Encuentro XXV:
Un poco de Valentía
En sus treintaicinco años de vida, Levi ha experimentado miedo en diversas ocasiones, otras más, otras menos, pero la mayoría de ellas justificadas en su opinión; no obstante, ninguna se compara al terror que siente ese día: finalmente conocerá a la familia y amigos del mocoso.
Luego de alistarse, se pregunta en qué demonios pensaba cuando le dijo a este que sí. En nada, probablemente. Cada vez que tiene a Eren cerca su maldito cerebro parece fundirse y dejar de funcionar.
Aunque ya están en primavera, abril sigue siendo frío durante las tardes, así que coge una chaqueta de cuero junto a su billetera y sale del cuarto. Apenas llega a la sala cuando el timbre suena un par de veces seguidas, anunciando que su visitante ya está allí.
Tal y como supone, es su novio quien espera tras la puerta. Eren sonríe al verlo, ante lo que su estómago se contrae y su corazón parece saltarse un par de latidos; sin embargo, no es hasta que lo observa bien que Levi nota como el verdeazulado de esos ojos refulge menos que de costumbre, haciendo lucir al mocoso tan asustado como un animalillo a punto de ser cazado. Eren está tan aterrado como él ante lo que deben enfrentar, y descubrir eso lo tranquiliza un poco.
—Luces como la mierda, Jaeger —suelta sin delicadeza alguna una vez el chico entra, pero en vez de reproches o sentimientos heridos por parte de este, obtiene una risa baja que dispersa sus miedos y un corto beso en los labios que lo reconforta por dentro.
—También me alegra verte, Levi —le dice Eren con total honestidad—. Ya debemos irnos, ¿estás listo para lo que viene?
Con la misma sinceridad que el mocoso ha utilizado antes, niega lentamente, consciente de como los ansiosos nervios han vuelto a hacer presa de él. Pero cuando la mano de este se entrelaza con la suya, Levi deja por fin de temblar. Pase lo que pase, se dice, lo afrontarán juntos. Mientras Eren esté a su lado, se siente con la suficiente valentía para afrontarlo todo.
Luego de inspirar profundo una vez más y enviar sus putas inseguridades desterradas a algún sitio donde no estorben por un rato, él sujeta con más fuerza la mano del otro y asiente.
—En marcha, mocoso —le dice mientras tira de este para que salgan fuera—. Toda guerra debe superarse paso a paso, ¿no? Supongo que aquí comienza nuestra jodida batalla.
La risa de Eren lo sigue como un suave eco mientras van hacia el coche. Sus manos siguen unidas y puede notar como el leve temblor que recorre las del chico parece repercutir en sus huesos, pero a Levi no le importa que el valor de este sea fingido. El miedo siempre es un compañero cauto y, por ese día al menos, él puede ser valiente por los dos.
La casa de los Jaeger se encuentra más cerca de lo que Levi espera, por lo cual el viaje es de apenas unos cuantos minutos en coche.
Durante el trayecto, Eren, parlanchín como su prima, lo ha puesto más o menos al tanto de a quienes conocerá esa tarde y que papel juegan en su vida. Su única conocida dentro de ese círculo es Isabel, así como también el rubio amigo de su novio, Armin, al cual ha saludado un par de veces cuando ha ido a Anthology para comer algo o para buscar al chico.
Eren habla y habla hasta por los codos, nervioso y ansioso en igual medida; pero, no es hasta cuando finalmente llegan a su destino y pueden mirarse una vez más a los ojos, que aquello toma forma de realidad. Van a dar un gran paso.
Tras aparcar el coche y quitarse el cinturón, es Levi quien esa vez se inclina para besarlo en los labios. Un pequeño instante mágico para ambos, un pequeño secreto. Un pequeño remanso de paz antes de la tormenta, uno que les dice que están allí y están juntos, por lo que pueden vencer al mundo si se lo proponen.
Una vez bajan y llegan a la puerta, oye a Eren inspirar profundo antes de meter la llave en la cerradura. Sus ojos de mar de verano se vuelven a verlo, un destello oscuro y cauteloso vibrando en ellos cual si fuese una nota.
—¿Estás seguro que deseas hacer esto? —le pregunta el chico como si aun tuvieran opción de escapatoria.
Él chasquea la lengua y rueda los ojos ante esa tontería. Da un suave puñetazo al brazo izquierdo de este y le dice con más tranquilidad de la que siente realmente:
—Una mierda si lo estoy, mocoso. Debo estar muy jodido de la cabeza para haberte dicho que sí.
Los ojos de Eren se abren enormes e insondables, profundos y misteriosos igual que el océano y, así mismo, igual de tormentosos.
—Entonces, ¿por qué? —pregunta, preocupado.
—Porque te quiero, ¿por qué otra mierda va a ser? —responde con seriedad. Al ver que este parece a punto de llorar, suelta un pesado suspiro y toma su mano—. Oi, Eren, deja de lloriquear. ¿Acaso no fuiste tú mismo quien me dijo que solo debía quererte?
La risa del chico, un poco ahogada, un poco emocionada, lo hace sentirse tranquilo. No importa que esa noche todo resulte un desastre por su culpa y sus pocas habilidades para socializar, tampoco que algunos reprueben que ambos sean una pareja cuando se llevan casi quince años de diferencia. Le vale el mundo y lo que el resto diga y piense. Tiene a Eren y con eso le basta, porque aquel maldito mocoso entró en su vida, su mundo, para no salir más de allí. Con Eren a su lado, Levi pierde las inseguridades y deja de dudar, porque, aunque este no lo sepa, le ha obsequiado más que un poco de valentía.
Es entonces que la puerta se abre y una oscura cabeza asoma por ella, sorprendiéndolos.
—Hola, Levi. Es un gusto finalmente conocerte.