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Irresistible por starsdust

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Al ser expulsado de la memoria, Shion esperaba aparecer en el templo de Aries, donde Dégel y Manigoldo lo esperaban. En lugar de eso, pasó a ser parte de un torbellino caótico conformado por fragmentos de imágenes desconectadas que se presentaban ante él, un lugar sin arriba ni abajo. Santos que no conocía pasaron frente a él y desaparecieron, y el mundo fue devorado de nuevo por una sombra que lo cubría llenándolo de terror.

Cuando la tormenta de imágenes se detuvo, Shion se encontró solo, en una estructura helada similar al templo de Acuario, un castillo de hielo con un techo que se elevaba tan alto que era imposible distinguir hasta dónde llegaba. Las palmas de sus manos estaban pegadas al piso. El hielo actuaba como una telaraña: su piel entera estaba cubierta por una fina escarcha que le adormecía el cuerpo y lo mantenía arrodillado.

Escuchó pasos que se acercaban a él haciendo eco, y levantó la cabeza para encontrarse ante Krest, que desde abajo se veía colosal, a pesar de su apariencia joven. El paso del tiempo había endurecido más su mirada, ya desvestida de la inocencia de la primera vez, y más severa que en su cruce en las ruinas del templo.

—Al fin consigo atraparte —dijo Krest—. El intruso, después de tantos años.

—¿Años? —preguntó Shion, para quien no habían pasado más que segundos.

—Era el siglo XV cuando noté tu presencia. Eso quedó muy atrás. Eres escurridizo. ¿De dónde vienes?

—De otra época. Le pedí ayuda a la armadura de Acuario, y ella me guio hasta sus memorias.

—Ah, por supuesto, eres uno de esos expertos de Jamir, como los gemelos. Conozco de cómo conversan con armaduras, aunque no esperaba este nivel de habilidad de alguien tan joven...

Shion intentó despegarse del suelo, sin éxito. Krest acababa de elogiar su destreza, pero en comparación con él, Shion se sentía frágil como un recién nacido.

—Vine buscando información sobre el dios Príapo. El santuario está en peligro.

—¿Cuándo no está el santuario en peligro? —repitió Krest, dejando escapar un suspiro—. Es un ciclo infernal, después de todo.

—Tengo que volver.

—Vienes del futuro, supongo. Un futuro en que ya no soy parte del santuario, por eso no pudieron preguntarme directamente.

Krest se veía pensativo. Shion lo vio dirigirse hacia un ventanal y sentarse en el alféizar, mirando hacia afuera, donde el cielo brillaba con varios colores al mismo tiempo sobre un paisaje nevado. ¿Era de noche o de día? Esta vez, al intentar moverse, Shion notó que la fuerza que restringía sus movimientos había cedido, y que una vez más era dueño de su voluntad. Tiritando, se puso de pie. Krest le dedicó apenas un vistazo lánguido.

Al avanzar a hacia la ventana, el frío fue desapareciendo. Desde ella pudo ver debajo un lago sereno, a orillas del cual había una figura que Shion reconoció como Ganimedes. Una sirena se asomó entre las aguas, y frunció el ceño al ver a Shion, que dio un paso atrás. Aquello no se veía como el santuario, ni como la Tierra misma.

—¿Qué lugar es este? —preguntó Shion.

—Un lugar al margen del tiempo —respondió Krest—. Podríamos decir que es la manifestación del alma de la armadura de Acuario.

El alma de Acuario, pensó Shion. Al prestar atención podía incluso escuchar el eco de una canción serena, traída desde la distancia por una brisa fresca.

—¿Cómo es que pudo verme?

—Por lo que puedo deducir, dejaste tu cuerpo atrás y te proyectaste astralmente para ver el pasado. Yo tampoco estaba en mi cuerpo cuando te vi en el templo, ni lo estoy en estos momentos. Lo prefiero así, considerando el estado en que está ahora. El tiempo corre distinto para mí. No es tan extraño que nos hayamos cruzado, tú y yo, dos viajeros inmateriales.

La hostilidad inicial de Krest parecía haber quedado atrás, ahora reemplazada por un vago interés.

—¿Cómo podemos lidiar con Príapo?

—Depende de qué tanta fuerza haya sido capaz de ganar en tu era. En el siglo XIII era bastante débil, y su influencia se limitó mayormente a sueños. Atenea pudo sellarlo antes de que pudiera alimentarse y crecer. En el siglo XV fue otra historia. Las circunstancias fueron distintas, y Príapo se volvió mucho más fuerte.

—Entonces el sello sí fue roto en el siglo XV… aunque no quedaran registros.

—Probablemente todavía existan, escondidos en alguna parte. No es el tipo de cosas que al santuario le guste admitir que ocurren. ¿Qué tipo de estrategia está utilizando Príapo en tu era?

—Posesión. Está alojado en uno de nosotros.

—Interesante, es lo que intentó con Itia…—dijo Krest. Su expresión cambió de repente, como si su rostro hubiera sido cubierto por una sombra—. Príapo llegó a manifestarse en forma física en el siglo XV también. Si logran detenerlo a tiempo quizás puedan interrumpir su evolución.

—¿Evolución?

—Tengo la teoría de que, en una primera etapa, antes de que encuentre conseguir un recipiente, un par de santos de oro con las habilidades adecuadas podrían enfrentarse a él. Cuanto más avanza, más difícil es resistirse a su influencia. Una vez que crece demasiado se necesita un sello divino. Ese parece ser el caso al que ustedes están enfrentándose. Es demasiado tarde para que un santo de oro lo detenga.

—¿Qué fue lo que ocurrió exactamente en el siglo XV? —aventuró Shion.

No tardó en arrepentirse de lo que acababa de decir. Krest se puso de pie, y una fuerza helada obligó a Shion a arrodillarse.

—Además de que disfrutas fisgoneando en las memorias de otros, eres atrevido.

—¡No era mi intención…! —respondió Shion, abrumado por una ola de vergüenza. Quería creer que tenía bajo control el ansia que tiempo atrás le había hecho ir demasiado lejos al dejarse seducir por el llamado de las armaduras. Lo ocurrido le recordaba que esa curiosidad extrema podía volver a llevarlo por mal camino.

—Vuelve con los tuyos —dijo Krest—. Todos los santos dejan una parte de sí en su armadura. Quizás la de Acuario haga que nos encontremos otra vez en algún momento.

Esta vez, al ser desterrado, Shion volvió al mundo real, donde el santuario se veía como debía verse, el año era el correcto, y la armadura de Acuario estaba frente a él y no alrededor de él. Le costó acostumbrarse a la sensación de volver a formar parte de un universo material.

Manigoldo estaba arrodillado a su lado, con una mano sobre su hombro.

—¡Shion! —exclamó. Shion miró en su dirección, y Manigoldo suspiró, aliviado—. Menos mal. Creí que habías vuelto a entrar en el rollo aquel de tu problemita con las armaduras. Ya me imaginaba a tu viejo mandándome al infierno. Literalmente.

—¿Descubriste algo? —preguntó Dégel, expectante.

Shion asintió. Tomó aire para recuperarse y sacudió la cabeza para despejarse un poco.

—Se necesita un sello divino. A estas alturas no hay otra manera.

—El patriarca —dijo Dégel.

—Si podemos contener a Príapo hasta que regrese, no debería ser un problema —intervino Manigoldo.

Dégel no pareció escucharlo; volvió de pronto su atención hacia otra parte, como si acabara de percibir algo a lo lejos.

—Se está rompiendo.

—¿Eh?

—El hielo.

oOo

Shion quedó atrás protegiendo el primer templo cuando Manigoldo y Dégel volvieron al lugar donde Príapo había sido contenido en el ataúd de hielo, excepto que esta vez no se veía igual que la última. La estructura empezaba a mostrar grietas, y dentro de ella, el prisionero comenzaba a moverse.

—No va a resistir mucho más —dijo Aldebarán, al verlos llegar.

Sísifo y El Cid estaban en guardia, listos para atacar en el momento en que fuera necesario.

—¿De qué hiciste ese cubo gigante, de helado de crema? —preguntó Manigoldo.

—¡No quería lastimar a Kardia! —exclamó Dégel—. No podía arriesgarme a hacer algo que fuera irreversible.

—Bueno, ahora él va a lastimarnos a nosotros, felicidades.

—Vamos a tener que tomar una decisión —dijo Sísifo, levantando su flecha y apuntándola hacia el objetivo.

—A menos que pueda separarlos…

Manigoldo levantó un dedo, preparándose para disparar sus ondas infernales, pero fue detenido por Dégel, que tomó su muñeca con firmeza.

—Cuidado con lo que vayas a hacer.

—Si utilizo el Sekishiki Meikai Ha, quizás pueda separar el alma de Prepucio del cuerpo de Kardia.

—¿Y qué pasaría con Kardia?

—¡No sé! ¡Voy a intentar apuntar solo al alma del dios! ¡No soy un novato!

—No sé si sea suficiente. Serviría tener a alguien enfocado en técnicas mentales para evitar un daño físico, pero Asmita no está en el santuario.

—¿Y dónde está Aspros? —preguntó Manigoldo—. Ah, espera, a él fue que lo encerraron por un problema que hubo, ¿no?

—Ahora sabemos que eso también debió ser obra de Príapo —terció Sísifo—. Alguien debería ir a liberarlo. ¡Aldebarán! —dijo, dirigiéndose a su compañero, que respondió asintiendo y poniéndose en marcha escaleras abajo—. Y tú —agregó, hablándole a Dégel—, intenta enlentecerlo lo más que puedas. Si se libera por completo no tendremos opción más que atacar.

—No sé cuánto más pueda detenerlo sin causar un daño importante —dijo Dégel.

A pesar de la escarcha que lo cubría, Príapo continuó moviéndose. El calor proveniente del interior de Kardia, en combinación con la energía divina de su interior, era aterrador. El hielo comenzaba a derretirse al mismo tiempo que Dégel enviaba una onda fría, y cada vez con más facilidad.

La situación estaba saliéndose de control. Manigoldo resopló, apretó los puños mientras hacía arder su cosmos y finalmente se adelantó a atacar, desplegando su técnica sin reservas:

—Sekishiki Meikai Ha!

La energía enviada por el ataque se concentró en Príapo, y trabajó en desenredar el lazo que unía su alma con la de Kardia. El dios retrocedió y se tambaleó, pero volvió a incorporarse con rapidez, entero, amenazante.

—No eres suficiente —dijo Príapo, plantándose frente a Manigoldo—. Estamos demasiado integrados para que tu truco surta efecto.

Una onda expansiva surgió desde Príapo y se extendió hacia los que lo rodeaban sin dejarlos reaccionar, paralizando todo a su paso.

—¿Qué es esto? —preguntó Manigoldo—. Casi no me puedo mover.

—Una variante de Restricción, a mayor escala —explicó Dégel—. Una técnica de Escorpio.

—¡Así es! —dijo Príapo—. Combinando mi fuerza con la de mi anfitrión, más la energía que obtuve de todos ustedes, se pueden hacer cosas interesantes. Así ya no van a molestarme.

Desde las escaleras, Aldebarán apareció entonces de regreso, cortando la ruta de escape a la cual Príapo comenzaba a dirigirse. Quien le seguía no era Aspros, sino otras dos personas con quienes el guardián de Tauro se había cruzado en su camino hacia abajo. El trío se paró en seco al verse cara a cara con el dios.

—¡Kardia! —exclamó Sasha. Llevaba el báculo en mano, mucho más alto que ella misma.

—¿Atenea? —preguntó Príapo—. Todavía eres una niña. No vas a tenerla tan fácil esta vez.

Sasha contuvo el aliento y buscó la mirada de su acompañante, que dio un paso adelante con decisión:

—No está sola —dijo el patriarca Sage.

—Ah… tú sigues aquí —observó Príapo—, aunque estás viejo. No importa. ¿Cuál de los dos eres, el de plata o el de oro? No importa. Tengo buenos recuerdos de ustedes. ¿Verdad que nos divertimos mucho?

—¿Se conocen? —preguntó Aldebarán.

El patriarca Sage ignoró la pregunta. La sombra de su casco sirvió apenas para ocultar el rojo repentino que corrió a sus mejillas. Sin dejarse estar, sacó de entre su vestimenta una serie de sellos antiguos que arrojó hacia Príapo.

Talisman Cage!

Los sellos formaron un círculo alrededor del dios, del que surgieron barrotes de energía. El efecto de la técnica de restricción que Príapo estaba utilizando para controlar a los otros caballeros se disipó de inmediato, y quienes habían sido atrapados en ella recuperaron los movimientos.

—¡Cuidado! —imploró Sasha—. ¿Qué va a pasar con Kardia?

—No pude separarlo de Príapo con el Sekishiki —dijo Manigoldo, entre dientes—. Estaba seguro de que funcionaría.

—Quizás no tú solo —respondió el patriarca—, pero ahora está contenido por la jaula de talismanes, y somos dos.

—¿Y después qué? —preguntó Dégel.

El patriarca no tuvo tiempo de contestarle, porque Sasha fue quien se adelantó a hacerlo:

—Yo… creo que sé lo que tengo que hacer.

—¿Está segura?

Sasha asintió y tomó el cetro con decisión, usando sus dos manos.

—Estoy segura.

Combinando su fuerza, Sage y Manigoldo ejecutaron su técnica, enfocándose solo en desprender el alma de Príapo del cuerpo de Kardia.

Sekishiki Meikai Ha!

Esta vez, a pesar de la resistencia del dios, que se manifestó en terribles espasmos, la esencia de Príapo se despegó por fin, dejando a la vista una silueta humanoide grotesca con un miembro de dimensiones desproporcionadas.

Sin inmutarse, Sasha utilizó el báculo para canalizar su energía divina, que envolvió a Príapo y lo atrapó, cerrándose sobre él. La luz cobró fuerza, se amplió y se volvió enceguecedora. Una vez que mermó, dejó atrás la estatuilla de una especie de duende grotesco con un enorme falo en el lugar donde Príapo había estado.

Kardia, de vuelta él mismo, levantó apenas la mirada desde el suelo, y murmuró algo ininteligible.

—¡Kardia! —dijo Sasha, corriendo hacia él.

—¿Tú…? —alcanzó a decir Kardia.

—¿Estás bien? —preguntó Dégel, arrodillándose a su lado para asistirlo con su aire frío. Iba a necesitar más que eso, pero esa era la prioridad.

La respuesta de Kardia fue un gruñido malhumorado que lo tranquilizó. No era la primera vez que lo escuchaba.

Por su parte, Manigoldo se acercó a la zona de la batalla para tomar la recién creada estatuilla y la examinó con atención, arqueando las cejas al descubrir lo detallada que era la representación del exagerado órgano masculino.

—¿Qué es eso? —preguntó Sasha.

—Un pe… queño ídolo de piedra —respondió Manigoldo.

—¡Ten cuidado! —dijo Sísifo, quitándoselo de las manos.

—La energía del dios quedó contenida en un nuevo recipiente creado a partir de la voluntad de Atenea —explicó el patriarca.

—Si esa es la manifestación del dios, entiendo por qué no me quieren contar nada… —murmuró Manigoldo—. En fin, me sorprende que ustedes dos hayan regresado en el momento justo.

—Sentí que algo estaba mal en el santuario —explicó Sasha, poniéndose de pie—. Le dije al señor Sage que teníamos que volver con urgencia. No estaba segura de por qué, solo supe que tenía que hacer algo importante.

A pesar de su poca experiencia, Sasha crecía en su rol de diosa a pasos agigantados. Su aura de poder la había hecho parecer durante la batalla más como la deidad guerrera de los mitos que como la niña todavía era. Sísifo se postró ante ella, en una muestra de respeto. El Cid, que se había mantenido callado, hizo lo mismo. Manigoldo miró a un lado y a otro, como preguntándose qué correspondía hacer, y al final se cruzó de brazos.

—Las circunstancias se salieron fuera de control… —dijo Sísifo—. Estoy dispuesto a aceptar cualquier medida que imponga como castigo por nuestra irresponsabilidad.

—¿Qué? —replicó Sasha—. ¡No, no! —exclamó, acompañando sus palabras de un ademán de negación, y de nuevo buscó el apoyo de Sage.

—No hace falta —dijo el patriarca—. Algunas cosas son inevitables. Este dios encuentra formas de infiltrarse que lo vuelven extremadamente peligroso.

—¿Qué formas? —preguntó Sasha.

—Formas —respondió Sage.

Manigoldo entró en la conversación para insistir en una respuesta más clara:

—Espera, vamos a hablar de las formas, porque yo me perdí de varias cosas que todos ustedes parecen estar entendiendo y yo no. Tengo derecho a saber.

—No es el momento, Manigoldo.

—¿O sea que después, en algún momento, sí nos va a contar cómo es que se conocían de antes?

—No —dijo el patriarca, terminante—. Eso es confidencial. En el ciclo anterior, Príapo también fue sellado a través de la intervención de Atenea. Imagino que la huella de esa memoria es lo que activó su instinto divino ahora.

—¿Qué vamos a hacer con la estatuilla? —preguntó Manigoldo, señalando la figura que estaba junto a Sísifo.

—Guardarla en un lugar seguro —respondió Sage—. Fue un error no haber diseñado un protocolo de acción con tiempo. Esconder la presencia de este dios no es el camino, y el registro de su aparición anterior no debería haber estado tan oculto. El reporte que creemos a partir de esto debería ser más fácilmente accesible para una futura generación.

—Aunque no tenemos que incluir detalles específicos de todo en ese reporte, ¿verdad? —preguntó Aldebarán. Sísifo y El Cid también prestaron de pronto especial atención.

—No —lo tranquilizó Sage, carraspeando—, vamos a ver lo que podemos hacer al respecto. Entiendo que la influencia de este dios puede llevar a situaciones incómodas.

—¡Ahora quiero leer ese reporte de la vez anterior! —exclamó Manigoldo.

Sasha se unió al pedido, hablando con gravedad:

—Yo también, para estar preparada.

—¡No! —dijo Sage, dirigiéndose a Manigoldo. Y luego, con suavidad, a Sasha—: No. Y no —agregó, mirando al resto.

Sasha meneó la cabeza, confundida. Manigoldo dejó escapar un lamento de decepción, y Sísifo respiró hondo.

—¿Por qué no? Usted siempre dice que es importante que conozca sobre la historia del santuario —dijo Sasha.

—Sí —concedió Sage—, pero Atenea… usted era una mujer adulta cuando se enfrentó a Príapo en el siglo XV. Las circunstancias eran distintas.

La explicación pareció satisfacer a Sasha de momento, aunque una chispa de curiosidad encendía sus ojos. Quizás no pasaría mucho antes de que volviera a sacar el tema a relucir, por más que el resto tuviera como meta olvidarlo.

oOo

Esa noche, en los aposentos del patriarca, Sage comenzó a redactar un nuevo reporte sobre Príapo, que se sumaría al del antiguo ciclo, y mientras lo hacía consideraba posibles opciones para mantenerlo a salvo de ojos extraños hasta que volviera a ser necesario. Su esperanza era que ese día nunca llegara, y que esta hubiera sido la última vez que el dios escapaba. La estatuilla había sido asegurada con un sello de Atenea y yacía sobre la mesa, esperando su lugar de descanso final.

En el templo de Aries, Manigoldo intentaba que Shion le contara más sobre lo que había visto al tocar la armadura de Acuario, y estaba a punto de ganarle por cansancio.

En Tauro, Aldebarán seguía recordando partes de su aventura en el pueblo que hubiera preferido olvidar. No quería pensar en posibles consecuencias. Aquella no había sido la primera vez, pero él siempre se aseguraba de ser muy discreto y cuidadoso. ¿Cuántos estarían al tanto ahora?

En Géminis, Aspros se arrodillaba pidiendo perdón ante su hermano, que luchaba por encontrar palabras para responder. El silencio que se interpuso entre ellos era desolador. Las huellas de lo que había pasado eran todavía demasiado recientes y dolorosas.

En Capricornio, El Cid, que había buscado refugio en lo más profundo de su templo, percibió la energía de alguien que se acercaba a la puerta. Al salir al cruce del visitante, se halló frente a frente con la persona a la que venía evitando: Sísifo. El arquero había llegado para hablar, y ya no había manera de evadirlo, así que después de unos breves instantes de consideración, El Cid abrió el paso para dejarlo adentrarse en su territorio. Tenía un nudo en la garganta.

En el templo de Escorpio, Dégel encontró a Kardia en su habitación, sentado de piernas cruzadas sobre los pies de una cama muy desarreglada. Acababa de terminar de comer algo, y estaba relamiéndose los dedos.

—¿Estás mejor? —preguntó Dégel.

—He tenido días peores —respondió Kardia, encogiéndose de hombros—. Es gracioso, nunca había venido tanta gente diferente a preguntarme lo mismo. Lo esperaba de ti y de Sasha, pero los otros…

—¿Cuáles otros?

—Vino Aspros y me trajo pastel de manzana —dijo, señalando una tarta ya empezada que estaba apoyada sobre una mesita en un rincón. Dégel la reconoció como una especialidad del pueblo cercano—. ¿Puedes creerlo? ¿No es ridículo? Se veía terrible. Dijo que lamentaba lo que había pasado y me preguntó cuánto recordaba.

—¿Qué le dijiste?

—Que recuerdo poco. El Cid me preguntó lo mismo. Todos parecen preocupados por eso, excepto Manigoldo, que solo me dijo que me perdí de ver sonrojarse al patriarca Sage. ¿Pasó eso de verdad? Creo que estaba haciendo una broma.

—¿Entonces de verdad no recuerdas? —preguntó Dégel.

Kardia se llevó una mano al mentón. Miró hacia abajo, arriba, y luego a Dégel.

—No —respondió—. Hay un punto en que todo se vuelve confuso, incluso antes de que lo dejara entrar en mi cuerpo, hay cosas que no sé si las soñé o qué. Es como haber despertado de una noche en que tuviste demasiados sueños, y solo recuerdas retazos. Había un chico con tu armadura. Me preguntó por mi corazón. No era mucho mayor que Sasha. Me resultó familiar… —Kardia se detuvo al ver la expresión de Dégel, que se había oscurecido al escuchar aquello—. ¿Dégel?

Esto último había tocado un nervio en Dégel, que intentó ocultar toda evidencia y cambió de tema:

—Yo también tengo que pedirte perdón —dijo, sentándose junto a Kardia—. Hice algo malo.

—Ah, eso. Eso sí lo recuerdo. No eras tú. Si vamos a culparnos entre nosotros por lo que hizo ese sátiro, estamos todos en problemas.

Las palabras proveían cierto consuelo, a pesar de que parte de Dégel se sintiera responsable.

—Después, también… —continuó Dégel—. ¿Cuándo vas a dejar de arrojarte a situaciones suicidas sin pensarlo? Creí que habíamos hablado de esto.

Kardia, que había estado acercándose a él a medida que conversaban, se echó hacia atrás de repente y lo señaló con su uña, que se alargó, acusadora.

—¡Sí lo pensé! Sabía que iban a poder hacer algo al respecto. Lo suponía, al menos. Y salió bien al final, ¿o no?

—Sí, por poco.

—No voy a pedir perdón por haber tenido razón —dijo Kardia, volviendo a arrimarse a Dégel, que tomó su mano. La uña escarlata volvió a su tamaño original al tiempo que los dedos de uno se entrelazaban con los del otro.

—En este caso.

—Blah, blah, blah —respondió Kardia, y buscó los labios de su compañero, que lo recibieron ya sin más rezongos. Ahora sí todo volvía a la normalidad. Esta vez se sentía correcto.

Desde la puerta que había quedado entreabierta, Sasha, que estaba a punto de entrar a la habitación, se detuvo antes de que ninguno de los dos notara su presencia. Había bajado a visitar desde lo más alto del santuario, pero eso podía esperar. Con todo cuidado, cerró la puerta detrás de sí sin hacer ruido, y se retiró con una sonrisa.

Fin :P

Notas finales:

Soy consciente de que en este lugar no me leen mucho pero de todas formas dejo las notas de ff.net porque a veces cae alguna persona perdida en mis historias:

Después de 8 años (QUÉ HORROR), Irresistible ha sido completado. Hasta aquí he llegado. ¡Fin!

Algunos puntos:

Krest: Inicialmente, Shion iba a ser expulsado de la memoria hacia el presente directamente. El problema fue que le agarré el gusto a Krest y no lo pude dejar ir tan fácilmente. Me volví como Shion queriendo ver más y más en las armaduras. Disfruté mucho manejando a Krest, porque además terminaron siendo 3 Krests distintos: siglo XIII (de unos 12-13 años), siglo XV (más de 200), y el último Krest era probablemente uno cercano a la era de LC (más de 500), cuando ya estaba considerando alejarse del santuario. Que se sepa que amo a Krest. Me costó muchísimo soltarlo. Lo bueno (?) de demorar tanto fue que pude incluir cosas que no hubiera podido incluir antes. Hace 8 años Itia no había aparecido en el manga, y Krest solo había aparecido en el gaiden de Dégel.

Shion y las memorias de las armaduras: Tuve que releer varias partes del manga para no meter la pata, y una de ellas fue la relacionada a Shion y su relación con las armaduras, algo que tiene mucho potencial. En el tomo 14, Sísifo se sorprende cuando Shion le habla sobre las voces de las armaduras, por eso calculo que no todos deben saber de esa parte de él. Pero Manigoldo sabe bien, como queda claro en el gaiden de Shion, donde su capacidad de ser caballero es cuestionada por el tema de ver memorias. Luego de eso aprende a manejar su poder, pero esa sombra del gustito por ver más allá debe haber quedado. Defteros también sabe del talento de Shion. Si no hubiera sido porque lo había dejado fuera de juego, que él interviniera otra posibilidad.

Helado de crema: ¿Existía eso en la época de Lost Canvas? SÍ, HICE UNA INVESTIGACIÓN ESPECÍFICA AL RESPECTO. No era muy común, pero existía.

Restricción: Esta técnica nunca es usada por Kardia en el manga, pero imagino que sabe manejarla. Milo la usa, y también el Escorpio de Next Dimension. Quizás a Kardia le parezca aburrida porque implica dejar fuera de juego a su adversario. Quizás crea que no tiene gracia si no se pueden defender de él.

El resto de los dorados: Quienes no aparecieron fue porque no estaban en el santuario en ese momento o se quedaron en sus templos, o Príapo no tenía interés en ellos. Albafica, aunque estuviera, era un mal vehículo para Príapo por su sangre envenenada, uno que él nunca hubiera considerado.

¿Qué pasó cuando apareció Príapo en la época de Sage y Hakurei? ¿Cómo se terminó de romper el sello? NO va a haber fic al respecto, pero mi idea siempre fue que Príapo se va adaptando y tomando diferentes estrategias. Por eso, siglo XIII: Sueños. Siglo XVIII: Posesión. Siglo XX: Dejar gente en un coma y hacerle tener fantasías locas. Por lo tanto, en el siglo XV tiene que haber sido algo un poco distinto.

Talisman Cage: Sage usa esta técnica en Lost Canvas contra Alone y también contra Thanatos. Contra este último FALLA. Pero bueno, Príapo no es Thanatos (ni Hades). Seguro ni se precisan tantos sellos.

Doble Sekishiki Meikai Ha (Sage+Mani): Usado contra Thanatos en el tomo 8 de Lost Canvas, con menor efectividad. Tuve que volver y fijarme cómo era exactamente la escena, porque con mi obsesión de hacer que las cosas encajen con la cronología, si en el manga hacían mención a que esa era la primera vez que hacían un doble Sekishiki, yo iba a tener que cambiar mi estrategia. Pero lo hicieron por instinto y sin comentar que fuera algo especial, así que me sirvió para mis propósitos egoístas. Asumiré que no era especial porque ya lo habían hecho antes. ¡Gracias, maestra Teshirogi!

Sobre Sasha: No estoy del todo decidida sobre cuándo transcurre esta historia. No es cuando Sasha acaba de llegar, pero quizás sea un par de años después. Sigue siendo chica, y aprendiendo cosas nuevas. Sasha llega al santuario a los 9. Quizás tenga 11 aquí. Originalmente, quien sellaba a Príapo eran Sage y Hakurei. Al final me decidí por que fuera Sasha porque está bueno que muestre sus poderes de diosa y el contraste de que acá fuera una niña me parecía interesante.

La estatuilla de Príapo: Uno de los posibles orígenes reales de los enanos de jardín viene de cuando en épocas antiguas se colocaban estatuillas bien feas de Príapo (representando sus atributos) para proteger jardines y huertas. En el caso de la estatuilla creada al final de esta historia, que Sage tenía la intención de esconder bien, se me ocurren dos cosas: a) La escondió en el santuario y alguien la robó en algún momento y la llevó a Holanda, que es donde termina en Zona Prohibida, el fic que escribí antes de este pero que es una secuela de este. b) La escondió en Holanda directamente.

Esta historia siempre tuvo un aire de humor/parodia de fondo, por más que pasen varias cosas objetivamente horribles y NO graciosas en ella. Pero qué voy a hacer, imaginar a Sísifo cargando la estatuilla de Príapo SÍ es gracioso (si googlean cómo se ven las estatuas de Príapo háganlo cuando no haya nadie atrás de ustedes). También las intervenciones de Manigoldo, a quien me encantó tener a la mano en estos dos últimos capítulos, para suavizar las cosas.

En este último capítulo va un recuerdo para mi amiga chilena Fran, que fue durante años mi mejor amiga del fandom, quien me prestó con toda paciencia sus orejas y su apoyo cuando yo hacía brainstorming para historias, y es la responsable a motivarme para seguir adelante con muchas de ellas (aunque dando palos también, lol) cuando yo no estaba segura de que valiera la pena. Cuando perdí algunas de mis notas tuve que volver a chats del 2012 para rescatar mis planes de esas viejas conversaciones. Con ella nos reímos charlando de distintas posibilidades para esta historia. En su momento ella sugirió un spin-off con El Cid y Sísifo (sus favoritos), o mostrar lo que pasó con Príapo en el siglo XV, jajaja.

A todas las personas que me acompañaron en este viaje, sea que me hayan encontrado hace años o hace poco, muchas gracias. Hay gente que como no tiene cuenta, no le he podido responder directamente (Dietline, por ejemplo, que comentó siempre). Como le decía el otro día a alguien, escribir a veces como tirar una botella al mar con un mensaje adentro y no saber si alguien va a leer lo que dice o no. Por eso siempre he valorado mucho cada mensaje de aliento porque así es como puedo saber que esa botella llegó a algún puerto en alguna parte del mundo.

¡Gracias, perdón por demorar tanto, y adiós!


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