión y responsabilidad. Shintarou no era nadie sin Kazunari, y éste no era nadie sin su Shin-chan.

Durante toda la ceremonia, las molestias que sentía Aomine fueron incrementándose y fue en la celebración cuando terminaron por convertirse en dolor.

—Mierda… Kagami… —ahogó un quejido.

—¿Qué te…? —no terminó de preguntarle, porque se fijó cómo la ropa y la silla estaban mojadas—. ¿Ya? ¿Aquí?

—Joder, Bakagami, lo último que necesito es que entres en pánico. Llévame a un puto hospital —jadeó, al sentir otra contracción.

Seijuro, que se encontraba en la misma mesa sentado junto a ellos, se levantó de su lugar.

—Voy a llamar al padre de Shintarou, es médico—el pelirrojo fue hasta la mesa nupcial, trayendo en seguida al peli verde. A la nada, el doctor apareció.

—Mejor vamos rápido ya al hospital —dijo Taiga levantándose para ayudar al moreno a hacerlo, pero el recién llegado se lo impidió.

—No es conveniente ir al hospital —posó ambas manos en el abultado vientre—, estás oficialmente de parto, y hay varias horas desde aquí hasta el hospital más cercano, el bebé podría nacer por el camino.

—Entonces lo mejor es que pase a una de las habitaciones del hotel —propuso Tora, que también se había acercado junto con Masaomi.

—¿Qué? —exclamó el peli azul entrando en pánico—. ¿Parto natural? ¡Me niego! Yo quiero mi anestesia y mi cesárea, como estaba programado para dos semanas, esto duele mucho, no quiero, no quiero.

—Escúchame, chico, no hay tiempo de ir a un hospital, tiene que ser aquí. Tranquilo, todo va a salir bien —le animó el peli verde mayor.

Entre Kagami y Midorima lo ayudaron a levantarse, hasta llevarlo a una de las habitaciones que reservaron en el hotel y dejarlo sobre la cama. Midorima Shin ordenó a los empleados que trajeran toallas limpias y agua templada, al igual que algunos materiales que necesitarían.

—Midorima, Takao —se acercó Taiga a la recién pareja—, los invitados aún están aquí, la fiesta no terminó.

—Pero ¿qué dices? De eso nada, esto es más importante que la fiesta.

—No os preocupéis, vosotros seguid con la fiesta —insistió—, después si queréis os pasáis un rato, pero no podéis abandonar a vuestros invitados.

El matrimonio asintió, no del todo convencido, pero en parte sus amigos tenían razón. Estarían un poco más con el resto de invitados, y así después terminar la fiesta antes de tiempo.

Midorima Shin le indicó también al resto de amigos de la pareja que fueran al lugar de celebración, Aomine se sentía nervioso y era lo que menos necesitaba. Además, sólo permitió —a regañadientes, porque si por él fuera, sólo aceptaría al padre del bebé— la entrada a Kagami, Momoi, Akashi y a los padres.

Bueno, aquí empieza la advertencia, así que eres libre de saltarte todo esto hasta dónde termine la advertencia. No quiero traumas o quejas, que la advertencia está.

Cada vez se sentía más nervioso, por no decir adolorido. Esa extraña sensación que sentía en su pelvis, y la tirantez de su bajo vientre lo estaban volviendo loco.

Ayudado por Kagami, fue tumbado en la cama, y el pelirrojo le fue quitando la ropa de cintura para abajo, para después ser cubierto por una blanca toalla.

—Tranquilo, aunque seas primerizo no tiene por qué durar mucho el parto —le animó Midorima-san, sentándose en el borde del colchón, entre sus piernas, echando un vistazo.

—Joder… esto duele mucho, maldita sea —se quejó, tomando aire después de una fuerte contracción. Kagami le sujetó su mano, y acariciándole el hombro, dándole ánimos.

Una hora había pasado y ni rastro de que el mocoso quisiera dejar de desgarrarle las entrañas. Como maldecía internamente una y otra vez haber asistido a esa boda. Si el momento del parto le hubiera pillado en su casa, ahora mismo estaría en el hospital, quién sabe si ya descansando después de que le abrieran en canal para sacarlo.

Prefería mil veces sentir cómo le abren en dos, antes de sentirlo de esa manera. Luego estaba Kagami, quién le ponía nervioso, y los demás espectadores, que le hacían sentirse avergonzado. ¿Dónde quedó la intimidad?

Palabras malsonantes salían de su boca sin parar, sólo cuando las bocanadas de aire en cada contracción se lo permitían. El sudor bajaba por su frente, y tenía mucho calor, y ganas de pujar, muchas.

—Bien, todo listo, en la próxima contracción puja con todas tus fuerzas —le indicó el médico, ajustándose sus gafas y mirando atentamente entre las piernas del moreno.

—Tú puedes —le alentó Taiga, besando su frente—. Ya falta poco para conocer a nuestro bebé.

—¡Esto es tu culpa, maldito violador! —gritó iracundo—. No te voy a permitir acercarte nunca más a mí, desgraciado. ¡Cómo lo hagas, te la corto! Juro que te castro y te dejo estéril —el pelirrojo tragó seco, ante la amenaza de peligro que su anatomía corría.

—No te preocupes, es normal que se suelan oír ese tipo de amenazas —dijo sonriendo Shin, para tranquilizarlo—. Bien, ya falta poco, chaval, dos más, dos pujas más y todo habrá acabado, vamos.

Respiró profundo, para coger fuerzas y pujar todo lo que podía. Sintió un último dolor, y al pequeño deslizarse hacia afuera. Se dejó caer de golpe sobre la mullida almohada, recobrando el aliento.

Un lloro inundó la habitación, y los integrantes del lugar se miraron entre sí con rostros sonrientes.

Midorima le preguntó a Taiga si quería cortar el cordón que aún lo unía al omega, y gustoso se acercó. Akashi le dio una toalla, para envolver al pequeño, para pasar por fin a los brazos de su padre.

—Alguien está deseando conocer a su papá —dijo el hombre, sonriendo, entregándole al bebé.

—Por fin te tenemos con nosotros —los orbes rubíes desbordaban ternura y felicidad. Besó con delicadeza la cabecita, que era adornada por una fina pelusilla rojiza, y su piel se tornaba color caramelo.

Fin de la advertencia

—Ahora, lo mejor es que vayáis al hospital más cercano, el bebé está completamente sano, pero allí le harán más chequeos para cerciorarnos que todo marcha bien. Digo lo mismo por Aomine.

—Es idéntico a ti —habló Seijuro, acercándose.

—No me lo puedo creer, ¡ya soy abuelo! —sorbió su nariz el pelirrojo mayor, también acercándose para conocer a su recién nieto.

—Felicidades —no tardaron en llegar las felicitaciones por parte de sus padres, hermano y Midorima, quién este último terminaba de limpiar y acomodar al moreno.

Daiki descansaba en la cama, aún con su respiración agitada, tratando de regularla. Abrió los ojos, moviendo su cabeza hacia dónde se encontraba Kagami, viendo cómo peligrosamente se acercaba hacia él, con un pequeño bultito entre sus brazos.

—El bebé también quiere conocer a su papi —su mente terminó por reaccionar, y se medio incorporó, con dolor, para quedar apoyado con la espalda en la pared—. Mira qué preciosidad.

—No… yo… ¡No te acerques! —exclamó, haciendo que todas las miradas se posaran sobre él, con preocupación.

—¿Por qué? ¿Es que no quieres cargar a nuestro hijo?

—¡No quiero, no quiero! Por favor, no te acerques.

Masaomi se acercó a él, para tratar de tranquilizarlo, mientras le pedía a Taiga que no diera un paso más. Akashi se acercó por el otro lado de la cama también.

—¿Se puede saber qué te pasa? —gruñó el tigre, furioso por tal rechazo.

—Tranquilo, Kagami-kun, es normal —intervino Shin—. En muchas ocasiones, la mujer y el omega pueden tener una depresión post parto, que les hace rechazar a su hijo. Si le gritas o intentas acercarle el bebé, conseguirás que lo rechace más aún.

—Pero… es su hijo… ¿cómo puede odiar a esta cosa tan pequeña? —bajó su mirada hacia el bebé, que dormía profundamente.

—No te preocupes —sintió la mano de su padre sobre su hombro—, no lo odia, no podría odiarlo, ya verás. Lo mejor es ir hacia el hospital, para que chequen al niño y a Aomine-kun.

Taiga asintió, no muy convencido de ello, sin dejar de posar sus orbes en el moreno que descansaba medio dormido y adolorido en la cama.

Lo primero era cerciorarse de que los dos estaban bien. Sólo esperaba que una vez pasado todo esto, no rechazara a su hijo.

 

 

Notas finales:

Aclaro, primero no quería poner un parto natural, ya que "va contra natura" ¿por dónde demonios sale? ¿por el c***? pues sí xD por eso tampoco quise especificar mucho y hondonar en lo explícito. 

A los otros personajes que tuvieron bebés ya, Kasamatsu tuvo cesárea debido al accidente que tuvo, Hanamiya también porque el bebé estaba mal colocado, mientras que Izuki si tuvo parto natural, sólo que no lo especifiqué ni puse en el capítulo —nótese cómo directamente no apareció esa escena—, pero con Aomine sí quería ponerlo.

Drama, y más drama. No. A ver, explico. 

Aomine no buscaba ese embarazo, se enteró de una manera impactante, y quería abortar. No lo hizo, porque se arrepintió, pero aunque haya pasado bien el resto de embrazo, eso no quita que pudiera tener un poco de depresión post parto debido a todo lo pasado. He aquí por eso su reacción. 

Sólo queda que por él mismo se de cuenta, o alguien nuevamente —como pasó con el tema del aborto, que fue Sakurai quién le hizo abrir los ojos— le ayude. Si así fuera, ¿qién podría ser?

Gracias por leer. 


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