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Rompiendo Las Reglas por AniBecker

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Se sentía asqueado y mareado, con sólo pisar la estancia. Ahí iba de nuevo, en esa casa, vivir con su exmarido, y convertir su vida nuevamente en una pesadilla. Él tenía muy claro por qué dejó a Katsunori, y no hubiera vuelto con él si no llega a ser porque tenía miedo de que consiguiera quedarse con la patria potestad de Tetsu, por no contar que temía que su propio hijo lo odiara.

A simple vista se veía un hombre imponente, respetuoso y triunfador, pero no era nada más que fachada, porque era una persona sin escrúpulos. A día de hoy, seguía pensando por qué tuvo que consentir estar con él. No decía que se arrepentía haber estado con él, porque la única bella prueba de ello era Tetsu.

El peli celeste terminó de entrar su maleta, sonriente. Él solía ser callado y no mostraba sus emociones con facilidad, pero en cambio, ahora se veía bastante alegre. Aomine lo miró y pensó que si supiera como era su padre realmente, seguro no quisiera saber nada de él.

Tetsu era el ojito derecho de Katsunori, podía notar como el alfa protegía y quería a su hijo, por lo que al menos, podía estar tranquilo de que no le haría nada malo. Lo que sí temía, es que él no paraba de repetir que un día, su hijo heredaría todos sus negocios, y eso era lo que no le gustaba.

Él mismo estaba investigando a su exmarido, tenía informes del detective en el que tenía empresas fantasmas ilegales y, aunque aún no había indagado más en la investigación, sospechaba que podría tratarse uno de esos negocios el tráfico de armas.

Eso era justo lo que él no quería, que Tetsu pudiera estar envuelto en ese mundo. Su padre quería meterlo en sus negocios y dominarlo a su manera, cosa que no estaba dispuesto a permitir, por eso era una parte que hizo aceptar esa amenaza.

Si su exmarido le metía ideas en su contra, podría odiarle, y por consiguiente, querría que su padre tuviera su patria potestad, siendo así de estar manera que él pudiera manejarlo a su antojo.

Y ahí se encontraba, en esa encrucijada. Nuevamente se iba a vivir a esa casa. Era uno de los barrios lujosos de la ciudad, pero dónde las edificaciones eran de estilo oriental. Era bastante grande, toda distribuida únicamente en una sola planta, con un jardín delantero, uno trasero con hasta piscina, y otro interior, dónde tenía un estanque con carpas.

Contaba con varias mujeres que realizaban la limpieza, cocinero, mayordomo, chófer y sin contar con que tenía seguridad.

Bienvenido, Kuroko-sama —saludó una de las sirvientas de la casa.

—Bienvenidos de nuevo a su casa —se inclinó con respeto el mayordomo, hacia Daiki y Tetsuya—. Déjenme que les lleve las maletas a sus habitaciones.

—Yo voy a mi habitación a ordenar mis cosas.

—Déjeme que le ayude, Tetsuya-sama —dijo una mujer mayor de cabellos canosos, quién fue en su momento la cuidadora del peli celeste cuando era pequeño.

—Oba-san, ya te he dicho muchas veces que dejes de decirme sama, sólo dime por mi nombre, tú me viste crecer.

—No podría hacerlo, mi niño —le sonrió con ternura, yéndose junto a él a la habitación del adolescente.

—¿Por qué mis maletas están en esta habitación? —preguntó molesto Aomine.

—Pero Daiki-sama, esta es la habitación que compartía junto con Kuroko-sama.

—Demasiado que tengo que vivir bajo el mismo techo, pero me niego a compartir la misma cama —se cruzó de brazos. En ese momento, entró el pelinegro.

—¿Qué es lo que pasa aquí?

—Sólo quiero que mis maletas sean llevadas a otra habitación.

—Retírate —dijo con autoridad hacia el mayordomo, que con una reverencia, salió de la estancia. Después, se acercó al moreno, tomándolo nuevamente de la barbilla—. ¿Otra habitación? De eso nada, tú duermes aquí. ¿Se te olvida que soy tu esposo?

—Ya has conseguido lo que querías, ¿no? Déjame ya en paz —se revolvió, queriéndose soltar del agarre, en vano.

—Deja de una vez tu altanería, te recuerdo que aquí se hace lo que yo diga, y si yo digo que tú, vas a dormir en esa cama conmigo, lo vas a hacer —apretó con más fuerza para después soltarlo—. Toma esto —puso en lo alto de la cómoda una alianza, su antigua alianza—, quiero que te la pongas nuevamente, y más te vale que no te vea que no la usas.

—No tengo por qué usarla, te repito que me has traído aquí obligado, pero tú y yo no estamos ya casados, no eres nada mío —le escupió de mala gana, pero un agarre en su cuello y un empujón posterior le hizo caer sobre la cama.

—No me desafíes, y después de los años parece que sigues con ese comportamiento. Quizá deba domarte mejor —le lanzó la alianza de mala gana—. Te la pones y punto, tú sigues siendo mío, te guste o no, yo soy tu alfa, y esposo —esbozó una sonrisa socarrona, a la vez que lo tumbaba en la cama y él lo apresaba con su cuerpo, para susurrarle—, ¿Sabes un secreto? El supuesto divorcio, no existe, conozco jueces, Daiki, ese divorcio nunca fue real.

—¿Sabes que le estás diciendo de tus sobornos y tus jugarretas ilegales a un oficial de policía?

—No me desafíes, Daiki, te repito —lo obligó a callarlo con un beso forzado—. Termina tus cosas, ahora vendrá una sirvienta a ayudarte. Estaré en mi despacho, a las nueve te quiero abajo para cenar. Y no te olvides de ponerte esto, mi amor —se refirió a la alianza.

Dicho esto, volvió a besarlo, para después salir de la habitación. Soltó un grito ahogado, lanzando uno de los cojines hacia la puerta recién cerrada. Cada vez lo odiaba más. Era un maldito desgraciado.

Miró el objeto dorado sobre la colcha, y se lo puso en su dedo anular, resoplando con resignación. ¿Dónde habían quedado su carácter y su orgullo? Seis meses era lo que le había durado su libertad. Algo dentro de su cabeza le decía que Katsunori aceptó sin rechistar o poner condiciones esa demanda de divorcio.

Ahora se daba cuenta que ese divorcio nunca llegó a cumplirse debido a conocidos sobornados por él en los juzgados. Estaba esperando el momento perfecto para conseguir que tuviera que volver con él en contra de su voluntad, y para su desgracia, por fin había encontrado el mejor de los momentos.

Unos golpecitos en la puerta le hicieron que desviara su mirada, entrando una mujer de mediana edad, pidiendo permiso primero, para después, con todo respeto y educación hacia su persona, decirle que le ayudaría a acomodar sus pertenencias.

Después de tener todo en sus nuevos lugares, fue a la habitación de Tetsu, que se encontraba hablando por videollamada con Kagami. Salió sin ser visto en la pantalla, no tenía ganas ni fuerzas de que ni tan si quiera el pelirrojo le hiciera un saludo con la mano.

Volvió a la que tenía que ser por la fuerza su habitación, y no salió de ahí hasta que le avisaron que la cena estaba servida. Llegó al gran comedor, y se sentó a la izquierda de su esposo, quién presidía la mesa, mientras que Tetsuya, a la derecha de su padre.

La cena fue silenciosa, tal y como solía recordarlas. A Katsunori le gustaba el silencio mientras se comía, su hijo no era de muchas palabras y él tampoco estaba para mantener precisamente una animada conversación.

Le pidió al mayordomo un vaso de agua para tomarse sus supresores, se encontraba en celo y no tenía ganas de tener que lidiar con él. Al peli celeste también le llevaron, ya que, aunque él no se encontraba en celo, debía tomárselos para evitar entrar en su calor.

Del comedor se trasladaron a la sala de estar, mientras que Tetsuya leía una de sus novelas, Katsunori tecleaba en su portátil y revisaba informes, y Aomine, que debía también ponerse a revisar y estudiar los informes de su investigación, al tratarse sobre su esposo, no podía arriesgarse a que lo descubriera, por lo que optó por ver la televisión, no sin antes, como omega doctrinado, como decía el pelinegro, servirle una taza de té a su cónyuge.

Pero la hora que más temía que llegara, era la de dormir, que no tardó en llegar. Tetsuya se despidió de sus padres hacia su habitación para retirarse a descansar, y los adultos lo hicieron un poco después.

El mayor, primero revisó su agenda y llevó sus informes a su despacho, que mantenía siempre bajo llave. Para cuando llegó a la habitación, el peli azul se estaba en la cama, leyendo un libro.

Ni desvió su mirada cuando entró. El otro, en total silencio, se quitó su yukata y se cambió para dormir simplemente con un pantalón de pijama. Abrió la cama y se metió en ella. El moreno soltó su libro en la mesita y apagó la luz, girándose hacia su izquierda, dándole la espalda, pegándose lo más posible al filo de la cama para así evitar cualquier contacto con él.

Pero eso Katsunori no lo iba a permitir. Volvió a encender la luz, y atrajo a su esposo hacia él, posicionándose encima.

—¿Qué mierdas haces?

—¿Te crees que vas a dormir así cómo así? De eso nada, eres mi omega, estás en celo, y eres mi esposo, por lo que tienes que cumplir con tus obligaciones matrimoniales.

—¡Quita! —lo empujó para quitárselo de encima—. Me niego a tener nada contigo. He podido pasar mis celos perfectamente estos seis meses sin ti, no te necesito… —sintió un escalofrío.

—¿Estás seguro? —cuestionó, sonriendo y lamiéndole la oreja—. Creo yo que no vas a poder resistirte.

—¿Qué mierdas me has hecho?

—¿Te creías que el supresor que te tomaste era uno? —metió una de sus manos bajo la camiseta ajena, mientras que la otra apretaba levemente el cuello moreno.

—Puto desgraciado —murmuró, tragando seco, al sentir cómo le estaba empezando a costar un poco respirar con normalidad—. ¿Entonces le has hecho lo mismo a Tetsu? ¡Va a entrar en celo!

—Tetsuya sí es tomó su supresor, ¿tan mal padre me crees? Por nada del mundo quiero que mi querido hijo entre en celo y sea víctima de una violación, porque tendría que matar al desgraciado que lo intente —a tirones, le consiguió sacar el pijama—. Interesante… sigues tan mojado como te recordaba.

—¡Te he dicho que no quiero! Por nada del mundo me volvería a acostar contigo —le era inútil, por más que intentara librarse de él, no lo conseguía. Se encontraba en celo y sus fuerzas no le acompañaban—. ¡Que te quites joder, esto es violación!

—No lo es, porque yo soy tu esposo, eres mi omega y además, tu cuerpo no dice lo contrario, parece que le gusta —liberó su miembro de los pantalones, y entró en él sin preparación alguna.

—¡Ah! Hijo de puta, duele como un demonio —se quejó con lágrimas en los ojos por la brusca intromisión—. ¡Te he dicho que no! ¡Maldito desgraciado! ¡Sácalo, joder, no estás usando protección!

—Estate quietecito ya de una vez, eres demasiado ruidoso, sólo debes ser ruidoso con tus gemidos —le apretó con algo más de fuerza el cuello—. ¿Y si te embarazo? La verdad que no me parece mala idea de que tengamos nuestro segundo hijo.

—Antes muerto, que tener otro hijo contigo —sólo la hipotética opción de quedarse embarazado nuevamente de él, le hacía estremecer. Con otro hijo, ahora sí que nunca más podría librarse de él. Como no paraba de golpearlo para poder quitárselo de encima, no le dio otra opción a Katsunori a sujetarle las manos con la camiseta—. ¡Que me sueltes te digo! ¡Ah, cabrón, no lo hagas!

Gritó, sintiendo cómo se corría dentro de él y el nudo se atoraba. Por muy en celo que estuviera, ni si quiera había sentido placer, y menos aún al haber sido forzado y con posibilidad de poderse quedar embarazado.

Ya no hacía ni el intento de forcejear, ya estaba hecho. Ni se movió para evitarse dolor, ya que, debido al nudo, tendrían que estar así por un rato.

—Me muero por verte otra vez con pancita —acarició su vientre, que hizo que a Aomine le pareciera repugnante.

Ni fuerzas tenía para protestar, sabía que no tenía nada qué hacer contra él, porque era capaz de cumplir sus amenazas, o hacer cosas peores. Una vez el nudo se deshizo, el pelinegro se quitó de encima de él, y le desató las muñecas.

Estiró su mano hacia la mesita de noche que estaba a su lado y sacó algo con forma de tapón metálico del cajón y se lo colocó al moreno, que no se dio cuenta de ello hasta esa pequeña fría intromisión.

—¿Qué mierdas me acabas de poner? —se apoyó sobre sus codos para incorporarse y saber de qué se trataba.

—Te lo dejaré hasta mañana —le susurró en la oreja, como si eso le resultara erótico al menor—, es para aumentar las probabilidades de embarazo —le obligó a que le diera un beso forzado y lo arropó—. Que descanses, mi amor.

—Mañana tengo que trabajar, por favor, devuélveme mis supresores —pidió. No le gustaba suplicar, y mucho menos a él, pero si quería poder salir a la calle sin que su celo se lo impidiera, necesitaba los supresores para ello.

—Está bien, te dejaré que te los tomes si tienes que salir, pero yo te los daré, pero mientras estés en casa, no tendrás supresores, para que así no te opongas a mí tan fácilmente.

—Como si pudiera —susurró, antes de girarse nuevamente en la cama para intentar dormir.

A la mañana siguiente, unos golpes en la puerta lo despertaron. Cuando abrió los ojos, vio que su esposo no se encontraba en la cama. Lo agradeció, porque no tenía ganas de verle tan pronto el rostro, y menos después de lo que le hizo anoche.

—El desayuno está servido desde hace rato, papá me dijo que te dejara dormir un poco más, que te sentías cansado —entró Tetsuya. Rápidamente se puso de espaldas a su hijo, al percatarse que se le notaba un poco el agarre del cuello y de las muñecas—. ¿Te encuentras bien?

—Sí, sólo no descansé bien, hacía tiempo que no dormía aquí y extraño la cama ¾mintió, poniéndose un yukata para cubrir su desnudez—. Ahora voy, primero me voy a dar una ducha, ve desayunando tú, sino se te hará tarde. ¿Y tu padre?

—Se fue ya a trabajar, dijo que no vendría hasta la noche. Yo ya desayuné, es que hoy tengo entrenamiento matutino y tengo que salir ya, en la tarde regreso. ¿Tú trabajas hoy?

—Sí, también vuelvo en la noche.

—Nos vemos en la noche entonces. Me marcho ya.

—Que te vaya bien —una vez que el peli celeste se marchó, se levantó y fue hasta el baño. Miró en el espejo su reflejo, para ver hasta qué grado se le notaban las marcas. Gracias a su tono de piel no eran muy notorias, con el cuello de la camisa abrochado y la manga larga, no se le tendrían que notar.

Abrió el agua caliente y se metió bajo el chorro, quitándose esa cosa molesta que le había puesto la noche anterior para limpiarse. ¿Dónde había quedado su orgullo para tener que aguantar todo eso?

¿Cómo se dejaba violar y humillar de esa manera?

No pudo evitar llorar debido a la frustración que sentía en ese momento. Lo peor que lo de anoche no era nada, sabía que así serían todas las demás, y él tenía que dejar a un lado su orgullo y le hiciera lo que quisiera por tal de que no envenenara a su hijo en su contra.

Sólo deseaba que Tetsu nunca se enterara de lo que era capaz su padre.

Una vez duchado, se vistió y fue hasta el comedor. El mayordomo le sirvió el desayuno junto con un supresor, que agradecía que en eso, Katsunori se hubiera acordado en dejárselo, y que se los escondió. Se despidió de los sirvientes de la casa y se dirigió hacia su trabajo.

—¡Dai-chan! —le sobresaltó la voz de su amiga de la infancia—. ¿Se puede saber qué has hecho?

—¿Qué es lo que he hecho?

—Hi-chan se llegó anoche a tu casa, para daros unas galletas que hice, y sí, salieron muy buenas, he avanzado mucho en la cocina —respondió, orgullosa—, pero no os encontrabais, y al preguntarle al conserje, le dijo que os habíais mudado. ¿A dónde?

—Volví con mi ex —desvió la mirada para no encontrarse con la de la peli rosa, sabía que esa noticia no le iba a gustar—, por lo que volvimos a su casa.

—¿Qué? ¡Cómo demonios vuelves con él! ¿Por qué? —le dio golpecitos en el pecho—. Estabas divorciado de él. Después de lo que te hizo cómo puedes volver con él. ¿Te ha amenazado? Tiene que ser eso, porque sino no me lo explicaría.

—No me ha amenazado —mintió—. Lo hicimos por Tetsu, decidimos darnos otra oportunidad.

—Por Tetsu-kun, ¡por favor! Ya es mayor para entender que sus padres están mejor separados, no es un niño chiquito. Esa no es la razón, porque tú por nada volverías con él.

—Déjalo ya, Satsuki, te digo que fue por Tetsu. De todas maneras, no es algo que te incumba.

—Hace unos días decías que por nada del mundo querías volver a verle la cara, y ahora me dices así de buenas a primeras que te has ido a vivir nuevamente con él para estar juntos. ¿Y crees que me crea esta absurda tontería? ¡Dai-chan, dime ahora mismo la verdad!

—Que esa es la verdad, dejemos ya de hablar, hay trabajo qué hacer —siguió caminando para entrar a la comisaría y dejar la conversación con su amiga.

—¡Dai-chan! Que sepas que esta conversación no va a quedar así. Soy tu mejor amiga y me preocupo por ti, y volver con él no ha sido por libre decisión tuya.

Ahí terminó la conversación, porque Aomine no tenía nada de hablar y mucho menos de que su amiga se enterara de todo. Agradecía que se preocupara por él, pero era su problema y no quería que nadie se enterara, bastante humillado se sentía ya, como para contar todas las humillaciones que le hacía pasar su nuevamente esposo.

Pensó que nunca terminaría el día para él, le dolía la cabeza de que la peli rosa, junto con Wakamatsu e Imayoshi, no pararan de preguntarle y decirle mil y una veces que no le convenía volver con Katsunori.

Claro que no le convenía, y si por él fuera no le hubiera visto la cara en lo que le quedaba de vida, pero no tenía más remedio que aceptar y dejarse humillar, todo fuera por Tetsu, aunque no sabía hasta cuándo podría aguantarlas.

Salió un poco antes del trabajo, antes de llegar a casa, pasó por una farmacia, quería cerciorarse —y deseaba con todas sus fuerzas— de que no se encontrara embarazado. Compró un test y también, por si acaso, unas pastillas anticonceptivas, por si el test —que ojalá así lo fuera— daba negativo.

—Bienvenido, Daiki-sama —saludó una de las sirvientas.

—¿Llegó Tetsu, o Katsunori?

—Ninguno de los dos llegó aún, señor —le cogió el abrigo para colgarlo—. Estarán por llegar, ¿desea un baño antes de la cena?

—Eh… sí, pero lo haré en mi habitación.

—Como desee —se inclinó y se marchó hacia la cocina. El moreno fue hasta su habitación, y se encerró en el baño. Katsunori aún no había llegado tenía que hacerse el test antes de llegara.

Fueron los tres minutos más eternos de su vida. Se sentía nervioso por saber el resultado, que esperaba que fuera negativo, no quería tener otro hijo con él por nada del mundo. Por fin el resultado salió, y pudo respirar tranquilo. Negativo.

No había pasado ni un día desde que lo hicieron, por lo que temía que aún el resultado no fuera válido y fuera un falso negativo, pero no podía dejar pasar más tiempo, porque esa misma noche, seguro que su marido haría nuevamente lo mismo, por lo que se tomó una pastilla anticonceptiva.

Pero tenía que ser inteligente y guardar la caja en algún lugar que no la encontrara. Tenía que ser un lugar que no sospechara ni tampoco los sirvientes la pudieran encontrar, porque así estaba claro que se iba a enterar de lo que estaba haciendo.

Se le ocurrió la idea con guardarla en la habitación de Tetsu, pero si él mismo la encontrara y desmintiera que era suya, se sabría de quién se trataba. Después de mucho quebrarse la cabeza con el tiempo justo de que su marido llegara, abrió el pequeño armarito del baño, y vació el bote de aspirinas, eran casi del mismo tamaño y color, podrían pasar desapercibidas, y metió las pastillas en él.

La cajita de cartón, la troceó y la tiró a la papelera, para destruir posibles pruebas que lo delataran. Y la prueba, no podía destruirla tan fácilmente, por lo que la guardó debajo del lavamanos, cuando saliera mañana de la casa, la tiraría en la primera papelera que encontrara.

—Daiki, ¿estás ahí? —oyó la voz del pelinegro al otro lado de la puerta.

—Sí, sólo estaba dándome una pequeña ducha rápida.

—¿Y por qué cierras el pestillo?

—Perdón, perdón, ya abro, lo hice inconscientemente —abrió la puerta y recibió un violento beso que le hizo abrir la boca, para así el otro introducirle su lengua.

—No vuelvas a cerrar más el pestillo, ¿de acuerdo? Vamos, Tetsuya estará por llegar —no respondió, salió del baño y, después de que su marido se cambiara de ropa, fueron al comedor.

—Kuroko-sama, su hijo acaba de llegar con su novio —Daiki se terminó por tensar. Tener a Kagami ahí en la casa, junto con Katsunori y con Tetsu.

—Papá, invité a Kagami-kun a cenar, espero que no te importe —dijo entrando el peli celeste junto con su pareja.

—Buenas noches, perdón por presentarme así, ya le dije a Kuroko que no debía —los ojos oscuros de Katsunori se posaron primero en su marido, quién no la despegaba de su plato, y después le dedicó una sonrisa fingida al pelirrojo.

—No te preocupes, Kagami-kun, será un honor tenerte aquí, siéntate como en tu casa, adelante.

—Gracias por la invitación, y perdón por la intromisión —rodeó la mesa mirando de reojo a Aomine, que estaba enfrente de él. Después, el dueño de la casa indicó al mayordomo que sirviera la cena.

—¿Sabes, Kagami-kun? Tu apellido me suena muy familiar, juraría recordar que lo he escuchado antes.

—¿Ah, sí? Mi padre es empresario, quizá haya oído mi apellido entonces, aunque él se encuentra en América.

—Entonces seguro que es eso —sonrió—, creo que puede ser que haya llegado a coincidir con tu padre en un viaje que hice a Los Ángeles.

—Puede ser.

—Qué interesante, Kagami-kun, entonces es posible que tu padre y el mío se conozcan, qué casualidad —habló Kuroko.

Cariño, ¿te encuentras bien? —cuestionó el mayor posando su mano sobre la del moreno, al verle en silencio sin apenas comer.

—Sí, sólo me siento algo cansado. Si me disculpáis, me retiro un momento al baño.

—¿Seguro que está bien? —se preocupó Kuroko.

—Quizá sea adelantarse demasiado, pero puede ser que se deba a un posible embarazo.

—¿Qué? ¿Tan pronto tendré un hermanito? —el pelirrojo apretó sus puños debajo de la mesa por tal revelación.

—Es broma, Tetsuya, si lo estuviera, sería demasiado pronto para que los síntomas aparecieran. Pero no te preocupes, que pronto tendrás un hermanito, es algo que hemos empezado a intentar lo más pronto posible.

Aomine fue hasta el baño, y se refrescó el cuello. Claro que su estado no se debía por encontrarse embarazado, la prueba había salido negativa, además, era completamente imposible que, si así fuera, los síntomas aparecieran tan pronto.

Su malestar se debía precisamente por tener en su casa la presencia de Kagami. El supresor estaba a punto de dejar de hacer efecto, y no podía tomarse otro porque Katsunori se los tenía escondidos, aparte de que se daría cuenta al no oler su aroma, y más teniendo presente a quién era su alfa destinado.

Pero no sólo era debido a eso, sino también, por enterarse que el padre de Kagami y su marido, podrían conocerse. Su mente divagó hacia los informes de la investigación, dónde habían sabido que Katsunori tenía una posible empresa fantasma por el tráfico de armas con un empresario americano.

¿Podría ser el padre de Kagami su socio? Sea como fuera, debía seguir investigando sobre ese asunto, porque ese era su trabajo, además de que él era el único que podría acceder a su despacho, aunque estuviera bajo llave.

 

Si ya tenía que estar en esa casa por obligación y bajo amenaza, al menos que le sirviera para su investigación. Sólo esperaba, que Katsunori no se enterara de ello, ni mucho menos de las pastillas anticonceptivas, o si no, terminaría por morir. 

 

Notas finales:

Perdón por haber tardado tres meses en actualizar. 

Gracias por leer :)


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