Encuentro XXXVI:
Del Revés
El sueño escapa de Eren cuando un sonido alto y estridente se cuela poco a poco en su adormilado cerebro, y, aunque entre la realidad y la inconsciencia no lo reconoce de inmediato, solo tarda un par de minutos en comprender que Hange está de visita.
Tras dirigirse al recibidor, sus ojos vagan buscando a Levi. Este, con el ceño fruncido y expresión fastidiada, demuestra con claridad que considera aquella intrusión una gran molestia, una que simplemente soportará porque no hay modo y que, sin embargo, es solo una fachada de su novio para disimular que la presencia de su amiga no le incomoda en absoluto.
Y es así como aquella tranquila tarde de domingo acaba convertida en una mucho más bulliciosa, con Hange platicando de todo y nada, al tiempo que Levi y él se convierten en sus sumisos oyentes.
Mientras la oye hablar, Eren no puede evitar pensar en cómo jamás imaginó que acabaría formalizando una relación con el mejor amigo de su jefa. Por aquel entonces, su única preocupación eran sus estudios y poco más, por lo menos hasta que aquella tarde de San Valentín, aquel hombre de ojos grises, palabras cortantes y expresión taciturna entró a su vida volviéndolo todo del revés, convirtiendo las frías mañanas de invierno en momentos cálidos si sus miradas se encontraban un par de segundos y encendiendo dentro de él la ilusión de querer enamorarse, porque solo aquel primer encuentro le bastó para saber que Levi era su persona correcta, aquella por quien había esperado tanto.
Cuando la plática torna a la posibilidad de reunirse con Erwin, Eren siente más que nota como, tras preguntarle Levi su opinión al respecto, la mirada de ambos recae sobre él, esperando su decisión. Este sabe que aceptar esa amistad es algo aun difícil para Eren, por lo que no va a forzarlo.
Y él siente que no puede amarlo más por ello.
En cuanto acepta con un suave asentimiento de cabeza, la alegría de Hange es inmediata; no obstante, su mirada busca aquella otra plateada que parece inmensamente feliz por su madura forma de actuar, siendo Eren recompensado con una cálida satisfacción, una que le dura hasta que su jefa abre la boca y rompe la burbuja como solo ella sabe hacer.
—Y bien chicos, ¿cuándo van a tener sexo? —pregunta esta, toda pícara curiosidad en sus ojos y aquel incontrolable deseo por saber más con el que él ha aprendido a lidiar.
Eren sabe que aquel asunto es algo que solo le concierne a Levi y a él, aun así no puede evitar alegrarse un poquito, aunque le avergüence admitirlo, ya que es algo que igualmente se ha preguntado más de una vez.
—¿Y cuándo vas a reparar ese cerebro lleno de mierda que tienes? —espeta su novio sin más, todo miradas sulfuradas y furioso rubor en las mejillas—. Solo metete en tus jodidos asuntos y deja en paz los nuestros.
Hange suspira fingiendo resignación, pero el enloquecido brillo en sus ojos, que Eren ya conoce bien, le deja claro que no planea rendirse con tanta facilidad.
—Solo lo pregunto porque me preocupo por ti, enano. Ya sabes, la edad puede afectar esas cosas —explica esta, llena de inocencia y Levi la fulmina con la mirada.
—Solo tengo treintaicinco putos años, cuatro ojos de mierda.
—Por eso lo digo, ya tienes una edad. Y me preocupo por Eren. —Su mano se extiende sobre la mesa para encontrar la de su amigo, intentando consolarle—. Descuida, Levi, no es nada de lo que debas avergonzarte. Puedes buscar ayuda.
Más que vergüenza en el otro, lo que él ve es furia y unas ansias asesinas que lo inquietan un poco, así que mantiene la boca cerrada. Sin embargo, una traicionera risita escapa de sus labios, mitad nervios, mitad ansiedad; mitad desear olvidar lo ocurrido y mitad querer exigir una respuesta por parte de este.
Al oírlo, ambos pares de ojos se posan nuevamente en él con creciente asombro y curiosidad; Hange, contemplándolo con una diversión mal disimulada, mientras que Levi permanece inmutable.
—Ya es tiempo de acabar las visitas —dice su novio levantándose de la mesa y tomando un brazo de su amiga para ayudarla a hacer lo mismo—. Gracias por tu visita, Hange; espero no verte en unos días. Saludos a Moblit —suelta Levi, guiándola hacia el recibidor, con Eren siguiéndolos igualmente a pesar de no haber sido invitado.
Chasqueando la lengua a modo de reproche en una perfecta imitación de su amigo, esta recoge su bolso del perchero, haciéndolo reír una vez más por su descaro y ganándose un guiño por parte de Hange como también una mirada de advertencia por parte de su pareja.
—No dejes que este enano gruñón te asuste, Eren —dice ella palmeando su mejilla antes de mirar conciliadora a su amigo—. Si cambias de opinión, Levi, conozco a un buen tipo…
El resto de las palabras de esta se confunden entre los reclamos del otro mientras la echa casi a la fuerza y las protestas de Hange mezcladas con consejos. Él, aun de pie observando la rara escena, se cruza de brazos y mantiene la mirada del otro cuando este se vuelve a verle.
—Y, ¿ahora qué ocurre, mocoso?
Tragándose los nervios lo mejor que puede, decidido a no dar un paso atrás, Eren le pregunta con aparente tranquilidad.
—Entonces, ¿cuál es la respuesta a la pregunta de Hange? ¿O es que ni siquiera te lo has planteado?
La plateada mirada de este se llena de asombro al oírlo, pero antes de obtener su tan anhelada respuesta, un par de pasos bastan para que la distancia entre ambos deje de existir.
Levi lo está besando.
—Cada maldito segundo de este puto mes —murmura este contra sus labios, haciendo que sea Eren quien ahora lo bese en respuesta con igual desesperación.
Una vez más, como siempre, aquel hombre ha vuelto a poner su mundo del revés; y él no puede estar más feliz por ello.