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LIE TO ME por Kitana

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El día le pareció especialmente sombrío a pesar de que el sol brillaba intensamente. Se levantó de la cama sin hacer ruido. Se sentía extrañamente angustiado, como si supiera que algo iba a suceder ese día, algo que, sin duda, iba a cambiarlo todo de una manera irreversible.

 

Afuera, pudo escuchar a Kanon y Milo, le pareció que se habían levantado con inspiración, pues el gemelo hacía rato que estaba rasgueando su guitarra, Milo le interrumpía de vez en cuando y cambiaban algunos acordes. Una nueva canción estaba en proceso...

 

Se alegraba por su amigo, sin embargo, no podía dejar de envidiarle en cierta forma. Sabía que Saga nunca iba a ser como su hermano, por más que él lo deseara, estaba convencido de que de los labios del mayor de los gemelos nunca brotaría un te amo, ni siquiera un te quiero. Saga no era del tipo romántico. Saga no era del tipo que se compromete. Simplemente él y Saga juntos no era algo que fuera a suceder más que en sus fantasías.

 

Le dolía saber que Saga nunca iba a darle más que lo que tenían, simple y sencillamente, Saga no le amaba y tenía que enfrentar esa realidad, por dura que fuera. De la misma manera que tenía que enfrentar el hecho de que su matrimonio estaba acabado, que desde hacía tiempo las cosas se venían derrumbando sin que él pudiera hacer algo. Milo había tenido razón, ese matrimonio estaba sostenido con alfileres, y era el momento de dejar que las cosas pasaran, de dejar que todo se acomodara en su sitio... tenía que dejar a Marin.

 

No estaba seguro de cómo iba a tomárselo ella, obviamente sufriría, a su modo, Marín aún lo amaba. Seguía sintiendo algo por ella, pero estaba cierto de que no era amor, más bien cariño fraterno, después de todo, ella había sido la mano amiga que se le tendiera en medio de toda la desesperación en que le sumió la muerte de su hermano.

 

Estaba vistiéndose cuando Milo entró en la habitación.

 

- ¿Por qué nunca tocas? - dijo con una sonrisa desdibujada, su amigos e encogió de hombros y reviró con otra pregunta.

- ¿Por qué nunca cierras la puerta? - los dos rieron, Milo estaba preocupado por Aioria. - Tu esposa llamó... le dije que te habías ido o hubiera venido a tirarme la puerta. Espero que no te moleste... ¿cómo demonios es que tiene mi número?

- Debí escribirlo en mi agenda o algo...

- Esa mujer desconoce lo que es la privacidad... ¿estás bien? - Aioria negó con la cabeza.

- No, no lo estoy... anoche lo vi con alguien y no tienes una idea de cómo me dolió... hablé con Marín, ella cree que mi él es una ella...

- ¿Ella no sabe de tus gustos?

- No, nunca se lo dije, tú la conoces, hay cosas en las que es verdaderamente conservadora.

- Eso no debería importar, se supone que te ama y que quiere lo mejor para ti.

- Ella piensa que hace lo mejor para mi, siempre lo ha creído, y mira en donde terminamos...

- Deja de deprimirte, ya verás que pronto entiende las cosas, toma su camino y es inmensamente feliz. - dijo Milo con una sonrisa, Aioria lo miró sin poder reaccionar. Su mente se negaba a procesar lo que estaba por suceder en su vida. - Tranquilo, pase lo que pase, puedes contar conmigo.

- Igual que siempre, ¿verdad?

- Igual que siempre. - dijo el rubio palmeándole la espalda. - Iremos a almorzar, ¿vienes? Nos vamos a tomar el día libre gato.

- No quiero estorbar...

- No vas a estorbar, eres mi mejor amigo, y Kanon no puso objeción en que nos acompañes, esta de buen humor, y cuando esta de buen humor de verdad que es genial. - dijo el rubio sonriendo, verdaderamente estaba enamorado de ese hombre, no podía esconderlo, estaba feliz, y eso le alegraba en demasía a Aioria.

 

Luego de mucha insistencia, tanto de Milo como de Kanon, Aioria aceptó, al menos podría pasar un día sin pensar demasiado en Saga, sin consumirse en la desesperación.

 

Cerca del medio día, Saga se despertó de muy mal humor, si había algo en el mundo que detestaba, era ser despertado cuando no le venía en gana levantarse.

- Con una chingada... ¿alguien se esta muriendo o qué? Seguro es el pendejo de Kanon... ¡ese cabrón!- dijo entre dientes. De muy mal humor, salió de la cama, sin importarle que solo usaba ropa interior, estaba demasiado molesto como para preocuparse por ello. Avanzando con grandes zancadas se dirigió a la puerta. Abrió con gesto furioso, mismo que se tornó en confusión cuando contempló a una hermosa mujer de rojísima cabellera escrutarle con desdén.

- Quiero hablar contigo. - Saga la miró de arriba abajo encontrándola sencillamente hermosa. Era bellísima, a pesar de no encontrarse en la flor de la juventud, poseía un cuerpo envidiable y esos ojos, eran terriblemente seductores. No pasó por alto el costoso atuendo de la dama, ni la delicadeza del mismo, ropa fina, igual a mujer fina, se dijo. - Tal vez deberíamos entrar. - dijo ella.

- No, antes tengo que saber algo... ¿de donde me conoces?

- Si me dejas entrar, te lo diré. - dijo ella mirándole de arriba abajo, como si le estudiara, y era por que, en efecto, eso precisamente hacía. Saga se sintió turbado, sin embargo, le dejó entrar, mientras su mente rebuscaba entre sus recuerdos de las no pocas noches de juerga, buscando ese encantador rostro en alguna de ellas. Cierto, era algo mayor, sin embargo, era tan hermosa que seguramente habría terminado en su cama.

- Entra. - dijo en voz baja y cediéndole el paso. Marin no dejaba de observarlo, era un hombre terriblemente sensual, poco refinado, pero tan bello como Adonis. No le quedaba duda de porque Aioria había terminado en los brazos de ese hombre, aunque le dolía, tenía que reconocer que, a su modo, Saga era espectacular.

 

Entró al pequeño departamento, comenzó a mirar a su alrededor, buscando rastros de Aioria.

 

- Ahora si, nena, ¿de donde es que nos conocemos? - dijo Saga muy cerca del oído de Marín, ella se giró molesta. Las manos de Saga habían ido a parar a su cintura, ella, molesta las retiró con violencia.

- Tenemos algo en común. - dijo ella con seriedad.

- ¿De verdad? ¿Y eso sería...? - dijo Saga acercándose de nuevo. Marín estaba nerviosa, alterada, le parecía increíble que ese hombre se comportara de esa manera, ¿se acostaba con su esposo y pretendía seducirla? ¡Había que ver tal desfachatez!

- No me toques.

- No te entiendo... - dijo Saga confundido - Si me buscas es porque conoces este lugar y por que, obviamente tu y yo nos hemos acostado, aunque para ser sinceros no me acuerdo nada de ti, nena.

- Te dije que teníamos algo en común, no que nos hubiéramos acostado. - dijo Marín perdiendo la paciencia. - Y deja de llamarme nena.

- OK,"señora", ¿qué es eso que tenemos en común usted y yo? - dijo Saga en tono verdaderamente  burlón.

- Tú debes saberlo perfectamente, te acuestas con mi esposo. - Saga se echó a reír sin freno, Marín lo contemplaba terriblemente molesta, crispando los puños, haciendo uso de todo su autocontrol para no decirle lo que se merecía.

- ¿Sabes? ¡No tengo ni la menor idea de quien carajos es tu esposo! No llevo un registro ni nada semejante de con quienes me acuesto, así que sinceramente no tengo idea de que me hablas.- dijo el gemelo mayor con una sonrisa burlona. - Linda, no me mires de esa manera, yo solo aprovecho las oportunidades.

- ¿Le llamas oportunidad al hecho de que estás acabando con mi matrimonio? ¡Eres un monstruo! - Saga le miró curioso.

- En vez de hablar de esa manera, deberías aprovechar lo bonita que eres y demostrarle a ese cretino que tienes por esposo que hay muchas oportunidades para una mujercita tan hermosa como tú. - dijo mirándola fijamente.

- ¡Cretino! - le gritó ella para luego abofetearlo.

- Maldición, mujer, con ese genio, es perfectamente lógico que tu marido te ponga los cuernos.

- ¡Eres un soberano idiota! - le gritó ella.

- No es mi culpa que tu marido me prefiera a mí... - dijo el gemelo ya disgustado. Nadie iba a hablarle de esa manera, mucho menos en su casa.

- ¡Aioria no puede preferirte a ti! - gritó ella francamente histérica. No podía creer que ese  hombre tan vulgar y poco refinado fuera la razón por la que Aioria había decidido separarse de ella.

- Ah ya veo, eres la esposa del gato, no sabía que fuera casado. - dijo Saga con una fría y estudiada calma. Sonrió con descaro. - Deja que te felicite, tu marido coge muy bien, cualquiera diría que es un don natural. - soltó con saña.- Hey! Tranquila, muñeca. - dijo sujetando la mano de Marín, a penas había tenido tiempo de esquivar la bofetada que la pelirroja había estado a punto de darle.

 

Marín estaba furiosa, Saga no hacía más que reírse en su cara, reírse de lo que le sucedía.

- ¡Deja de reírte! - dijo ella al borde del llanto.

- ¿Y que esperas que haga? ¿Qué me ponga a llorar porque la esposa de un tipo con el que follo vino a hacerme un pinche berrinche? ¡Ese no es mi estilo, nena! - dijo con sarcasmo.

- Tú no tienes idea... no tienes idea de nada. ¡Él está enamorándose de ti!

- ¿Ah sí? Pues ese es problema suyo, no mío, yo sólo me divierto, lo demás me vale madre.

- ¿No sientes nada por él?

- El gato solo me la pone dura, no soy de los que se enamoran, no señor, y ahora, lárgate, ¿sí? Yo no tengo la culpa de que a tu marido le guste más correrse en mí que en ti. - le dijo burlón. Marín no pudo más y se echó a llorar. Saga la vio salir muy afectada, pero no le importó, ¿por qué tendría que importarle? Ella no era, ni remotamente, parte de su vida.

 

Mientras Saga volvía a dormir, Marín bajaba las escaleras a toda prisa, con los ojos arrasados de llanto, maldiciendo mil veces a ese cretino. Ese tipo había aceptado descaradamente ser el amante de su marido, había aceptado que se veían, aunque al parecer solo se trataba de sexo para él, no dejaba de sentirse amenazada, Aioria lo veía tal y como solía verla a ella en el pasado...

 

Aquel pensamiento la hizo sentirse derrotada, herida en lo más profundo. Siempre había creído que lo suyo con Aioria era para siempre, que era ese amor que había soñado de adolescente. Y ahora, se encontraba con que la fría realidad era que le había perdido, que ese hombre con pésimos modales y escasa moral se lo había arrebatado sin siquiera darse cuenta de ello. A él no le importaba Aioria, a él no le importaba nada... ni siquiera el haber destruido su vida...

 

Subió a su auto, hecha un mar de lágrimas, sintiéndose indefensa, completamente vulnerable. No sabía en donde estaba Aioria, no sabía en donde más buscarle... sólo sabía que quería verlo, que quería recuperarlo. No iba a permitir que ese hombre por el que había luchado aún en contra de sus hijos le fuera arrebatado así como así.

 

A pesar de su determinación, sabía en sus adentros que  tenía la batalla perdida. Aioria no volvería con ella...

 

Sin importarle nada comenzó a sollozar, las  lágrimas le impedían ver bien, sin embargo, no detuvo el auto.

 

Fue tarde cuando intentó reaccionar...

 

Milo, Aioria y Kanon se encontraban sentados ante el televisor mirando una película. El celular de Aioria había estado sonando durante largo rato. Aquello había puesto irritable a Milo.

 

- Dame acá esa cosa, gato. - dijo Milo de mal humor. Aioria no había querido responder creyendo que era su esposa. Milo estaba cansado de que el teléfono de su amigo siguiera sonando y que éste no hiciera nada al respecto. Sabía que Aioria no le permitiría apagar el infernal aparato, así que optó por contestar. - ¿Hola? - dijo de muy mal humor. Aioria pudo ver como el semblante de su amigo mutaba del disgusto a la más profunda confusión. - ¿Está seguro de que esto no es un error? - dijo  con voz temblorosa - Descuide, yo mismo le avisaré. Lamento no haber respondido antes... - dijo antes de colgar.

- ¿Qué pasó? - le preguntó Kanon, Milo se aproximó a él para murmurar algo en su oído, el rostro de Kanon se tornó serio, y después de asentir al rubio, se puso de pie y abandonó la sala.

- ¿Por qué tanto misterio? - dijo Aioria, aquello había dejado de gustarle desde hacía un buen rato.

- Gato, esto no es sencillo de explicar, pero intentaré hacerlo.

- Por favor, Milo, sabes que no me gusta que le des vueltas a las cosas.

- De acuerdo, ¡es que  no sé como vas a tomarlo!

- Sólo dilo, me pones nervioso.

- Es tu esposa.

- Creí que era algo serio.

- Lo es, tu señora tuvo un accidente, la llevaron a un hospital, por lo que dijo el tipo que llamó, esta muy grave. - el rubio pudo ver como el rostro de su mejor amigo se contraía de pena, posó su mano en el hombro de Aioria y ensayó una frase de apoyo. - Tranquilízate, ya verás que no es tan malo como parece, después de todo, ella es fuerte, ¿correcto? - Aioria no le respondió, estaba en shock, ¿por qué en esos momentos? ¿Por qué a ella?  - Gato, tienes que reaccionar, por el momento no puedes congelarte. - le dijo Milo sujetándole la barbilla.

 

Aioria lo miraba como si no entendiera ni media palabra de lo que su amigo decía. Y en cierta forma, era verdad. Se imaginaba a Marín medio muerta a causa del accidente. Se temía lo peor.

 

- ¡Aioria! - le gritó Milo.

- Yo... lo siento...

- Deja de sentirlo y levántate, Kanon ya tiene listo el auto.

- ¿Vendrás conmigo?

- ¡Por supuesto! No voy a dejarte salir solo así como estás. - aquello le confortó, al menos no iba a enfrentar solo aquello, ahora más que nunca se sintió fatal respecto a Saga, ¿por qué tenía que estar enamorado de alguien como él?

 

El trayecto al hospital resulto ser larguisímo a causa del tránsito, pero para Aioria lo fue aún más, no podía pensar en nada que no fuera Marín. No podía pensar ni en sí mismo.

 

Dejó que Milo hiciera las preguntas necesarias, no podía evitarlo, estaba recordando el día en que su hermano había muerto. Podía recordar que Milo había actuado precisamente como en esos momentos, sereno, hasta cierto punto, frío, dueño de la situación, a pesar de que en esos momentos solo tenía 18 años.

 

Kanon permanecía a su lado, por momentos se hacía la ilusión de que ese que le miraba con cierta comprensión podía ser Saga, pero casi al instante desechaba la idea, Saga jamás se presentaría ante él para tener algo más que sexo.

 

- ¿Quieres un café? - dijo Kanon poniéndose de pie, no iba a admitirlo, pero los hospitales siempre lo ponían nervioso.

- No... no hace falta.

- Te caería bien.

- No bebo café...

- Lo olvidé... ¿agua, tal vez un té? - dijo con amabilidad. La sonrisa que le dirigió hizo que Aioria sintiera ganas de llorar.

- Un té... por favor. - dijo apartando la mirada. Kanon asintió y se alejó en silencio. Milo volvió pronto, estaba demasiado serio. - Por favor, no me ocultes nada, ¿cómo está?

- Mal... fue un accidente terrible... chocó con un autobús, ella no se había dado cuenta de que el semáforo estaba en rojo, el autobús intentó esquivarla, pero, en su intentó, perdió el control, ocasionando que el auto de tu mujer quedara aplastado debajo de su costado derecho. Lograron sacarla una hora después, sus lesiones son muy severas... - dijo el rubio bajando el rostro.

- ¿Qué más te dijeron? ¡Respóndeme!

- No le dan muchas posibilidades... esta consciente, si quieres, puedes hablar con ella. Se supone que sus hijos vendrán pronto.

- ¡Dioses...! ¿Qué le pasó? ¿Cómo es que no se dio cuenta?

- Los accidentes son así, viejo. Tienes que serenarte, si ella te ve así...

- Lo sé... a veces quisiera ser como tú...

- Créeme, tú no quieres ser como yo... vamos, te acompaño. - Aioria no notó el deje de amargura en la voz de su amigo.

 

Milo le llevó hasta la habitación en que Marín se encontraba, le impresionó verla en medio de todo aquel armazón de metal, lo único que pudo reconocer fueron los intensamente verdes ojos de su esposa. Cuando lo miró, ella intentó hablar, Aioria se apresuró a acercarse a la cama, tenía tanto miedo...

- Marín... - murmuró sosteniendo suavemente la mano de ella. - No, no hables... quédate tranquila, vas a estar bien... - dijo intentando convencerse más a sí mismo que a ella. Acarició con suavidad la maltrecha mejilla de su mujer, le pareció que ella sonreía. - ¿Sabes que te amo? - le dijo con la voz quebrada. Ella clavó sus ojos en el bello rostro de su esposo y quiso creer que era verdad - Te amo, Marin. - dijo acariciando su frente y sus cabellos - Te amo como no he amado a ninguna mujer... - le dijo en un murmullo. Marín se dejó llevar por las dulces palabras de amor que Aioria le dirigía, sumergiéndose lentamente en la inconsciencia, hubiera querido hablar... pero esa cosa en su garganta lo impedía... - Tú has sido muy importante en mi vida... - fue lo último que escuchó de labios de Aioria. El castaño siguió hablándole, creyéndola dormida. - Tu... siempre estas cuando te necesito, siempre me hiciste sentir importante, amado... sé que hemos tenido malos tiempos pero... eso no significa que tengamos que terminar mal... - dijo, comenzaba a arrepentirse del divorcio, de estar con Saga... de todo... - Creo que podemos intentarlo... de nuevo, que podemos ser felices de nuevo... - dijo, fue interrumpido por el persistente sonido del aparato al que estaba conectada Marín, sus ojos se abrieron enormes, ¡ella estaba muerta! - No... no... ¡no  me puedes hacer esto! - gritó desesperado. Salió de la habitación buscando ayuda. Se sentía tan mal... gritó llamando a un médico, alguien acudió, pero no pudieron hacer nada por ella, solo certificar su fallecimiento.

 

Aioria no podía creer lo que estaba sucediendo, no le importaba nada, ni siquiera los absurdos reclamos de los hijos de Marín.

- Esta muerta... - dijo cuando Milo le abrazó con torpeza. - No sé que voy a hacer ahora...

- Tranquilo. - le dijo el rubio apoyando su frente en la suya, en ese gesto que había tenido desde niño para con él - Yo voy a hacerme cargo de todo, tú quédate tranquilo, ve a casa, descansa, Kanon te llevará, ¿de acuerdo?

- Pero...

- No hay pero que valga, no hay nada que puedas hacer. - dijo el rubio, Aioria lo miró. Se sentía tan pequeño e indefenso en esos momentos...

 

Se dejó llevar por Kanon, ni siquiera intentó resistirse, sólo firmó lo que le indicaron y se fue de la clínica. Milo tuvo que hacerse cargo de todas esas minucias que para alguien que ha perdido a un ser querido resultan tan incomprensibles como la física cuántica para un niño de tres años.

 

Kanon no le obligó a hablar, en silencio, le condujo hasta el departamento que compartía con Milo, a pesar de que se sentía en la necesidad de volver junto a Milo, se obligó a ignorar sus deseos y permanecer al lado de Aioria.

- Ve a descansar, cuando Milo regrese, te aviso. - le dijo Kanon sin saber como  dirigirse a él. Se sentía impactado por la tristeza de Aioria, pero ese impacto le impedía reaccionar normalmente.

- Voy a estar bien. - dijo Aioria, no supo si pensando en voz alta o para tranquilizar a Kanon.

- Eso lo sé, pero por ahora, deberías ir a dormir, esto que te pasó... es de la chingada. - dijo el gemelo. Aioria lo miró un instante, maravillándose, él y su hermano eran tan parecidos, pero al mismo tiempo tan diferentes, podía decirse que Kanon era más dulce, más humano, no una maquina de follar como lo era Saga, pero Saga tenía esa extraña mirada, seductora y peligrosa, esa capacidad de ser dueño de si mismo en todo momento y lugar, amaba a Saga por ser como era, pero no podía evitar desear que fuera un poco más como Kanon.

 

El funeral fue, sin duda, una de las peores experiencias de su vida. todos le miraban, acusándolo, inquisidores, sin comprender el dolor que padecía, nadie más que Milo estuvo a su lado, nadie más que Milo sostuvo su mano y le ofreció su hombro para llorar. ¡Cómo deseaba que Saga estuviera ahí! Pero de sobra sabía que no se presentaría, le había escuchado hablar por teléfono con Kanon. Tenía planes para salir de la ciudad, y aunque Kanon insistió, no había conseguido persuadirlo de posponer su viaje.

 

Se sentía derrotado, triste. Demasiado solo en un mundo que no terminaba de comprender. Marín siempre había estado en los momentos difíciles, a pesar de todo... siempre. Y ahora se había ido, para siempre. Contempló por  última vez el pálido rostro de su esposa y las lágrimas brotaron al punto, no podía creer que ese cuerpo fuera el de su esposa, no quería creer que era ella, no quería creer que jamás volvería a verla con vida...

 

- Es hora. - le dijo Milo en voz baja, una vez más, solo su amigo estaba ahí, apostado a su lado, como cuando  había muerto Aioros. Contempló con desesperación como el féretro se sumergía en aquella oscura y húmeda cavidad que fue cerrada al poco con una sencilla placa de mármol en la que se había grabado el nombre de su esposa.

 

La gente comenzó a dispersarse, sus hijastros se tomaron la molestia de insultarle una vez más antes de retirarse. No les escuchó, permanecía con los ojos fijos en la última morada de la mujer a la que había amado buena parte de su vida.

- ¿Por qué fui tan torpe? - murmuró mientras sus dedos acariciaban el frío mármol.

- Vamos, gato, no es bueno que te quedes aquí por más tiempo. - dijo Milo apartándolo suavemente de la urna. Se dejó llevar sin apartar los ojos de aquella placa, sentía como las lágrimas brotaban de sus ojos sin que él pudiera resistirse, sentía que el mundo se le venía encima.


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