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Singularidades por Dtzo

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Un pequeño niño de larga cabellera magenta atada en una cola baja con un lazo azul, pecoso y ojos aceitunados vestía una camisa celeste a juego con un chaleco beige con un escudo en el extremo izquierdo. Su voz era amable aun cuando ejercía fuerza para detener al enorme can que ofuscaba a Yugi que, aún tendido en el piso, incorporándose en sus codos, no sentía más que vueltas y mareos.

-Disculpa por esta presentación, es algo difícil volver a ponerle la cadena.

Chronos bien no era tan pesado como un San Bernardo, ni tan alto como un gran danés.

Yugi, al finalmente haberse sacudido la somnolencia y aturdimiento, se arrastró como pudo hacía atrás hasta topar con la pared más cercana, lejos del aliento nada agradable del dálmata.

-¿Te importa si te dejo solo unos momentos? Necesito dejarlo fuera.

Yugi asintió despacio sin quitarle la vista de encima al inusual par. Estar solo le dejaría pensar mejor.

Una vez que Leon sacó con esfuerzos a su mascota y el silencio poco a poco retornaba, Yugi sentía que podía respirar de nueva cuenta, miró en todas direcciones de la habitación. Era espectacular o demasiado brillante por donde le viera, una sala común, un televisor de pantalla plana, una mesa de cristal en el centro, macetas con vegetación y algunas flores que no sabía identificar, enormes cuadros dorados en cada pared y con relieves de lo que parecían ser los miembros de la familia de Leon, la moqueta afelpada en la que hacía unos instantes estuvo recostado, la loza era guinda, tan lisa que podía ver su reflejo sin una sola mota de polvo.

¿En dónde se supone que estaba? Tanto lujo lo tenía abrumado, mudo y sin aliento. Sensación que no duró mucho cuando de nueva cuenta la enorme puerta se abrió dejando ver al niño con un carro de servicio con una jarra y vasos de vidrio.

-Disculpa la espera, aún no soy lo suficientemente fuerte para controlarlo. Traje un poco de agua.

Sirvió el elegante vaso tendiéndoselo a su curioso huésped.

-¿Cuál es tu nombre?

Tomó un sorbo pequeño con ligera desconfianza, pero al sentir la frescura del agua fue que prolongó su acción. Cuando el alma le regresó, respondió.

-Yugi Mutou.

-Mucho gusto, Yugi ¿Te sientes mejor?

-Sí, gracias, Leon ¿Puedo preguntar algo?

-Lo que sea.

-¿Dónde estamos?

Leon parpadeó sonriendo cálidamente.

-En mi casa.

No sabía realmente si sentirse satisfecho con la respuesta y el pequeño advirtiendo eso en su mirada prosiguió.

-Es la mansión que atrae tanto a la gente, si es lo que te preocupa, seguimos en Japón.

-Con que era tuya…

-¡Ah! Bueno, mía no. Nuestra, de mi hermano y mía.

-¿Tu hermano?

-Hace un tiempo que nos mudamos, solíamos vivir en Alemania y ahora somos sus vecinos.

Decía son una sonrisa inocente.

Yugi tenía muchas preguntas por hacer, inclusive esa pequeña introducción llamó desde lo más profundo a su incesante curiosidad, pero no quería sonar descortés. Al final no sabía cómo había llegado hasta el interior de su objetivo a observar, ni siquiera sabía qué hora era, si ya había amanecido o sólo habían pasado un par de horas.

-Leon ¿Cómo es que llegué aquí?

Primer punto, el más importante a decir verdad.

-Ah, bueno pues… Estabas dormido en el bosque, cerca de aquí. Chronos te encontró y no podía dejarte tirado a la intemperie.

Era lo más normal del mundo y en la utopía de Leon era algo que hubieran hecho por él. Pero poniendo los pies sobre la tierra y pensándolo con la cabeza fría, al menos en las circunstancias en las que Yugi había aparecido, no hubiera ido tan factible que algún extraño lo auxiliara.

-Lamento las molestias que cause, te agradezco el gesto Leon pero debo irme.

Sentía en sus entrañas la molesta sensación de querer salir pitando a como diera lugar, no se sentía del todo cómodo.

-¿Tan pronto? Pero aún es de noche, son las dos de la mañana ¿Seguro que quieres irte? Puedes quedarte, no hay ningún problema.

Ya resolvía el problema del horario.

-Es muy amable de tu parte, pero debo regresar a mi hogar. Preocuparé a mi abuelito.

Mentira. Apostaba lo que fuera a que Ryo estaría durmiendo como un bebé sin preguntarse si él estaría bien.

-Entiendo… Te escoltaré a la salida.

Así sin más Leon llevó a Yugi hasta la entrada del jardín rodeado por bardas blancas. Efectivamente seguía oscuro y la temperatura había disminuido considerablemente.

-Te lo agradezco, Leon. Hasta luego.

-Yugi ¿Pasarás a visitarme algún día?

No, gritó su interior.

-Seguro, si tengo oportunidad lo haré.

Caminó a paso ligero lo más normal que podía y en cuanto dejó de sentir la mirada del chico en su espalda echó a correr a todo lo que daban sus piernas hasta su hogar, deteniéndose frente al pórtico para notar que las luces de la sala seguían encendidas. Asomó la mirada por la ventana antes de entrar y estaba vacía. No creía que Ryou hubiera olvidado apagar las luces, tomó sus llaves e ingresó. Nada ni nadie hizo ruido. En la sala había un par de envoltorios de dulces y algunas frituras además de latas de refreso.

-¿Ryou? ¿Estás aquí?

Llamó en la cocina, vacía. Buscó en el baño, lo mismo.

Se preguntaba si no habría tomado su habitación para dormir, subió las escaleras procurando hacer el menor ruido posible. Su puerta suponía que estaba entre abierta, caminó hasta ella y al mirar al interior su corazón se detuvo, una corriente helada asaltó su cuerpo de pies a cabeza dejándolo petrificado con el corazón en la boca. No daba crédito a lo que sus ojos miraban.

Ryou estaba en el centro de su habitación mirando hacía la ventana abierta que reflejaba la luz de luna llena, pero estaba levitando, sus pies estaban ligeramente despegados del piso y sus cabellos hondeaban sin gravedad. Lo más impactante para Yugi fue cuando su mirada se fijó en él.

Sus ojos estaban completamente blancos.

 

Continuara...


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